"PIEL DE OSO"
-’Si eso no pone en peligro mi salvación.’- replicó el soldado, que ya veía muy bien que era el Diablo el que se encontraba a su lado -’De lo contrario, no tengo nada que tratar.’--’Míralo y decídelo tú mismo’- contesto el del abrigo verde, -’tú deberás por los próximos siete años, no lavarte, no peinar tu barba ni tu cabello, no cortarte las uñas, ni decir un padrenuestro. Te daré un abrigo y una capa, que deberás usar todo ese tiempo. Si murieras dentro de esos siete años, tú serás mío. Si permaneces vivo, quedarás libre, e inmensamente rico por el resto de tus días.’-
El soldado meditó sobre la extrema posición en que se encontraba ahora, y como a menudo había afrontado la muerte, resolvió correr el riesgo de nuevo y aceptó los términos.
El Diablo se quitó el abrigo verde, se lo dio al soldado y dijo:-’Si tienes este abrigo sobre tu espalda y metes tu mano en el bolsillo, siempre lo encontrarás lleno de dinero.’-Entonces le quitó la piel al oso y dijo:
-’Esta piel será tu capa, y tu cama también, pues encima de ella deberás dormir, y no debes ir a ninguna otra cama, y debido a toda esta indumentaria, serás llamado ‘Piel de Oso.’-
Después de eso, el Diablo se desvaneció. El soldado se puso el abrigo, y de una vez buscó en el bolsillo, y encontró que lo dicho era cierto. Entonces se puso la piel de oso y siguió adelante por el mundo, y se regocijaba, no faltándole nada que fuera bueno para él y malo para su bolsillo.
Durante el primer año su apariencia fue aceptable, pero al segundo empezó a parecerse a un monstruo. Su cabello tapaba toda su cara, su barba era como un pedazo de fieltro grueso, sus dedos tenían uñas como garras, y toda su cara estaba con tal suciedad, que si una semilla cayera allí, con seguridad nacería.
Quien quiera que lo viera, salía corriendo, pero como en todo lado daba dinero a los pobres para que rezaran por él para que no muriera durante esos siete años, y además pagaba bien por todo, siempre consiguió refugio.
Al cuarto año llegó a una posada donde el posadero no lo recibía, y ni siquiera quería que fuera al establo, pues tenía temor de que asustara a los caballos.
Pero Piel de Oso metió su mano en el bolsillo y sacó un puñado de monedas, y el dueño de dejó persuadir a sí mismo y le dio un cuarto en una casa externa.
Sin embargo, Piel de Oso fue obligado a prometer que no se dejaría ver, para que la posada no cogiera mal renombre.
Estaba Piel de Oso sentado solo al atardecer, y deseando desde el fondo de su corazón que pronto terminaran los siete años, oyó un fuerte lamento desde una habitación contigua. Él tenía un corazón muy compasivo, así que abrió la puerta y vio a un hombre mayor llorando amargamente y apretándose las manos.
Piel de Oso se le acercó, pero el hombre saltó sobre sus pies y trató de escapar de él.
Al fin, cuando el anciano percibió que la voz de Piel de Oso era humana permitió que le hablara, y por medio de palabras amables Piel de Oso logró convencerlo de que le revelara la causa de su angustia.
Sus ingresos habían disminuido gradualmente, y él y sus hijas pasaban hambres, y estaba tan pobre que tampoco tenía con qué pagar al dueño de la posada y lo iban a poner en prisión.
-’Si ese es tu único problema’- dijo Piel de Oso, -’yo tengo suficiente dinero.’
-Él le pidió al posadero que viniera donde ellos, le pagó la cuenta del señor y además puso una bolsa llena de monedas dentro de los bolsillos del hombre.
Cuando el señor se vio a sí mismo libre de todos sus problemas, no sabía cómo agradecer el gesto.
-’Ven conmigo’- le dijo a Piel de Oso, -’mis hijas son todas buenas muchachas.
Escoge una de ellas para ser tu esposa. Cuando ellas oigan lo que has hecho por mí, no te rechazarán. Tú en verdad luces un poco extraño, pero ellas pronto te aceptarán correctamente.’-
Eso le complació a Piel de Oso, y se fue con él.
Cuando la mayor de las hijas lo vio, se alarmó tan terriblemente ante su cara, que gritó y salió corriendo espantada.
La segunda hija se quedó y lo miró de pies a cabeza, y dijo:
-’¿Cómo voy a aceptar un esposo que ya no tiene una forma humana?
Me gustaba más el oso afeitado que vi una vez por aquí, y que parecía un hombre con sus guantes blancos y uniforme de soldado. Si no fuera por lo feo, seguro que podría acostumbrarme.’
-La menor de ellas, sin embargo, dijo:
-’Querido padre, tiene que ser un buen hombre para que sin conocerte te haya ayudado a salir de problemas, y si le prometiste una esposa por lo que hizo, tu promesa debe ser cumplida. Yo no tengo inconveniente en aceptarlo.’-
Fue una bendición que el rostro de Piel de Oso estuviera tapado con la suciedad y el largo cabello, pues si no, todos hubieran visto cuan contento se sentía de oír aquellas palabras.
Él se quitó un anillo de su dedo, lo quebró en dos partes, y le dio a la joven una mitad, y se dejó la otra para él.
Escribió su nombre en la mitad de ella, y el nombre de ella en su mitad, y le rogó que guardara su mitad cuidadosamente. Entonces se alistó para salir y le dijo:
-’Debo de retirarme por tres años, y si para entonces no he regresado, quedarás libre de compromiso, pues seguramente habré muerto. Pero reza a Dios para que me conserve la vida.’
-La pobre prometida novia se vistió toda de negro, y cuando pensaba sobre su futuro esposo, sus ojos se llenaban de lágrimas. Y ninguna otra cosa más que desprecio y mofa le llegaba de sus hermanas mayores.
-’Ten cuidado’- decía la mayor, -’si le das la mano, te clavará las uñas.’-
-’Ponte viva’- decía la segunda, -’A los osos les gusta la miel, y si eres dulce con él, te comerá entera.’-
-’Debes hacer todo como a él le gusta’- dijo de nuevo la mayor, -’o si no te gruñirá.’-
-’Pero la boda será muy divertida’- continuó la segunda, -’los osos bailan muy bien.’-
La joven prometida permaneció en silencio y no se dejó molestar por ellas.
Piel de Oso, sin embargo, viajó por el mundo de un lugar a otro, hizo el bien lo más que pudo, y dio generosa ayuda a los pobres pidiéndoles que rezaran por él.
Por fin, cuando terminó el último día de los siete años, Piel de Oso fue una vez más al páramo y se sentó bajo el círculo de árboles.
No pasó mucho rato cuando el viento sopló, y el Diablo se paró junto a él, y lo miró disgustadamente, y definitivamente que estaba muy molesto. Entonces le tiró a Piel de Oso su vieja ropa de soldado, y le pidió que le devolviera su abrigo verde.
-’No hemos terminado aún’- contestó Piel de Oso, -’primero debes dejarme limpio.’
-Le gustara o no al Diablo, se vio obligado a traer agua y lavar a Piel de Oso, peinarlo, y cortarle las uñas.
Después de todo eso, ya se veía como un bravo soldado, y mucho más apuesto que como nunca había estado antes.
Cuando ya el Diablo partió, Piel de Oso sintió su corazón aliviado.
Fue a la ciudad, se puso un magnífico abrigo de terciopelo, se montó en un carruaje tirado por cuatro caballos blancos, y se dirigió a la casa de la prometida.
Nadie lo reconocía. El padre lo tomó como un distinguido general, y lo llevó a la habitación donde se encontraban sus hijas.
A Piel de Oso no le quedó más que sentarse entre las dos hermanas mayores quienes le trajeron vino, y le dieron las mejores piezas de carne, y pensaron que en todo el mundo nunca encontrarían un hombre más apuesto.
La prometida estaba sentada al lado contrario con su vestido negro, y nunca levantó sus ojos ni pronunció palabra alguna.
Cuando por fin él preguntó al padre si daría a alguna de sus hijas en matrimonio, las dos mayores saltaron y corrieron a sus cuartos a ponerse espléndidos vestidos, pues cada una de ellas fantaseaba que sería la elegida.
El extraño, en cuanto quedó solo con su prometida, sacó su mitad del anillo y lo puso en el fondo de un vaso de vino que se lo pasó a través de la mesa a la joven.
Ella bebió el vino, y cuando lo hubo terminado, encontró la mitad del anillo descansando en el fondo del vaso, y su corazón se aceleró.
Ella tomó su otra mitad, que usaba en una cinta alrededor de su garganta, junto a ambas mitades, y vio que calzaban exactamente juntos.
Entonces él dijo:
-’Soy tu novio prometido, que conociste como Piel de Oso, pero por la gracia de Dios he recibido de nuevo mi presencia humana, y una vez más volví a estar limpio.’
-Él se le acercó, la abrazó y la besó.
Mientras tanto las dos hermanas regresaron todas muy bien vestidas, y cuando vieron que el apuesto hombre estaba junto a la más joven, y oyeron que él era Piel de Oso, se retiraron rápidamente llenas de rabia y dolor.
Pero el tiempo les sanaría las heridas y aceptaron el buen discurrir de los acontecimientos, deseando para los nuevos esposos mucha felicidad para el resto de sus días.
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