sábado, 30 de mayo de 2009

LA QUENA

Quena de hueso con 4 orificios digitales -
Cultura Chancay



En los dominios de Maratec muchos siglos antes que bajara de sus altos valles la gente de Manco Capac, se desarrolló un idilio apasionado entre el hijo del Señor de esa comarca y una india llamada Zenaguet. Este amor limpio y puro se deslizó largos días ante los edénicos paisajes que tienen por vigía el Aconcagua. El Sol los protegía, y la Luna, en íntima complicidad, los contempló muchos ciclos completos bañando con su faz enfermiza el alma de los enamorados... Pero un día... (siempre hay un hado que mata los sueños más hermosos), Zenaguet enfermó y murió antes que apareciera en el Cielo el Lucero del Alba… La angustia y la desesperación más profunda invadieron al pobre indio, que no pudo sobreponerse a la Fatalidad, y enloqueció allí mismo junto al cadáver de la bien amada. Días después le extrajo la tibia de una de sus piernas y fabricó un instrumento para desahogar su dolor, y, con él echó a rodar por montes y quebradas las melodías dolientes que arrancaba de aquella caña ósea, que era parte de su alma... Sonámbulo y andariego, llevó a sus quejas por todos los rincones de su heredad, hasta que cayó para siempre... Pero había nacido la quena. La quena quejumbrosa y triste, que aún hoy sigue manifestando todas las fases de la angustia, el dolor y el infortunio de la raza.

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/09/el-origen-de-la-quena.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/07/la-quena-y-sus-leyendas.html
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viernes, 29 de mayo de 2009

DEVUÉLVEME MIS TRIPAS

Pintura, Serie, Loja
Autor: Christian Stephen Pintura y Diseño
(Ecuador)
Tecnica: Oleo sobre tabla
Año: 2005
Dimension: 22x30


Juan Pedro era un niño de once años que había quedado huérfano debido a que sus padres murieron en un accidente cuando él tenía pocos meses de nacido. Lo recogió su abuela materna doña Micaela una pobre mujer viuda que vivía sola y se mantenía vendiendo "chanfaina", apetitosa comida que preparaba con las menudencias del cerdo, o sea las tripas, el corazón, etc, todo lo cual lavaba bien y luego cocinaba y cortaba en pedacitos que aderezaba con sal, pimienta, ajo molido, cebolla picada, orégano y manteca de color, para finalmente revolver con arroz y papas cocidos.

Doña Mica, como la gente llamaba con cariño a la buena anciana, era todo un personaje en el apartado barrio en que vivía, desde las cuatro de la tarde comenzaba su recorrido, de puerta en puerta, vendiendo la sabrosa mercancía y a su lado siempre está Juan Pedro llevando el canasto con las hojas de achira que servían para el expendio de la fritura de doña Mica portaba en una gran cazuela que asentaba sobre la tiznada rosca de tela que llevaba sobre su cabeza.
Pero ése era solamente uno de los oficios del muchacho, pues muy de madrugada debía ir a comprar el mondongo o menudencias donde los peladores de cerdos, y luego de cumplir aquella tarea y de tomar su desayuno marchaba a la escuela, de donde retornaba al medio día para el almuerzo y entonces encontraba atareada en la cocina después de que había regresado del río con la batea llena de tripas bien lavaditas y que a la sazón estaban cocinándose en las grandes ollas de barro que la anciana tenía dispuestas para el efecto.

Después del almuerzo Juan Pedro regresaba a la escuela y ella se ponía a preparar la chanfaina, de modo que cuando el muchacho retornaba de la segunda sesión escolar, todo estaba listo para salir con la abuela a vender la fritura.

El barrio en que vivía doña Micaela era un barrio humilde donde a veces se refugiaba la gente del hampa para echarse un trago en algunas de las cantinas de ese lugar. Por eso doña Micaela acostumbraba cerrar sus puertas tan pronto regresaba de su recorrido, que generalmente era cuando ya empezaba a obscurecer. Al muchacho le servía como cena algún refrigerio que ella también lo tomaba acompañado de caliente café negro; luego lavaba los trastos ocupados en la confección de la chanfaina, mientras Juan Pedro se dedicaba a sus tareas escolares; y cuando ambos había cumplido esos menesteres, rezaban el rosario y se acostaban a dormir cansados de la faena del día.

Así transcurrieron los años de la infancia de Juan Pedro, pero pronto llegó la adolescencia con sus tentaciones y peligros y el rato menos pensado el muchacho se encontró metido en un torbellino de pasiones.

El sueño que antes llegaba tan tempranamente a sus ojos, comenzó a serle esquivo y se pasaba horas pensando en lo que le comentaban sus compañeros del centro artesanal al que empezó a concurrir una vez terminada la instrucción primaria.

No lo ponga al colegio había dicho a su abuela el Dr. Arriaga, su padrino, agregando: Con seis años de instrucción secundaria no saca nada porque el título de Bachiller no le sirve para ganarse la vida. En cambio tres años en una academia artesanal lo capacitan para aprender un oficio y comenzar a trabajar de inmediato, ayudándola a usted que tal vez dentro de algunos años ya no estará en capacidad de seguir trabajando como lo hace ahora.

Así mismo es, mi doctorcito había contestado la abuela. Y el chico fue a parar al único centro artesanal que había en el lugar y en el cual se enseñaban diversos oficios tales como carpintería, mecánica, sastrería, etc.

Juan Pedro optó por la mecánica, pero entre sus compañeros se encontró con unos muchachotes de 15, 16 y hasta 18 años de edad, quienes ya trabajaban de ayudantes durante sus horas libres en diversos talleres particulares y con el dinero que ganaban iban por las noches a las cantinas para jugar naipes, fumar y hasta tomar algunos tragos.

Esto se lo contaban a Juan Pedro en la academia artesanal, haciendo alarde de hombría y hasta lo invitaban al muchacho para que los acompañara, pero como él no disponía de dinero ni podía dejar de ayudar a su abuela durante sus horas libres, por la noche se le quitaba el sueño pensando y cavilando sobre la manera de conseguir fondos para él también ir con sus compañeros a las cantinas.

Cierta noche encontró una pequeña solución: Me haré quedar una parte del dinero del mondongo se dijo y al día siguiente pidió al pelador de chanchos que le diera menos de lo convenido. Este se sorprendió y preguntó al muchacho:
¿Qué pasa Hombre? ¿Acaso está malo el negocio?

Así es ayer se perdió un poco de chanfaina que la gente no quiso comprar.

Qué lástima pensó el buen hombre y luego murmuró en voz alta:
No sé lo que estará ocurriendo ahora, pero la verdad es que siempre la chanfaina le ha faltado a doña Mica antes que sobrarle. ¡Si es para chuparse los dedos muchacho!

No sé señor contestó Juan Pedro bajando los ojos para ocultar su mentira y cortando la conversación pidió que le despachara pronto arguyendo que se atrasaba a la academia.

Está bien dijo el buen hombre aquí está lo que me has pedido.

Ese fue el comienzo. Aquella noche, luego de la rutinaria tarea, la abuela apagó la luz y se quedó profundamente dormida. Ella siempre decía que el primer sueño era el mejor "porque el cuerpo cae rendido" y eso aprovechó el muchacho para levantarse sigilosamente e ir a la cantina en donde lo esperaban sus amigos.

¡Vaya Juan Pedro! ¿Por fin te liberaste de las polleras de tu abuela...? le dijo groseramente el más viejo de todos apenas lo vio llegar.

Los otros festejaron con risotadas el pesado chiste y enseguida entro Juan Pedro al juego de cartas y a las libaciones en su honor, con lo cual lo comprometieron más para que gastara el dinero que había llevado y que no era mucho por cierto.

Transcurrió un tiempo en ese estado de cosas. La abuela notaba que Juan le llevaba cada vez menor cantidad de mondongo, pero el muchacho se disculpaba diciendo que había subido el precio y por eso tenía que comprar menos. Más llegó un momento en que acosado por las deudas de apuestas hechas con sus amigos, tubo que pensar en otra manera de hacer dinero.

Había oído contar en alguna ocasión, que "el mondongo del cristiano era igual al del cerdo" y allí encontró una fatídica solución. Esa noche, en vez de ir a la cantina, se fue al cementerio en busca de un muerto que había sido enterrado esa tarde.

Al principio tuvo miedo y estuvo a punto de abandonar de abandonar su macabro plan, pero acordándose de que no había otra manera de solucionar su problema de deudas y hasta de honor frente a los amigos que lo extorsionaban se armó de valor y se arriesgó a cumplir su propósito.

No le fue difícil retirar la tierra recién amontonada sobre el pobre cajón de madera que guardaba el cadáver, ni tampoco levantar la tapa con la punta que había llevado y que le sirvió también para partir el abdomen del muerto y sacarle todo el mondongo que luego guardó en la misma bolsa encauchada que acostumbraba llevar al camal con igual finalidad.

Sin embargo sentía que un sudor frío le corría por la frente y un intenso escalofrío sacudía todo su cuerpo. Hubo un momento en que estuvo a punto de desfallecer a causa del miedo y la repugnancia que esa horrible tarea le producía, pero alcanzó a colocar nuevamente la tapa del ataúd, encima la tierra y luego echó a correr como un loco hasta llegar a su casa, en donde escondió la bolsa cerca de su cama y se acostó a dormir rendido por el cansancio y la fatiga.

Largo tiempo permaneció sin poder conciliar el sueño, pero al fin se quedó dormido.

Pocos momentos después, y como viniendo de muy lejos, empezó a escuchar una voz cavernosa que decía:

¡Devuélveme mis tripas...! ¡Devuélveme mis tripas...!

El corazón casi se le paraliza de espanto. Pero se tranquilizó a si mismo diciendo que era algo lejano e irreal. Mas, pasados unos minutos, volvió a escuchar la misma voz, ahora ya más clara y más cercana, que decía:
Ya estoy llegando a tu casa... ¡Devuélveme mis tripas...!

¿Qué es esto...? se dijo el muchacho y agregó:
No puede ser. Debo estar oyendo mal.

Pero la voz se iba acercando más y esta vez le gritaba.
¡Ya estoy en tu puerta...! ¡Devuélveme mis tripas...!

Juan Pedro se envolvió la cabeza con las cobijas y se hizo un ovillo en la cama. Pero entonces sintió que alguien se lanzaba sobre él, al mismo tiempo que mascullaba con odio y rencor.

¡Ya estoy aquí, infeliz! ¡Devuélveme mis tripas...! ¡Devuélveme mis tripas...! ¡Devuélveme mis triiiiipas...!

El muchacho dio un salto en la cama y se despertó mascando espuma.

Había sido una horrible pesadilla. Pero Juan Pedro no pudo sobrevivir sino contadas horas para narrar lo sucedido, ya que después fue víctima de un ataque cerebral que lo condujo a la muerte.

Prefiero llorarlo así antes que en una cárcel decía su abuela mientras que un río de lágrimas recorría los surcos de sus arrugadas mejillas.

El pueblo quedó horrorizado de semejante suceso y no quiso en mucho tiempo, volver a probar la apetitosa chanfaina que, por otro lado, ya no volvió a prepararla doña Mica, quien murió como una santa en un asilo de ancianos donde pasó el resto de su vida besando y pidiendo perdón por un crimen que ella no había cometido.

Fuente: Loja de Ayer; Relatos, Cuentos y Tradiciones de Teresa Mora de Valdivieso.
Loja, Ecuador
http://www.vivaloja.com/content/view/255/54/

Imagen:

10000artistas.com

jueves, 28 de mayo de 2009

EL FUEGO SAGRADO



PILLÁN QUITRAL


En la antiquísima cosmogonía tehuelche se cuenta que "El que siempre existió" vivía rodeado por densas y oscuras neblinas allí donde se juntan el cielo y el mar, hasta que un día, pensando en su terrible soledad, lloró y lloró por un tiempo incontable... y así sus lagrimas formaron a Arrok, el mar primitivo...

El eterno Kóoch al advertirlo dejó de llorar, y suspiró... Y su suspiro fue el principio del viento...

Entonces Kóoch quiso contemplar la creación: se alejó en el espacio, alzó su mano y de ella brotó una enorme chispa luminosa que rasgó las tinieblas. Había nacido el Sol.

Con él la sagrada creación tuvo la primera luz y el primer fuego, y con él nacieron las nubes...

Y los tres elementos del espacio armonizaron entonces sus fuerzas para admirar y proteger a la tierra de la vida perecedera que Kóoch había hecho surgir de las aguas primeras.

Andando el tiempo Elal, el héroe-dios, el nacido de la Nube cautiva y el cruel gigante Nóshtex, creó a los Chónek (hombres) de la raza tehuelche en las tierras del Chaltén... y fue su organizador, protector y guía.

Y entre otras muchas cosas, como Elal viera que sus criaturas tenían frío y oscuridad, cuando el Sol no estaba en el Cielo, les enseño a hacer fuego, el mismo que les permitiera vencer a la nieve y al frío en las laderas del Chaltén, el que brota cuando golpean ciertas piedras...

Dicen que a partir de entonces los tehuelches ya no temieron a la oscuridad ni a las heladas porque eran dueños del secreto del fuego, y el fuego era sagrado para ellos porque se los había dado su padre creador...

Este es un hermoso mito del ciclo de Elal, el progenitor de los tehuelches... Claro que las otras razas del cono sur de América han explicado a su modo el origen del fuego, el preciado elemento que aseguró la vida de las culturas aborígenes patagonienses...

Una antigua leyenda cuenta que los mapuches no conocían el fuego, pero que lo aprendieron de los niños, más exactamente de dos hermanitos que se desafiaron para quien hacías girar más rápidamente un palito en un nido de pasto seco...

¡Y el resultado fue que casi queman todo con su juego inocente!

Parece ser que el gran incendio devoró los bosques y corrió los animales hasta atraparlos... De este modo los indios se quedaron sin caza. ¿Cómo harías para sobrevivir sin un alimento tan importante?...

Pero los ancianos de la tribu dijeron que la carne de esos animales quemados no podía ser impura porque el fuego venía del Dios Padre... Y comieron así carne asada y la hallaron sabrosa... Tanto que, a partir de entonces, también los mapuches quisieron hacer fuego y conservarlo... porque les permitía no sólo cocinar sus alimentos sino disfrutar de su luz y su calor, todos reunidos en torno de la llama que era como el Sol.

Como todos los pueblos primitivos, los que habitaban las mágicas tierras de la Araucanía lograron encender el fuego por fricción de un palo sobre un lecho de yesca, o por percusión de piedras de pedernal hasta que el saltar de la chispa hace arder la hierba seca...

Y si resultaba laborioso encenderlo, aún más difícil era conservarlo...

¿Cómo lograr que no lo apagaran los vientos que trae y lleva Elëngansen? ¿Cómo protegerlo de enviado de Gualichú que intentaría robarlo? ¿Cómo entretenerlo para que no se cansara de arder y se fuera de nuevo...?

Por eso los tehuelches lo encerraban en vasijas de barro, y le prodigaron alimento y cuidados. Las mujeres eran las que se ocupaban del fuego, y cuando lo necesitaban secaban brasitas y con ellas encendían nuevos fuegos... Pero, ¡ay si se apagaba el fuego!. Muchos relatos cuentan de los terribles castigos para la mujer que se dormía o se olvidaba... Es que fueron tiempos muy duros y los hombres no podían permitirse perder el sagrado tesoro.

Porque era un don de Dios, el fuego volvía a Dios a través de ceremonias donde ofrendaban al Supremo, en el pillan quitral, animales o frutos de la tierra, o bien objetos culturales de manufactura indígena.

También celebraron con homenajes y regalos el fuego de Pillán, el fuego de lo más hondo de la tierra que escupen las bocas enojadas o dolientes volcanes. ¿Acaso Pillán, el que vive arriba de las montañas, no comanda las terribles tormentas de fuego del Cielo y de la Tierra? ¿Sus rayos no destruyen y queman el corazón de la vida?. Por eso lo respetan y veneran, para que no se enoje y traiga el fuego que devora...

Y sacralizaron el cherufe, el fuego celeste de los aerolitos que caen y que misteriosamente se vuelven piedra colorada y ya nunca más arden... Aunque: ¿qué habrá pasado con el fuego?, ¿estará sólo dormido o se habrá ido como los innombrables al más allá?

Y hasta honran mudamente a los fuegos fríos de las lejanas estrellas, porque los viejos de los loncos dicen que allí viven los espíritus de los antepasados, las almas de los que se fueron, y desde arriba contemplan sus parientes con el permiso del Elal...

Es creencia aborigen del Sur de América, que viven desde hace incontables lunas, entidades mágicas en relación con fuegos malditos... como los de Anchimallén araucano, el duende enano que sirve a los brujos del diablo, el que roba para "el daño", el que ciega con su presencia por que la lucen la que se transforma es maligna... cuando su radiación brillante y fugaz aparece en los campos o en las montañas o en las ramas de los árboles o en los techos de las rucas... el indio tiembla porque significa la muerte para alguien: ¿a quién se llevará esta vez la luz mala?.

Dicen en voz baja que los anchimallenes son criaturas que los brujos alimentan con las míticas leche, sangre y miel, y que quién posea uno multiplicará su hacienda y tendrá protegidos sus ganados... Hay quién paga mucho al brujo para tener un niño anchimallén, y también quien lo roba, y hasta quien lo seduce para sus propios huertos, observando bien cuál es el alimento que le gusta más y poniéndola su alcance en abundancia en determinados lugares del campo... y es fama entonces que "por goloso pierde la vida" el anchimallen, pues los astutos hechiceros, sus verdaderos dueños, siempre se enteran, ¡y lo castigan con la muerte por su negligencia!...

Claro que la memoria de los mapuches siempre ha tenido un lugar para el ideal luminoso de la mítica Antú Malguén. Es la joven, y bella amada de Antü (el sol), la que parece flotar, delicada y frágil, junto al estanque de las totoras, allá en la cumbre del Domuyo. Dicen que cantan melodías que son como suspiros de la brisa mientras peina sus largos cabellos rubios con peine de oro reluciente... ¿Por qué a veces su canto es un lamento y otra una risa feliz?. Nadie lo sabe, pero la fina voz que parece agua y que parece viento rueda ladera abajo por las rocas del volcán divino.

Sólo unos pocos osados que burlaron al toro y al potro del Domuyo han logrado ver Antü Malguén en la cima sagrada. Para unos huye disuelta en llama de cherufe al sentirse sorprendida, para otros se sumerge veloz en las aguas porque es la sirena Coñi Lafquén (hija del lago)... pero ni unos ni otros han podido olvidar el hechizo fascinador de la doncella de oro luz. Tal vez se deba a que Antü Malguén se funden el fuego de la creación: el Sol.

Por eso mientras viva en el gran volcán andino y peine sus fantásticos cabellos los fuegos de las tribus milenarias no se apagarán, y los viejos continuarán contando y recordando su historia y las historias de todos los mitos, nacidos al calor de la llama que un día les regalará Elal...
VOCABULARIO

ANCHIMALLÈN: Duende de la mitología mapuche. Es enano, no tiene tripas y exhibe una cola luminosa.
CHALTEN: Montaña azul.
CHERUFE: Nombre de un monstruo gigantesco y antropófago que habita en las montañas y es capaz de provocar terremotos y erupciones.
DOMUYO: El que rezonga y tiembla.
ELAL: Personaje central de la mitología tehuelche. Hijo del gigante Nóshtex y de una
Nube, es el héroe creador y educador de los tehuelches.
KÒOCH: El creador, en la mitología tehuelche.
NÒSHTEX: En la mitología tehuelche, uno de los gigantes que habitaban en la isla creado por KÔOCH. Rapto a una Nube, en quien engendro a ELAL, luego la asesino y persiguió a ELAL hasta la Patagonia.
PILLÀN: Según los mapuches, espíritu protector o vengador que habita generalmente en un volcán.


Fuente:
http://www.turemanso.com.ar/larevista/leyenda/fuego.html

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/03/kooch-el-creador-de-la-patagonia.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/elal-y-sus-inventos.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/12/el-sacrificio-que-apago-el-lanin.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/03/walichu.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/04/el-tronador.html
creador-de-la-patagonia.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/09/pillan-quitral.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/09/el-fuego-sagrado.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/09/el-gualicho.html

miércoles, 27 de mayo de 2009

JUAN DEL MONTE



Versión de la chacarera Juan del Monte interpretada por la banda de folklore de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini.



JUAN DEL MONTE

Juan Del Monte (Chacarera),
Letra: Manuel J. Castilla,
Música: Gustavo Cuchi Leguizamón.


Chacarera amanecida
esa que canta el zorrito
el que roba las gallinas
y que se queda solito.

Yendo hambreado en los caminos
no le da nadie comida
anda solo por los montes
meta pelearle a la vida.

El no quisiera alabarse
no quiere ser palangana
no hay mujer que no florezca
pa'l zorro cada mañana.

Estribillo

Nadie sabe que tiene hijos
que por sus hijitos llora
y que por esos zorritos
al que tiene le roba.

Cuando canta con la caja
hace llorar la chirlera
y baila la cola al aire
albahaca en las dos orejas.

Cuando me le echan los perros
aparecen todos juntos
el zorro en los yuyarales
lo mismo se les hace humo.

Pobrecito Juan del monte
ya lo ha tapado la muerte
y ella misma va diciendo
triste, que mató a la suerte.



martes, 26 de mayo de 2009

LA RUKA



La ruka, vivienda, tradicional tiene una sola entrada abierta hacia el Este, orientación que expresa la preferencia cosmológica mapuche por el Puelmapu (Tierra del Este) lugar donde moran las deidades.

No tiene ventanas. En su interior, a los costados, se disponen las camas y al centro el kütral o fogón. El humo que inunda la casa mapuche y cuyo hollín ennegrese sus paredes interiores, sale por los güllonruka, dos abertutras dispuestas a ambos lados de la cumbrera.

Al interior se disponen espacios para guardar víveres, y hay una multitud de artefactos domésticos que cuelgan del techo y paredes. Los más característicos son:

El wenku (banco), pequeño taburete labrado en un sólido bloque de madera. Cerca de la entrada, siempre estarán los witral o telares, que usan en el interior cuando el tiempo está malo y se sacan al sol en caso contrario.

La impermeabilización se hace por el humo y la grasa de los alimentos que van recubriendo la paja hasta formar verdaderas estalactitas de carbón. El fuego permanece siempre encendido en el centro. La construcción de la ruka se celebraba con una fiesta llamada rukatun en la cual se bailaba con mascaras de madera, llamadas kollón.


Imagen y Fuente
www.serindigena.cl

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/06/domo-y-lituche.html

lunes, 25 de mayo de 2009

EL REGALO DE NGUENECHÉN


Fruto Milenario del Pehuén/Araucaria, el Nguillio/Piñón forma parte de la identidad teritorial del pueblo mapuche pehuenche asegurándo su soberanía alimenticia. Su recolección durante los meses otoñales resulta una práctica ancestral cargada de simbolismos que vinculan a todo un pueblo con su patrimonio natural y cultural.


Desde que Nguenechen los puso en le mundo, los mapuches veneraron el Pehuén, la araucaria patagónica, el árbol extraordinario que se yergue solamente en las laderas y los valles de Neuquén.

Debajo de su sombra generosa, junto al grueso tronco, se reunían los grupos a rezar, brindaban sus ofrendas de carne, sangre y humo, y colgaban de sus fuertes ramas regalos de agradecimiento.

El invierno, muy crudo, estaba durando demasiado, y la tribu se había quedado sin recursos: los ríos estaban helados, los pájaros habían emigrado y los arboles esperaban la primavera. La tierra se encogía debajo de la nieve. Muchos resistían el hambre, pero los chicos y los viejos se morían. El gran Chau no escuchaba las plegarias, también Él parecía dormido...

Entonces se tomo una medida desesperada: el toki decidió que los jóvenes se dispersaran, que se fueran lejos hasta encontrar alimentos, que cada cual buscara, por donde le pareciere, bulbos, bayas, hiervas, cualquier grano o raíz, y los trajeran al campamento.

Hubo un muchacho que, muy alejado de su ruca, recorría una región de montañas arenosas y áridas, barridas sin tregua por el viento.

Volvía hambriento y aterido, con las manos vacías y la vergüenza de no haber encontrado nada para llevar a casa cuando, después de una loma, un viejo desconocido se le puso a la par.

-Caminaron juntos un buen rato, y el muchacho le hablo de su tribu, de sus hermanitos, de los enfermos, de los que tal vez ya no volvería a ver cuando llegara.

El viejo lo miro con extrañeza y le pregunto:

- ¿No son suficientemente buenos para ustedes los piñones? Cuando caen del Pehuen ya están maduros, y con solo una cápsula se alimenta una familia entera.

El muchacho le contesto que siempre habían creído que Nguenechen prohibía comerlos, que resultaban venenosos y que, además, aprecian tan duros...

Entonces el viejo le explico que a los piñones había que hervirlos en mucha agua o tostarlos al fuego, y que en invierno había que enterrarlos para preservarlos de la helada. Y apenas le hubo dado estas indicaciones, se alejo.

El muchacho siguió su camino pensando en lo que había escuchado:

¿Era posible que la comida hubiese estado siempre al alcance de la mano? ¿Acaso no sabían todos, desde siempre, que no se puede comer el árbol sagrado?

Apenas llego al bosque busco bajo los arboles, entre la helada, allí donde en verano crecen las pequeñas violetas amarillas, todos los frutos que encontró, y los guardo en su manto. Corriendo como podía, los llevo ante el Toki y le contó las instrucciones del viejo.

El jefe escucho atentamente, se quedo un rato en silencio y finalmente dijo:

- Ese viejo no puede ser otro que Nguenechen, nuestro gran Chau, que bajo otra vez para salvarnos. Vamos, no desdeñemos este regalo que nos hace.

La tribu entera participo de los preparativos de la comida. Muchos salieron a buscar mas piñones, se acarreo el agua y se encendió el fuego. Después tostaron, hirvieron y comieron las semillas dulces el fruto dorado. Fue una fiesta inolvidable.

Se dice que, desde ese día, los mapuches nunca mas pasaron hambre. Inventaron las tortillas de harina de piñón y la chicha que llamaron Chawü. E inauguraron una tradición: el gran viaje de recolección de principios del otoño, cuando grandes grupos se reunían en los bosques de Pehuén a juntar la reserva para el invierno y agradecían a Nguenechen haberlos salvado de la hambruna.

Y todos los días, a la hora de rezar, cuando un mapuche se para frente al sol naciente y extiende hacia el su mano limpia y abierta, lleva en ella una ramita de Pehuén y dice:

- A ti que no nos dejaste morir de hambre,
A ti que nos diste la alegría de compartir,
A ti te rogamos que no dejes morir nunca al Pehuén,
El árbol de las ramas como brazos tendidos.

Fuente:
Una Vieja Leyenda
Imagen
rutadelpinon.blogspot.com
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/10/historia-de-los-mapuches.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/08/el-pehuen.html

domingo, 24 de mayo de 2009

EL ÁRBOL DE VAMPIRO




La leyenda dice que ya hace muchos años, allá por 1880, llegó un hombre misterioso a la ciudad de Guadalajara. El hombre vestía de negro y sólo salía por las noches, dicen que desde su llegada a la ciudad empezaron a suceder cosas muy extrañas, empezaron a aparecer animales muertos con una seña muy particular (dos orificios en el cuello) y a todos les habían succionado hasta la última gota de sangre. La gente no le ponía atención, se preguntarán por qué..., bueno, porque pensaron que era un plaga o una infección entre los animales, pero al pasar los días comenzaron a encontrar cadáveres de jóvenes que tenían como hábito estar en la calle hasta la madrugada; lo curioso y lo que les empezó a preocupar era que los que encontraban tenían las mismas características de los animales encontrados antes, lo que ahora sí preocupó a los habitantes de la ciudad.

Se empezó a correr el rumor de que había un vampiro suelto en la ciudad. Las personas temían por sus vidas y las de sus hijos, por lo que un grupo de personas realizó un plan para atrapar a esta criatura de la noche, que se dedicaba a cometer sus bajos actos cerca de la vieja plaza de toros. Este grupo de personas se escondió detrás de un arbusto mientras uno se quedaba en la calle de carnada. Dio resultado, el vampiro se le apareció y cuando se disponía a clavarle sus colmillos, los demás le arrojaron una red y lo atraparon.

Algún gitano les había dicho que para poderlo matar tenía que ser con una estaca hecha de un árbol (no recuerdo el nombre del árbol), pero la estaca debía ser verde, y que debían enterrarlo en un panteón.

Así lo hicieron, le enterraron la estaca en el corazón y lo llevaron al Panteón de Belén, donde le colocaron una lápida de cemento muy gruesa para asegurarse de que no saliera.

Al día siguiente los ciudadanos fueron a ver la tumba del vampiro y se dieron cuenta que la estaca de un día a otro se transformó en un árbol gigante que para poder salir a la superficie tuvo que romper la tumba.

La leyenda dice que cuando el árbol rompa completamente la tumba el vampiro renacerá para aterrorizar nuevamente a los habitantes de la ciudad de Guadalajara; también dicen que si cortas una parte de las raíces del árbol o de su corteza el árbol sangrará.


El panteón de Belén, Guadalajara, México
Imagen: mejormevoy.com