sábado, 7 de febrero de 2009

EL PERRITO BLANCO

En el Litoral Argentino, existen muchas leyendas, entre ellas está... “La leyenda del Perrito Blanco.”

Esta historia esta basada en un hecho real y comienza así...

Hace muchísimos años atrás, un joven que residía en una estancia, pronto se casaría con la mujer más bella de todo el pueblo.

El muchacho se llamaba Aniceto Núñez y la joven, Griselda Guzmán.

Ambos se amaban, planeaban formar una familia, casarse, tener muchos hijos. Ya habían fijado fecha para su casamiento y ese día al fin llegó.

Aniceto y Griselda, dieron el sí ante el altar armado en un lugar muy bello de la estancia y después de la fiesta, Griselda se retiró a su hogar para prepararse para la luna de miel.

Aniceto, se había quedado disfrutando un poco más de la fiesta, junto a familiares y amigos.

-Creo que ya es hora de ir a buscar a Griselda.- dijo Aniceto a sus padres.

-Cuídate hijo, que tengan un muy buen viaje, - le deseo su madre.

-¡Hasta la vuelta Aniceto!- le dijo su padre dándole un abrazo.

Cuando Aniceto estaba ensillando su caballo, dos de sus mejores amigos se acercaron a él.

-¿Quieres que te acompañemos?- le preguntó Félix.
-¿En serio me quieren acompañar?- preguntó asombrado Aniceto.
-¡Pues claro hombre!- exclamó Lorenzo.

-Bueno, está bien, acepto que me acompañen.- dijo Aniceto muy alegre.

Partieron los tres juntos a caballo rumbo a la casa de Griselda. En el camino iban recordando sobre las travesuras que realizaban cuando eran pequeños; se reían tanto hasta lagrimear.

Pero en un lugar del camino, se les apareció de la nada, un perrito blanco pequeño que moviendo su rabo y ladrando insistentemente, se les cruzaba de un lado para el otro impidiéndoles el camino.

-¡Mira a ese perro, no nos deja avanzar!- dijo Aniceto.

-¡Fuera perrito!- gritó Félix.

-¡Esperen, los caballos se están enloqueciendo!- exclamó Lorenzo.

Aquel perro blanco no los dejaba continuar con su camino, los caballos se sentían nerviosos y no querían caminar más, tenían sus patas como paralizadas.

-¡Algo tenemos que hacer para quitar a este perro del camino, Griselda me está esperando!- dijo enfadado Aniceto.

-Aniceto, lo mejor va a ser que regresemos a tu casa.- dijo Lorenzo.

-¿Cómo dices? ¡Te has vuelto loco!- gritó ofuscado Aniceto.

-Mira, hay una leyenda que dice, que cuando sale de la nada en medio de un camino desolado un perrito blanco y se te cruza ladrando y moviendo el rabo impidiéndote continuar con tu camino; quiere decir que algo malo te va a suceder, por eso es que el perrito toma esa actitud. Ahora, si el perrito que se te aparece se coloca a tu lado como acompañándote, eso quiere decir, que lo hace para guiar tu camino y para que nada malo pueda pasarte en tu trayecto.- dijo Lorenzo.

-¡Qué tonterías son esas, por favor!- exclamó Aniceto, después de haber escuchado atentamente el relato de su amigo.

-No son tonterías, es la verdad, mejor volvamos.- dijo Lorenzo tratando de convencer a Aniceto.

-¡Pues yo no pienso regresar, no creo en esas leyendas urbanas que se andan contando por ahí; si ustedes tienen miedo de que algo malo les suceda, pueden irse nomás, yo voy a continuar con mi camino con perro o sin perro!- gritó ofuscado.

-Está bien Aniceto, como tú quieras, yo no sigo, me vuelvo a la estancia.- dijo Lorenzo muy seguro.

-Está bien. Y tú Félix, ¿qué vas a hacer, vienes o te vas?- preguntó Aniceto.

Félix, que hasta ese momento se encontraba observando y escuchando sin decir una sola palabra, le respondió a su amigo:

-Lo siento mucho Aniceto, regreso con Lorenzo.- dijo bajando la mirada.

-¡Está bien, me dejan solo cobardes, váyanse, que yo no tengo miedo!- dijo tomando las riendas de su caballo y continuando su camino.

Aniceto, no creía en esas leyendas que se cuentan en el campo sobre aparecidos, la luz mala y tantas otras.

Continuó cabalgando con su potrillo sin tener ningún problema; el perrito blanco ya había desaparecido, él iba muy contento ansiando llegar a la casa de su amada Griselda.

Pero a veces, hay que creer en ciertas cosas que suceden aunque parezca mentira, porque cuando Aniceto al fin llegó a la casa de su amada, se encontró con una gran sorpresa...

Se hallaba descendiendo de su caballo, cuando sintió un gran ardor en su espalda, se dio vuelta para ver lo que le había provocado ese ardor y dolor, y pudo darse cuenta de que se encontraba lastimado, alguien le había asestado una puñalada certera. Aniceto, mal herido comenzó a caminar hacia la casa de su amada Griselda en busca de ayuda, se encontraba perdiendo mucha sangre. Su agresor, amparándose por la oscuridad del lugar, le asestó otra puñalada, pero esta vez en el pecho que dejó a Aniceto casi sin sentido.

Arrastrándose, pudo llegar a la puerta de la casa de Griselda; la llamó con las pocas fuerzas que le quedaban y cuando ella abrió, encontró a Aniceto ya muerto.

Al poco tiempo de la muerte de Aniceto, se pudo encontrar a su agresor, era un joven vecino de Griselda que se encontraba perdidamente enamorado de ella.

Cuando en el juicio le preguntaron, por qué había cometido semejante delito, él respondió sin remordimiento:

-Lo maté porque Griselda se casó con Aniceto, a mí me despreció, así que si ella no es mía, nunca va a ser de nadie.

Aniceto, hizo caso omiso al mensaje que le quería transmitir aquel perrito blanco al cruzarse en su camino.

Tal vez si él hubiera regresado aquel día a su estancia, aun estaría con vida.


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viernes, 6 de febrero de 2009

FUTURA LUNA


Mientras Pa-pa Mirí terminaba la Tierra, apareció un chico (dios), Paí Reté Kuaraí (“Nuestro Señor Cuerpo como el Sol” – Nuestro Señor del Cuerpo Resplandeciente), uno de los primeros en poblar la Tierra. Este vivía solo, sabía cazar, pescar, conseguir comida y cocinar.

Un día mientras éste caminaba se encontró con los Seres Primitivos, que no eran hombres ni animales, sino seres malignos que comían a primeros que se les acercaban.

Primero se hicieron amigos del chico pero siempre intentaban matarlo, obviamente no podían porque el chico era un dios, por lo tanto éste no se daba cuenta de los fines de sus “amigos”.

Entonces decidieron que este se quedará con ellos mientras engordaba por si encontraban la forma de matarlo.

Como Paí Reté Kuaraí se sentía solo decidió crear una hermana, Yacyrá (“Futura Luna”). A los Seres Primitivos les agradó, por que iban a tener más comida.

Un día los Seres Primitivos se encontraban sin alimentos y los hermanos decidieron buscarlos por ellos. En su búsqueda vieron a un loro, le tiraron un flechazo pero la flecha no le pegó porque era un animal especial, el Loro del Discreto Hablar, que por cierto era muy sabio. Éste les informó sobre los fines de los Seres Primitivos. Para vengarse Paí Reté Kuaraí junto con su hermana, Yacyrá, les dijeron a sus “amigos” que cruzarán el río con un tronco y que del otro lado se encontrarían con abundantes alimentos.

Cuando éstos estaban cruzando, los hermanos dieron vuelta al tronco, por lo tanto cayeron; Paí Reté Kuaraí exclamó: conviértanse en animales de agua, en consecuencia se convirtieron en nutrias, yacarés, peces, etc.

Pero una mujer (embarazada) de los Seres Primitivos, muy ágil, logró saltar a la orilla. Enojado Paí Reté Kuaraí la convirtió en Yaguareté que luego tuvo mellizos, una pareja, que a la vez tuvo más crías.

Los hermanos crecieron. Paí Reté Kuaraí inventó nuevas plantas y le explicó a su hermana para que se utilizara o servían. Creó la yerba mate de los hombros de una mujer triste.

Luego, Paí Reté Kuaraí se quedó solo, porque su hermana se metía en problemas entrando en casas ajenas, por esta razón un día le tendieron una trampa y muerta de vergüenza decidió irse al cielo, al que subió por una “cuerda” hecha con flechas, como le había enseñado su hermano.

Una vez en el Cielo se convirtió en Yacy (la luna). Y ahora se lo puede ver en el cielo, todavía con la cara manchada, resultado de la trampa. Y por eso es que antes tenía bien puesto el nombre de Yacyrá, es decir “Futura Luna”.


jueves, 5 de febrero de 2009

LA MADREMONTE


Los campesinos y leñadores que la han visto, dicen que es una señora corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un sombrero alón, cubierto de hojas y plumas verdes. No se le puede apreciar el rostro porque la ramazón del sombrero la opacan.

Hay mucha gente que conoce sus gritos o bramidos en noches oscuras y de tempestad peligrosa.

En el llano limpio y habitado, con caminos frecuentados, nunca la han visto. Vive en sitios enmarañados, con árboles frondosos, alejada del ruido de la civilización, y en los bosques cálidos, con, animales dañinos.

Los campesinos cuentan que cuando la Madremonte se baña en las cabeceras de los ríos, éstos se enturbian, crecen, se desbordan, causan inundaciones, borrascas fuertes, que ocasionan daños espantosos.

Castiga a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los perversos, a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas y pústulas los ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados de los colindantes.



A los que andan en malos pasos, de pronto les hace ver una montaña inasequible e impenetrable, o una maraña de juncos o de arbustos difíciles de dar paso, borrándoles el camino y sintiendo un mareo del que no se despiertan sino después de unas horas, convenciéndose de no haber sido más que una alucinación, una vez que el camino que han trasegado ha sido el mismo.

Quienes la conocen, han oído sus rugidos o están convencidos de sus conjuros, siempre que van a emprender la ruta por lugares escabrosos o cuajados de fronda, llevan escapularios o medallas benditas, bastón de guayacán o varas de cordoncillo; deben ir fumando, tabaco y llevar en el bolsillo unas pepas de cabalonga.

miércoles, 4 de febrero de 2009

CAÁ-YARÍ LA DUEÑA DE LOS YERBATALES

ESCULTURA EN LA BOCA DEL ARROYO YABEBIRÍ


Los guaraníes, profundos conocedores de la selva y de sus misteriosos, aprovecharon desde siempre las propiedades estimulantes de la llex paraguariense (como lo llaman los científicos), un arbusto que crece espontáneamente bajo los grandes árboles y cuyas hojas, secas y molidas, brindan la sabrosa bebida del mate.

Tanto los colonos de la Asunción, como los sacerdotes jesuitas poco después, organizaron la explotación y distribución de la yerba mate, que muy pronto se convirtió en la bebida más popular de las colonias del Plata.

Sin embargo, durante varios siglos no se conocieron plantaciones.

Algunos trabajadores- siempre aborígenes o mestizos- se internaban en la selva en busca del codiciado arbusto. Al encontrar un yerbal, cortaban sus brotes tiernos que, envueltos en una gran red de cuero, se echaban a la espalda.

La red y su carga formaban el rairo, y el trabajador que las transportaba hasta la balanza era llamado minero porque- como el buscador de minerales- se limitaba a recolectar lo que la naturaleza ofrecía.

Pero la tarea no era fácil. Había que encontrar un yerbal lo suficientemente extenso para que no se agotara pronto y que estuviera, además, no demasiado lejos de la balanza donde el minero entregaba el fruto de su trabajo.

Para eso contaba con la Caá-Yarí, la dueña de la yerba, una mujer joven, hermosa y rubia, sólo visible para el minero que hacía pacto secreto con ella.

Cuando un trabajador quería vivir seguro de la recolección de yerba silvestre, esperaba los días de Semana Santa, entraba a la iglesia del pueblo o la misión, prometía solemnemente vivir siempre en los montes y, sobre todo, no mantener trato alguno con otra mujer que no fuera la Caá-Yarí. Hecho el voto, se internaban en lo más profundo del monte para dejar, bajo una mata de yerba, un papelito doblado con su nombre y un día determinado: era su primera cita con la Caá-Yarí.

Ese día debía reunir todo su valor, porque la hermosa joven- para probarlo- lanzaba contra él cuanta alimaña rondaba por la selva: víboras, tigres, chanchos del monte, implacables arañas e insectos venenosos. Si pasaba la prueba y llegada a la cita, recibía el premio: podía ver y tocar a la Caá-Yarí, quien desde entonces llenaba para él los más voluminosos rairos y además- invisible para todos, salvo para su minero- se subía sobre esos grandes bultos para aumentar su peso cuando el trabajador los depositaba en la balanza.


Extraído de http://blogs.clarin.com/alparaguay/tag/mitologia/

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/caa-yara-y-caa-yari-protectores-de-la.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/12/caa-yari.html

martes, 3 de febrero de 2009

LOS GEMELOS SOL Y LUNA



El texto que se transcribe puede ser considerado como el mito central de la chinantla y fue recopilado en al año de 1972, entre los chinatecos que habitan el municipio de Ojitlán, Distrito de Tuxtepec, en el norte del Estado de Oaxaca; sector de la etnia que antiguamente integraba el señorío de la llamada Chinantla Pichinche.

La Chinantla esta constituía una unidad cultural prehispánica, políticamente estructurada en torno a señoríos o a estados locales.

Si bien fueron una de las provincias tributarias de los aztecas, su primera ruptura significativa se debió a la invasión española, generándose un proceso de fragmentación política y cultural que se agravó durante el periodo colonial y especialmente después de la independencia.

En la actualidad los chinantecos viven en comunidades diferenciadas, tanto a nivel político como por el hecho de hablar distintas variantes dialectales del rico idioma común. Sin embargo, a pesar de esta diversificación las comunidades de la etnia están aún unidas por lazos ideológicos y sociales, ya que comparten un código simbólico específico así como el desempeño de similares prácticas culturales.


Cada vez que la gente pasaba cerca de un árbol de Pochota, se escuchaba un ruido que brotaba del interior del tronco. Un día la gente se quedo mirando para ver de donde salía el ruido, ya que parecía que alguien hablaba o golpeaba en el interior del árbol.

Fueron entonces a buscar al Cometa para que rajara el árbol, pero Cometa no pudo partir la madera.

Fueron entonces a buscar a Rayo (Ñi), pero Rayo tampoco pudo partir la madera.
Llamaron entonces a Pájaro Carpintero (Mi’ne’mo) y le pidieron que picara la madera, que todos habían fallado en el intento pero que tenían confianza en él, ya que siempre triunfaba en sus empresas.

El Carpintero acepto, voló y se posó sobre la parte del árbol de donde brotaba el ruido.

Comenzó el pájaro a picar y pronto el sonido de sus golpes se hizo mas profundo.

Al poco tiempo la madera se quebró y aparecieron dos huevos en el interior del tronco.

La gente le pregunto que había encontrado y el Carpintero les narró su hallazgo, les dijo que había encontrado dos huevos en el interior del tronco.

Entonces una anciana le pidió que se los diera, que ella los iba a guardar hasta ver que clase de animal salía de allí.

Carpintero le dio los huevos y la anciana lo envolvió en su pañuelo y se los llevo a su casa cargándolos sobre sus hombros. Al llegar a su casa puso los huevos en un cesto, en un chical que se usa para guardar las tortillas.

Allí los dejÓ y todos los días los miraba para ver si ya se habían quebrado, pero los huevos seguían intactos aunque pasó mucho tiempo.

Todos los días la Anciana salía de la casa, para buscar la comida de sus esposo Venado (A’kua’nay).

Uno de los días que regreso a su casa encontró que todo estaba desordenado, sus madejas de algodón estaban revueltas.

Así comenzó a pasar todos los días, cada vez que llegaba a su casa encontraba todo desordenado, pero nunca podía hallar al culpable. Sospechó entonces de los huevos, pero arrimaba su oreja a ellos y escuchaba nada. Así paso hasta que un día se dio cuenta que el Colibrí (Tan’chi) cantaba en el camino, justo antes de que ella entrara en la casa. Entonces la Anciana volvió al otro día por un camino distinto al que acostumbraba tomar.

Cuando llegó a su casa entro de golpe y vio a un niño y a una niña. Cuando escucharon a la Anciana los niños corrieron a meterse dentro de los cascarones de los huevos, pero la niña llego tarde y no pudo esconderse y así fue como la Anciana los descubrió.

La Anciana los perdonó y dijo que los iba a adoptar como sus hijos. Los niños eran Sol (Y’e) y Luna (Cy). Sol y Luna estaban furiosos porque Colibrí no les había avisado de la llegada de la Anciana y se fueron a buscarlo para castigarlo. En aquella época el Colibrí era grande como una gallina, pero quedo pequeñito porque Sol y Luna lo apretaron como castigo por no haberles avisado.

Quedaron entonces Sol y Luna como hijos de la Anciana.

Ella salía todos los días para conseguir la comida de su marido Venado.

Un día los hermanos le dijeron que no saliera más, que ellos iban a traer la comida, y entonces salieron todos los días con sus arcos y sus flechas a cazar animales y a buscar hierbas. Pero la Anciana les había dicho que no fueran a cierto lugar del bosque y sin embargo Sol y Luna le desobedecieron. Fueron a ese lugar y allí un pájaro les habló, el pájaro les dijo que no debían andar por allí matando pájaros para alimentar a una mujer que no era la verdadera madre de ellos.

Cuando escucharon estas palabras Sol sopló a los pájaros que había matado y estos revivieron. Volvieron a la casa de la Anciana y decidieron matar a su esposo Venado. Se pusieron de acuerdo para matarlo mientras la Anciana no estaba en la casa. Fueron, lo mataron y se comieron la carne de su padre. Después trataron de que la Anciana no se diera cuenta de lo que habían hecho.

Cogieron una gran olla de barro y la llenaron de avispas. Pusieron avispas dentro de la olla, para que pareciera que una persona estaba roncando. Cuando llegó la Anciana y preguntó por su esposo, Sol le dijo que estaba dormido y que el ruido de las avispas era su ronquido. Pero Luna no se acordó de la trampa y dijo que Venado había salido a pescar, así se contradijeron y así descubrió la Anciana la muerte de su esposo Venado.

Se enojo entonces la Anciana y comenzó a perseguir entonces a los dos hermanos. Corrieron durante mucho tiempo y ya la Anciana los estaba por alcanzar. Cuando ya los estaba por alcanzar Sol le pidió a Luna su pasador del cabello, Luna se lo dio y Sol puso el pasador en el camino y de allí mismo nació un cerro. Los hermanos continuaron corriendo y la Anciana tardó mucho en pasar el cerro.

Cada vez que la Anciana los estaba por alanzar Sol hacia un cerro para que se demorara, y así fue que el suelo quedó cubierto de montañas, por eso hasta hoy están las montañas.

Llegaron entonces hasta un río, un río muy crecido y al llegar los hermanos comenzaron a nadar para pasar al otro lado. La Anciana también se tiró al río, pero cuando estaba por la mitad, los hermanos le arrojaron una bola de acuyo y la Anciana cayó muerta y se hizo Tepezcuintle (acuti).

De su sangre nacieron muchos animales, miles de animales nacieron de su sangre, y ella misma se hizo Tepezcuintle, por eso hasta hoy el Tepezcuintle anda cerca de los ríos.

Se fueron por su camino por el Oriente los hermanos. Caminaron a un lugar donde había dos grandes peñascos que aplastaban a la gente cuando pasaba en medio de ellos.

Entonces Sol y Luna hicieron cerbatanas, cada uno de ellos tuvo su cerbatana (ma’ti) y con ellas le dispararon a las peñas. Cuando los proyectiles golpearon las piedras, éstas se abrieron y de su interior brotaron las mariposas, por eso las mariposas tienen círculos en las alas, son las huellas de los disparos de las cerbatanas de Sol y Luna.

Siguieron caminando los hermanos, hasta llegar cerca de una enorme montaña, allí un hombre les dijo que se fueran, porque en la montaña viva un águila de siete cabezas que arrebataba a la gente y la llevaba a la cumbre. Entonces luna propuso que hicieran una jaula de madera y se metiera adentro, para que el águila no pudiera tomarlos por separado, para que pudieran defenderse los dos juntos.

Así lo hicieron, cortaron palos y con ellos hicieron una jaulita y se metieron dentro. Apenas habían entrado cuando llegó el águila, cogió la jaula y la llevó volando hasta la cumbre de la montaña. En la cumbre de la montaña estaban muchas personas y la mayoría de ellas estaban heridas o enfermas.

Sol preguntó que hacia el águila con la gente que se robaba y le contestaron que se las comía. Por turno se iba comiendo a la gente, por eso tardaría bastante en comerse a los hermanos, porque había mucha gente allí.

Entonces Luna preguntó a que hora se dormía el águila, le contestaron que a mediodía, pero que seis cabezas se dormían y una se quedaba vigilando.

Cuando el águila se durmió Sol le preguntó a Luna si traía algo con que amarrar la cabeza del águila. Luna contestó que no traía nada. Sol se enojó y le dijo que ella nunca pensaba en nada, pero que él sí traía con que amarrar la cabeza del águila.

Después de decir esto, se sacó su cinturón de cuero de borrego, lo rajó en dos partes y le hizo un lazo en el medio. Echaron ese lazo alrededor de la cabeza del águila y comenzaron a tirar uno de cada lado, ayudados por las personas que no estaban tan enfermas.

Hicieron tanta fuerza y el animal se movió tanto que comenzó a temblar la tierra, la tierra temblaba como en un terremoto. Entonces los hermanos se acercaron al águila cuando ya estaba muerto, lo miraron y vieron que había hecho tanta fuerza que sus ojos se habían salido de sus órbitas. Los ojos brillaban intensamente, pero el derecho brillaba más intensamente que el izquierdo.

Sol quiso apoderarse del ojo derecho pero Luna fue más rápida y los recogió primero, así quedaron cada uno con un ojo del águila, pero el de Luna era más brillante. Después quisieron bajar de la montaña donde estaban, pero era tan alta que no se podía bajar a pie.

Pensaron como bajar y entonces llamaron al zopilote para que los bajara.

El zopilote los recogió sobre su lomo y trató de llevarlos abajo, pero no podía aguantar el peso de los dos hermanos, sólo daba vueltas en el aire sin poder bajar al valle. Se enojaron los hermanos, se bajaron del zopilote y le dijeron que no servia para nada, y que por eso de ahora en adelante solo iba a comer carne podrida.

Entonces los hermanos llamaron al Tucano, le dieron de comer semilla de una fruta y le dijeron que defecara al pie del cerro. Así lo hizo el Tucano y de sus excrementos brotaron ramas largas que treparon por la ladera, pero no tuvieron suficiente fuerza para llegar arriba del cerro.

Entonces llamaron al murciélago y fue a defecar abajo del cerro.
De sus excrementos brotó un gran árbol de amate que creció tan alto que sus ramas llegaron hasta la cumbre de la montaña.

Por esas ramas bajaron los dos hermanos y todos los prisioneros del águila, enfermos y heridos, bajaron atrás de ellos.

Siguieron entonces los hermanos su camino hacia Oriente, caminaron tanto que comenzaron a sentir mucha sed. Luna se quejaba y sufría mucho por la sed.

Cuando vio eso Sol le dijo que si cambiaban los ojos del águila, él encontraría agua para que calmar su sed. Aceptó el trato Luna y es así que Sol quedó con el ojo más brillante, por eso es que Sol brilla más que Luna.

En esa época no había manantiales, se escuchaba el rumor del agua que corría bajo la tierra, pero no se veía el agua por ninguna parte.

Entonces Sol arranco un poco de zacate y de ahí comenzó a brotar un hermoso manantial, por eso hasta ahora hay manantiales; Sol fue quien creó los manantiales.

Cuando apareció el agua, Sol le dijo a Luna que no la tomara, que primero debía buscar un sacerdote, para que bendijera el manantial. Se fue Sol a buscar el sacerdote, pero Luna no pudo aguantar la sed y bebió el agua que no estaba bendita.

Cuando Sol regresó con el sacerdote se dio cuenta que Luna había bebido, porque el agua estaba alrededor de su cara, igual que ahora cuando Luna tiene agua se ve el halo alrededor suyo.

Luna tiene el halo y un hoyito arriba del labio superior. Desde entonces es que existe ese hoyito sobre el labio superior de la gente.

Sol se puso furioso cuando vio que su hermana lo había desobedecido, se puso tan furioso que cogió al sacerdote y lo arrojó contra la cara de Luna.

El sacerdote pegó con tanta fuerza contra Luna que la dejó marcada para siempre, es por eso que hasta hoy Luna tiene muchas manchas en su cara.

Se fueron después de eso los hermanos y llegaron al cielo.

Allí los estaba esperando juna’ri que era Dios.

Allí juna’ri les puso nombre a los dos, el nombre de Sol fue Juan y el de Luna Lupe.

Entonces juna’ri les dio el encargo de que Juan iba a trabajar de Sol y Lupe de Luna.

Luna protestó y pidió que ella quería ser Sol, quería ser Sol para alumbrar más.

Pero Sol tenía el ojo más brillante, el ojo de Luna no tenía suficiente luz para alumbrar. Por eso es que la luz de Luna alumbra menos que la del Sol, así que fue que Sol quedó con el cargo de iluminar todo el mundo.


Relator: Nicolás Zaragoza
Municipio de Ojitlán, Tuxpetec, Oaxaca, México

lunes, 2 de febrero de 2009

EL COYOTE Y EL WASICHU

Pintura de Don Oelze

Leyenda Lakota

Érase una vez un wasichu comerciante que presumía de haber sido capaz de engañar a todos los indios con los que había traficado. Pero un día un anciano lakota le dijo en la puerta de su tienda.

- Quizás sea cierto lo que dices. Pero hay alguien a quien no puedes engañar.

- Imposible. No existe nadie que se resista a mi palabra ni a mi ingenio -y soltó una sonora carcajada que atrajo la atención de los que andaban cerca.

El anciano no cambió su gesto e insistió indiferente

- Ríes porque no le conoces.

El wasichu se sintió ofendido en su orgullo y retó al anciano a que le presentara a tal personaje.

- Está bien -contestó el lakota- pero no te extrañe su apariencia. Si así lo deseas, esta misma noche te lo presentaré.

El comerciante esperó nervioso, dejando pasar las horas y poco después de la caída del sol se acercó al tipi del anciano. Cuando entró vio con sorpresa que un coyote estaba recostado cerca del anfitrión, mordisqueando un hueso.

El wasichu volvió a sonreír y preguntó:

- ¿Es él quien puede superarme a mí en el arte del engaño?
-Se puso en jarras y exigió- A ver si es capaz de demostrarlo.

- No pensaba que había venido a demostrar mi ingenio. Tan sólo he aceptado la invitación de mi amigo lakota a comer.

- Lo dices porque eres incapaz de aceptar mi reto.

- Esta bien -contestó el coyote- pero no tengo aquí mi “saco medicina”. Es él el que me da la sabiduría el que agudiza mi ingenio.

- Pues ve a buscarlo -requirió el wasichu-.

- Imposible. Mi refugio está lejos. Tardaría toda la noche en ir a buscarlo. Quizás mañana.

- No, esta misma noche. Te dejo mi caballo para que vayas a buscarlo. Quiero demostraros a todos que soy más inteligente que tú.

El coyote se quedó pensando, mientras masticaba con calma un pedazo de carne.
- Si me acerco a tu caballo se dará cuenta de mi olor. Sabrá que soy un coyote, se asustará y no dejará que le monte.

- Pues vístete con mi ropa. Así pensará que soy yo.

Tras meditarlo unos instantes, el coyote aceptó la propuesta. El wasichu se desprendió de su camisa, sus pantalones y su sombrero y vio desde el tipi partir al coyote a lomos de su caballo.

Tres días estuvo en la tienda esperando el comerciante el regreso del coyote, pero nunca le volvió a ver. Ni a él, ni a su caballo, ni a su ropa.

Nota:
Wasichu (o was'chu): Término despectivo lakota con el que se definía a los blancos que mostraban su ambición por las tierras y bienes nativos. Textualmente puede traducirse por “el que acapara la sustancia” (=”avaro”, “codicioso”).



Extraído de NacionesIndias.com

domingo, 1 de febrero de 2009

JUAN JOSÉ LAMI

Juan José Lami (Santiago del Estero, Argentina - Silípica, íd., 1834), sacerdote argentino, destacado miembro del gobierno local de la provincia de Santiago del Estero durante los años posteriores a la Revolución de Mayo.

Vinculado a la sociedad santiagueña, fue miembro del cabildo catedralicio de la diócesis de Salta.

En 1810 apoyó la prédica revolucionaria de José Moldes y ayudó a que la ciudad de Salta apoyara la Revolución de Mayo y a la Primera Junta de gobierno surgida de ella.

El cabildo de la ciudad de Santiago del Estero lo nombró como diputado, para incorporarse a la que sería la Junta Grande, pero una serie de conflictos entre la autoridad central y el caudillo local Juan Francisco Borges le impidió viajar a Buenos Aires a incorporarse a la misma.

En 1811 ocupó el cargo de provisor del obispado de Salta, por haber sido arrestado el obispo Nicolás Videla del Pino, notorio realista, por orden de la Junta.

Al año siguiente, sin embargo, el general Manuel Belgrano hizo también arrestar a Lami, como sospechoso de ser realista, aunque posiblemente como amigo del rebelde Borges. Fue enviado preso a Buenos Aires, donde permaneció detenido en el Convento de la Recoleta.

Regresó a Santiago del Estero a fines de 1813, y se vinculó con las clases dirigente, especialmente con la familia Taboada. Se mantuvo alejado de las complicaciones políticas ál ser nombrado párroco de la parroquia de Silípica, poco al sur de la capital; pero periódicamente irrumpía en la política local, como influyente miembro de grupos de poder vinculados al cabildo.

En 1820, el caudillo Juan Felipe Ibarra, cuñado de los Taboada, ocupó el cargo de gobernador de la provincia, y Lami se vinculó a él. Fue electo diputado provincial y presidente de la legislatura, y apoyó la política de Ibarra y la autonomía provincial de su partido. Fue el autor de un proyecto de constitución provincial, que no llegó a ser tratado, y que fue el único que conoció Santiago del Estero hasta después de la caída de Ibarra, 30 años después.

Varias veces prestó servicios diplomáticos al gobernador, firmando en su nombre algunos tratados de paz con las provincias vecinas. Por dos veces fue gobernador delegado.

Murió en 1834 en Silípica, provincia de Santiago del Estero.


FUENTE:

Alén Lascano, Luis C., Historia de Santiago del Estero, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1991.
Bazán, Armando R., Historia del Noroeste Argentino, Ed. Plus Ultra, Bs. As.