sábado, 18 de julio de 2009

LA CANDILEJA





Es un mito de las montañas antioqueñas y santandereanas que aparece como una mujer de larga cabellera, con vestido también largo y con particularidad de tener uñas muy largas.

La Cabellona dicen los hombres que tiene una bellísima cara, pero se oculta con la inmensa cabellera que se cubre hasta los pies.

Cuando la ven por las calles de los pueblos aparece caminando muy rápido y a veces anda por el aire, aparece y desaparece.

En la ciudad del Socorro (Santander), este mito es conocido con el nombre de la Mechuda, que tiene la particularidad de que solamente asusta a las mujeres.

viernes, 17 de julio de 2009

RICARDO ROJAS.




Promotor de la ciencia, la cultura, y educador.


Ricardo nació el 16-9-1882 en el seno de una de las familias más tradicionales de Tucumán.

Su padre, Absalón Rojas, había sido diputado, Senador y Gobernador de la Provincia de Santiago del Estero.

Fue precisamente en Santiago del Estero donde Ricardo comenzó sus estudios preparatorios.

Cuando su padre falleció, en 1893, la familia se trasladó a Buenos Aires.

Allí residiría Ricardo el resto de su vida. En esta ciudad, además, se casó en 1913 con Julieta Quinteros, la hija del Gobernador de Tucumán.

Desde muy joven R comenzó a demostrar una excepcional vocación por la literatura: a los 15 años empezó a publicar artículos y poemas en los diarios de Santiago, y recién llegado a Buenos Aires se expresó a través de la revista Ideas, fundada en 1903 por Manuel Gálvez, y se inició como periodista en el staff de El País, periódico que respondía a Carlos Pellegrini.

Más tarde, fue también un asiduo colaborador de Caras y Caretas, desde 1900, y de La Nación desde 04. Sus artículos y poemas fueron recogidos, en los más importantes diarios y antologías de España y Sur América.

Sus estudios se interrumpieron en Santiago del Estero, y nunca obtuvo ningún grado universitario, si bien comenzó a estudiar Leyes, que abandonó a favor de sus trabajos literarios.

Más tarde, su prestigio le brindaría 2 cargos universitarios y la membresía en varias sociedades científicas, incluso de la Academia Real de Letras de Madrid, de la Sociedad de Historia y Numismática de Buenos Aires, y del Consejo Académico de la Universidad de La Plata.

Su educación fue el resultado de sus propios esfuerzos: fue un autodidacta, disciplinado y constante con sus estudios particulares.

Así, con sólo 37 años ya era el autor de 20 obras y un referente en el panorama literario nacional.

Su primer libro fue una colección de versos titulado La victoria del hombre, que apareció en 1903, y fue prologado por Guido y Spano en Argentina y Miguel de Unamuno en España.

Mientras tanto, había cultivado con pasión sus estudios históricos y críticos, y había realizado numerosos viajes.

Producto de esta experiencia fueron El país de la selva, una colección de personajes, paisajes y leyendas típicas del interior de la Argentina que publicó en 1907, y El Ucumar, novela corta sobre la vida del país.

Entre 1907 y 1908 fue a estudiar a Europa, visitó España, Inglaterra, Italia y Francia.

En el Viejo Mundo publicó varias obras, como El alma española, de crítica literaria.

A su regreso, presentó sus memorias de viaje en diario La Nación de Buenos Aires con el título de Cartas de Europa. Entonces, también apareció su libro más controversial, La restauración nacionalista, en el que marcaba la necesidad de reforma de la educación argentina, de acuerdo con sus ideales de nacionalidad y de civilización.

En 1909, la Universidad de La Plata lo invitó a ocupar el cargo de Literatura Española y tres años después la UBA lo propuso como el primer profesor de Literatura Argentina.

Bajo estas influencias académicas escribió Bibliografía de Sarmiento, Poesías de Cervantes e Historia de la Literatura Argentina, una obra que repasa el pensamiento argentino hasta 1917.

Junto a Manuel Gálvez y otros importantes pensadores, Rojas integró la "generación del Centenario", un grupo de jóvenes intelectuales nacidos entre 1876-1886, que admiraban la obra de la generación que los había antecedido, pero eran críticos de las consecuencias que esa labor había traído al país.

Atacaban el materialismo dominante y la falta de ideales, el cosmopolitismo del ´900 y la pérdida de la identidad. Por eso, sus escritos se orientaron principalmente al estudio de los orígenes y la formación de la nacionalidad argentina.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial el conflicto internacional lo incentivó a escribir artículos y pronunciar conferencias en las que promovía el más ferviente pacifismo.

El Gobierno de Francia le reconoció esta labor, en 1922, cuando le otorgó la Cruz de la Legión de Honor.

Ese año, Ricardo creó el Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que con el tiempo se convertiría en el centro de investigaciones folklóricas y de musicología indígena más importante del país.

También fue el fundador del Instituto de Filología, del Gabinete de Historia de la Civilización, y de la Escuela de Archivistas, Bibliotecarios y Técnicos para el servicio de Museos.

Fue elegido Rector de la UBA en marzo de 1926, y permaneció al frente de esa casa de estudios hasta 1930.

En 1934, por su destacada militancia en el radicalismo, fue confinado en el penal de Ushuaia, junto a otros muchos dirigentes radicales.

En la política, como en los claustros, fue un orador elocuente, que sabía cautivar a la audiencia.

Pasó los últimos años de su vida rodeado por el reconocimiento más generalizado. En 1953, por ejemplo, el Centro de Derecho y Ciencias Sociales lo propuso como candidato al Premio Nobel de Letras, solicitud a la que adhirieron distintas universidades de América.

Rojas falleció en BA el 29 de Julio de 1957. En 1982, un decreto presidencial consagró ese día como el "Día de la Cultura Nacional".

jueves, 16 de julio de 2009

VIRGEN DEL CARMEN


Monte Carmelo


El Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del puerto de Haifa.


Esta altura tiene un encanto peculiar. Es diferente del Monte Nebo, en Jordania, del macizo del Sinaí y del Monte de los Olivos en Jerusalén.


Todas las montañas palestinas tienen sus recuerdos teofánicos, es decir de las manifestaciones de Dios, que las convierten en cumbres sagradas y místicas.

Pero ninguna tan sugestiva como el Monte Carmelo.


¿Por qué San Juan de la Cruz lo tomó como el símbolo de la ascensión mística?


Seguramente se le sugirió el nombre de su propia Orden Carmelitana. Pero sin duda había alguna intención más profunda que la hacía simpatizar con el misterio de la sagrada montaña del profeta Elías.


Una tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas Elías y Eliseo, hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en soledad la búsqueda de Dios. En el período de los Cruzados surgió entre los cristianos el deseo de vivir sobre aquella montaña de vida de entrega al Señor.


Así surgió en el Carmelo la vida carmelita.


El convento del Monte Carmelo tiene un nombre evocador: "Stella Maris", Estrella del Mar. Es un hermoso edificio cuadrangular a 500 m de altura sobre el nivel del Mar Mediterráneo en la Cdad de Haifa. El centro del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En el altar mayor de esta hermosa iglesia en cruz griega se venera la estatua de la Virgen del Carmen, obra de un escultor italiano en 1836. Debajo del altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la tradición, éste era el lugar donde se refugiaba el profeta. Una estatua recuerda al celoso defensor de la religión de Yahwéh.


Cuentan los Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia católica sobre esta montaña. Bien es verdad que, en la época de los Cruzados, el patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212 y que el carmelita San Simón Stock pasó por aquí antes de su célebre visión del escapulario carmelita. También subió en peregrinación a esta santa montaña el rey San Luís de Francia en el año 1254 en acción de gracias por haberse salvado de un naufragio.


Con la caída de la Cdad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecución árabe que causó el martirio de no pocos religiosos.


Después de una larga interrupción de la vida monacal en la montaña que dio ocasión para la expansión del ideal carmelitano por el Occidente, regresaron los religiosos del Carmen al Monte Carmelo por el s XVII.


La estrella del Mar: Los marineros antiguamente confiaban su rumbo a las estrellas. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.


Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar.


Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa.


La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir la que desde tiempos remotos allí se le venera.


Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo.


A los Carmelitas se le conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Llegaron incluso a llamárseles: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.



miércoles, 15 de julio de 2009

EL CONVIDADO


En una lujosa mansión, habitaba solo con sus criados un joven caballero apuesto y valeroso. Poseía una gran fortuna heredada de sus padres que el joven derrochaba continuamente en fiestas y devaneos amorosos. No tenía temor a Dios ni al diablo, siempre estaba envuelto en disputas y retos.


Un día paseaba por el campo deseoso de encontrar alguna aventura nueva.


De pronto, destacando sobre el verdor de la hierba, encontró una calavera humana. Sin respeto alguno, le dio un puntapié, la hizo rodar, jugó con ella y se burló de los restos; cuando ya se marchaba, se volvió y le dijo:

-Calavera, esta noche estás invitada a cenar conmigo.


Con voz de ultratumba, la calavera le respondió:

-No os voy a despreciar, estad seguro de que esta noche iré cenar con vos.


Muy impresionado quedó el caballero ante aquella respuesta sepulcral, marchando muy preocupado y triste, repasando sus muchos y grandes pecados que ahora le pesaban de una forma jamás sentida.


Tan angustiado se sentía que a la mitad del camino, dirigiéndose a un convento, pidió confesión. El sacerdote escuchó también cual había sido la causa de su conversión... aquella extraña calavera. El confesor le dio la absolución y le impuso varias reliquias, entre las cuales se encontraban un trozo de la cruz de Cristo. Más reconfortado, marchó el caballero a casa.


Esperó pacientemente que llegara la noche y la hora de la cena. Al anochecer se oyeron unos aldabonazos y envió al criado a abrir la puerta, pensando que podía ser algún amigo...


Desde la habitación en que se encontraba pudo oír como se abría la puerta y una voz cavernosa decía así:

-Dile a tu amo que he venido a cenar con él, que me invitó esta mañana.

Serenamente, el caballero dijo:

-Déjale entrar, será bien recibido.


Por la puerta apareció un esqueleto que infundía terror. Le seguía el criado, pálido y demacrado, casi a punto de desmayarse de miedo.


El caballero, aún también preso del pánico, tenía una gran serenidad y fortaleza, confiando en las reliquias que el sacerdote le había dado. Acercándose a la calavera, le invitó amablemente a sentarse en su mesa y a participar de su cena.


Más la calavera le dijo que no quería cenar, que había ido a llevárselo a la iglesia donde ella también lo iba a invitar. Sin atreverse a contrariarla, el caballero la siguió. El reloj daba las doce campanadas de medianoche... la iglesia estaba desierta y, en medio de ella, había una mesa preparada, alumbrada por la tenue luz de una vela. Junto a la mesa, una losa levantada mostraba una sepultura abierta.


La calavera le dijo al joven:

-Ven conmigo, cenaremos juntos, que yo te invito.


Pero el joven declinó acercarse, y le dijo:

-Todavía no tengo licencia de Dios y no quiero enterrarme vivo.


Furiosa, la calavera le respondió:

-Si no llevaras unas reliquias que representan a Cristo, quieras o no te haría quedar ahí dentro para siempre, donde ibas a sufrir eternos martirios. Yo en la tierra fui profano e incrédulo como tu, sin respetar nunca nada sagrado. Como castigo me veo penando por los siglos de los siglos. Cuando te encuentres un hueso humano, llévalo a enterrar en sagrado, piadosamente mientras rezas un padrenuestro por su alma. Que mi pena te sirva de escarmiento, esto es lo que debes hacer, si quieres que los demás lo hagan contigo, porque serás medido con la misma medida que midieres.


Cuando terminó de hablar, se metió en la sepultura, cayendo pesadamente sobre ella la losa levantada.


Después de este incidente, el caballero, totalmente arrepentido, tuvo una vida ejemplar hasta el resto de sus días.

martes, 14 de julio de 2009

LA TIRANA


La leyenda se origina alrededor de 1535, cuando Diego de Almagro salió del Cuzco para conquistar Chile. Lo acompañaron alrededor de 50 españoles y diez mil indios peruanos.

En esta comitiva iban dos personajes importantes: Paullo Tupac, príncipe de la familia de los incas y Huillac Huma, último sacerdote del extinguido culto al dios sol. Ambos eran tratados en forma deferente por los españoles que los consideraron por su elevada jerarquía. Estaban destinados a pagar con la vida si se producía una rebelión entre los indios de la expedición.

Secretamente vinieron algunos wilkas o capitanes experimentados de los antiguos ejércitos imperiales incas. También llegó un grupo de sacerdotes, quienes bajo su aparente humildad y sumisión esperaban sólo el momento oportuno para vengarse.

Acompañaba a Huillac Huma, su hija la Ñusta. En sus venas tenía sangre de los Incas soberanos del Tahuantinsuyo.

Huillac Huma escapó de los españoles hacia Calama. Sus planes eran fomentar una rebelión. La Ñusta con un grupo de incas los alcanzó más tarde en Pica, desde donde huyó seguida de un centenar de wilkas hacia la Pampa del Tamarugal.

Los incas llamaron a esta región Tarapacá, que significa escondite o boscaje impenetrable.

Durante cuatro años la Ñusta, rodeada de sus fieles y valientes wilcas, fue la reina y señora de esos lugares. Con inteligencia organizó sus huestes y convirtió esos bosques en un baluarte inexpugnable, regido por la férrea mano de la bella princesa, que pasó a llamarse "La Tirana del Tamarugal".

Las tribus vecinas y las muy remotas vieron en la bella princesa la capitana viviente de sus ideales. La apoyaron en su airada protesta contra la dominación extranjera y rechazaron con fuerza al cristianismo.

De todos los rincones del Tahuantinsuyo acudieron a rendirle pleitesía y a jurarle lealtad. Los indios valerosos hicieron una guerra sin cuartel que tenía una regla invariable: dar muerte a todo español o indio bautizado que cayese en su poder.

Un día las huestes de la Tirana atacaron en las inmediaciones de la selva a un grupo enemigo y capturaron algunos prisioneros. Así fue como llevaron a su presencia a un apuesto extranjero. Cuando lo interrogó, muy altivo dijo llamarse Vasco de Almeyda y pertenecer a un grupo de mineros portugueses establecidos en Huantajaya, añadiendo que se había internado en la comarca en busca de la "Mina del Sol", cuya existencia le había revelado un cacique amigo.

Mirarlo y enamorarse fue una sola cosa. El corazón de la Ñusta, tan implacable, comenzó a latir con prisa. Lamentablemente para la princesa, los wilkas y los ancianos de la tribu, acordaron la aplicación de la pena de muerte para el prisionero. El corazón de la princesa, que hasta ahora no había conocido vacilación, se estremeció de pena al escuchar la cruel sentencia. El estoico desdén ante la pena de muerte que demostró el noble y gallardo prisionero la indujo a amarlo con desesperación. Entonces comenzó a pensar en cómo librarlo de su ejecución.

Después de pensar la noche entera la princesa encontró una fórmula para salvar a su amado. En su carácter de sacerdotisa fingió consultar los astros del cielo e interrogar a los ídolos, tutelares de la tribu. Después de meditar, reunió a su tribu y dijo que la ejecución del prisionero debía retardarse hasta el término del cuarto plenilunio.

Los cuatro meses siguientes fueron de descenso para los guerreros del tamarugal. La princesa no repitió durante ese período las correrías asoladoras que eran el espanto de los colonos de Pica y Huantajaya. Ella ya tenía otro objetivo: quería vivir por su amor.

Los diálogos de la pareja se prolongaban de sol a sol. La Princesa le preguntó al portugués:
- Y de ser cristiana y morir como tal ¿renaceré en la vida del más allá y mi alma vivirá unida a la tuya por siempre jamás?

- Así es amada mía. Contestó Almeyda.

- Estás seguro de ello, ¿verdaderamente seguro?

- Me mandan creerlo mi Dios y mi religión, que son la fuente de toda verdad.

En un rapto impetuoso la Ñusta pronunció las palabras que serían su perdición.

- Entonces bautízame, quiero ser cristiana, quiero ser tuya en ésta y en la otra vida.

Almeyda cogió agua vertiéndola sobre la cabeza de la amada y pronunció las palabras sacramentales:

- Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espí…

No pudo terminar la frase, porque los wilkas que los vigilaban y que aceptaban esta pasión, no pudieron resistir esa traición y en una airada reacción dispararon una nube de flechas sobre ellos.

Ambos cayeron abatidos como tronchados por un huracán. La Ñusta, herida de muerte, sobreponiéndose a sus intolerables dolores llamó a sus alrededor a los wilkas, a los sacerdotes y al pueblo con voz entrecortada.

-Muero contenta, muero feliz, segura como estoy, como creyente en Jesucristo, en que mi alma inmortal ascenderá a la gloria y llegaré al trono de Dios, junto a quien estará mi amado, con quien viviré toda una eternidad. Sólo les pido que después de mi muerte coloquen una cruz en mi sepultura y al lado de la de mi amado.

Entre 1540 y 1550, fray Antonio Rondon, de la Real Orden Mercedaria, evangelizador de Tarapacá y Pica, llegó al Tamarugal para levantar en todas partes el estandarte de Cristo. Un día vio un arco iris y siguió su haz de luz hasta un bosque de tamarugo, donde encontró una cruz cristiana.

Fray Antonio vio en ello una especie de indicio del cielo, una llamada de recuerdo a la Princesa Tirana del Tamarugal. En el lugar edificó una ermita que con el correr del tiempo se convirtió en iglesia. La colocó bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, pensando en el escapulario carmelita que llevaba Vasco de Almeyda.


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lunes, 13 de julio de 2009

SIN


Cilindro-sello sumerio que aparentemente representa constelaciones zodiacales: de izquierda a derecha, Urgula, Pabilsag, Anunitu, Shamash/Utu (con un cuchillo en la mano), Simmah (la Golondrina), Ea/Enki y su ministro, Isimud.


SIN (Nanna o Nannar): dios de la Luna.

Junto con Shamash e Ishtar, miembro de la "Tríada semita" de dioses con relaciones celestes que se incorporó al panteón mesopotámico desde el Periodo Acadio.

Tradicionalmente adorado en la antigua ciudad de Ur.

También aparece bajo el nombre de Zuen. Se le representaba mediante un creciente lunar y su número era el 30.



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domingo, 12 de julio de 2009

EA

Enkei aka Da.
Príncipe Nudimmud de Eridu también conocido como Mazda, también conocido como Ea, alias Mazdoa, alias Samael. El Gran Pastor


EA (Enki): dios de la sabiduría, las artes y el "Abzu", región de aguas subterráneas que según los sumerios se encontraban debajo de la tierra firme y eran el origen de todas las cosas.

En general, también era el señor del agua y la fertilidad, de los mares profundos y de los barcos.

Junto con Anu y Enlil formaba la "Tríada Sumeria" de dioses principales.

Enki hijo de ANU, también llamado NIN.IGI.KU, Señor brillo Rojo.

Tradicionalmente considerado como protector de la humanidad, es él quien avisa a Atrahasis (el Utanapishtim sumerio que dio origen al mito del Noé bíblico) para que construya un barco y salve a su familia y a todos animales de la Tierra del inminente diluvio de Enlil.

Astronómicamente estaba asociado con las constelaciones de Acuario y Capricornio, así como con el "Sendero de Ea", región del cielo al sur del ecuador celeste, posteriormente identificada con el Trópico de Capricornio.

El centro de su culto estaba localizado en Eridu, hogar de ir desde lejos.

En la iconografía tradicional era representado por una cabra-pez o por una figura masculina portando o vertiendo agua.

Su número era el 40.

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