sábado, 3 de abril de 2010

EL ORIGEN DEL CALAFATE

Cuando los Selknam habitaban Tierra de Fuego se agrupaban en diversas tribus, dos de ellas se encontraban en gran conflicto, los jefes de ambas comunidades se odiaban hasta la muerte.

Uno de ellos tenía un joven hijo, que gustaba de recorrer los campos, en una ocasión se encontró con una bella niña de ojos negros intensos y se enamoró de ella.

Lamentablemente, era la hija del enemigo de su padre, la única manera de verse era a escondidas, pero el brujo de la tribu de la niña los descubrió.

Vio sin embargo, que no podría separarlos y condenó a la niña, transformándola en una planta que conservó toda la belleza de sus ojos negros, pero con espinas, para que el joven enamorado no pudiera tocarla

Pero el amor era tan fuerte que el joven nunca se separó de esta planta y murió a su lado.

Por eso cada quien que logre comer el fruto de este arbusto estará destinado a regresar a la Patagonia, pues uno no puede separarse del poder de amor que hay en el calafate, nos atrae a él y no nos permite que nos marchemos por mucho tiempo.

Aporte: Paola Bencich Miranda, desde Punta Arenas, Chile.

viernes, 2 de abril de 2010

*LA CH'ALLA Y EL PRINCIPE PUJLLAY*


Cuenta la leyenda que Chaya era una muy bella jovencita india, que se enamoró perdidamente del Príncipe de la tribu: Pujllay, un joven alegre, pícaro y mujeriego que ignoró los requerimientos amorosos de la hermosa indiecita.

Fue así como aquella, al no ser debidamente correspondida, se interno las montañas a llorar sus penas y desventuras amorosas, fue tan alto a llorar que se convirtió en nube. Desde entonces, solo retornar anualmente, hacia el mediado del verano, del brazo de la Diosa Luna (Quilla), en forma de rocío o fina lluvia.

En tanto Pujllay sabiéndose culpable de la desaparición de la joven india, sintió remordimiento y procedió a buscarla por toda la montaña infructuosamente.
Tiempo después, enterado el joven del regreso de la joven a la tribu con la luna de febrero, volvió el también al lugar para continuar la búsqueda pero fue inútil.

Allí, la gente que festejaba la anhelada cosecha, lo recibía con muecas de alegría; el por su parte, entre la algarabía de los circundantes, prosiguió la búsqueda con profunda desesperación, aunque el resultado totalmente negativo.

Por ello, derrotado, terminó ahogando en chicha su soledad, hasta que luego, ya muy ebrio, lo sorprendió la muerte.

Punto final de un acontecer que se repite todos los años, a mediados de febrero...
La tradición popular rescató a estos personajes y en sus vocablos se demuestra el sentido de la fiesta: Ch'aya (en quichua: "Agua de Rocío") es símbolo de la perenne espera de la nube y de la búsqueda ancestral del agua. (Algo que no abunda en La Rioja y es vital); y "Pujllay", que significa: "jugar alegrarse", quién para los carnavales vive tres días, hasta que es enterrado hasta el próximo año...

jueves, 1 de abril de 2010

EL NOMBRE MÁS HERMOSO:

En el mundo indígena, uno de los principios que constituyen el universo es el dolor. Sin embargo, los ojos de ese pueblo penetran en esta realidad sin miedo y la transforman en algo sublime.
Un guerrero miró a su hija recién nacida. Tan hermosa le parecía que no encontraba un nombre apropiado para ella. Todos le sabían a poco.
Al fin decidió buscar lo más valioso del mundo y tomarlo como nombre para su primogénita. Salió muy temprano, cuando aún era oscuro y pensó "Podría llamarla: Silencio, pues es hermosísimo" pero comenzó el amanecer y el guerrero detuvo sus pasos y dijo: "No, la llamaré: Aurora".
Decidió caminar unas millas más y el día avanzaba mientras a lo largo de su camino el guerrero pensaba en llamar a su hija: "Luz, Nieve, Flor, Cielo."
Y así recorrió grandes distancias y consultó a muchos hombres instruidos, hasta que finalmente encontró al más sabio de los hombres, que le dijo: Tras esta montaña encontrarás a un pastor muy sencillo. Acércate a su casa, espera allí y verás lo más valioso del mundo. Apostado junto a unas rocas el guerrero esperó el momento fijando su mirada en la entrada de la casa.
Al cabo de unos momentos se abrió la puerta y apareció una niña. El guerrero sintió un escalofrío. La pequeña estaba cubierta de lepra. En unos instantes, tras la curva del camino, se escuchó la voz del pastor llamando a su hija. El guerrero vio cómo padre e hija se abrazaban y cubrían de besos. Y así, volviendo a su casa con lágrimas en los ojos, se dijo: -La llamaré Heoma-nae-sàn ("amor en el dolor").


Autor: Miguel Segura

miércoles, 31 de marzo de 2010

EL OMBÚ


LEYENDA GAUCHA

Por Tercero Arriba, por los pagos del Tercero y por San Justo, los paisanos del lugar dicen historias como éstas: El ombú suele aparecer raramente... Lo creen árbol bueno, su raíz enorme y retorcida con grandes protuberancias sirve de guarida a los perros.

Lo creen un árbol bueno porque generosamente da sombra al caminante. Cuando Dios hizo el mundo, después de haber hecho los mares y la tierra, los hombres y los animales, cuando hacía las plantas, a cada una le preguntaba lo que quería ser.

Cuando le llegó el turno al Quebracho, éste le dijo:
- Tata Dios... ió quero ser juerte y duro pa’ resistir los golpes de la suerte, y Tata Dios lo hizo juerte y duro.

Cuando le llegó el turno al jacarandá, éste dijo:
- Tatita... ió quero ser coqueta como mujer, y Tata Dios lo hizo coqueto...

Después le llegó el turno al cañaveral...
- Qué querís ser vos? ... le dijo Tata Dios...

- Ió quero ser, Tata Dios, largo y duro pa’ ser lanza e’ soldado y picana ‘e los bueyes en el trabajo ‘e las carretas... dijo el cañaveral del cañadón...

Por último le llegó el turno al ombú y éste al ser preguntado por Tata Dios, le contestó:
- Tata Dios... ió quero ser coposo para dar sombra y descanso a los caminantes; ió no quero flores ni perfumes, ni vistosos colores, ni jugo, ni siquiera fruto... que mi tronco sea blando y que ni los clavos puedan quedar clavados en mi madera... Tata Dios... ió quero hacer el bien a los hombres... ió quero aliviarles las fatigas cuando cruzan las llanuras y los montes, los ríos y montañas bajo el sol calcinante y muertos de sed en medio de la tierra reseca por el fuego y el calor...

Y Tata Dios lo hizo como le pidió el ombú.

Pasaron muchos siglos y siglos... Vino el Redentor del mundo, salvó a los hombres y éstos lo crucificaron.

Cuando el ombú lo supo corrió y pidió hablar con Tata Dios...

Tatita Dios consintió y el pobre ombú lleno de dolor; le dijo:

- Tata Dios... cuando usted hizo los árboles les preguntaba a todos qué querían ser... y tuitos querían ser bonitos, lindos y juertes... Ió no quería nada d’eso pa’ que jamás pudiera servir de cruz, como sirvieron otros árboles p’al Hijo de Dios que nos trajo amor al mundo...

- ¡Ah...já!...bueno m’hijito... mi hais ienao de satisfacción...

A naides había oído hablar tan lindo, dijo Tata Dios... y abrazándolo, le dijo:
- Ió te protegeré por toda la eternidad para que sigas haciendo el bien a los hombres...

Leyenda compilada en: http://www.conestribo.com.ar/mitos/?letra=L&id=57

martes, 30 de marzo de 2010

LA MUJER ARMADILLO Y LA MUJER TEPEZCUINTLE


Allá en el tiempo divino, primigenio, estaban la armadilla y la tepezcuintla originales haciendo sus camisas. La tepezcuintla, diligente, ya había bordado las flores.

La armadilla, en cambio, no había concluido la tela.

Llegó el momento en que todo quedaría fijo para que empezara a existir el mundo.

Salió el Sol, y la tepezcuintla se puso su camisa nueva, por lo que quedó con las bellas flores pintadas sobre la piel del dorso.

En cambio la armadilla apenas alcanzó a cubrirse con el telar, con todo y sus palos, y cuando la luz solar fijó las realidades.

Por eso, hasta la fecha, se le ven al armadillo unos escalones en la espalda, que son los hilos y los palos del telar.

La Tepezcuintle, en cambio, sí terminó su huipil; por eso, hasta la fecha, el animal tiene un traje bonito y elegante.

lunes, 29 de marzo de 2010

YERBA MATE

Ilustración del padre jesuita Florían Paucke

Un día, desobedeciendo los consejos de Tupá, el Dios padre de los guaraníes, Así, la Luna, y su amiga Aria, la Nube rosada del crepúsculo, quisieron bajar a la tierra.

Así lo hicieron y tomaron sus formas corpóreas. Lo hicieron en esas zonas de tierras rojas, pero no habían contado con los peligros que podían acecharlas en el bosque.

Mientras paseaban entre los árboles, admirando sus frutos olorosos, gozando de ver sus hermosos rostros en las aguas límpidas de los ríos, disfrutando de caminar sobre la hierba fresca, se les presentó un jaguar que se disponía a atacarlas. Ellas quedaron inmóviles y anonadadas.

En ese momento se presentó un anciano que se enfrentó al peligroso animal, y que con su cuchillo logró matar al yaguareté, y acabar con el peligro que corrieron las diosas en ese momento, en que ni siquiera les dio tiempo de abandonar sus formas terrenales.

El viejo indio las invitó a su cabaña para recibir la hospitalidad de su familia. Llegaron a una choza humilde y miserable, en que fueron recibidas por la mujer y la hija del anciano.

Así y Aria habían quedado maravilladas por la hermosura de la joven llena de un tímido recato.

Comieron panes de maíz que hizo la vieja india con el resto de maíz que le quedaba a la familia para alimentarse, ofreciéndoles su pobreza en demostración de amistad y cariño.

Y aceptando esa bondad de la familia, pasaron allí esa noche descansando de las emociones vividas durante ese día en la tierra.

Cuando quedaron solas las dos, Aria preguntó:
-¿Qué hacemos ahora, Así? ¿Volvemos a nuestra morada y dejamos que estas gentes crean que nuestro encuentro ha sido un sueño?

Así movió negativamente la cabeza.
-No, no, Aria. Estoy llena de curiosidad por saber cuál es el motivo que les ha hecho retirarse a estas soledades y encerrar con ellos a esa hermosa joven.

Y, si no logramos que nos lo digan, nuestro poder no es suficiente para adivinarlo. Esperemos a mañana.

Aria no sentía la curiosidad de Así; pero era amiga de la pálida diosa, y accedió a su deseo, aunque no le agradaba mucho pasar la noche en la ruinosa cabaña.

A la mañana siguiente, cuando llegó la nueva luz, Así anunció al viejo que había llegado el momento de marchar.
- Esperamos -le dijo- que, así como os habéis comportado con nosotros tan amablemente, nos acompañéis, según dijisteis, hasta el linde del bosque.

Apenas se habían apartado del claro del bosque donde estaba la cabaña, cuando Así, con toda su fría astucia, intentó que su acompañante les dijera lo que tanto deseaba.

Pero el viejo había intuido el deseo de la joven, y, atribuyéndolo a curiosidad propia de mujer, se decidió a satisfacerlo, y le dijo: -Hermosa doncella, bien veo que os ha llamado la atención el alejamiento en que vivo con mi mujer y mi hija; mas no penséis que hay en ello ningún motivo extraño.

Y luego escucharon el relato del anciano indio, que les confió que estaban viviendo alejados del poblado, para apartar a su inocente hija de los peligros que le podría acarrear su increíble belleza e inocencia.

Durante su vida juvenil había vivido junto a los de su tribu, una tribu como las muchas que estaban en las proximidades de los grandes ríos, dedicadas a la caza y a la lucha.

Allí conoció a la que fue su mujer, y su alegría no tuvo límites el día en que nació su hija, una niña tan llena de hermosura, que aumentaba el gozo natural de sus padres.

Pero esta alegría se fue trocando en preocupación a medida que la niña fue creciendo, pues era tan inocente, tan llena de candor y tan falta de malicia, que el padre empezó a temer el día en que perdiera tan hermosos atributos. Poco a poco, el desasosiego, la inquietud y el temor invadieron el espíritu del indio hasta que determinó alejarse de la comunidad en que vivía para que en la soledad pudiese su hija guardar aquellas virtudes con que Tupa la había enriquecido.

-Abandoné todo lo que no me era necesario para vivir en el bosque -dijo el viejo- y, sin decir a nadie hacia dónde iba, huí como un venado perseguido, hacia la soledad. Desde entonces vivo allí. Sólo el cariño que tengo a mi hija pudo hacerme cometer esta especie de locura. Pero soy feliz, vivo tranquilo.

Calló el viejo y ninguna de las dos supo qué contestarle. Entonces, Así, viendo que el linde del bosque estaba cerca, le pidió que las dejase, después de prometerle que a nadie hablarían de su encuentro. Accedió el viejo indio, y, una vez que Así y Aria se vieron solas, perdieron sus formas humanas y ascendieron a los cielos.

Pasaron algunos días, en los que la pálida diosa no podía olvidar las aventuras y sobre todo el encuentro que había tenido en el bosque, y, observando al viejo indio desde su soledad celeste, comprendió todo el valor de la hospitalidad que aquél les había ofrecido en su cabaña, pues vio que las tortitas de maíz, de que tanto gustaban todas aquellas tribus, habían desaparecido de su alimento. Era indudable que las que les fueron ofrecidas habían sido las últimas que tenían.

Entonces, una tarde, volvió a hablar con Aria y le contó lo que había observado.
-Yo creo -dijo la nube sonrosada -que debemos premiar a aquellas gentes. ¿Qué te parece, Así?

-Lo mismo he pensado yo, y por eso he querido hablar contigo. Podríamos hacer, ya que el viejo tiene ese cariño por su hija, tan fuera de lo común, que nuestro premio recayese sobre la joven.

-Has pensado bien, Así. Y como fue tan hospitalario, y sabes que Tupa se alegra de que los hombres sean de ese modo, tendremos también que demostrárselo.

Desde aquel momento, las jóvenes diosas se dedicaron con afán a buscar un premio adecuado. Por fin, se les ocurrió algo verdaderamente original y, con el mayor secreto, se decidieron a ponerlo en práctica. Para ello, una noche infundieron a los tres seres de la cabaña un sueño profundo, y, mientras dormían, Así en forma de blanca doncella fue sembrando, en el claro del bosque que delante de la choza se extendía, una semilla celeste. Después volvió a su morada, y desde el cielo oscuro iluminó fuertemente aquel lugar, a la vez que Aria dejaba caer suave y dulcemente una lluvia menuda que empapaba amorosamente la tierra.

Llegó la mañana, Así quedó oculta bajo el sol radiante, pero su obra estaba concluida. Ante la cabaña habían brotado unos árboles menudos, desconocidos, y sus blancas y apretadas flores asomaban tímidas entre el verde oscuro de las hojas. Cuando el viejo indio despertó de su profundo sueño y salió para ir al bosque, quedó maravillado del prodigio que ante la puerta de su choza se extendía.

Desde ella estaba quieto y silencioso queriendo comprender lo que había sucedido, pero a la vez con un soterrado temor de que sus ojos y su mente no fuesen fieles a la realidad. Por fin, llamó a su mujer y a su hija, y, cuando los tres estaban extáticos mirando lo que para ellos era un prodigio, otro mayor acaeció ante sus ojos y les hizo caer de rodillas sobre la húmeda tierra. Las nubes, que desperdigadas vagaban por el cielo luminoso, se juntaban apretadamente y lo tornaron oscuro, al mismo tiempo que una forma blanquísima y radiante descendía hasta ellos. Así, bajo la figura de doncella que habían conocido, les sonreía confiadamente.

-No tengáis ningún temor -les dijo. Yo soy Así, la diosa que habita en la luna, y vengo a premiaros vuestra bondad. Esta nueva planta que veis es la yerba mate, y desde ahora para siempre constituirá para vosotros y para todos los hombres de esta región el símbolo de la amistad y el alimento caliente que beberán. Y vuestra hija vivirá eternamente, y jamás perderá ni la inocencia ni la bondad de su corazón. Ella será la dueña de la yerba.

Después, la diosa les hizo levantar del suelo donde estaban arrodillados, y les enseño el modo de tostar y de tomar el mate.

Pasaron algunos años, y al viejo matrimonio le llegó la hora de la muerte. Después, cuando la hija hubo cumplido sus deberes rituales, desapareció de la tierra. Y, desde entonces suele dejarse ver de vez en vez entre los yerbatales misioneros como una joven hermosa en cuyos ojos se reflejan la inocencia y el candor de su alma.

domingo, 28 de marzo de 2010

CABURÉ


EL REY DE LOS PAJARITOS
Leyenda Guaraní

La penumbra, los rumores, la humedad y el calor de la selva despiertan la leyenda, impulsan a la gente a ver seres todopoderosos que los envuelven y dominan con su magia. Pero los que saben, aseguran que no todo es imaginación: la selva tiene una potencia muy real, representada por seres de carne y hueso capaces de reinar sobre los demás con la fuerza de su espíritu.

Uno de ellos es el Caburé. No es, como decimos, un demonio imaginario: es un ser vivo como nosotros, apenas un pajarito por su tamaño (no pasa de los quince centímetros); pero es la más poderosa de las aves. De allí su nombre: Rey de los Pajaritos.

A primera vista es una lechucita, de plumaje gris parduzco, que se confunde en la hojarasca. Llaman la atención sus garras, poderosísimas para su tamaño, y la cabeza, relativamente grande, armada de un afilado pico y un par de ojos capaces de dominar con la mirada.

¡Los ojos del Caburé! Innumerables testimonios aseguran que cuando el Rey de los pajaritos quiere saciar su voracidad, se posa en la rama de un árbol elevado, da un grito dominador y penetrante y mira rápidamente a su alrededor.

Los pajaritos que lo rodean se aterran y quedan casi inmóviles: no pueden huir ni volar.
Como atraídos por un imán, se acercan al Caburé saltando de rama en rama, torpemente, para que el Rey, impasible, elija su presa, que mata de un certero picotazo.

Otros testigos, en cambio, aseguran que no es cierto que el Caburé hipnotice con sus cloqueos y su mirada; lo que ocurre –dicen- es que el implacable cazador mata de noche, especialmente a pichoncitos tiernos. A la mañana siguiente, cuando los pajaritos descubren sus crímenes, se alborotan, lo rodean, chillan; como acusándolo de las muertes cometidas, mientras él permanece impasible, despreciativo, sabiendo que ninguno se atreverá a atacarlo.