sábado, 4 de julio de 2009

ANIMALES SAGRADOS



ANIMALES SAGRADOS
PILLÁN MAMUL MO

Los mitos más antiguos de la humanidad cuentan que el Ser Supremo tomó la forma de Águila o gran ave solar, y descendió un día al Árbol del Mundo. Allí puso sus huevos chamánicos y los empolló o hizo empollar durante los muchos días que suman tres vueltas completas de la Tierra en torno del Sol. Y cumplido el tiempo de la incubación de los huevos se abrieron, y los grandes chamanes de los nidos más altos y los medianos de los nidos intermedios y los más pequeños de los nidos de las ramas mas bajas abrieron sus ojos nuevos ¡y supieron qué debían hacer!

Desde entonces son guías de los hombres y mantienen vivo el sagrado contacto entre las criaturas y el Padre Creador.

Y en memoria de la Gran Ave-Madre se adornan con elementos ornitomórficos, que magníficamente los devuelven a sus orígenes, y a su divina facultad de volar al Más Allá. Por eso usan garras y plumas de águila…, quizás del águila mora o calquín, la que habla con Dios. Y otras veces toman los atributos del cóndor, también sagrado, ave maligna a la que el mítico Elal de los tehuelches cazó con una flecha y en castigo ejemplar por llevarse niños le sacó todas las plumas de la cabeza…

Y así no podemos detener la pregunta: ¿por qué las aves ocupan un lugar tan vertebral en los mitos de la humanidad?...

Tal vez porque las aves han representado siempre para el hombre el vuelo y por ende el contacto con lo lejano, difícil o inaccesible. Si la flecha tiene plumas volará lejos hasta la presa… Si la cabeza o el cuerpo lucen plumas, el indio estará dotado de vista aguda o ligereza o invisibilidad, en todo semejantes a las cualidades del pájaro del que las tomó. Sí, posiblemente esto explique el por qué es tan rico y variado el repertorio mágico en torno a las aves en distintas culturas aborígenes.

Entre los mapuches y araucanos de la Patagonia es sagrado el ñamco de pecho blanco, al que se reverencia especialmente porque su ubicación durante el vuelo indica al viajero buenos o malos augurios: si va de espaldas o avanza por la izquierda, ¡lo mejor es volverse!… pero aún es si se posa en el vuelo, porque con eso dice que morirá el ganado que se arrea. Y hay quién afirma que el vómito cubierto de lana y pelos de animales es el más preciado amuleto, pero quién lo posea y honre verá multiplicarse su buena suerte.

También es mágico el arisco rerré: si uno lo lleva consigo en el cuerpo no hay bala que lo alcance… Y en el pequeño chucao cordillerano se reconoce la virtud de la suerte y las variaciones del tiempo según sea el canto: si canta dulcemente a la derecha del que viaja le anuncia felicidad, si lo hace por la izquierda, y con tono áspero, tendrá contratiempos y habrá lluvias.

Es ave de mal agüero el guairao ó guarivao, la garza nocturna que engaña con un grito igual al del zorro y de la que se dice es portadora del alma de algún brujo. Y son pájaros mágicos el pidel negro que predice la lluvia y cuya carne aumenta la leche de las madres cuando crían, y el nuco (buho) y la huala lastimera, y el tordo huérfano y unos cuantos más.

Entre todos, ¿cuál es el pájaro más temido por el indio?

A no dudarlos el chonchón o chuncho o quilquil o tué tué, especie de caburé fabuloso al que se considera rey cruel de los seres alados, porque los convoca para elegir el mejor, destruirlo y comerlo.

Los que saben entre los mapuches afirman que se trata de un brujo o bruja que se ha separado la cabeza del cuerpo, y ha hecho crecer desmesuradamente sus orejas como las alas para volar a las salamancas (cuevas de los brujos) y participar de las orgías y maleficios. La creencia popular cuenta que si este pájaro nocturno o cabeza voladora ríe: habrá muerte cercana, y si canta: se producirá un casamiento… Pero es tanto el temor que suscita el chonchon que se siempre se intenta ahuyentarlo con rezos, las extrañas doce palabras redobladas, o conjuros de todo tipo…

También la mitología aborigen de la Patagonia es fecunda en fantásticas criaturas zoomorfas como el ñivirilú, la serpiente-zorro de los grandes ríos y lagos cordilleranos que se enrolla en las patas de los caballos y los arrastra a las profundidades. O la Calchona, la bruja desgreñada que aparece de noche a los viajeros a veces como oveja de largas calchas o mechones… y otras como una perra negra lanuda. De ella dicen que fué una mujer que habiendo sido descubierta en su transformación, ya no pudo volver más a su estado natural, y desde entonces vagabundea por los campos sin consuelo. O el chivato portero de las salamancas, o el quiltro lanudo conductor de almas…

Otros Entes o seres interesantísimos resultan ser el toro y el caballo de la Leyenda del Domuyo: los lugareños creen en pié juntillas que el cerro se enoja cuando algún forastero intenta escalarlo, y por eso ruedan enormes piedras y se desatan tormentas para acabar con el atrevido curioso. Afirman algunos que en realidad lo que el Domuyo no quiere es que se conozca a la hermosa joven que peina allá en la cima sus cabellos rubios con peine de oro, siempre vigilada por un toro colorado y un potro lustroso y renegrido. Es el toro que despeña las grandes rocas, el caballo el con sus carreras y resoplidos logra despertar al trueno y originar el rayo castigador…

Los viejos más viejos entre los araucanos son los que saben de lo que pasó en los tiempos del Diluvio, cuando Trentren, la serpiente mitológica del agua, para impedir la extinción del género humano, y salió vencedora… Ellos son los que recitan decenas de leyendas del ciclo de Elal, donde el mítico héroe-dios, el creador de los tehuelches, se relaciona con los animales y organiza la creación poniéndola al servicio del Hombre. Allí aparecen, fantásticos pero ya con sus cualidades características, el zorro, el jaguar, el puma, la serpiente, el piche, el lobo marino, la ballena.

Sus enojos dejan huellas memorables: la locura y la muerte en el mejor de los casos… y en el peor: la eterna agonía del huitrán che cura o la transformación del hombre en piedra…

En la topografía del sur de América hay cientos de rocas con formas humanoides ante las que el indio tiembla o eleva su respetuoso homenaje. Son riscos huitrán che, y allí están sus hermanos de raza purgando la antigua culpa…

¿No son huitrán che cura las indiecitas del trompe en el volcán Epuïlche?

¿Y acaso el Collón Cura (espantajo de piedra) que también se vuelve invisible a su gusto?

¿O la piedra Pintada, idéntica a un cristiano de un metro de estatura?

¿O la sagrada piedra azul de Calfucurá, a la que venera anualmente la gran tribu Namuncurá?

Las piedras encierran misterios poderosos para el hombre, sea huinca o mapuche, no ha logrado descifrar. Porque, ¿cómo explicar el caso de la Piedra Saltona de cajón Chico, allá en la Cordillera del Viento, que en el blanco y largo invierno del '43 subió sus veinte toneladas unos cincuenta metros más arriba de su habitual emplazamiento de siglos, se encaramó sobre el lomo de la sierra y allí se detuvo, calzada por una insignificante piedrecita?

¿O el de la Piedra Pesada, que pese a su tamaño mediano era imposible levantar ni aún por varios hombres, y que hoy ha desaparecido misteriosamente… o se ha vuelto invisible, burlándose de todos…?

Y como puede ser que no caiga ladera abajo la gran piedra trapezoidal del cerro, pese a que la empujan con violencia vientos de doscientos kilómetros por hora?

Más aún: ¿qué fuerza operó para formar la gran cruz roja sobre la superficie granítica de la piedra del Quillén?...

¿O para mimetizar el paisaje alucinante la mítica Ciudad de los Césares?

Los mapuches distinguen entre piedras diabólicas y piedras santas.

No se acercan a la gran Pillán Cura también llamada Piedra del Diablo, ni a la Kalkufurá o piedra bruja, porque son asiento del Maligno; ni pasan entre los bloques de la Piedra Partida porque la hendidura es obra del Diablo y acarrea desgracias…

Sin embargo desde tierras muy lejanas acuden con fervor a pedir gracia ante la Piedra Milagrosa de Cochico, o la Piedra Santa del Arroyo Blanco del tromen, en la región del Pehuén.

Con sabiduría de siglos las culturas patagonienses saben que hay piedras que "caminan"… Sin importar su tamaño o peso, hoy pueden estar aquí y mañana a cinco o cincuenta metros… aunque ni ley natural ni humana puedan explicarlo. Y el indio de ojos viejos lo acepta sin cuestionamientos, porque ha aprendido que para el orden sagrado no caben razones de pequeños mortales. Eso sí, no pisará el rastro que dejó la piedra… porque puede secarse y volverse polvo, como han contado los que vivieron cerca, en sus familiares o amigos, el castigo de la huella prohibida, de la marca que se come la vida…

¿Quién se animará a discutir, ante un fervor tan puro y tan añejo, la virtud de algunas piedras mágicas?

¿Podrá el blanco negar propiedades curativas de ciertas piedras?

¿Las llancas sagradas del cultrún no inspiran a la machi en las rogativas?

¿Acaso con la catán cura chamánica no sopla el daño y adhiere sabiduría infinita, y usada en los instrumentos agrícolas no asegura con su poder sobrenatural buenas cosechas?

¿Las boleadoras hechas con fragmentos de cherufe (aerolito) no tiene la virtud de no fallar el tiro en la caza del guanaco y el avestruz?...

Las piedras que vienen del cielo son las más poderosas. Tal vez porque las descargó sobre la tierra el hacha del Pillán, el gran guerrero celeste…

Por eso es sagrado el meteorito de Kaper-Aike, y las esquiarlas y limaduras de las estrellas caídas son infalibles para la curación, el rito o la cacería.

Ya lo sabían y practicaban las culturas más viejas de América, y por el gran cordón cordillerano llegó al sur el conocimiento.

Ente los tehuelches y araucanos cada linaje ha tenido y tiene su piedra secreta de color distintivo. Con ella la machi prepara a cada uno el amuleto protector. También con piedras de uámek fabrica amuletos auspiciosos, zoomorfos, para asegurar la preservación y fecundación de los ganados representados en ellos… y amuletos contra el enojo, y de la piedra se sirve para las prácticas.

Una Vieja Leyenda

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viernes, 3 de julio de 2009

EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO




La feria del 8 de septiembre tan antigua como la historia de la ciudad de Loja, inicialmente atraía a muchos comerciantes peruanos y con ello generalmente venían sus familiares y amigos a disfrutar de la proverbial generosidad de los lojanos que siempre hemos sido capaces de "quitarnos el bocado de la boca según el decir de la gente para ofrecérselo al forastero que hacía "la merced" de llegar a visitarnos en esta lejana ciudad enclavada entre montañas y precipicios y a donde es tan difícil llegar por cualquier medio de comunicación.

Así, pues, lo cierto es que para una de aquellas ferias cierta ocasión llegó un grupo de cinco hermosas chiquillas nativas de Piura, Perú, tan esbeltas como las palmeras de su tierra, quienes habían venido solamente de paseo y con el afán de conocer nuevas tierras y amistades. Pero las familias lojanas les abrieron las puertas de sus casas y de su corazón y las bellas jóvenes comenzaron a danzar en los salones de la más alta sociedad, todos disputándose el honor de servirlas y halagarlas de la mejor manera.

Sin embargo las chicas lojanas pronto empezaron a ver que sus novios las dejaban para ir en pos de las hermosas piuranas y más tarde cundió la alarma inclusive entre las señoras casadas porque las cinco bellas se alcanzaban para todos y habían vuelto locos hasta a ciertos caballeros de respetable edad.

Entonces comenzaron a cerrárseles las puertas y no tuvieron otra opción que pensar en regresar a su tierra porque hasta la gente más humilde les negó no solamente vivienda sino inclusive un vaso de agua, tan estrecho y conservador era en esa época el ambiente que se vivía en esta apartada ciudad.

Pero como el diablo no descansa cuando de buscar adeptos se trata, un caballero de noble estirpe y cuantiosa fortuna que andaba loco por una de esas beldades a pesar de sus bien cumplidos cincuenta años de edad, después de mucho cavilar sobre la manera de retener a las piuranas ubicándolas en un lugar apropiado, al fin se acordó de una casa que la tenía abandonada y que anteriormente fue una hermosa Estancia situada más arriba del Molino de las Monjas, a un costado del "camino real" que conducía de Loja a Malacatos y Vilcabamba.

¡Hombre! le dijo de improvisto al amigo con el cual estaba tratando de solucionar el problema.

¿Qué pasa...? ¡Dilo!

¡Hallé el sitio preciso para llevar a las piuranas!

¡Otra vez me has de salir con que a esta hacienda o la de más allá, o la casa de ese o aquel arrimado...!

¡Olvídate de eso! ni el peón más humilde te las recibe por temor a Dios, a los curas e inclusive al diablo.

El diablo..., el diablo...

¡El diablo no existe!

¿Cuándo se convencerá de eso la gente y especialmente nuestros campesinos...?

¡Nunca! por eso ya debes convencerte tú también de que no hay más remedio que las piuranas se regresen a su tierra. Aquí ya nadie las quiere precisamente porque en ellas ven al mismo diablo en cuerpo de mujer.

Pues no se van a regresar, amigo… Se van a quedar y precisamente con nosotros…

!Ya verás como la vamos a pasar de lindo...!

Pero ¿dónde...amigo...dónde?

En la Estancia que tengo más arriba del Molino de las Monjas y a donde nadie llega precisamente por temor al diablo y los fantasmas.

Tan pronto las sombras de la noche cubrían la recoleta ciudad, un grupo de cinco elegantes caballeros cuyo rostro escondían parte bajo la angosta ala del sombrero de copa y lo más bajo el fino casimir de la amplia capa que cruzaban sobre el mentón, tomaba el estrecho sendero que conducía al Molina de las Monjas y después de este seguía adelante hasta llegar a la Estancia abandonada cuya gran casa de dos pisos había resistido tranquilamente el embate de los años y el descuido de sus dueños, empleados y cuidadores que no quisieron regresar más desde que alguien aseguró que allí se había aparecido el diablo.

Esto molestó mucho al dueño de la Estancia, quien decía que creía en Dios pero no en el demonio. Sin embargo nada pudo hacer debido al temor de la gente y como era dueño de muchas propiedades, a esa le dejó abandonada hasta el día que las bellas piuranas recibieron la noticia de que ya tenían a donde ir.

Los enamorados caballeros se las ingeniaron para comprar o sacar de sus casas de la ciudad o de sus haciendas todo lo que las bellas podrían necesitar en su nueva residencia, mientras que ellas se empeñaron en dejarla reluciente para las grandes fiestas que se daban por la noche. Así, tan pronto se apagaba la luz del día, en la casa de la Estancia se encendían los grandes candelabros que habían llevado los galanes y luego de que estos llegaban con su acostumbrada provisión de manjares y licores, comenzaba el baile que duraba hasta la madrugada.

Cuando las campanas llamaban a misa de cuatro en la iglesia de San Sebastián, los parranderos se acordaban de que debían retornar a sus hogares y emprendían el regreso evadiendo el encuentro con las personas que podían reconocerlos.

Una de esas noches en que se hallaba más animado el baile al calor de las copas y de los besos que repartían las bellas piuranas, al rayar las doce llegó un caballero muy alto que vestía traje negro, camisa blanca, corbata, capa y sombrero negros.

El sombrero no era de copa sino de ala ancha le cubría parte de su rostro moreno y en vez de zapatos calzaba botas de cuero negro con espuelas de oro. Al sonreír mostraba como si toda su dentadura fuese también de oro y sus ojos despedían raros fulgores.

Su inesperada presencia paralizó por un momento la fiesta, pero el forastero explicó que acababa de llegar del Perú y había ido a ver a sus paisanas.

Los enamorados galanes creyeron que se trataba de un pariente a quien ellas habían dado la dirección y por ese motivo lo invitaron a entrar al salón y a disfrutar de la fiesta.

El forastero no se hizo repetir la invitación. Enseguida entró al salón y sacó a bailar a una de las jóvenes y lo hacía con tal desenvoltura y alegría que las muchachas también olvidaron sus recelos y empezaron a divertirse a lo grande con el nuevo galán, quien sacaba chispas del suelo cuando taconeaba con sus botas calzadas con espuelas de oro y al compás del taconeo siempre decía:

¡Que se te hunda...! ¡Que se te hunda...!

El estribillo del forastero al principio llamó la atención de los presentes, pero luego se acostumbraron a verlo bailar como un trompo siempre repitiendo:

¡Que se te hunda...! ¡Que se te hunda...!

Al fin acabaron bailando todos de la misma manera alegre y desenvuelta cantando siempre:

¡Que se te hunda...! ¡Que se te hunda...!

A la noche siguiente se repitió la escena del caballero de las espuelas de oro que llegó al baile cuando el reloj marcaba las doce.

Pero entonces su presencia ya fue familiar para todos y lo recibieron con exquisitas muestras de cordialidad y alegría cuanto más que la noche anterior había dejado sobre la mesa una bolsa de gamuza negra repleta de esterlinas.

Enseguida empezó a danzar indistintamente con todas y cada una de las muchachas, motivo por el cual sus galanes no se mostraron celosos y antes más bien parecían contentos con el ritmo frenético de la fiesta que hacía retumbar el piso al son del estribillo:

¡Que se te hunda...! ¡Que se te hunda...!

Además cuando los otros caballeros se retiraron también lo hizo el de las espuelas de oro dejando nuevamente sobre la mesa otra bolsa llena de monedas.

Las piuranas no cabían de gozo con tanto mimo de los caballeros lojanos que cada noche les llevaban golosinas y licores, mientras que el caballero peruano las llenaba de dinero. Por ello pensaron que ya podían darse el lujo de contratar servidumbre y empezaron a buscarla sin alejarse demasiado de la Estancia que había sido fichada como la "guarida del pecado" y por tanto no se acercaba nadie.

Ni aún sacando a relucir las monedas de oro que a montones que a montones les había regalado el caballero peruano pudieron conseguir sirvientes. El espíritu sencillo de la gente humilde se hallaba sobrecogido de temor por las maldiciones que de todo lado caían sobre las pecadoras que habían ido a habitar la Estancia abandonada.

A orillas del Río Malacatos

Pero un día que las piuranas se paseaban por la orilla del río Malacatos que corría cerca de allí, encontraron a una mujer flaca y escuálida que estaba lavando ropa y a su lado lloraba un niño de dos o tres años de edad tan débil y pálido como su madre.

Como en toda mujer por más disipada que fuese siempre late el corazón de una madre, las piuranas se compadecieron del niño y preguntaron a la madre por la causa de su llanto.

¡Tiene hambre! contestó simplemente la mujer.

¿Y por qué no le das algo? le interrogó una de las jóvenes.

Porque no tengo fue la respuesta seca y cortante, pero bajó la vista para que las jóvenes no vieran dos lágrimas que se cuajaron en sus ojos.

Entonces una de las muchachas tomó en brazos al niño tan liviano como una espiga y las otras pidieron a la mujer que las siguiera hasta su casa para darles de comer, como en efecto así lo hicieron minutos después.

Luego la mujer contó a las jóvenes que había sido echada de la casa de los padres cuando supieron que iba a tener ese niño de un hombre que la sedujo y la abandonó. Desde entonces había vivido caminando como un autómata y sustentándose con lo que le prodigaba la caridad de la gente no tenía fuerzas para trabajar, para sonreír y hasta para hablar, tal era el estado de desnutrición en que se encontraban ella y su niño. Por eso aceptó llena de felicidad la propuesta de que se quedase allí con su hijo puesto que nada sabía de cuanto murmuraba la gente acerca de la "guarida del pecado".

Los primeros días que la mujer y su hijo se quedaron a vivir en casa de las piuranas nunca se asomaron al salón de baile. Se limitaba la buena mujer a ayudar en las tares de casa y apenas obscurecía ella y el niño se retiraban a su cuarto y dormían largas horas reponiendo las fuerzas que poco llegaban a sus cuerpos debilitados por la desnutrición y la anemia.

Una noche, ya repuesta de esa debilidad que le producía tanto sueño, sintió curiosidad por lo que ocurría en la sala de baile y tomando a su niño en el regazo se sentó junto a la puerta del gran salón que estaba iluminado con muchas luces y parecía temblar con los taconazos de los bailarines que golpeaban el piso al tiempo que repetían el estribillo del caballero peruano:

¡Que se te hunda...! ¡Que se te hunda...!

En una de las vueltas del baile el caballero peruano acertó a pasar cerca de donde estaba la mujer con el niño. Entonces éste se aferró al cuello de la madre y rompió a llorar.

¿Qué te pasa hijito...? dijo la madre.

¡Ese hombre, mamita, ese hombre...! contestó el niño y señalaba con el dedo al caballero peruano.

¿Qué tiene ese hombre...?

¡Le salen chispas de los pies!

Son las espuelas de oro que calza sobre las botas.

¡También le salen chispas de la boca!

Es su dentadura de oro.

¡Pero también le salen chispas de los ojos...!

¿De los ojos...? preguntó la mujer e hizo un esfuerzo para fijarse bien, comprobando que en efecto al caballero peruano le salían chispas de los pies, de la boca y de los ojos.

¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal! dijo entonces la mujer acordándose de aquella invocación que había aprendido de niña para enfrentar los momentos de peligro y terminó persignándose al mismo tiempo que decía:

¡Líbranos, Señor de todo mal!

Todo fue pronunciar esa frase y hacer la señal de la cruz cuando el caballero de las espuelas dio un brinco que rompió el techo y por el boquete que quedó abierto como si hubiera pasado un cuerpo candente, volvió a regresar lanzando un fuerte alarido. Al caer al piso del salón volvió a pronunciar el estribillo:

¡Que se te hunda...! ¡Que se te hunda...!

Entonces el piso se hundió junto con todos los presente y sólo quedó junto al umbral de la sala aquella pobre mujer que tenía fuertemente abrazado a su hijo. Todos los demás desaparecieron con el piso del salón que se hundió hasta unos dos metros bajo tierra y de allí quedó saliendo humo durante varios días.

Fuente: Loja de Ayer; Relatos, Cuentos y Tradiciones de Teresa Mora de Valdivieso
Loja, Ecuador
http://www.vivaloja.com/content/view/244/54/

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jueves, 2 de julio de 2009

SIGUANABA EN EL TANQUE DE SAN FRANCISCO, Guatemala.


Esta leyenda clásica pertenece a Nueva Guatemala de la Asunción.


Su personaje es una mujer vestida de blanco y larga cabellera negra que aparece por los ríos y veredas solitarias.


Se hace seguir, por los hombres que trasnochan buscando aventuras nocturnas, sin dejarse ver el rostro. Luego los pierde en los barrancos, tras haberles mostrado su cara de caballo.


Cuentan que en el barrio de Ojo de Agua. Por el callejón de la Pila Seca caminaba un señor cuando vio que en el tanque de San Francisco se bañaba una mujer de pelo negro, muy hermoso y con vestido blanco.


El hombre le dijo: "¡Ay chula, ¿no quiere que yo la bañe?”


Entonces, la mujer dejó de bañarse y sin mostrarle el rostro empezó a llamarlo. Halagado, el enamorado la siguió.

Caminaron muchas cuadras, él sin poderla alcanzar, y sin darse cuenta llegaron al cementerio. Ya adentro se acercó la mujer y llevándolo sobre sus huellas se da vuelta.


Entonces aquel hombre pudo observar el rostro que parecía un caballo.


Ésta se abalanzó sobre él para tratar de llevárselo y enterrarlo en los barrancos. Tras el forcejeo de unos minutos, él recordó que tenía una medallita colgando del cuello. Se la puso en la boca, la mordió y rezó.


La mujer al verla grito y se lanzó al barranco.


En ese momento él comprendió que esa mujer era la Siguanaba.


Él corrió a su casa asustado.


Al día siguiente notó que su rostro y brazos estaban arañados. Su familia trató de curarlo, pero sus heridas nunca sanaron.

miércoles, 1 de julio de 2009

ALWILDA

Alvilda
(a.k.a. Alwilda, Alfhild, AElfhild)


En el siglo V en Dinamarca, las mujeres gozaban de mucha más consideración en los países nórdicos que en el resto de Europa

Mientras que en otros países se limitaban a ejercer de consortes, madres y amas de casa en Europa del Norte podían ejercer de médicos o de astrólogos.

Frecuentemente acompañaban a sus esposos o parientes a la guerra para darles ánimos durante el combate. En los ejércitos había también batallones de “vírgenes con escudos” consagrados a Odín y sus integrantes no podían casarse porque su amor era funesto.

Alwilda, princesa por entonces, se rebela contra los deseos diplomáticos de su padre de que se case con el príncipe Alf, hijo de Sigaro, rey de Dinamarca.

Primero pensó en unirse al batallón de vírgenes, pero luego decidió algo mejor: aprovechando la libertad para desplazarse en las hazañas bélicas y sobornando a algunos cómplices, consiguió enrolar a una tripulación entera de mujeres y, vestidas de hombre, se apoderaron de un barco que Alwilda comandaba y se hicieron a la mar…

Al desembarcar en un lugar de la costa para abastecerse, se encuentran con la tripulación de un barco pirata que las confunden con gente de su mismo sexo y que se lamenta por la reciente muerte de su capitán.

Durante las deliberaciones para elegir al nuevo capitán se descubre que Alwilda es una mujer y su tripulación es femenina y lejos de rechazarlas y viendo la parte agradable y práctica de la historia, eligen como capitán a la misma Alwilda.

A partir de ese momento, las dos tripulaciones unidas empiezan a aumentar su poder en el mar y a infundir el terror en el Báltico, hasta el punto de que el mismo rey de Dinamarca encarga a su hijo Alf, ex prometido de Alwilda, que intente hacer frente y controlar a los piratas.

En un encarnizado combate frente al Golfo de Finlandia, Alf consigue, con parte de su tripulación, subir a bordo del barco de Alwilda y entablar una lucha feroz con el capitán del barco, hasta que en pleno duelo, quiebra la hoja de su oponente y a la capitana no le queda otro remedio que rendirse y quitarse el casco…

Al darse cuenta de que era su prometida a la que tanto había llorado tras su desaparición, le pide su mano… Alwilda accede a casarse y a compartir el trono de su prometido y llega a ser reina de Dinamarca.


http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/08/las-valkirias.html
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martes, 30 de junio de 2009

EL DUENDE SOMBRERUDO



Relato Folclórico de Juan Carlos Dávalos



Es- dijo el indio viejo, de barbas de chivato,
Empezando la historia con su habitual recato-
Un hombre petiso, sombrerudo y lampiño,
Forzudo como un toro, travieso como un niño.

Oculta en los bolsillos de su calzón de pana,
una mano de plomo y otra mano de lana.
Pregunta a quien le halla cual es la que prefiere,
y si elegís de lana, con la de plomo hoz hiere.

El hace en la cocina que rebalse la olla;
Él aumenta en el tulpo la dosis de cebolla.

De acuerdo con el gato, su compadre y amigo,
echa en la leche pelos, se revuelca en el trigo,
a media noche muele maíz en el mortero,
encabrita la jaca y aventa el avispero.

A la hora de la siesta cuando el sol reverbera,
se aparece a los chicos debajo de la higuera.
A jugar les convida con palabras cordiales
Y en la frente les deja tremendos cardenales.

El sábado a la noche ronda la pulpería
y aporrea a los ebrios con pesada porfía.
Se enanca en el caballo, les hurta los pellones,
y el pan de las alforjas lo trueca por carbones.

El duende es el demonio del mal que muerde y pasa,
El que pudre los huevos, el que apedrea la casa.

Toda molestia viene de su maligna influencia
Y un solo medio existe para burlar su ciencia.

Se sabe –acabó el viejo de barbas de chivato-
Que el duende es un espíritu que tiene un gran olfato.
Para ahuyentarle es bueno, según decía mi abuela,
Cargar en los bolsillos algo que mucho huela.


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EL DUENDE SOMBRERUDO


El Duende o Enano es un genio de gran popularidad en Argentina, que algunos autores han comparado con los gnomos europeos.



Se dice que son espíritus de criaturas que sus madres mataron al nacer, nacieron muertas, fueron abortados o murieron sin bautizar.



Comúnmente se lo presenta como un enano con una mano de fierro y otra de lana, rostro magro y barbirrucio, sombrerote de copa en embudo y traje de llamativos colores, entre los que predominan el rojo y el verde. También puede ser un niño de pocos años, un viejito gordo y barbudo de largas uñas y sombrero de paja de alas anchas.



En Villa Matará, Santiago del Estero, es negro y crespo y viste un hábito “chejchi”, de pintas coloradas sobre un fondo blanco, gris claro o ceniciento.



Vendrían a representar al demonio de la tentación.



Personaje esencialmente travieso, socarrón, enamoradizo y por momentos grosero.



Vive en el monte, en los troncos de los árboles, de donde sale a la siesta para asustar a los niños y cortejar a las mozas con regalos como pañuelos, dinero, melones, empanadas y golosinas. Si estas rehúsan sus favores se venga, gastándoles mil travesuras y hasta haciéndoles daños mayores.



Se aparece a veces desnudo ante las mujeres mayores y las escandaliza con groseros gestos, deporte que no practica con las jóvenes.



Según Juan Carlos Dávalos, se acerca a las pulperías los sábados a la noche para dar una tunda a los ebrios.


También se enanca a los caballos, hurta pellones, trueca por carbones el pan de las alforjas, apedrea las casas, pudre los huevos, apaga el fuego, vuelca la olla, corta la ropa.



Para ahuyentarlo hay que llenarse los bolsillos con algo que huela mucho.


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Adolfo Colombres "Seres Sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina".

Compilación. Prof. Teología y Antropología Social y Religiosa.

Georgina Elena Palmeyro.

lunes, 29 de junio de 2009

ORFEO Y EURÍDICE

Orfeo y Euridice por George Frederick Watts (1817-1904). Oleo, 56 x 76 cm.



Orfeo personaje de la mitología griega, hijo de Apolo y la musa Calíope. Hereda de ellos el don de la música y la poesía.

Según los relatos, cuando tocaba su lira, los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar su alma.

Por ello enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible Cerbero, cuando bajó al inframundo a intentar resucitarla.

La historia más conocida sobre Orfeo es la que se refiere a su esposa Eurídice que a veces es conocida como Agriope.

Algunas versiones cuentan que mientras huía de Aristeo, u otras que mientras paseaba con Orfeo, fue mordida por una serpiente y murió.

En las orillas del río Estrimón Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice.

Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente, que todas las ninfas y dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis).

Camino de las profundidades del inframundo, tuvo que sortear muchos peligros, para los cuales usó su música, ablandó el corazón de los demonios, e hizo llorar a los tormentos (por primera y única vez).

Llegado el momento, con su música ablandó también el corazón de Hades y Perséfone, los cuales permitieron a Eurídice retornar con él a la tierra; pero sólo bajo la condición de que debía caminar delante de ella, y que no debía mirar hacia atrás hasta que ambos hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a Eurídice.

A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto, incluso cuando pasaban junto a algún peligro o demonio, no se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien. Llegaron finalmente a la superficie y, por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para verla; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, todavía tenía un pie en el camino al inframundo: Eurídice se desvaneció en el aire, y ahora para siempre.

Esta historia procede del tiempo de Virgilio, que fue el que introdujo el nombre de Aristeo. Sin embargo, otros autores también hablan de la visita de Orfeo al submundo; de acuerdo con Platón los dioses del infierno sólo le «presentaron una aparición» de Eurídice.

También según Platón, los dioses no le entregaron a su amante, porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citaredo, y no tuvo el arrojo de morir por amor, sino que buscó el medio de penetrar con vida en el Hades.



Orfeo y Eurídice

Video: Lila Calderón.
Pinturas universales con tema órfico.
Música: Gluck, "Orfeo y Eurídice".
Intérprete: Teresa Berganza.

Mito de Orfeo:

Orfeo fue el primer mortal capaz de desarrollar el arte de la música con la cual apaciguaba a los animales y era capaz de aplacar la ira de los dioses. Cuando creció, apareció un heraldo que le anunció el plan de Jasón de regresar el vellocino de oro y Orfeo se unió a ellos.

En la expedición de los Argonautas, Orfeo marcaba el ritmo de los remeros y logró anular el embrujo del canto de las Sirenas, entonando melodías más bellas para que la tripulación no fuese seducida por ellas.

Se casó con Eurídice, la cual muere el mismo día de la boda mordida por una serpiente.

El canto de Orfeo se vuelve triste para siempre.

Se le concede la oportunidad de bajar a los infiernos y recuperar a Eurídice, con el fin de oír nuevamente su música. Sólo se le pide que no se dé vuelva a mirarla hasta que hayan abandonado el inframundo. Orfeo no resiste y ya casi al salir del Hades se vuelve y ella desaparece para siempre.

Orfeo murió asesinado por las sacerdotisas de Dionisio.

Se menciona a Afrodita como instigadora para vengarse de Calíope a través de su hijo Orfeo.

Otra versión implica a Zeus, quien lo habría fulminado con un rayo.

Una vez muerto, la lira de Orfeo fue transformada en constelación y cuentan que su cabeza fue llevada por las corrientes marinas hasta la isla de Lesbos, donde siguió cantando, hasta que su alma pudo partir a los Infiernos a encontrarse con Eurídice.


Fuente
Wikipedia

Imagen
http://www.fmv-uba.org.ar

http://www.youtube.com/watch?v=kWvGVFFkD0o
Alineación al centro

domingo, 28 de junio de 2009

TRISTAN E ISOLDA

"Tristán e Isolda" de John Duncan

TRISTÁN E ISOLDA

Feriado está don Tristán

De una mala lançada:

Dirásela el rey su tío

Por celos que d’el catava;

El fierro tiene en el cuerpo,

De fuera le templa el asta.

Valo a ver la reina Iseo

Por la su desdicha mala.

Júntase boca con boca

Cuanto una misa rezada.

Llora el uno, llora el otro

La cama bañan de agua.

Alli naçe un arboledo

Que açuçena se llamava:

Cualquier muger que la come

Luego se siente preñada.

Comiérala reina Iseo

Por su desdicha mala.

(Romance cantado por la Emperatiz en la corte de Constantinopla en el Tirant lo Blanc)



MARIA CALLAS. TRISTAN E ISOLDA. R. WAGNER
Mild und leise.
Orquesta del Festival de Atenas.
Dir. Antonino Votto.


LA LEYENDA DE TRISTÁN E ISEO (ISOLDA)

La historia de Tristán e Iseo es uno de los primeros mitos de amor cuya relevancia da testimonio de su antigüedad y resonancia universal.

La historia arquetípica surge de un misterioso filtro mágico, la pócima encantada que generará ese amor-pasión que, de fuerza arrolladora, lleva inscripto el destino de la autodestrucción.

Eros y Tánatos se funden inexorablemente en tono de tragedia.

La difusión de la leyenda dentro de la narrativa francesa marca el desplazamiento del interés por la recreación de historias grecolatinas, hacia historias originarias de la cultura celta.

Lo atractivo de la mitología celta, reside quizá el escenario insular, novedosos símbolos no cristianos y en Otro Mundo al que se podía acceder sin morir en tanto los seres reales coexistían con personajes extravagantes y sobrenaturales.

La poción mágica

El famoso y frecuentemente aludido, filtro mágico que beben Tristán e Iseo es un elemento original en el relato que no registra antecedentes anteriores.

Es probable que dado el ambiente cristiano y feudal en que se difundió la historia el filtro es la excusa que permite excusar la falta de los amantes: el adulterio y la traición.

"Señor, a fe mía, ella me ama de buena fe, pero vos no podeís entender el motivo: si me ama es a causa de lo que bebió.
No puedo separarme de ella ni ella de mí, no os lo puedo ocultar."
Versión de Berol

En rigor, no sería el adulterio lo que sorprende y escandaliza al público, porque en efecto, desde los primeros trovadores el hecho era consentido y hasta idealizado, pero siempre era la consecuencia de un matrimonio impuesto.

La peculiaridad de la obra reside en que el amor es un conflicto entre los mismos amantes y la sociedad a la cual pertenecen que deberán enfrentar una y otra vez. Porque el amor de Tristán no responde al ideal caballaresco, por el contrario, él sólo desea amar a Iseo y se desinteresa de la vida de caballero.

El amor antisocial de Tristán y las contradicciones de Iseo

Desde este enfoque, el amor de Tristán es antisocial porque quiebra las normas de la sociedad cortesa y deja a la corte del Rey Marco sin su mejor vasallo.

La figura de Iseo es literaria pero también humana. Hereda de su madre el don de curar heridas mortales causadas por venenos misteriosos.

Es rubia y bella. Es siempre lúcida, dueña de sí misma y dirige siempre los pasos de Tristán como una fuerza inspiradora.

Es hábil con las palabras, temeraria, astuta… pero a menudo egoísta y otras tantas veces mentirosa.

Es absolutamente capaz de llevar una doble vida afectiva como esposa de Marco y amante de Tristán. Pero es una mujer enamorada, y por lo tanto, impulsiva y alguna vez insegura y abatida.

La contradicción en Iseo es parte de la solidez del personaje que debe hacer frente a dos realidades simultáneas, por un lado, una pasión arrolladora y transgresora de la mano de su amante y por el otro, la seguridad junto a su esposo, el rey.

Fuente
http://mitologiacelta.idoneos.com/index.php/Trist%C3%A1n_e_Iseo

Imagen
hagaselamusica.com

http://www.youtube.com/watch?v=A1L48Zvc3vA