sábado, 18 de abril de 2009

EL TIMBÓ

Timbó
Enterolobium contortisiliquum


En la vasta llanura chaqueña la vida era fatigosa y dura durante los meses de verano.

Atravesando grandes distancias, a pie o a caballo, se encontraban algunos modestos caseríos visitados de vez en cuando por algún ciego y su lazarillo.

La llegada del ciego con estampas y baratijas y algunos libros de viajes o vida de santos, era siempre un acontecimiento; y... al modo de los juglares, el viajero encontraba hospitalidad y afecto en los abnegados pobladores del Chaco legendario.

Un día Timbó, anciano ciego, atravesaba el campo chaqueño con la ayuda de su lazarillo.

La saca enorme contenía los alimentos para el viaje y los libritos para la venta. La mano apoyada sobre el hombro de su lazarillo se hacía cada vez más pesada; y los ojos sin luz sentían, a pesar de las sombras eternas las fuerzas de las brillazones que castigaba la mirada dulce del lazarillo, a quien Timbó amaba como a un hijo.

Iban atravesando una cañada. Era a la siesta.

El niño miró hacia el cielo y vio a los pajaritos volar libremente; miró hacia el bosque... y la agreste selva parecía entonar allá lejos, con la música del ramaje verde, himnos de libertad para invitarlo a disfrutar de un derecho común.

Él, siempre había tenido que vivir sujeto a Timbó, el amigo que lo trataba bien, pero cuya mano temblorosa siempre sostenía sobre el hombro como un peso que lo esclavizaba.

No había tenido amigos de su edad.

Estas reflexiones hechas a campo traviesa, dieron al lazarillo una fuerza extraña..., tan extraña, que sin saber cómo, separó bruscamente la mano de Timbó y echó a correr en aras de la libertad.

El ciego no pudo comprender lo que pasaba. Llamó al niño una y otra vez. Lo esperó confiado porque lo amaba y creía en su lealtad. Sus ojos en eterna noche no pudieron contar las noches y los días; pero él esperaba... esperaba... echando el oído en tierra con la esperanza de escuchar sus pasos.

El viento de la cañada se mostró implacable; la lluvia le caló los huesos, y un frío de muerte recorrió el cuerpo del anciano. De pronto creyó escuchar unos pasos; una tibieza amorosa recorrió su cuerpo, y derramando cálidas lagrimitas, se sintió transportado a una región muy hermosa.

El corazón no le latía más.

Llegó la primavera. En aquel mismo lugar creció una plantita, primero tímida y temblorosa como la mano de un anciano que se tiende pidiendo caridad... después fuerte y vigorosa, como un corazón noble que confía y espera.

Pronto fue esa planta más alta que la selva vecina. Tenía prisa por crecer y ya en lo alto se cubrió de flores, pequeñas como lágrimas, para mirar a la distancia. Quería ver... después multiplicó sus orejas y agachando las ramas hacia la tierra pareciera que todavía confiara escuchar los pasos del ausente.

Esta es la leyenda del timbó, un árbol de la región, cuyo fruto, llamado vulgarmente “oreja de negro” cae al suelo siempre del mismo lado como una oreja en actitud de escuchar.

Y dicen las gentes del campo, que los que viven en ranchos a la sombra de algún timbó jamás se traicionan porque el timbó es símbolo de lealtad."

“Leyendas argentinas en la voz y en la pluma de Inés Márquez”, 1957.
Compaginación de Victoria Mabel Romero,
Museo Histórico Regional Ichoalay, Resistencia, Chaco, Argentina

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/10/el-timbo.html

viernes, 17 de abril de 2009

DE CÓMO LA BALLENA LLEGÓ AL MAR




A todo esto, en la Isla Legendaria, Nóshtex -padre de Elal- enterado por el Cóndor de la nueva residencia de su hijo, envió a su hermano Gosye a que devorara cazadores y criaturas, por creer que así se liberaría de Elal.

Para lograr su cometido, Gosye llegó a la Patagonia convertido en una gigantesca ballena llamada Góos. En vez de aletas tenía patas muy cortas, por lo que se le hacía difícil caminar con ligereza. Por esa razón prefirió quedarse en un cañadón, próximo al mar.

Todo bicho que pasaba cerca era comido por ella, ya que no sabía distinguir a Elal de las demás criaturas.

A su panza iban a parar: zorros, guanacos, zorrinos, paisanos, pájaros; todo lo tragaba. Se perdían muchos Chónek; salían al campo a cazar y no volvían nunca más al toldo. Se los tragaba con montura y todo.

Así estaban las cosas cuando fueron a pedirle a Elal que los ayudara a encontrar a los paisanos que no regresaban.

-¿Qué es lo que pasa? -se preguntaban-.

Estamos perdiendo a la gente.

Cada paisano que salía al campo no volvía más.

-Yo sé lo que pasa -dijo Elal-, mañana iré a ocuparme. Mientras tanto, no se acerquen al cañadón.

A la mañana siguiente, los paisanos salieron a cazar Choiques, pero se mantuvieron lejos del cañadón. Como se esperaba, ese día la Ballena Góos estaba ahí, deseosa de tragarse a todo bicho que pasase caminando o al vuelo.

Elal se había convertido en Tábano y andaba dando vueltas alrededor de ella; la molestaba terriblemente. Con agilidad le picaba los ojos, la boca. Góos se quejaba diciendo:

-¡Cómo me molesta esta Mosca! Cuando se aproxime me la voy a tragar.

Y así fue, se tragó a Elal convertido en Tábano. Pero Elal no se murió dentro de la Ballena. Para incomodarla más todavía, le picaba la panza, los pulmones y las tripas.

La Ballena, visiblemente molesta, se puso a caminar, porque al hacerlo se movía la gente que había tragado, los que todavía estaban vivos dentro de ella.

-Ahora voy a caminar, a ver si se muere ese Tábano -decía Góos.

Pero apenas dejó de hacerlo, el Tábano volvió a picarla, esta vez en el corazón.

Entonces, sintió que Elal hablaba dentro de ella con los paisanos que todavía estaban vivos.

-¡Qué lástima, yo entré sin cuchillo! ¿Nadie tiene uno? -escuchó que decía.

Un paisano le entregó el suyo.

Ya convertido en hombre, Elal tomó el cuchillo de piedra y con él abrió la panza de la Ballena.

Salió primero y ayudó a los demás a escapar. Los pobres paisanos que salían estaban medio muertos; algunos se salvaron. Caían como borrachos cuando lograban huir de ahí dentro. Los que habían estado una noche nomás, esos se salvaron. Elal sacó fuera a los que estaban vivos, y a los muertos también.

Después de todo lo sucedido, Elal tomó a la Ballena Góos y la metió en el mar.

¡Que se fuera a vivir allá, donde todavía está!


Fuentes: http://elal-patagonia.blogspot.com/2009/03/ciclo-heroico.html
Imágen: http://www.folkloretradiciones.com.ar/argentina/chubut.htm
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/elal-y-sus-inventos.html

jueves, 16 de abril de 2009

SHINTAUKEL

Guadal característico de la Meseta Central patagónica.
Al fondo el cerro Ventana.
Banco de imágenes E.E. A. Santa Cruz.



Shintaukel, el nativo impostor que bajo la protección de los gigantes trató de ocupar el lugar de Elal entre los Chónek, fue seducido por el brujo Takaurr y lo acompañó en su huida a la Isla Legendaria, cuando ambos se enteraron de que Elal había descubierto la superchería del anciano.

De allí regresó Shintaukel acompañado de un gigante que lo protegía, volando en alas del Chimango. Pronto se incorporó a las tribus diciendo que venía a deshacerse de Elal y que este, por temor, rehuía enfrentarlo, alejándose con grupos de cazadores.

El primer encuentro entre ambos tuvo lugar junto al lago Cardiel.

Shintaukel hirió a traición a Elal, aprovechando que este creyó hallar a su camarada, a quien suponía extraviado. Alegremente Elal quiso abrazar a su amigo, que lo apuñaló seriamente. Mal herido, Elal parecía caer, cuando apareció un grupo de Pumas hambrientos.

Los Chónek que presenciaban la lucha, convencidos de que su héroe sería devorado, corearon entusiasmados el nombre de Shintaukel, aclamándolo como el nuevo héroe de los hombres.

Tras aniquilar a los Pumas, ambos contrincantes se buscaron afanosamente sin poder encontrarse. En ese lapso, Elal recuperó sus fuerzas, y cuando volvieron a trabarse en lucha, logró imponerse fácilmente dominando al impostor, en el mismo instante en que los nativos volvían a gritar su nombre.

Durante el segundo encuentro, Elal vio que detrás de las montañas asomaba un gigante.

Creyendo que su adversario era uno de los monstruos que lo perseguían, maniató a Shintaukel y lo llevó a una caverna. Tras meditar en lo sucedido, pensando que su prisionero era realmente un gigante -y no su camarada-, Elal le sacó el corazón en presencia de su "abuela" Terr-Werr.

Ella le reprochó semejante proceder, haciéndole notar que los gigantes tenían el corazón de piedra y que su vencido no. Mas el héroe, exasperado, desoyó los consejos de su "abuela" y terminó por comerse el corazón de su contrincante.

Cuenta la leyenda que, mientras luchaban frente al lago Cardiel, gotas de sudor de ambos héroes salpicaron las aguas del lago, y desde entonces estas son amargas y con un fuerte sabor a sudor.

Otras gotas que salpicaron los alrededores, originaron los extensos guadales, tierras estériles, donde no crece ni una brizna de pasto.

La zona donde tuvo lugar la lucha, era poco visitada por los Chónek, quienes rehuían internarse en esa región.


Fuentes: http://elal-patagonia.blogspot.com/2009/03/ciclo-heroico.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/elal-y-sus-inventos.html

miércoles, 15 de abril de 2009

TRES GOLPES PARA CREAR A LOS CHÓNEK





Elal no creó el universo ni las fieras, en cambio, fue el creador de los Chónek o Tehuelches.

Apenas Elal había logrado organizar el nuevo mundo, creó a los Tehuelches, a los que llamó Chónek. Para ello lanzó tres gritos y dio tres golpes con el pie antes de crear a los hombres y a la selva.

Consiguió un poco de barro y le dio forma a dos muñecos: uno parecía un varón y el otro una mujer. Tanto los maleó que consiguió darles sangre y corazón; al fin estaban con vida. Crecieron, y tuvieron hijos y fueron más y más gente.

A los hombres les reveló el secreto del fuego, les brindó las primeras armas, les enseñó el arte de la caza y, como seres creados a su imagen y semejanza, no sólo les proporcionó todo lo necesario para sobrellevar la vida, sino que les inculcó algunos principios de conducta y moral.

Inventados el arco y la flecha, creados el guanaco, la selva y los hombres, Elal les enseñó a construir y a utilizar las armas, incorporándose a los grupos que partían en expediciones de caza.

Gracias a la presencia del guanaco, el pueblo nativo pudo cubrirse y basar su economía y su industria en la caza de ese animal. Elal les enseñó a los paisanos a hacer capas de guanaco, para taparse; les decía: "Saquen el cuero del chulengo y hagan capitas para atárselas al cuerpo, mocasines para los pies y toldos para dormir y guarecerse".

Para coserlos, hacían agujas con cuchillos de piedra y pasaban tendones en crudo. A las mujeres les enseñó a estaquear y coser el cuero del guanaco. A los hombres, a guanaquear -matar a los guanacos chicos, sacarles el cuero y sobarlos.

Nacía de esta manera uno de los mejores ejemplos del equilibrio entre la Naturaleza y el uso que los hombres hacían de ella.


Fuentes: http://elal-patagonia.blogspot.com/2009/03/ciclo-heroico.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/elal-y-sus-inventos.html

martes, 14 de abril de 2009

TOPA TOPA




Topa Topa
Calceolaria Biflora





Un muchacho cuidaba sus animales por allí y recorría con ellos los lugares de buenos pastos. Por senderos y picadas, entre el lago y la montaña, pasaba el día pastoreando el rebaño.

Una tarde, algunas cabras se internaron por una estrecha y empinada senda hasta lo alto de la montaña cubierta de espesos bosques.

El joven las siguió y con extrañeza observó en las ramas que bordeaban la huella, pedazos de lana, plumas y trocitos de cuero de animales. Decidió seguir los rastros llevado por la curiosidad, ya que nunca había andado por ese lugar.

Siguiendo el sendero llegó hasta una enorme cueva en un pico de la montaña. Era profunda y oscura y el mozo se internó en ella tanteando con las manos en las paredes.

De pronto vio que algo parecía relucir donde se apoyaba y en el suelo también. Tomó un puñado de esas piedritas relucientes y al salir al sol el corazón le saltó en el pecho: eran pepitas de oro como las que pueden encontrar en arroyos y cascadas.

Cuando volvió al poblado contó a sus amigos el hallazgo y todos decidieron ir de noche en busca del tesoro descubierto.

Era una noche de luna llena y subieron sin dificultad hasta la gruta. Al llegar observaron que a la entrada había un hombre sentado sobre una roca que tenía la piel negra, tiznada como el carbón. También comprobaron que de la cintura para abajo tenía el cuerpo de una culebra enrollada.

Fue tan grande el espanto que sintieron ante esta visión, que varios murieron instantáneamente del susto. Solamente el muchacho pastor y uno de sus amigos lograron reponerse y escapar apresuradamente.

Los familiares de los fallecidos, al enterarse se enfurecieron y decidieron subir todos a la gruta y capturar al monstruo y matarlo.

Salieron todos con palos, lanzas y boleadoras. Allí a la entrada de la cueva seguía sentado el hombre culebra jugando con su cola y arreglándose el cabello que tenía muy bien peinado.

Con gritos, insultos y amenazas lo rodearon obligándole a subir a un carro. Allí acomodó su enorme cola de serpiente sin inmutarse demasiado mientras seguía arreglándose su peinado.

Lo llevaron al pueblo y una gran multitud se congregó para ver al monstruo al que todos habían empezado a llamar "El Bien Peinado", sin afanarse en juntar el oro.

La machi escupió en su mano derecha y se la tendió al hombre serpiente quien la estrechó con la suya. La sabia anciana conocía el secreto del "Bien Peinado".

Cuando todos se hartaron de juntar oro, tiraron del carro y llevaron otra vez al monstruo a su cueva. La única que se quedó en el poblado fue la viejita que no tocaba los huevos de oro.

Al llegar a la montaña, la cueva había desaparecido. Buscaban por aquí, buscaban por allá, pero todo era extraño y desconocido: la gruta no aparecía.

Quisieron preguntarle al hombre culebra, pero ¡oh sorpresa!, el carro estaba vacío; el "Bien Peinado" se había esfumado.

Entonces se dieron cuenta de que todo el piso estaba cubierto de huevitos de oro y se agacharon para juntarlo, pero se llevaron un buen chasco al comprobar que eran flores amarillas que nunca antes habían visto.

Cuando regresaron a casa se encontraron con que todos los canastos y bolsos que habían llenado con los huevitos de oro del hombre culebra, estaban llenos de las mismas flores amarillas.

Lo curioso era que en cada flor podía verse a una viejita sentada envuelta en su manta con tres mechones del pelo en la cabeza y el mentón saliente.

Los mapuches comenzaron a llamar a esas flores "Kuram Filu", huevos de culebra y así le siguen llamando aunque los blancos las llamen de otra manera.

Tiempo después hubo una gran inundación y un terremoto y todos pensaron que el "Bien Peinado" se estaba vengando por haberlo querido matar.


Imágen: http://www.bolsonweb.com/aventura/hieloazulcajonen.html

lunes, 13 de abril de 2009

EL ZORRO Y EL QUIRQUINCHO

Salinas de Ambargasta


El zorro y el quirquincho que han ido de compañeros. Iban pa Buenos Aires a buscar trabajo, como mucha gente se acompañan y se van.

Diz que era tiempo de invierno. Qui hacía mucho frío y que helaba. Y cuando iban le pregunta el quirquincho al zorro.

-Y vos, que llevás de avío.

-Yo, nadita -que le dice-. ¿Y vos?

-Yo nadita.

-Y esta noche, ¿cómo iremos a dormir? -le dice el zorro.

-A mí no me va hacer frío -dice el quirquincho.

-Nai, ni a mí tampoco -que dice el zorro.

Cuando ha llegado la noche se buscan un lugar para dormir. El quirquincho busca unos pastitos y cava un poco y áhi arregla su camita. Y el zorro que se acuesta a campo no más, sin tender nada, diciendo que a él no le va hacer frío.

Y ya heló, y ha hecho mucho frío. Y el quirquincho le ha estado preguntando al zorro si tenía frío, y claro, que los dos han tenido frío, y casi no podían hablar, pero el zorro siempre se hacía el juerte, y decía que no.

-Amigo... ¿Chirinchón? (si le hacía frío).

-Mana... michirón, señor... (que no le hacía frío) -decía el zorro.

A la media noche que otra vez le pregunta el quirquincho:

-Compañero... ¿chirinchón?

-Mana... michirón... señor... -decía.

Que cerca del amanecer le vuelve a preguntar el quirquincho si le hacía frío, y ya agatitas que le decía:

-Mana... michirín... señor... -con la voz delgadita, finita, que ya se estaba muriendo de frío.

Y ya cuando se ha levantado el quirquincho lo ha encontrao empalizau, ya. Ya muerto, el corajudo que no iba a tener frío. Ya murió áhi, por compadrón y palangana.


Dominga Lescano, 48 años.
Quimilar. Ambargasta, Ojo de Agua, Santiago del Estero, 1951.
Quimilar: Población rural.

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/09/el-quirquincho.html
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http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/03/el-zorro-y-el-hombre-1.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/05/el-zorro-y-el-hombre.html
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domingo, 12 de abril de 2009

EL CHIMICHURRI




Se dice que el origen de la palabra “chimichurri”, que se refiere al adobo, o marineo típico con que se suele sazonar a menudo el tradicional “asado” –como así también a las carnes en general- proviene de cuando una persona de nacionalidad inglesa andaba por nuestro país en épocas pasadas, y en un asado, pidió una salsa o adobo para acompañar la carne, (costumbre en aquellos países del norte) diciendo “give me curry” y que de ahí surge una salsa o adobo que habrían realizado para esta persona, quedando castellanizado como chimichurri dicho adobo.

Otra versión indica que un hacendado inglés, en cada asado campestre le pedía a su asistente la salsa para acompañar la carne: “Jimy, the curry”…
¿Será así?


Por Daniel González Turu
Fuente: http://www.camdipsalta.gov.ar