Procedente del valle de Araitz se cuenta una leyenda medieval en la que no son las lamias, ni los dragones, ni siquiera las brujas, los protagonistas, sino de modo extraño y poco corriente un unicornio que vivía en el valle.
Cuentan que estando el rey don Sancho enfermo de tristeza, como los médicos del reino no encontraran remedio, consultaron a un ermitaño, quien aseguró que aquel mal se curaba con una pócima bebida en cuerno de unicornio. Señaló también que en el encinar de Betelu vivía uno, pero que era muy peligroso intentar darle caza, pues sólo se rendía ante personas de alma pura y doncellas que nunca hubiesen tenido penas de amor.
Una de las hijas de don Sancho, Giomar, a pesar de que aún sufría por la partida y muerte de su amado, fue al bosque al encuentro del unicornio, el cual, al verla, la atravesó con su único cuerno, a la vez que los ballesteros del rey, apostados entre la espesura, lo atravesaban con sus flechas.
El rey bebió el brebaje en el cuerno y sanó, pero el dolor por la muerte de Giomar le partió el corazón…
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