Santuario al Gauchito Gil al costado de la ruta. Las tacuaras con banderas coloradas son indicadores de los lugares de culto ubicados a la vera de rutas y caminos.
Antonio Mamerto Gil Núñez, correntino mercedeño, vivió al margen de la ley, obligado por las circunstancias, según los sostenedores de la leyenda.
También se le adjudica la conducta de robar a los poderosos para ayudar los pobres.
Se estima que por su fuerte y decidido amor a la libertad, que no obedecía obsecuentemente a los "señores" de su época, ganó la simpatía de muchos anónimos y resignados correntinos, que vieron en él, su reivindicación.
Siempre contó con la protección de sus paisanos, que no sólo lo escondían de la policía, sino que disimuladamente dejaban un caballo de refresco, ensillado "por si lo precisa Gil".
Cada 8 de enero, en el Paí Ubre, una encrucijada de caminos cercana a la ciudad de Mercedes, Corrientes, se dan cita miles de devotos creyentes en los favores y mercedes de este santo pagano. Además es costumbre por todos los camioneros o conductores que pasen frente a su santuario, tocar bocina para saludarlo, o detener la marcha un momento para elevarle oraciones. Llevan como souvenir cintas rojas que luego colgarán dentro de la cabina de manejo, estampas, o eligen entre una enorme variedad de objetos preparados en el mercado paralelo al de la fe que allí florece.
El 8 de enero, aniversario de su muerte, los administradores del culto (particulares) llevan la cruz del santuario hasta la iglesia de Mercedes. Una vez bendecida, es traída en procesión hasta el lugar del rito, donde comienza el incesante desfile de creyentes que depositan ofrendas de todo tipo, y se dejan llevar por el clima de fiesta, cantando y bailando al compás de alegres chamamé que interpretan conjuntos profesionales y aficionados.
Una leyenda justifica tanto fervor, y ésta está preñada de elementos católicos, cuya iglesia, a pesar de negarlo como culto oficial, ve con buenos ojos y además contribuye a la expansión del mito.
Dicen que por razones políticas, Antonio Gil debió huir a los campos, acosado por poderosos estancieros que quisieron embarcarlo como combatiente en las luchas de las fracciones políticas de Corrientes de la época, los Azules y Colorados. En la clandestinidad, carnea animales de las estancias para comer, y de paso invita a los pobrísimos gauchos lugareños.
Sorprendido por la policía, una partida lo llevaba a la ciudad de Goya para su juzgamiento. Al estilo de la época, el jefe de la partida, para evitar el agotador viaje a caballo, decide ejecutarlo, total informaría "intento de fuga". El suboficial se apresta a degollar a Antonio Gil, previamente colgado de sus pies a un algarrobo, cuando el reo le dice que espere, que un chasque traía la orden de liberación, lo cual no es escuchado. En realidad, un antiguo jefe político había conseguido el perdón.
Cuando nuevamente el policía se dispone a ejecutarlo, Gil le informa que deberá invocarlo en sus rezos al llegar a su casa, para salvar al hijo que estaba muy grave de salud. La brutal matanza se lleva a cabo. A los pocos minutos llega el mensaje con la orden de liberación, pera ya era tarde. También el agente al llegar a su casa comprueba la gravedad de la enfermedad de su hijo. Reza a Gil, y milagrosamente el niño sana. Cuando estos hechos son relatados, la noticia corre como reguero de pólvora y al lugar del asesinato llegan sinceros y sencillos habitantes para pedir gracia al milagroso gaucho. El mito crece a ritmo sorprendente y llega a nuestros días, con una proliferación de santuarios, no solo en Corrientes y Chaco, sino en el norte santafecino y provincia de Buenos Aires.
Los administradores del culto, hábilmente, venden folletos contando otra historia que afirma más la fe de los devotos. Por supuesto se encargan de contarla boca a boca. Dice esta leyenda, que cuando comenzaron a llegar los seguidores de Gil a la tumba, el dueño de la estancia La Estrella con campos contiguos a ésta, consiguió permiso para trasladar los restos del gauchito hasta el cementerio de Mercedes, aduciendo rotura de alambres y excitación de la hacienda. Llevado el cuerpo al cementerio urbano, comienzan las penurias para el estanciero.
Mueren inexplicablemente sus animales, se enferman miembros de su familia, azotan sus campos tormentas y toda de clases de inconvenientes no lo dejan descansar. Convencido de que se trataba de un "mensaje", trae los restos a su lugar de emplazamiento original, terminando milagrosamente todos sus males.
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