Esta leyenda presenta varias versiones, muestra diferentes períodos presentes en ella, precolombino, hispánico con influencia de la evangelización jesuita y moderno.
Los guaraníes enseñaron a los españoles como utilizar la yerba mate, la bebían como medicina, absorbiendo mediante una caña agua fría mezclada con estas hojas.
Los Jesuitas la cultivaron en las colonias que poseían, la leyenda original se tranforma.
Dios acompañado por San Juan y San Pedro bajó a la tierra y se puso a viajar.
Un día, después de una jornada penosa, llegaron a casa de un viejito, padre de una hija joven y bella, a quien quería tanto que para que se conservara siempre inocente fue a vivir con ella y su mujer en medio del bosque espeso, en donde aún no había penetrado hombre alguno.
El viejito era sumamente pobre, pero, a pesar de eso, tratándose de forasteros, los hospedó lo mejor que pudo, y mató en su obsequio la única gallina que tenía y se la sirvió en la cena.
Al ver esta acción, y cuando quedaron solos, Dios preguntó a San Pedro y San Juan qué harían ellos en su lugar, a lo que contestaron ambos que premiarían largamente al viejito.
Dios, entonces, lo hizo llamar, y le dijo estas palabras, "Tu que eres pobre has sido generoso, yo te premiaré por esto. Tú posees una hija que es pura e inocente y a quien quieres mucho; yo la haré inmortal, para que jamás desaparezca de la tierra".
Y Dios la transformó en la planta de la yerba mate, y desde entonces la yerba existe, y aunque se corte vuelve a brotar.
Otra versión con raíces colonizadoras atribuye a Santo Tomas el descubrimiento del uso de la yerba mate. Los guaraníes les contaron a los Jesuitas que había estado en la tierra el Pai Zumé, un hombre sabio que realizaba milagros, y les había revelado los beneficios medicinales de esta planta.
Lo que interpretaron los religiosos fue que a los indígenas se les había aparecido el apóstol Santo Tomas, por lo que comenzaron a difundir esta versión cristiana del origen de la yerba mate.
Una versión precolombina cuenta que Tupá- dios del bien- estaba visitando la tierra, cuando llego a la casa de un viejo pobre y le pidió alojamiento.
Para atender a su huésped el viejito sacrifico la única gallina que tenia, le dio de comer a Tupá y lo albergo en su casa.
En agradecimiento el dios le obsequio un arbusto y le indico su uso.
Las hojas debían tostarse antes de ser ingeridas en forma de líquido.
Era el caa-guazú, que en Guarini significa “yerba esplendida”.
Otra versión –una de las mas difundidas entre los guaraníes- tiene como protagonistas a Yací (la luna) y Araí (una nube), quienes bajaron a la tierra convertidas en dos bellas jóvenes. Cuando estaban en la profundidad de la selva misionera, un yaguareté intento atacarlas. Un viejo indio, que estaba observando al felino, le disparo una flecha mortal, pero el animal no murió e intento un segundo ataque, el viejo ensayo otro disparo y esta vez la flecha fue certera, el yaguareté cayo muerto.
Al acercarse al lugar, el anciano comprobó que las dos jóvenes ya no estaban, habían regresado a los cielos sin que el pudiera verlas. Esa misma noche, nuevamente con forma humana, Yací y Araí se hacen presentes ante el anciano para premiar su buena acción.
Le cuentan que habían dado nacimiento a una planta “que acerca los corazones y ahuyenta la soledad” llamada Caá, y que esta debía ser tostada antes de ser ingerida, para contrarrestar su efecto venenoso.
Desde entonces, como reconocimiento a la buena acción de un hombre (cualquiera de los que viven en estas leyendas), Caá permanece entre nosotros como símbolo de amistosa hermandad.
En la "modernidad" en épocas en que se instaló el sistema de semi-esclavitud en los obrajes, se agregan elementos, la diosa de la yerba es rubia y se casa con los mensúes que cosechan la yerba si hacen un pacto con ella.
El pacto se realiza de esta forma: el mensú anota su nombre en una hoja de papel y una fecha en que concurrirá a la cita con ella y lo deja en el monte. Ese día se interna en el yerbatal, la diosa lo prueba para estar seguro de que es un hombre valeroso, él jura no vincularse sexualmente con ninguna mujer y hacen el amor.
Desde entonces, cada día que el mensú sale a cosechar las hojas, puede acostarse a descansar porque ella las recoge por él. Luego, aprovechando que es invisible para los demás, lo ayuda a llevar el fardo con la cosecha hasta el obraje y cuando lo pesan, se sienta sobre la balanza para que a él le paguen más.
Si algún día el mensú la traiciona, ella lo mata.
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