lunes, 4 de mayo de 2009

EL CASTILLO DE IRÁS Y NO VOLVERÁS

Ilustración Jesús Aguado


Juan era un joven con mucho afán de aventuras, y si escuchaba algún relato fantástico, desoyendo los consejos, allí que quería ir también.

Un día oyó decir que a un caballero, que hacía días había emprendido el camino para ir al Castillo de Irás y no Volverás, no lo habían vuelto a ver y temían que le hubiera ocurrido alguna desgracia.

En cuanto se enteró de la existencia de ese misterioso castillo y de los posibles peligros que acarreaba su búsqueda se preparó y se dispuso a emprender la marcha.

Le habían dicho que había que atravesar el Bosque Frondoso y hacia él se encaminó.

Tras muchos días de marcha y cuando ya iba llegando al Bosque encontró una anciana que le preguntó.

-Buen mozo ¿dónde vas a estas horas tan lejos de tu casa?

-Voy al Castillo de Irás y no Volverás.

-Nadie que se aventura en busca de ese castillo vuelve,... no vayas

Pero no le hizo caso y reemprendió su camino.

La viejecita le dio su bendición y le dijo

-Que Dios te ampare

Anda que te andarás, llegó al Bosque Frondoso y comprobó con disgusto que por allí no se podía dar un paso de tan cerrada que estaba la vegetación, pero no se arredró por ello; sacó el hacha y se puso a podar, pero cuando más ramas cortaba, más pronto crecían otras.

Finalmente, cansado y desanimado, se sentó en una piedra quedándose dormido por el cansancio.

Y tuvo un sueño; una joven muy guapa le señalaba un lugar todo lleno de rosales por el que no había ni un solo árbol y el camino era llano.

Se despertó y, siguiendo las indicaciones de la joven, encontró el camino y llegó a un claro donde había un paisaje maravilloso; un castillo lleno de torreones, jardines, verdes prados y un lago; aquello era un paraíso.

Poco le duró su admiración, porque cuando iba hacia el castillo le salió al paso el diablo y le oyó decir:

-¿Quién ha invadido mis dominios?

- Yo, Juan, que he oído hablar de su morada y de sus maravillas y he venido a conocerlas.

-Antes me harás un favor; en este lago se le cayó a mi bisabuelo un anillo de brillantes, y en 24 horas espero que lo encuentres, después te mostrare mi mansión y si no lo encuentras ya puedes imaginarte qué futuro te espera.

Y lo dejó solo frente al lago.

Estaba tan preocupado que no sabía qué hacer, pero en esto vio venir por el camino a la joven de su sueño que le dijo:

-No sufras que yo te ayudaré. Me sacas la sangre, con mucho cuidado que no se derrame ni una gota, y haz lo que yo te diga.

Hizo lo que ella le dijo, la tiró al lago y cuando ella lo pidió le tiró la sangre, luego salió la chica del lago pero se derramó una gota de sangre que le faltaba en el dedo del corazón, le dio el anillo y le dijo que se lo diera a su padre.

Cuando le llevó el anillo, el diablo le dijo:

-O eres más diablo que yo o te hablas con Blanca Flor.

-Ni soy más diablo que tú ni me hablo con Blanca Flor.

El diablo le presentó a sus hijas y a su mujer y le dijo que se casaría con una de ellas, pero la tenia que elegir por el dedo que haría asomar por un agujero.

Blanca Flor le había advertido antes -No te preocupes, yo sacaré el que me falta la gota de sangre.

Así lo hizo y por eso la reconoció y la eligió, y así en el castillo se celebró una gran boda.

Cuando se fueron a acostar Blanca Flor le dijo a su marido: -Corre y ensilla el caballo más flaco que veas en las cuadras.

Mientras tanto ella puso en la cama dos pellejos uno de vino y otro de vinagre; en un pañuelo echó tres salivicas y les dijo: -Salivicas contestad por mí.

Y fue a encontrarse con su marido; éste no había hecho bien el encargo; el caballo era tan delgado que creyó no podría con los dos y ensilló otro. Estos caballos eran especiales; uno corría como el aire, otro como el viento y el otro como el huracán.

Montaron en el caballo y partieron.

Mientras tanto los padres preguntaban a cada poco -Hija mía ¿duermes o velas?

Y las salivicas decían cada vez más débiles -Velo

Hasta que se secaron y ya no respondieron.

-Ya se han dormido

Padre y madre, sin encender luces ni hacer ruido, fueron a la cama, pegaron un machetazo en las botas de vino y vinagre y ¡hala! los dos a beber.

-¡Puag! ¡qué mala es la sangre de mi yerno!

-Ésta es de mi hija ¡qué buena que está!

Pero cuando encendieron la luz, vieron con rabia que los habían engañado; el diablo salió corriendo y, sin ensillar el caballo, montó y a volar.

La hija que se dio cuenta de que su padre se acercaba, se quitó una peineta y tirándola convirtió al caballo en una ermita, ella en imagen y él en ermitaño.

El diablo le preguntó si había visto pasar a dos jóvenes en un caballo

-No; por aquí no pasó nadie-- le contestó Juan, y se fue convencido que se le habían escapado, pero su mujer le dijo que lo habían vuelto a engañar y volvió a buscarlos.

La hija se dio cuenta y entonces tiró un frasco de esencias y se hizo una sima tan grande que el diablo no la pudo superar y así pudieron escapar.

Y vivieron felices y colorín colorado este cuento se ha acabado y por la boca de este niño se ha colado.

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