“Hace muchos años en San Pedro la Laguna, vivía un señor que era leñador y que tuvo que ver con el señor del cerro, éste leñador sacaba ocotes de los árboles de pino.
A eso iba al cerro Chuichalí, en aquel tiempo lleno de árboles, sobre todo de pinos colorados.
Un día el leñador se encontraba en el cerro botando un árbol cuando vio que hacia uno de los lados había otro pino más colorado; pero en eso vio otro mejor y se le acercó para hacharlo, cuando se le apareció de repente un hombrecito de traje colorado, que se fue acercando y le dijo:
-Mirá vos, el señor del cerro quiere apalabrarte; te invita a su palacio-.
Pero el leñador no quiso ir, él sabía que no le había pedido permiso al señor del cerro para cortar árboles, entonces el hombrecito le dijo que le iba a pegar con una cadena grande que llevaba y mientras el ocotero se reponía del susto, no se dio cuenta que el hombrecito se había metido en el palacio, dentro del cerro.
Allí había toda clase de animales encadenados que se abalanzaron sobre él, al no más verlo; pero el señor del cerro, que estaba sentado sobre un armado lo calmó a todos.
-¿Por qué le haces daño a mi canilla y me la lastimas con el hacha?, le dijo el señor al leñador-.
Entonces, el señor del Cerro, se arremango una de las mangas del pantalón y mostró la canilla, que tenía lastimada con cortadas; y le dijo que al botar el árbol sin su permiso lo había herido a él.
-Ya ves lo que me has hecho y ni siquiera me das nada, ahora me la tenés que curar, le dijo el señor del cerro al leñador.
El ocotero no sabía que hacer y entonces oyó la voz del zahorí que le dijo que le echara saliva a las heridas que el hombre tenía en la pierna y que así sanaría.
Probó el ocotero y al ratito el señor del cerro ya curado lo dejó salir del cerro.
Entonces el señor llegó a su rancho donde le esperaban asustados, porque hacía ocho días que se había desaparecido y no sabían donde estaba.
Pero él contó todo lo sucedido a su familia, y también les recordó que:
“Hay que tener cuidado con el señor de los cerros”.
Fuente: Viejas Consejas (de santos milagrosos y señores de los cerros).
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