Familia: LEGUMINOSAS
Nombre científico: Geoggroea decorticans Burk
Descripción: Arbol cuando crece aislado, arbusto cuando crece en bosquecillos. De 3 a 10 m de altura con tronco de hasta 40 cm de diámetro, la corteza se desprende longitudinalmente en fajas irregulares por debajo de las cuales aparece la nueva corteza verde.
Distribución: N.O.A., Cuyo, Formosa, Chaco, Córdoba, La Pampa, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Buenos Aires, Río Negro. En Tucumán: Parque Chaqueño y Monte
Observaciones: Florece de septiembre a octubre y fructifica de noviembre a enero. Fruto dulce y comestible
En medio de un monte del norte de la provincia de Santa Fe vivía una india muy viejecita; su rostro mostraba innumerable arrugas pero sus ojitos negros y vivaces parecían los de una muchacha.
Hasta su rancho, que parecía una mota parda en medio del lugar montaraz, llegaban paisanos y paisanos para que la vieja india les curara las dolencias del cuerpo y del alma con hierbas y conjuros, convocara a la lluvia en épocas de sequía o bien les aconsejara sobre conflictos cotidianos.
Ella hablaba poco pero cuando lo hacía, sus palabras eran precisas y llenas de sabiduría.
Cierta vez unos gringos le llevaron a su pequeño hijo que ardía en fiebre; la mujer observó al niñito preparó prestamente un té con varias hierbas curativas y luego cucharita a cucharita se lo hizo beber, no permitiendo a la madre que lo hiciera ella.
Al poco rato el niño empezó a mejorar y cuando abrió los ojitos, sonrió a la anciana que lo acunaba amorosamente.
El tiempo siguió avanzando con su paso perpetuo y aquel gringuito creció sano y fuerte.
Iba siempre a visitar a su salvadora porque ambos se profesaban un cariño muy especial. Ella le enseñaba entre muchas cosas a hacer velas con la grasa de la riñonada, el poder curativo de las plantas, como así también la época y la hora del día en que era conveniente cosecharlas; le contaba historias de su pueblo mocoví, inspirándole constantemente amor y respeto por la naturaleza.
El niño prefería estar con la india a jugar con los chicos de su edad; su admiración por la anciana se acrecentaba a medida que iba creciendo.
Un día la mujer enfermó, él permaneció constantemente en el rancho; nadie pudo sacarlo de al lado del catre de la enferma.
Presintiendo que la muerte alargaba su mano para llevársela, la mujer, con esfuerzo tomó un amuleto que llevaba colgado al cuello y sonriendo se lo entregó al muchachito para que su mágica protección lo amparara en la vida.
A los pocos instantes murió, llevando en sus retinas y en su cansado corazón la imagen adorada del rubio vástago de la raza que sometiera a su pueblo y a quien amó tanto como a los hijos que había perdido.
Su muerte convocó a la paisanada y fue muy sentida por los lugareños; conforme al deseo que siempre había expresado fue enterrada en pleno monte.
Al colocar sobre su tumba un gran ramo de flores de samohú, el muchachito rompió en un llanto inconsolable y al inclinarse cayó el amuleto que pareció iluminarse misteriosamente: el chico lo levantó amorosamente, intuía que lo sucedido era un mensaje de la muerta.
Entonces en forma sorpresiva brotó de la tierra un tallo con hojas y creció en forma maravillosa, dando nacimiento a un árbol de gran altura con ramas espinescentes y frutos globosos; era muy raro y nadie había visto nada semejante.
Este es el origen del chañar, nacido del cuerpo de la india que amó de tal manera a un niño blanco, que quiso volver de la muerte, en forma arbórea, para darle consuelo.
En su nueva existencia, ella siguió prodigando el bien ya que el chañar es realmente útil: proporciona madera de buena calidad, ofrece frutos comestibles con los que se prepara arrope y una especie de aloja, sus hojas y corteza son medicinales, embellece el paisaje con sus flores de corolas amariposadas de color amarillo-anaranjado y brinda montes de abrigo para el ganado.
Fuente: Ceresole de Espinaco, Zunilda. 2006. “Santa Fe y sus Leyendas”.
Santa Fe: Ediciones Parque del Sur.
Santa Fe: Ediciones Parque del Sur.
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