Huala
Podiceps major
Hace muchísimo tiempo, vivía en un verde valle cordillerano, una familia mapuche. Estaban rodeados de cerros con espesos bosques y un lago azul y profundo se divisaba desde los toldos.
Entre sus hijos sobresalía por su belleza una niña. La llamaban Huala.
Su vida sencilla transcurría entre juegos y tareas para ayudar a sus padres. Todos los días iba con el cántaro a buscar agua al lago y allí solía lavarse y peinarse mirándose en el espejo límpido del agua.
El Espíritu Dueño del lago, que se enamora fácilmente de las adolescentes hermosas, estaba hechizado por la dulzura de los ojos negros de Huala.
Con el correr de los años la niña se convirtió en mujer y sin que ella lo supiera, ya tenía pretendiente.
Un día de tantos, mientras despreocupada llenaba su cántaro en un remanso, una garra emergió bruscamente del lago y la atrapó con fuerza arrastrándola hacia el fondo.
A los gritos desesperados de Huala pidiendo auxilio acudieron sus padres y hermanos armados con palos, pero ya era tarde. Las ondas concéntricas indicaban que la joven había sido raptada por el "Cuero del Lago" y nada podía hacerse: en sus dominios era invencible.
Como ocurrió en otras ocasiones anteriores, la costa se llenó de peces. Era el precio que el "Dueño" les pagaba por llevarse a su hija como esclava.
Huala fue llevada hasta una inmensa gruta en lo más hondo de las aguas. Allí vio horrorizada los cuerpos de otras víctimas a los que le faltaba la cabeza. Esas cabezas son las que el "Dueño del Lago" hace rondar desde las cumbres de los cerros en forma de bolas de fuego y que los Mapuches llaman "Cherufes". Ante semejante espectáculo la muchacha se desmayó.
Cual no sería su sorpresa cuando recobró el conocimiento, al ver que el "Dueño" se había convertido en un esbelto joven de rostro agradable. Con estupor escuchó que le hablaba.
- Huala, te conozco desde niña y siempre te amé. Te pido que seas mi esposa y tendrás todo mi cariño.
- ¡Por favor! - le contestó Huala con los ojos llenos de lágrimas-.
Quiero volver con mis padres y hermanos. ¡Déjame ir!.
-Ya es imposible. Estás en mis dominios y ya nunca podrás volver.
Por más promesas y ofrecimientos de riquezas y halagos que el joven le hacía no consiguió que Huala dejara de llorar y de reclamarle su libertad.
- Lo único que deseo es seguir viendo a mis padres y poder contemplar mi ruca, el valle y los bosques donde he sido siempre feliz.
Finalmente el muchacho, viendo que no podía convencerla le dijo:
- Te concedo tu pedido, pero con una condición: no podrás alejarte nunca de las aguas de mi lago.
Enseguida usó una fórmula mágica que solamente él conocía y convirtió a Huala en un ave parecida a un pato pero con las alas muy cortas y las patas colocadas muy atrás. Así se aseguraba su fidelidad ya que no podría volar lejos ni caminar bien en tierra.
Desde entonces el Huala habita nuestros lagos en los que nada ágilmente y se sumerge hasta lo profundo de las azules aguas puras y limpias.
Hace su nido suspendido entre las totoras y plantas de las orillas y desde allí contempla el cielo, el bosque, el valle y las personas que se acercan a la orilla.
A veces emite un gemido de angustia y dolor cuando ve a alguna persona, como cuando fue raptada por el dueño del lago, porque tiene la esperanza de que algún día termine el hechizo y pueda recobrar su primitiva forma y libertad.
Quizás alguien encuentre la fórmula mágica y su deseo se haga realidad.
Podrías ser vos...
En las creencias de los mapuches, todas las cosas de la naturaleza tienen un "Espíritu Dueño", que las cuida y vigila. Entre la gran variedad de seres mitológicos, hay dos en los cuales está basada esta leyenda: Shompalhué y Lafquén Trilque.
El Shompalhué, que significa "espíritu o alma crespa", es el dueño del lago y puede adoptar forma humana. Suele aparecer como un hombre pequeño, de piel morena y cabello crespo. Es enamoradizo de las jovencitas mapuches y en el fondo de sus dominios acuáticos posee casas y tesoros.
El Lafquén Trilque o "Cuero del Lago", vive también en el agua y tiene la apariencia de un cuero vacuno con garras en sus costados y varios ojos. Se estira disimulado en las orillas de los lagos entre la arena y si alguno desprevenido lo pisa, se enrolla sobre su víctima sujetándola con sus garras y rueda con ella al fondo del lago.
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/01/el-cuero.html