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jueves, 21 de abril de 2011

GRANADILLA

Granadilla, Cáceres, España


Esta leyenda transcurre en la Edad Media en un pueblo cacereño llamado Granadilla.

En este pueblo vivía la duquesa de Alba, Margarita. Se dice que uno de sus vasallos, Albar, se enamoró cuando era niño de Margarita.

Creció enamorado de ella y sufriendo en silencio.

Cuando llegó a adulto, partió a luchar contra los moros y se hizo respetar en las filas del ejército. Entonces Margarita pidió ayuda a Albar, pues Granadilla estaba sitiada por los moros. Albar salió del pueblo por una puerta secreta a observar el panorama y le comunicó a la duquesa que no había posibilidad alguna de vencer, pues los moros superaban a sus tropas varias veces. Tras esto le confesó su amor, pero no era correspondido por ella. Él quiso salvarla de la invasión sacándola de Granadilla pero ella se negaba, por lo que Albar decidió salvarla por la fuerza.

Mientras intentaba escapar con ella a cuestas por la salida secreta, Margarita le arrebató una daga y se la clavó a Albar en la espalda.

Albar, desangrándose, montó en su caballo que tenía en la salida y fue recogido varios días después por un monje que ya nada pudo hacer por él.

Albar lo único que podía decir es que estaba arrepentido.

Ahora dicen que este caballero sigue vagando por las calles de Granadilla montado en su caballo y atormentando a sus habitantes sin dejar de repetir algo que aún se puede oír en las noches de Granadilla: ¡¡¡Perdón!!!

Nota:

Actualmente, Granadilla es un pueblo abandonado y sólo permanece habitado por un guarda y por monitores y jóvenes que actuarán como habitantes medievales durante unos días, ya que es un campamento de trabajo en los veranos.

Imagen
valdesangil.com

miércoles, 20 de abril de 2011

SOBRE LA CREACIÓN TEHUELCHE

Región Araucanía
Chile-Argentina


En la antiquísima cosmogonía tehuelche se cuenta que "El que siempre existió" vivía rodeado por densas y oscuras neblinas allí donde se juntan el cielo y el mar, hasta que un día, pensando en su terrible soledad, lloró y lloró por un tiempo incontable... y así sus lagrimas formaron a Arrok, el mar primitivo...

El eterno Kóoch al advertirlo dejó de llorar, y suspiró...

Y su suspiro fue el principio del viento...

Entonces Kóoch quiso contemplar la creación: se alejó en el espacio, alzó su mano y de ella brotó una enorme chispa luminosa que rasgó las tinieblas. Había nacido el Sol.

Con él la sagrada creación tuvo la primera luz y el primer fuego, y con él nacieron las nubes...

Y los tres elementos del espacio armonizaron entonces sus fuerzas para admirar y proteger a la tierra de la vida perecedera que Kóoch había hecho surgir de las aguas primeras.

Andando el tiempo Elal, el héroe-dios, el nacido de la Nube cautiva y el cruel gigante Nóshtex, creó a los Chónek (hombres) de la raza tehuelche en las tierras del Chaltén... y fue su organizador, protector y guía.

Y entre otras muchas cosas, como Elal viera que sus criaturas tenían frío y oscuridad, cuando el Sol no estaba en el Cielo, les enseño a hacer fuego, el mismo que les permitiera vencer a la nieve y al frío en las laderas del Chaltén, el que brota cuando golpean ciertas piedras...

Dicen que a partir de entonces los tehuelches ya no temieron a la oscuridad ni a las heladas porque eran dueños del secreto del fuego, y el fuego era sagrado para ellos porque se los había dado su padre creador...

Este es un hermoso mito del ciclo de Elal, el progenitor de los tehuelches... Claro que las otras razas del cono sur de América han explicado a su modo el origen del fuego, el preciado elemento que aseguró la vida de las culturas aborígenes patagonienses...

Una antigua leyenda cuenta que los mapuches no conocían el fuego, pero que lo aprendieron de los niños, más exactamente de dos hermanitos que se desafiaron para quien hacías girar más rápidamente un palito en un nido de pasto seco...

¡Y el resultado fue que casi queman todo con su juego inocente!

Parece ser que el gran incendio devoró los bosques y corrió los animales hasta atraparlos...

De este modo los indios se quedaron sin caza.

¿Cómo harías para sobrevivir sin un alimento tan importante?... Pero los ancianos de la tribu dijeron que la carne de esos animales quemados no podía ser impura porque el fuego venía del Dios Padre... Y comieron así carne asada y la hallaron sabrosa... Tanto que, a partir de entonces, también los mapuches quisieron hacer fuego y conservarlo... porque les permitía no sólo cocinar sus alimentos sino disfrutar de su luz y su calor, todos reunidos en torno de la llama que era como el Sol.

Como todos los pueblos primitivos, los que habitaban las mágicas tierras de la Araucanía lograron encender el fuego por fricción de un palo sobre un lecho de yesca, o por percusión de piedras de pedernal hasta que el saltar de la chispa hace arder la hierba seca...

Y si resultaba laborioso encenderlo, aún más difícil era conservarlo...

¿Cómo lograr que no lo apagaran los vientos que trae y lleva Elëngansen?

¿Cómo protegerlo de enviado de Gualichú que intentaría robarlo?

¿Cómo entretenerlo para que no se cansara de arder y se fuera de nuevo...?

Por eso los tehuelches lo encerraban en vasijas de barro, y le prodigaron alimento y cuidados. Las mujeres eran las que se ocupaban del fuego, y cuando lo necesitaban secaban brasitas y con ellas encendían nuevos fuegos...

Pero, ¡ay si se apagaba el fuego! Muchos relatos cuentan de los terribles castigos para la mujer que se dormía o se olvidaba...

Es que fueron tiempos muy duros y los hombres no podían permitirse perder el sagrado tesoro.

Porque era un don de Dios, el fuego volvía a Dios a través de ceremonias donde ofrendaban al Supremo, en el pillan quitral, animales o frutos de la tierra, o bien objetos culturales de manufactura indígena.

También celebraron con homenajes y regalos el fuego de Pillán, el fuego de lo más hondo de la tierra que escupen las bocas enojadas o dolientes volcanes.

¿Acaso Pillán, el que vive arriba de las montañas, no comanda las terribles tormentas de fuego del Cielo y de la Tierra? ¿Sus rayos no destruyen y queman el corazón de la vida? Por eso lo respetan y veneran, para que no se enoje y traiga el fuego que devora...

Y sacralizaron el cherufe, el fuego celeste de los aerolitos que caen y que misteriosamente se vuelven piedra colorada y ya nunca más arden... Aunque: ¿qué habrá pasado con el fuego?, ¿estará sólo dormido o se habrá ido como los innombrables al más allá?

Y hasta honran mudamente a los fuegos fríos de las lejanas estrellas, porque los viejos de los loncos dicen que allí viven los espíritus de los antepasados, las almas de los que se fueron, y desde arriba contemplan sus parientes con el permiso del Elal...

Es creencia aborigen del Sur de América, que viven desde hace incontables lunas, entidades mágicas en relación con fuegos malditos... como los de Anchimallén araucano, el duende enano que sirve a los brujos del diablo, el que roba para "el daño", el que ciega con su presencia por que la lucen la que se transforma es maligna... cuando su radiación brillante y fugaz aparece en los campos o en las montañas o en las ramas de los árboles o en los techos de las rucas... el indio tiembla porque significa la muerte para alguien: ¿a quién se llevará esta vez la luz mala?

Dicen en voz baja que los anchimallenes son criaturas que los brujos alimentan con las míticas leche, sangre y miel, y que quién posea uno multiplicará su hacienda y tendrá protegidos sus ganados...

Hay quién paga mucho al brujo para tener un niño anchimallén, y también quien lo roba, y hasta quien lo seduce para sus propios huertos, observando bien cuál es el alimento que le gusta más y poniéndola su alcance en abundancia en determinados lugares del campo... y es fama entonces que "por goloso pierde la vida" el anchimallen, pues los astutos hechiceros, sus verdaderos dueños, siempre se enteran, ¡y lo castigan con la muerte por su negligencia!...

Claro que la memoria de los mapuches siempre ha tenido un lugar para el ideal luminoso de la mítica Antú Malguén. Es la joven, y bella amada de Antü (el sol), la que parece flotar, delicada y frágil, junto al estanque de las totoras, allá en la cumbre del Domuyo. Dicen que cantan melodías que son como suspiros de la brisa mientras peina sus largos cabellos rubios con peine de oro reluciente... ¿Por qué a veces su canto es un lamento y otra una risa feliz?

Nadie lo sabe, pero la fina voz que parece agua y que parece viento rueda ladera abajo por las rocas del volcán divino.

Sólo unos pocos osados que burlaron al toro y al potro del Domuyo han logrado ver Antü Malguén en la cima sagrada. Para unos huye disuelta en llama de cherufe al sentirse sorprendida, para otros se sumerge veloz en las aguas porque es la sirena Coñi Lafquén (hija del lago)... pero ni unos ni otros han podido olvidar el hechizo fascinador de la doncella de oro luz. Tal vez se deba a que Antü Malguén se funden el fuego de la creación: el Sol.

Por eso mientras viva en el gran volcán andino y peine sus fantásticos cabellos los fuegos de las tribus milenarias no se apagarán, y los viejos continuarán contando y recordando su historia y las historias de todos los mitos, nacidos al calor de la llama que un día les regalara Elal...

VOCABULARIO

ANCHIMALLÈN: Duende de la mitología mapuche. Es enano, no tiene tripas y exhibe una cola luminosa.
CHALTEN: Montaña azul.
CHERUFE: Nombre de un monstruo gigantesco y antropófago que habita en las montañas y es capaz de provocar terremotos y erupciones.
DOMUYO: El que rezonga y tiembla.
ELAL: Personaje central de la mitología tehuelche. Hijo del gigante Nóshtex y de una Nube, es el héroe creador y educador de los tehuelches.
KÒOCH: El creador, en la mitología tehuelche.
NÒSHTEX: En la mitología tehuelche, uno de los gigantes que habitaban en la isla creado por KÔOCH. Rapto a una Nube, en quien engendro a ELAL, luego la asesino y persiguió a ELAL hasta la Patagonia.
PILLÀN: Según los mapuches, espíritu protector o vengador que habita generalmente en un volcán.

Fuente:

LA LEYENDA
Editora/Redactora: Cintia Vanesa Días.
Revista de cultura y humanidades
Editada en Buenos Aires, Argentina Diseño web Zen|Soluciones - ©2001-2004
Todos los derechos reservados - Se agradece la difusión del material, citando la fuente

Imagen
temuco.olx.cl

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/03/kooch-el-creador-de-la-patagonia.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/elal-y-sus-inventos.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/08/trentrn-y-caicai.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2011/01/el-terrible-cherufe.html

martes, 29 de marzo de 2011

LA LUNA

Copa vino de la luna
Staio Lukov Garnoev (Bulgaria)
Pintura (2008)

Según una creencia tradicional búlgara, en tiempos remotos la Luna y las estrellas brillaban tan
cerca de la tierra, que uno podía alcanzarlas con la mano. De noche la gente cogía una estrella del firmamento para que alumbrara su hogar. Sin embargo, un gitano quiso llevarse a su choza a la propia Luna.

Entonces la deidad se molestó y subió todos los astros muy alto en el firmamento.

La gente, sin embargo, siguió llamando a la luna Vela, y las fases de la Luna, Vela Nueva, o sea, Luna Nueva, Vela Llena, o sea, Luna Llena y Vela Vieja, o sea, luna en su fase final.

Esta comparación no encierra falta de respeto por los astros. Todo lo contrario: la luz de la luna se relaciona con el fuego divino. El disco de la luna llena se concebía como la imagen de Dios, a quien la gente imaginaba como un abuelito viejo, mientras que la luna nueva era llamada El Abuelo Nuevo.

Para los ancestros el cuarto menguante de la Luna semejaba una hoz y la expresión La hoz de la Luna sigue empleándose en nuestros días. Las dos puntas de la "hoz" se suelen llamar "las astas" de la Luna.

El calendario lunar tradicional del pueblo de Bulgaria señala como la más favorable, la fase de la luna nueva.

Antaño La Vela Nueva era recibida con bendiciones y su aparición se celebraba con alegres canciones y danzas joro. Uno de los votos que en ese momento solía hacer la gente era:

"Tal como la Luna sestó llenándose, llénense de dinero las carteras".

Por eso todos procuraban recibir la Vela Nueva con una moneda en la mano. Los niños daban tres brincos sucesivos y se deseaban:

"Alta la Luna, más alto sea yo".

Los curanderos esperaban la luna nueva para algunas de sus prácticas curativas.

Las mozas por su parte creían que si en la noche de luna nueva colocaban una piedrecilla debajo de su almohada, verían en sueños a su futuro marido.

El período de la Vela Nueva se consideraba muy propicio para noviazgos y esponsales.

La Luna con frecuencia es signo de misterio y conjura. Con la enunciación "Salió la Luna" comienza, por ejemplo, una hermosa canción tradicional que narra cómo el enamorado incita a su amada a que se fuguen y vayan juntos al mercado para que él le compre los tradicionales tres trajes (uno para todos los días y dos para Semana Santa), con lo cual no quedarían barreras y ambos podrían anunciar públicamente su próximo casamiento.

Hay un cuento tradicional que narra el encuentro de dos enamorados tras una larga separación.

Tan largo conversaron los dos que la Luna joven fue llenándose, y la ramita de cornejo en las manos del enamorado floreció, echó hojitas verdes y dio frutos.

En otra canción la cita amorosa comienza al ponerse el Sol. Luego sale la Luna… se pone… Vuelve a salir, pero los dos enamorados siguen y siguen conversando, totalmente embelesados.

Otra canción popular habla del encuentro de una moza con un grupo de mozos en el bosque. Todos ellos deciden hermanarse con ella, esto es tratarla como a una hermana, menos el mayor, quien ruega al Sol:
Apresúrate a ponerte, Sol, y que salga la Luna, para que pueda echar mi cabeza a descansar en el regazo de esta bella muchacha.

Es aún más clara la plegaria del mozo en otra canción.

El ruega a la rubia Dragana, cuya faz se confunde con la Luna, que corra a la llanura para recoger dos ramos de flores y haga con ellos una magia, que consiste en mojar los ramos de vino y rociar con ellos al Sol y a la Luna, para que ambos se apaguen, el tiempo deje de correr y los dos enamorados puedan permanecer unidos sin fin.

Fuente
http://bnr.bg/sites/es
Imagen
artelista.com

miércoles, 23 de marzo de 2011

EL CRISTO DE LA VEGA

Cristo de la Vega (Antigua Basílica de Santa Leocadia) a principios de siglo.
Foto hacia 1925 por Thomas


Había en Toledo dos amantes: Diego Martínez e Inés de Vargas. Habían mantenido relaciones prematrimoniales y ella, ante el conocimiento que de tal hecho tenía su padre, exige a su joven enamorado que reponga su honor contrayendo matrimonio. Él le contesta que debe partir para Flandes, pero que a su vuelta, dentro de un mes, la llevará a los altares.

Inés, no muy segura de las intenciones del mozo, le pide que se lo jure. Diego se resiste hasta que ella consigue llevarlo ante la imagen del Cristo de la Vega y que en voz alta y tocando sus pies jure que al volver de la guerra la desposará. “Pasó un día y otro día, un mes y otro mes y un año pasado había, mas de Flandes no volvía Diego, que a Flandes partió".

Mientras, Inés se marchitaba de tanto llorar, ahogándose en su desesperanza y desconsuelo, desesperando sin acabar de esperar, aguardando en vano la vuelta del galán. Todos los días rezaba ante el Cristo, testigo de su juramento, pidiendo la vuelta de Diego, pues en nadie más encontraba apoyo y consuelo.

Dos años pasaron y las guerras en Flandes acabaron; pero Diego no volvía. Sin embargo, Inés nunca desesperó, siempre aguardaba con fe y paciencia la vuelta de su amado para que le devolviera la honra que con él se había llevado. Todos los días acudía al Miradero en espera de ver aparecer al que a Flandes partió. Uno de esos días, después de haber pasado tres años, vio a lo lejos un tropel de hombres que se acercaba a las murallas de la ciudad y se encaminaba hacia la puerta del Cambrón. El corazón le palpitaba con fuerza a causa de la zozobra que la embargaba mientras se iba acercando a la puerta.

Al tiempo que a ella llegó, la atravesaba el grupo de jinetes. Un vuelco le dio el corazón cuando reconoció a Diego, pues él era el caballero que, acompañado de siete lanceros y diez peones, encabezaba el grupo. Dio un grito, en el que se mezclaba el dolor y la alegría, llamándole; pero el joven la rechazó aparentando no conocerla y, mientras ella caía desmayada, él, con palabras y gesto despectivos, dio espuelas a su caballo y se perdió por las estrechas y oscuras callejuelas de Toledo.

¿Qué había hecho cambiar a Diego Martínez? Posiblemente fuera su encumbramiento, pues de simple soldado, fue ascendido a capitán y a su vuelta el rey le nombró caballero y lo tomó a su servicio. El orgullo le había transformado y le había hecho olvidar su juramento de amor, negando en todas partes que él prometiera casamiento a esa mujer. "¡Tanto mudan a los hombres fortuna, poder y tiempo!».

Inés no cesaba de acudir ante Diego, unas veces con ruegos, otras con amenazas y muchas más con llanto; pero el corazón del joven capitán de lanceros era una dura piedra y continuamente la rechazaba. En su desesperación, sólo vio un camino para salir de la situación en que se encontraba, aunque podía ser un peligro, pues era dar a luz pública su conflicto y deshonor; pero en realidad las murmuraciones en la ciudad no cesaban y todo el mundo hablaba de su caso.

Tomada la decisión acudió al Gobernador de Toledo, que a la sazón lo era don Pedro Ruiz de Alarcón, y le pidió justicia. Después de escuchar sus quejas, el viejo dignatario le pidió algún testigo que corroborase su afirmación, mas ella ninguno tenía.

Don Pedro hizo acudir ante su tribunal a Diego Martínez y al preguntarle, éste negó haber jurado casamiento a Inés. Ella porfiaba y él negaba. No había testigos y nada podía hacer el gobernador. Era la palabra de uno contra la del otro.

En el momento en que Diego iba a marcharse con gesto altanero, satisfecho después de que don Pedro le diera permiso para ello, Inés pidió que lo detuvieran, pues recordaba tener un testigo. Cuando la joven dijo quién era ese testigo, todos quedaron paralizados por el asombro. El silencio se hizo profundo en el tribunal y, tras un momento de vacilación y de una breve consulta de don Pedro con los jueces que le acompañaban en la administración de justicia, decidió acudir al Cristo de la Vega a pedirle declaración.

Al caer el sol se acercaron todos a la vega donde se halla la ermita. Un confuso tropel de gente acompañaba al cortejo, pues la noticia del suceso se había extendido como la pólvora por la ciudad. Delante iban don Pedro Ruiz de Alarcón, don Iván de Vargas, su hija Inés, los escribanos, los corchetes, los guardias, monjes, hidalgos y el pueblo llano.

“Otra turba de curiosos en la vega aguarda", entre los que se encontraba Diego Martínez “en apostura bizarra". Entraron todos en el claustro, "encendieron ante el Cristo cuatro cirios y una lámpara" y se postraron de hinojos a rezar en voz baja.

A continuación un notario se adelantó hacia la imagen y teniendo a los dos jóvenes a ambos lados, en voz alta, después de leer "la acusación entablada” demandó a Jesucristo como testigo:

"¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés Diego Martínez por su mujer desposarla?" Tras unos instantes de expectación y silencio, el Cristo bajó su mano derecha, desclavándola del madero y poniéndola sobre los autos, abrió los labios y exclamó:

-Sí, juro». Ante este hecho prodigioso ambos jóvenes renunciaron a las vanidades de este mundo y entraron en sendos conventos.

José Zorrilla

Fuente:
http://sapiens.ya.com

Imagen
flickr.com

domingo, 13 de febrero de 2011

TEMPLO DE JANO QUIRINO

Vigilante del equilibrio del universo

El templo de Jano Quirino estaba situado en el siglo I d.C. cercano a la Curia, en la calle Argiletum, en una zona importante que unía el Foro y las áreas residenciales en el noreste.

Era un templo pequeño, realizado en madera, características que sugieren que el culto era de origen antiguo.

Varios hechos lo confirman: Las listas más antiguas de los dioses por lo general comenzaban con su nombre; él era también llamado "DIVOM DEUS", una forma muy antigua en latín que significaba "el dios de los dioses"; y su imagen se puede encontrar en las monedas romanas más antiguas.

Jano también recibe el nombre de "Principium Deorum" el dios del principio, teniendo este término un significado sagrado.

"PRINCIPIUM" se escribía en griego como ARKHÉ. Es por ello que Jano es el dueño del ARKHÉ.

El edificio era de forma perfectamente cúbica y de dimensión de 20 codos (8,88 m.) en altura y en cada uno de los lados de su planta cuadrada.

El recinto central del templo estaba remarcado por las doce columnas que equivalían a los doce signos zodiacales, en el mosaico central y delante de la figura del dios se presentaba la rueda cósmica.

El pavimento tenia mosaicos alegóricos al cielo, el mar y la tierra y en lugares específicos el símbolo del nudo de Salomón.

La figura del dios situada sobre un pedestal en el eje central del edificio miraba simultáneamente a oriente y occidente. Su posición permitía que en el momento que las puertas del templo estuvieran abiertas el dios podía influir de manera directa en la actividad de los hombres.

Por ello en tiempo de guerra, la máxima expresión de caos, el templo permanecía con sus puertas abiertas como plegaria para la intermediación del dios para la consecución del nuevo equilibrio de la paz.

Su estatua ostentaba en la mano derecha el numero 300 y en la izquierda el 55 como alusión exacta a la totalidad de la duración del año romano antiguo, o sea el "anillo" del tiempo.



Templo de Janus

JANO QUIRINO

El Dios Jano Quirino y Rómulo que se divinizó en él son los fundadores mitológicos de la ciudad de Roma.

Existía una raíz común para los términos quirites, curia y quirinus; la raíz co-virio que significa colectividad, conjunto de individuos o personas y por extensión ciudad. Fue Rómulo el creador de las curias como estamento principal de la organización social de los romanos, función que cumple el dios Jano Quirino como protector de los habitantes de las ciudades.

Quirites era el nombre que se les daba a los ciudadanos romanos en su calidad de no soldados en tiempos de paz. Al nombre quirites, pues, se le contrapone el nombre milites (ejército, soldados).

Su templo se encontraba emplazado dentro de la ciudad en una zona muy próxima a la Curia.

Jano Quirino es un dios paralelo a Marte y contrapuesto a él. Jano Quirino, al venir de quirites, es el dios tranquilo opuesto al dios de la guerra, en algunos textos se le considera como un dios simétrico a Marte, incluso se le menciona como "Marte pacífico", por eso está su templo dentro de la ciudad, a diferencia del templo de Marte que se encuentra extramuros.

Dice Vitruvio: "A Marte dándole su templo fuera de la ciudad no habrá guerras y discordias civiles".

Quirino vela por los ciudadanos. Era honrado en la antigua colina del Quirinal, la mas alta de las siete de la ciudad de Roma, mediante unas fiestas llamadas Quirina.

RES GESTAE DIVI AUGUSTI

Octavio Augusto escribió: "El templo de Jano Quirino, que nuestros ancestros deseaban permaneciese clausurado cuando en todos los dominios del pueblo romano se hubiera establecido victoriosamente la paz, tanto en tierra cuanto en mar, no había sido cerrado sino en dos ocasiones desde la fundación de la Ciudad hasta mi nacimiento; durante mi Principado, el Senado determinó, en tres ocasiones, que debía cerrarse."

JANO, EL AÑO Y LOS SOLSTICIOS



El templo del Argiletum no era el único lugar donde los Romanos adoraron a Jano. Del otro lado del Tiber, un altar fue dedicado a este dios en la colina de Ianus (Ianiculum).

Un segundo altar fue erigido sobre la colina Oppius, que desempeñaba un papel principal en las ceremonias de iniciación cuando los niños se hacían hombres.

El cónsul Marcus Duillius construyó un templo sobre el Mercado de la Verdura (el Foro Holitorium), después de su victoria naval de Mylae (260 a.C.). Fue reconstruido más tarde por el emperador Tiberius. En este templo, doce altares fueron erigidos y dedicados a los doce meses.

También existió el Arco de Ianus Quadrifons, en el Velabrum.

© Carlos Sánchez-Montaña

Fuente
http://eltablerodepiedra.blogspot.com/2008/03/templo-de-jano-quirino-en-roma.html


jueves, 3 de febrero de 2011

BATALLA DE CASEROS

Batalla de Caseros – 3 de Febrero de 1852

El 21 de noviembre de 1851 se firmó en Montevideo el tratado de alianza entre el imperio del Brasil, Entre Ríos (con Corrientes como agregada) y el Estado Oriental, para llevar la guerra contra la Confederación, bajo la máscara de una cruzada contra el “dictador argentino”.

Conviene recordar las cláusulas de este tratado, cuya mención suele omitirse por explicables escrúpulos.

Después de fundar su acuerdo en declaraciones y los preparativos bélicos del gobernador de Buenos Aires, los firmantes declaraban solemnemente no llevar la guerra a la Confederación sino a su gobierno y convenían luego la forma de la colaboración. La iniciativa de la guerra se atribuía a los estados de Entre Ríos y Corrientes, reservándose el Brasil y la Banda Oriental el papel de “meros auxiliares”. Además del aporte militar, ya mencionado, el Brasil se comprometía a financiar la campaña, mediante la entrega de cien mil patacones mensuales, al seis por ciento de interés, durante el término de cuatro meses, más todo el material de guerra que le fuese solicitado y que se consideraría como empréstito adicional. Urquiza debía hacer reconocer esa deuda, en efectivo y armamentos, por el gobierno futuro de la Confederación; mientras tanto, ella quedaba a cargo de Entre Ríos y Corrientes, las cuales daban “desde ya” en hipoteca, como garantía de su pago, todas sus rentas y territorios de propiedad fiscal. Por el artículo VIII se establecía que el Ejército Imperial permanecería (sin fijar término) ocupando la Banda Oriental, para responder a cualquier requisición de Urquiza; pero se agregaba expresamente que podría trasladarse al teatro de la guerra por su propia decisión, aunque dicha requisición no se produjese: es decir, que se le dejaba la puerta abierta. Por el artículo IV se ratificaba el compromiso de conceder la libre navegación de los ríos y por el XX volvía a reconocerse la independencia del Paraguay. Se trataba, como se ve, de un convenio leonino, con todas la ventajas para el empresario.

A cambio de la ayuda extranjera para su empresa interna, Urquiza renunciaba a derechos inherentes a nuestra soberanía y precipitaba la desintegración de la patria. Brasil ganaba el territorio paraguayo librado a su influjo, la ocupación sine die del Uruguay, el libre acceso por nuestra vías fluviales a su provincia del Mato Grosso y un derecho real de hipoteca como acreedor privilegiado sobre todos los recursos de dos provincias argentinas.

Mucho más, por cierto, y con un riesgo mínimo, de lo que hubiese podido esperar de una guerra victoriosa.

Ese tratado debía permanecer, por supuesto, secreto (art. XXI), para evitar la oleada de indignación que habría provocado su publicación anticipada, poniendo en peligro el éxito de los confabulados.

Inicio de las operaciones

Urquiza inició enseguida sus operaciones. Después de concentrar sus fuerzas en Gualeguaychú, se movió hacia el Paraná y lo cruzó, sin encontrar la resistencia que esperaba por el lado de Santa Fé. El gobernador de esta provincia, general Echagüe, en efecto, al no recibir los refuerzos que había solicitado, resolvió batirse en retirada para unirse al grueso del ejército de Rosas. Casi sin obstáculos, Urquiza pudo proseguir su marcha sobre Buenos Aires y llegar al Arroyo del Medio a mediados de enero. En San Lorenzo le había desertado en masa, matando a su jefe, la división de Aquino, fuerte de 600 hombres, para pasarse al ejército de Rosas.

Salvo una escaramuza, en los campos de Alvarez, con un destacamento de las fuerzas del coronel Lagos, jefe del departamento del norte, el ejército aliado pudo conseguir sin inconvenientes su camino sobre la capital. Se había impuesto, en los consejos de guerra de Rosas, la táctica de concentrar todas las fuerzas en el campamento de Santos Lugares para resolver la contienda con una batalla decisiva.

Con todo ello, no se había presentado en el campamento de Urquiza ni un solo hombre de Buenos Aires, mientras que de aquél desertaban continuamente muchos para incorporarse al del Restaurador. Las “Memorias” del general César Díaz –jefe de la división oriental del ejército aliado- nos dan un preciso testimonio del estado de poblaciones. Parece que el mismo Urquiza se impresionó por la frialdad con que lo recibieron en Pergamino y en Luján y manifestó dudas sobre la legitimidad y la oportunidad de la empresa en que se había lanzado, aunque tratando de cohonestarla con el pretexto de la “organización nacional”. La popularidad de Rosas –afirma el autor- “era tan grande o tal vez mayor de lo que había sido diez años antes”. Todavía en la víspera de la batalla –el 1º de febrero- 400 hombres más abandonaron el ejército aliado para plegarse al de Santos Lugares.

Hay un problema de Caseros que sigue sin solución y es el referente a las relaciones de Rosas con el general Pacheco, que por su prestigio militar y su cargo en el comando de Santos Lugares, era el jefe indicado para organizar la batalla decisiva. No obstante ello, renunció en las vísperas, fundándose en el hecho de haber asumido Rosas personalmente la dirección de la campaña.

¿Desconfió Rosas de Pacheco? ¿Hubo motivos para tal desconfianza? Parece seguro que aquél desaprobó una maniobra de su subordinado, al abandonar la defensa de Puente Márquez, en lugar de hacerse fuerte allí; y es posible que, en las circunstancias en que se encontraba, haya atribuido esa retirada a un súbito enfriamiento de la fe o a un debilitamiento de la voluntad. Se explica así su decisión de asumir personalmente el comando. Como también se explica la reacción de Pacheco, que fue natural en un hombre de honor al sentirse sospechado: tanto más valiosa cuanto que arrostraba con ella el disgusto del Restaurador, en momentos decisivos fue, con todo, una más en el cúmulo de circunstancias desgraciadas que decidieran la caída de Rosas y el fin de la Confederación. ¿Habría sido otro el resultado de la batalla, de haber comandado Pacheco las fuerzas argentinas? Sólo Dios lo sabe.

A fines de enero, las tropas aliadas se encontraban ya a la vista de Buenos Aires, defendida por su ejército veterano. Rosas convocó a un junta de guerra en la noche del 2 de febrero, a la que concurrieron el general Pinedo y los coroneles Chilavert, Díaz, Lagos, Costa, Sosa, Bustos, Hernández, Cortina y Maza. Se decidió dar la batalla al día siguiente. El ejército de Urquiza estaba constituido por los contingentes del litoral, al que se había sumado la flaca pero activa legión de los emigrados; por la división oriental, en la que pululaban los extranjeros, y por la brasileña, animada del odio atávico y ansiosa de lavar la humillación de Ituzaingó. En la función de boletinero del ejército y vestido con un raro uniforme de coronel francés, venía el ya celebre polemista don Domingo Faustino Sarmiento. En la artillería, un joven coronel que hacía versos malos y se llamaba Bartolomé Mitre. Ambos futuros presidentes de la República habían allegado a Gualeguaychú en un barco de guerra brasileño y habían sido presentados y recomendados por el comandante brasileño al general Urquiza. Las fuerzas aliadas alcanzaban a 24.000 hombres.

El ejército de la Confederación, animado por la voluntad de defender una vez más el honor y la integridad de la patria contra la agresión extranjera y sus cómplices, alcanzaba a 22.000 hombres -12.000 de caballería y el resto infantería— pero muchos eran bisoños, sin ninguna experiencia de guerra. Sus 60 cañones viejos casi no tenían munición.

El choque se produjo el 3 de febrero en las inmediaciones del Palomar de Caseros. La batalla comenzó a las nueve de la mañana y terminó al comenzar la tarde. Rosas, herido en una mano de un balazo, se alejó acompañado de un auxiliar. Bajó un ombú situado en Hueco de los Sauces (actual Plaza Garay) redactó su renuncia que encomendó a su ayudante, quien inmediatamente la hizo llegar a la Junta de Representantes. Luego, cubierto por un poncho, durmió —llevaba tres noches en vela— una hora. A las cuatro de la tarde llega a la embajada inglesa; esa misma noche, con el auxilio de Manuelita, el embajador inglés Gore lo convence de la necesidad de refugiarse en el buque de guerra Centaur, anclado en la rada. Rosas lo hace finalmente y junto con algunos miembros de su gobierno navega, días después, hacia el exilio en la nación que él mismo, años atrás, obligara a agachar su altivez imperial ante la denodada defensa de la soberanía argentina.

El 20 de febrero las tropas vencedoras de Urquiza, Caxias y Márquez de Souza entraron en Buenos Aires y desfilaron por sus calles.

Llevaría mucho espacio analizar el trasfondo y las circunstancias en que se desarrolla la traición de Urquiza, no a Rosas sino a la Patria. Pero si tratásemos de adoptar una actitud pragmática, podríamos echar un vistazo a las consecuencias de Caseros y determinar así las “bondades” de la actitud del general en jefe pasado al enemigo que debía enfrentar.

Consecuencias de la Batalla de Caseros

1) Pérdida definitiva de la Misiones Orientales (territorio de igual superficie que la provincia de Entre Ríos), que correspondía por derecho a la Argentina y se cedió con motivo de los pactos firmados por Urquiza al entrar en alianza con los brasileños.

2) Ridícula renuncia a la soberanía sobre nuestros ríos interiores, regalando vilmente lo que se había conseguido luego de tantos años de bloqueo y sangre argentina derramada. Esto se realiza a través de la sanción de la Constitución Nacional y bajo el influjo del pensamiento alberdiano de que había que abrir nuestros ríos a la “civilización” (conceptos inexistentes en todo otro lugar de la tierra).

3) Derogación de la Ley de Aduanas (primer acto de gobierno de la administración que sucede a Rosas). Esto significó la ruina de la naciente industria nacional y la entrega de nuestro mercado interno al poder económico predominantemente inglés. A partir de allí recorreremos un acelerado camino hacia un sombrío destino de colonia económica británica.

4) Endeudamiento externo a favor del Brasil, ya que después de Caseros se reconoce como deuda de la Confederación (es lo que Urquiza había firmado con el Imperio) los fondos facilitados para financiar la campaña contra Rosas.

5) Abandono de la firme política exterior llevada adelante por Don Juan Manuel, conocida como “Sistema Americano”, es decir la unidad de las naciones americanas para enfrentar la prepotencia de los países europeos, puesta en practica en forma triunfante durante los bloqueos sufridos por la Confederación.

6) Transformación de la antes altiva Confederación en un mero apéndice de la diplomacia anglo brasileña, provocando primero el abandono a su suerte de la hermana república del Uruguay que caerá bajo la total dependencia político económica del Imperio esclavista. Trama completada casi una década después con la completa destrucción del Paraguay, último freno a la voracidad territorial del Brasil. Destrucción a la cual no solo no nos opusimos, como debimos oponernos por lasos de histórica hermandad en la lucha contra el enemigo histórico, sino que participamos del crimen al ser parte de la alianza que arrasó la tierra guaraní. Nunca mejor puesto el nombre de “Guerra de la Triple Infamia”.

7) Pasar de ser un país antiesclavista (Don Juan Manuel tenía gran ascendiente sobre las comunidades de africanos residentes en Buenos Aires) a ser gendarme del Imperio, al firmarse tratados por los cuales se comprometía a la Confederación a deportar a todo esclavo que se escapara hacia suelo argentino en busca de la libertad que la mismísima Constitución Nacional establecía al abolir para siempre la esclavitud.

¿Puede alguien honesta y seriamente alegar que el resultado de Caseros benefició a la Nación Argentina?

Cada uno tendrá su respuesta, LA VERDAD SIEMPRE ES ÚNICA.


Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Palacio, Ernesto – Historia de la Argentina 1515/1938

Nuestra Historia Argentina – Tomo 3. Pág. 96 – Editorial Oriente S.A. – Buenos Aires (1981)

Reggi, Ing. Luciano – 3 de Febrero, Derrota Nacional de Caseros y el Cnel. Martiniano Chilavert.



Fuente
www.revisionistas.com.ar


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www.revisionistas.com.ar

miércoles, 26 de enero de 2011

EL TOPAMIENTO

Carnaval en Belén
Belén la fiesta de los carnavales con el tradicional topamiento de comparsas, la participación de copleros locales, el bautismo de la guagua, que representa al carnaval y otros ritos ancestrales, propios de esta época, en especial en el interior de la provincia de Catamarca, Argentina.


Bruno Arias - Video Clip - Esperando El Carnaval
Jujuy- Argentina


El topamiento es un ritual propio del carnaval, tiene una connotación social - afectiva, conocida también con el nombre de "compadrazgo", porque la función del topamiento no es más que un pacto imborrable hecho por los compadres (cumpa) o comadres (cumas) que los une de por vida a través de un lazo de afecto indestructible.

En verdad el compadrazgo es para apadrinar las guaguas o bebes que nacen entre dos fechas de carnaval o entre dos carnavales consecutivos, en otros ocasiones se suele realizar con el solo objeto de estrechar vínculos de amistad, y esta relación que como hemos mencionado dura toda la vida, donde los protagonistas se nombran no por su nombre de pila sino de "compadre o comadre".

Las guaguas están representadas por muñecos hechos con masa o quesillo.

Esta ceremonia de los compadres se celebra el Jueves víspera del carnaval y el de las comadres el Jueves anterior al de los compadres.

Los preparativos comienzan desde el momento en que entre dos personas concretan el compadrazgo. Se prepara la vestimenta dominguera, confeccionan las guaguas y las coronas de masas o de quesillos, masitas, rosquetes, biscochos, etc. que serán convidados entre las comadres en el instante de la ceremonia, bajo dos arcos, hechos de caña hueca, ubicados frente al local donde se iba a celebrar la ceremonia, de una altura tal, que pudiera transitar por debajo una persona montada a caballo.

"...estos arcos eran adornados con flores y ramos de albahaca, tras de quesillos atados en las cañas, rosquetes y collares de pasa de higo..."

Esta representación simbólica configura el árbol en la fiesta del Chiqui suspendido en las ramas las cabezas de los animales o de personas como cabezas trofeos.

El día señalado cada uno de los futuros compadres o comadres acuden al lugar de la cita seguido de su sequito de parientes y amigos, ataviado con sus mejores prendas, con banderines de colores chillones.

Llegado el día convenido se adelantan las futuras comadres o compadres cada uno con su corona, colocándoselas mutuamente en la cabeza. En ese momento los coronados eran rodeados por los circundantes, que trataban de arrebatar un pedazo de corona o de guagua, era una algarabía descomunal.

Desde aquel momento los coronados eran compadres y debían respetarse como tales.


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Alineación al centro

jueves, 6 de enero de 2011

UNA LECCION PARA UN REY




Érase una vez, cuando Brahmadatta reinaba en Benarés, el Buda se reencarnó como su hijo y heredero del trono.

Cuando llegó el día de decidir su nombre, le llamaron príncipe Brama-datta.

Y creció poco a poco como todos los niños; y cuando tenía dieciséis años, fue a Takkasila, y llegó a ser un experto en todas las artes.

Después de que su padre muriera, él ascendió al trono, e introdujo nuevas normas llenas de rectitud y de eficiencia. Realizó juicios justos, donde no había odio, ni ignorancia, ni miedo. Desde que él reinaba con justicia, los ministros también administraban la ley con justicia.

Los juicios se decidían con justicia y no había testimonios falsos. Así pues los litigios y los tumultos de la población cesaron en los juzgados del reino. Aunque los jueces estaban sentados y esperando todo el día en el juzgado, terminaban el día sin haber recibido a nadie solicitando justicia.

Y al final, se acabó por tener que ¡cerrar el salón del juzgado!

El futuro Buda pensó, "No puede ser que habiendo tanta rectitud y tantas normas en mi reino no haya juicios ni sentencias; el jaleo y el bullicio ha cesado, y el salón del juzgado está a punto de cerrar. Debo, por tanto, hacer un análisis de mis propios defectos; y si encuentro que algo está equivocado en mí, dejaré todo y practicaré sólo las enseñanzas de la virtud."

Desde entonces, el buscó y solicitó que le dijeran sus fallos, pero alrededor de él no encontró a nadie que le diera una respuesta, sólo encontraba alabanzas.

Después pensó, "Es por miedo que estos hombres dicen sólo cosas buenas de mí, no cosas malas," y buscó a personas que vivían fuera del palacio.

Y no encontrando ahí nadie que le diera ninguna respuesta, buscó a personas que vivieran fuera de la ciudad, en los suburbios. Tampoco encontró a nadie en los suburbios, sólo escuchaba alabanzas, así que decidió buscar fuera de la ciudad, en el campo.

Así pues dejó a los ministros al mando de su reino, y organizó su carro llevando sólo consigo al conductor, y saliendo de la ciudad disfrazado. Penetrando en el campo, más allá de los límites de la vista, no encontró ninguna persona crítica que le dijera ningún fallo, y sólo escuchaba virtudes del rey; entonces se dio la vuelta desde las más lejanas fronteras y regresó por la carretera principal hasta la ciudad.

Durante ese mismo tiempo el rey de Kosala, que se llamaba Mallika, también había puesto normas llenas de rectitud y eficacia en su reino; y buscando algún fallo propio, no encontró a nadie en el palacio que le dijera alguno y sólo escuchaba virtudes. Por lo tanto buscando por lugares del campo a alguien que pudiera decirle algún fallo, se encontró en la misma carretera principal que el rey Brahmadatta, y justamente en el mismo punto. Los dos carros se iban a juntar, uno enfrente del otro, y cuando se acercaron se dieron cuenta que no cabían los dos juntos en la carretera.

Entonces el conductor del rey Mallita le dijo al conductor del rey de Benarés, "¡Saca tu carro fuera del camino!"

Pero el otro conductor le respondió, "No, saca el tuyo del camino, en este carro va el rey de Benarés, el gran rey Brahma-datta."

Y el otro le respondió, "En este carro, va el señor del reino de Kosala, el gran rey Mallita. ¡Saca el carro fuera ahora mismo, y haz sitio para nuestro rey!"

Entonces el conductor del rey de Benarés pensó, "Ellos dicen entonces que ellos llevan también un rey, ¿Qué debería hacer?"

Después de pensar un rato se dijo a si mismo, "se la manera, preguntaré cuantos años tiene, y sabiendo eso, el más joven será el que se apartará."

Y cuando llegó a esta conclusión, le preguntó al conductor cuantos años tenía el rey de Kosala.

Pero descubrieron que los dos reyes tenían los mismos años.

Entonces debatieron sobre la extensión de sus reinos, sobre su ejército, sobre su riqueza, su fama, su castillo y familia.

Y descubrieron que los dos señores tenían reinos de la misma extensión, así como su ejército, su riqueza, su fama, incluso su castillo y su familia eran similares.

Entonces pensaron, "Lo haremos de la manera más justa."

Y se preguntaron, "¿Cuál de los dos reyes tiene mayor rectitud?"

Entonces se buscó a ciertas personas del reino de Kosala, y proclamaron las virtudes, la bondad de su rey pronunciando estos versos:

Al fuerte él lo derrota con fuerza,
El bien conquista con bondad,

Y con bondad derrota al bondadoso
Así como al malvado con maldad

¡Así es la naturaleza de este rey!

¡Muévete del camino, conductor!


Pero el conductor del rey de Benarés le preguntó, "Bueno, ¿Nos habéis contado todas las virtudes de vuestro rey?

"Si" respondieron los otros.

"Si esas son sus virtudes, ¿Dónde están entonces sus fallos? Ya que más parecen fallos que virtudes" Les replicó.

Los otros dijeron, "Bueno, podrían ser errores si así lo queréis! Pero habría que ver las virtudes de tu rey."

Entonces el conductor del rey de Benares escuchando su corazón les respondió con estos versos:

"La ira él conquista con la calma,
y con bondad la maldad;
la mezquindad la conquista con regalos,
y a los mentirosos con verdad.
¡Así es la naturaleza de este rey!
¡Muévete del camino!,
dijo el conductor"

Y cuando él hubo dicho esto, tanto el rey Mallika como su conductor se apearon del carro.

Y cogieron a sus caballos y movieron su carro del camino, haciendo sitio al rey de Benarés.


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lunes, 13 de diciembre de 2010

LAS ZAPATILLAS ROJAS




Hace mucho, mucho tiempo, vivía una hermosa niña que se llamaba Karen. Su familia era muy pobre, así que no podía comprarle aquello que ella deseaba por encima de todas las cosas: unas zapatillas de baile de color rojo. Porque lo que más le gustaba a Karen era bailar, cosa que hacía continuamente. A menudo se imaginaba a sí misma como una estrella del baile, recibiendo felicitaciones y admiración de todo el mundo.

Al morir su madre, una atesorada señora acogió a la niña y la cuidó como si fuera hija suya. Cuando llegó el momento de su puesta de largo, la llamó a su presencia:

- Ve y cómprate calzado adecuado para la ocasión – Le dijo su benefactora alargándole el dinero.

Pero Karen, desobedeciendo, y aprovechando que la vieja dama no veía muy bien, encargó a la zapatera un par de zapatos rojos de baile.

El día de la celebración, todo el mundo miraba los zapatos rojos de Karen. Incluso alguien hizo notar a la anciana mujer que no estaba bien visto que una muchachita empleara ese tono en el calzado.

La mujer, enfadada con Karen por haber desobedecido, la reprendió allí mismo:

- Eso es coquetería y vanidad, Karen, y ninguna de esas cualidades te ayudará nunca.

Sin embargo, la niña aprovechaba cualquier ocasión para lucirlos.

La pobre señora murió al poco tiempo y se organizó el funeral. Como había sido una persona muy buena, llegó gente de todas partes para celebrar el funeral. Cuando Karen se vestía para acudir, vio los zapatos rojos con su charol brillando en la oscuridad. Sabía que no debía hacerlo, pero, sin pensárselo dos veces, cogió las zapatillas encantadas y metió dentro sus piececitos:

-¡Estaré mucho más elegante delante de todo el mundo!- se dijo.

Al entrar en la iglesia, un viejo horrible y barbudo se dirigió a ella:

-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile! ¿Quieres que te los limpie?- le dijo.

Karen pensó que así los zapatos brillarían más y no hizo caso de lo que la señora siempre le había recomendado sobre el recato en el vestir. El hombre miró fijamente las zapatillas, y con un susurro y un golpe en las suelas les ordenó:

-¡Ajustaos bien cuando bailéis!

Al salir de la iglesia, ¡Cuál sería la sorpresa de Karen al sentir un cosquilleo en los pies! Las zapatillas rojas se pusieron a bailar como poseídas por su propia música. Las gentes del pueblo, extrañadas, vieron como Karen se alejaba bailando por las plazas, los prados y los pastos. Por más que lo intentara, no había forma de soltarse los zapatos: estaban soldados a sus pies, ¡y ya no había manera de saber qué era pie y qué era zapato!

Pasaron los días y Karen seguía bailando y bailando. ¡Estaba tan cansada…! y nunca se había sentido tan sola y triste. Lloraba y lloraba mientras bailaba, pensando en lo tonta y vanidosa que había sido, en lo ingrata que era su actitud hacia la buena señora y la gente del pueblo que la había ayudado tanto.

- ¡No puedo más!- gimió desesperada -¡Tengo que quitarme estos zapatos aunque para ello sea necesario que me corten los pies!

Karen se dirigió bailando hacia un pueblo cercano donde vivía un verdugo muy famoso por su pericia con el hacha. Cuando llegó, sin dejar de bailar y con lágrimas en los ojos gritó desde la puerta:

-¡Sal! ¡Sal! No puedo entrar porque estoy bailando.

-¿Es que no sabes quién soy? ¡Yo corto cabezas!, y ahora siento cómo mi hacha se estremece.- dijo el verdugo.

-¡No me cortes la cabeza -dijo Karen-, porque entonces no podré arrepentirme de mi vanidad! Pero por favor, córtame los pies con los zapatos rojos para que pueda dejar de bailar. Pero cuando la puerta se abrió, la sorpresa de Karen fue mayúscula. El terrible verdugo no era otro que el mendigo limpiabotas que había encantado sus zapatillas rojas.

-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile!- exclamó -¡Seguro que se ajustan muy bien al bailar!- dijo guiñando un ojo a la pobre Karen -Déjame verlos más de cerca….

Pero nada más tocar el mendigo los zapatos con sus dedos esqueléticos, las zapatillas rojas se detuvieron y Karen dejó de bailar.

Aprendió la lección, las guardó en una urna de cristal y no pasó un solo día en el que no agradeciera que ya no tuviera que seguir bailando dentro de sus zapatillas rojas.

H. C. Andersen

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domingo, 12 de diciembre de 2010

LA VIRGEN DE GUADALUPE Y QUERÉTARO

Templo de La Congregación de Clérigos de Nuestra Señora de Guadalupe


El Cerrito de Don Diego.
El Culto Guadalupano en Querétaro.
El Templo de La Congregación de Clérigos de Nuestra Señora de Guadalupe.

Por José Félix Zavala
El Oficio de Historiar

El primer santuario erigido en honor de la Virgen de Guadalupe, fue la ermita levantada en el cerro del Tepeyac, el mismo año de las apariciones, en 1531.

La segunda, fue otra ermita, edificada por Francisco de Castro y Mampaso en 1625, en Tierra Blanca, a las afueras de la ciudad de San Luis Potosí.

La tercera fue la primitiva capilla levantada en el país fue en la ciudad de Querétaro en 1674, en un predio agreste y peñascoso, llamado “el Cerrito de Don Diego”, propiedad del cura de Xichú, Alonso de Ayora y Guzmán y donde se encuentra ahora el magnífico santuario.

A 127 años de aparecida la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, en Querétaro, no se veneraba a la Virgen Guadalupana.

Después del milagro concedido al Padre Lucas Guerrero en 1659, dio comienzo esta devoción, que para finales del siglo XIX había en la ciudad más de 30 mil imágenes de la Virgen de Guadalupe.

Efemérides:

El P. Lucas Guerrero Rodea en 1659, le consagró el tercio de los frutos de una pequeña siembra de trigo, le fueron 15 pesos

A petición de Juez eclesiástico y Vicario de Querétaro, Francisco de Lepe, sugiere que con ese dinero se adquiera se adquiera una copia del original de la Virgen de Guadalupe y traerla para su culto.

Se Acordó establecer una Congregación a instancias del Bachiller Lucas Guerrero y Diego Barrios Pimentel.

Se obtuvo la confirmación de las constituciones y licencia para esta Congregación de Clérigos de María Santísima de Guadalupe, por autos del 9 de febrero de 1669, por el Arzobispado de México.

Los primero 18 integrantes de esta Congregación firmaron ante el notario Diego de Arias Uzeda y eligieron como primer prefecto al P. Diego de Barrientos y fue confirmado por el Provisto de México el día 18 del mismo mes de 1669.

Juan Caballero de Medina, otorga tres mil pesos a esta Congregación para sostener una capellanía y pagar la función anual a la Virgen.

El Cura del Mineral de Xichú Juan de Ayora les vende en 250 pesos el terreno llamado la “Loma de Don Diego”, donde se construye la capilla y posteriormente se construirá el templo y anexos.

Autorizado de Roma el Arzobispo de México Fray Payo de Rivera Enriquez y por Cédula real de 19 de octubre de 1671, firmada por la reina Mariana de Austria, puede levantarse el templo.

Para levantar la primera capilla se recibió de Juan Caballero Medina, la cantidad de 500 pesos y otro tanto de su hijo Juan Caballero y Osio.

En 1674 queda instalada la primera capilla y bendecida el 3 de mayo de ese año.

Enseguida se procedió a abrir los cimientos del nuevo templo, bajo la dirección del arquitecto José de Rayas Delgado y a instancias de los sacerdotes Cárdenas y Guerrero.

El primero de junio de 1675 se colocó solemnemente la primera piedra del nuevo y futuro Templo y el hermano de Juan Caballero y Osio, Nicolás, levantó con su dinero, los muros para sentar las bases del edificio.

Juan Caballero y Osio determina ser sacerdote y pagar la construcción del actual Santuario a La Virgen de Guadalupe, que conocemos familiarmente como La Congregación.

En Abril de 1680 estuvo terminado y fue dedicado el 12 de mayo de ese año, por el ya sacerdote Juan Caballero y Osio.

Las reglas de La Congregación de Clérigos de Nuestra Señora de Guadalupe fueron reformadas en 1679, después en 1691 y en 1721.

En 1691 los Congregantes se hicieron cargo del Hospital Real, mientras que duró el juicio a los Hermanos Hipólitos, a quienes se los devolvieron al ser absueltos de las acusaciones.

El 7 de diciembre de 1737 se juró patrona de Querétaro a la Virgen de Guadalupe por el Alférez Real José de Urtiaga y recibió el juramento el Vicario y Juez eclesiástico de Querétaro Juan de Izaguirre.

En 1736 se hizo de nuevo el cimborrio de la cúpula por el indio José Guadalupe.

En 1742 se renovó el altar mayor.

En 1747 se fundó La Cofradía de Seglares Congregantes

En 1753 se estrenó el órgano del templo, realizado por Mariano de Las Casas.

Un hermoso frontis barroco del esplendor del siglo XVIII.

En 1754 se recibió la confirmación del juramento como patrona de Querétaro, por el Papa Benedicto XlV.

En 1758 el Ayuntamiento de la ciudad empezó con una cooperación anual de cincuenta pesos para las fiestas de la Virgen.

De 1759 a 1761 fue sede de la Parroquia de Santiago, ya secularizada.

En 1780 se celebra solemnemente el primer centenario de este templo.

En 1864, con motivo de la erección de la diócesis de Querétaro, volvió a ser temporalmente sede de la parroquia de Santiago, hasta que la Catedral fue trasladada del templo de La Compañía de Jesús a San Francisco.

En 1804 fue renovado nuevamente el Altar mayor.

En 1852 y después en 1888 fue renovado el decorado y piso del templo.

Debido a las leyes de reforma fue disuelta la Congregación de Clérigos y restaurada, junto con las malas condiciones del templo, por el obispo de Querétaro en 1884, Don Rafael S. Camacho.

Entre los piadosos sacerdotes que florecieron en la ciudad de Querétaro, a mitad del siglo XVII, contamos con el Padre Lucas Guerrero Rodea, nacido en esta ciudad en 1624 y quien fuera el promotor de la devoción a la Virgen de Guadalupe y el creador de La Congregación de sacerdotes Seculares, dedicados a obras pías y a la difusión de este culto.

El milagro lo narran así: Cuentan que el Padre Lucas Guerrero Gordea sembró trigo en un terreno muy agreste, donde era casi imposible obtener alguna cosecha y este sacerdote, con fe le encomendó a la virgen de Guadalupe, que sí le concedía el milagro de levantar cosecha, le entregaría, fuera de diezmos e impuestos, un cuarto de las ganancias y al serle concedido el milagro, la cantidad alcanzada para la Virgen, fue de 15 pesos.

A propuesta del cura de Querétaro, Francisco de Lepe, le sugirió adquiriera una imagen de la Virgen de Guadalupe, que el P. Lucas Guerrero compró en la ciudad de México y la colocó para su veneración en la capilla del hospital de los Hermanos Hipólitos, que hoy conocemos como el templo de San José de Gracia.

Los primeros en adherirse a esta veneración Guadalupana fueron 16 sacerdotes del clero secular y un numeroso grupo de indios, residentes de la ciudad de Querétaro, de quienes salió la idea de crearle una ermita expresa para su culto.

La primera capilla erigida canónicamente a Nuestra Sra. de Guadalupe en Querétaro, fue en el predio llamado “Cerro de don Diego”, se dio a instancias del Padre Lucas y a la recomendación del Provisor Cárdenas y Salazar ante el Arzobispo de México, Fray Payo de Rivera Enriques, quien a su vez solicitó el permiso a la reina gobernadora de España, Doña Mariana de Austria.

La soberana expidió la cédula real, para ser posible la edificación de la capilla, con fecha de 10 de octubre de 1671 y se colocó la primera piedra, en febrero de 1674 y bendecida dicha ermita, el 3 de mayo del mismo año.

Al año siguiente a instancias del P. Lucas Guerrero, se dio comienzo a la construcción de la iglesia actual, con el brillante proyecto del arquitecto José de Bayas Delgado y el apoyo económico de Juan Caballero de Medina y su hijo el P. Juan Caballero y Osio, colocándose la primera piedra, el primero de junio de 1675, siendo brillantemente terminada en 1680.

Las imágenes que este templo ha tenido de la Virgen de Guadalupe han sido tres, la primera fue la traída por el P. Lucas Guerrero en su viaje primero, a la ciudad de México, la segunda fue la que pintara Baltazar de Echave, colocada en la inauguración del templo de la Congregación erigido a expensas de Juan Caballero y Osio y la tercera y actual es la del famoso pintor, Miguel Cabrera.

La Virgen de Guadalupe, pintada por Miguel Cabrera y que se venera actualmente en el templo de la Congregación, fue primero propiedad del Arzobispo de México, Manuel Rubio y Linas, quien a su muerte, la obtuvo el queretano, Bernardo Pardo, teniéndola en su poder hasta 1778, en que a instancias del P. Antonio Lamas, Prefecto de los Congregantes, la intercambió por la pintura de Baltazar de Echave, que en ese entonces presidía el retablo principal del templo.

“El viento de la muerte”, una gran epidemia, aparecida en el pueblo de Tacuba, por el año de 1736 y que asoló al territorio nacional, fue el motivo para que juntos los cabildos civil y eclesiástico de la ciudad de México, propusieran a todos los cabildos del país, fuera declarada patrona de la Nueva España, la Virgen de Guadalupe.

El 4 de diciembre de 1748, y reunidas todas las formalidades, en el palacio arzobispal de la ciudad de México, fue jurada por todos los Ayuntamientos de la Nueva España y ante la presencia del Arzobispo Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta y ordenado como día festivo, el 12 de diciembre de cada año.

Fue confirmado este patronazgo nacional Guadalupano, por el Papa Benedicto XlV, por Bula del 25 de mayo de 1754.

De esta devoción Guadalupana nacieron tres organizaciones dedicadas a promover su culto y a la caridad cristiana, la primera y principal la formaron sacerdotes del clero secular y se llamó “ilustre y Venerable Congregación de Clérigos de Nuestra Señora de Guadalupe”, Aprobada por el Papa Inocencio Xll, por Bula, llamada “Pietatis et charitatis opera…”

Otra organización fue de españoles, llamada “Cofradía del Señor San José” y la otra de indios, que se nombró “Hermandad de pobres de Nuestra Señora de Guadalupe”, aprobada por el Papa Benedicto XIV, en el año de 1747.

El Templo de la Congregación ha recibido diferentes reformas después de que fuera terminado e inaugurado en 1680.

En 1736 el indio alarife José de Guadalupe sustituyó la antigua cúpula, por otra nueva, logrando un tambor circular pasando de cuatro ventanas a ocho ventanales y dándole más altura a dicha cúpula.

Pero para principios del siglo XIX, allá por 1804 se sustituyó el retablo mayor, por un neoclásico, tal como esta ahora y durante los siguientes años se destruyeron los demás retablos barrocos, sustituyéndose por los actuales.

En 1886 el obispo Rafael S. Camacho, pinto la bóveda de la cúpula con los colores nacionales, agrandó las ventanas del cuerpo de la nave, sustituyó el piso por madera de mezquite y construyó la escalinata de acceso al templo.

En 1888 la antigua antesacristía fue convertida en la Capilla de La Purísima Concepción, comunicándola al templo con un arco de entrada.

El 30 de noviembre de 1888 el Obispo Rafael S. Camacho, a las 3 de la mañana realizó en presencia, solamente del presbiterio, como lo ordenaba el derecho canónico, la consagración ritual del altar y del templo, siendo el primer santuario guadalupano en el país, de ser consagrado ritualmente.

En 1891 se enrejó el atrio y se construyó de cantera la parte que va de la escalinata al enrejado. En 1921 se construyó con granito artificial el comulgatorio.

La primera peregrinación a pie al Tepeyac la realiza Fray Francisco Frutos, quién al ser curado de grave enfermedad por intercesión de la Virgen de Guadalupe, en acto de acción de gracias camina del Santuario de La Congregación a La Villa a pie.

En 1942 La imagen de la Virgen de Guadalupe se colocó en un pabellón de mármol, como en la antigua Basílica de Guadalupe en México y desprendido del conjunto del retablo en 1980.

El Templo

Esta ordenado de oriente a poniente, es de orden dórico, así está desde las bases de las formas y pilastras, la coronación de la cúpula, el muro, cuya arquitrabe, frisos y cornisas, comienzan el juego de las bóvedas que son de arista, lo mismo que los arcos engarzados de la nave hasta los torales.

Las naves, el cuerpo de la iglesia, los brazos del crucero, la capilla mayor y presbiterio, cuyo cerramiento es en cercha.

La cúpula de media naranja que cubre la capilla mayor y corona el templo, con ocho pilastras, más el presbiterio. La bóveda inferior del coro se compone de un arco escarzano de tres puntos, guarnecido de dos pechinas ochavadas, nos permite notar lo que fue una loma, donde se levantó este hermoso templo.

Se levantan los cuatro arcos torales con hermoso vuelo, que balancea con las bóvedas, los arcos, son de medio punto y las pechinas están cubiertas con cuatro óleos de sumos Pontífices, del clero secular y fueron elevados a los altares, su arquitrabe, frisos y cornisas nos llevan a la cúpula de media naranja, perfectamente esférica, está adornada por astrías y remata con una linternilla que la ilumina.

Tiene dos capillas al principio del templo que son las bases de sus dos torres gemelas. Su fachada consta de dos cuerpos de orden corintio y remate. Tiene otras dos puertas una del lado del panteón y otra que da acceso al Colegio.

El primer retablo mayor de este templo está narrado pormenorizadamente por Carlos de Sigüenza y Góngora, el segundo fue realizado por José de Bayas Delgado, estos dos primeros fueron barrocos sobredorados y el tercero fue neo clásico de acuerdo a las normas de acuerdo a la real academia de San Carlos de México…

Se habla de tres retablos iniciales dedicados uno Santa Ana, otro a San José y otro a San Pedro. Los neoclásicos que se encuentran ahora son a San Pedro, San José, San Juan Bautista y San Antonio.

La sacristía conserva el único retablo barroco, conservado en un templo, fuera de los de santa Rosa y santa Clara en Querétaro. De 1765, donde destaca un lienzo de Cristo pintando a la Virgen, también se encuentra otro lienzo del siglo XVII, de valor y belleza que deben verse.

Las apariciones de la Virgen, están pintadas sobre las pechinas y son de Roldán, sustituyen a los Papas que estuvieron inicialmente en ese lugar.

La herrería del coro y del atrio son de hierro forjado del más alto grado artístico y en el Salón de juntas existe una bella colección de oleos de los mejores pintores de la época.

El Retablo de la Sacristía:

Esta trabajado a manera de petatillo y adornado con vegetales, con guirnaldas que adornan las pinturas. Son siete pinturas de óleo sobre tela, dos dedicadas a la virgen de Guadalupe, una de ellas en la forma tradicional y la otra a Jesucristo pintando a la Guadalupana, contemplando la escena está en la parte superior El Padre Eterno y El Espíritu Santo. Sosteniendo el lienzo están un par de angelillos.

Destacan los lienzos de San Joaquín y San Juan Bautista, entre los lienzos Guadalupanos se encuentra un San José con el niño y a los lados Señora Santa Ana y San Juan Evangelista.

La Guadalupana del altar mayor es obra de Miguel Cabrera, que en 1778 fuera donada a este templo por el Arzobispo de México Manuel Rubio y Salinas a instancias del P. Antonio Lamas.

Existe un Cristo de marfil en la sacristía de este templo, de tres cuartas de largo, sin policromado, donde resaltan las heridas del costado y no tiene policromía.


Fuente
http://eloficiodehistoriar.com.mx/2010/12/11/la-virgen-de-guadalupe-y-queretaro/

Imagen
lealtanza.com.mx

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/12/juan-diego.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/12/nuestra-senora-de-guadalupe.html

miércoles, 1 de diciembre de 2010

EL SAPO JUEZ



Una vez un hombre salió de caza con su hijo y derribó una gacela. Llegó la noche y todavía estaban en medio del bosque, lejos de su cabaña. Como tenían mucha hambre dijo el padre al niño:

-Nos quedaremos aquí y asaremos un trozo de la gacela que hemos cazado.

Y se puso a buscar dos ramitas con las cuales los negros encienden el fuego, pues los que no están en contacto con los blancos no conocen los fósforos.

Para hacer fuego frotan dos pedacitos de leña hasta que se encienden. Son ramitas especiales que no se encuentran en cualquier sitio.

A pesar de lo que buscaron no aparecía la ramita y el hombre vio a lo lejos algo que brillaba.

-Allá lejos debe haber fuego –dijo a su hijo-; ve por él.

El muchacho corrió hacia el sitio donde se veía el fuego, pero, al acercarse, vio espantado que las llamas eran los ojos de un león que rugía y le miraba colérico.

-¿Qué es lo que quieres? –le preguntó.

El pobre niño contestó temblando:

-Perdone si le molesto, señor León. Mi padre ha cazado una gacela y le invita a comer si le agrada.
La hambrienta fiera no dejó que se lo repitiera y se fue tras el negrito, pero al llegar dijo:

-¡Muy poco es esto para calmar mi hambre; vamos a hacer lo siguiente; que el niño se coma la gacela, después que el padre se coma al hijo y al final yo devoraré al padre.

El pobre hombre no sabía qué hacer, reunió todo su ingenio y contestó:

-Te obedeceremos después de haber oído a un juez.

Allí cerca estaba escondido un sapo, que lo había escuchado todo. Se infló y gritó con todas sus fuerzas:

-¿Qué os pasa? Si necesitáis un juez, aquí estoy yo...

Y el hombre le contó todo y rogó al juez invisible que le ayudase.

El sapo levantó todavía más la cabeza para gritar más fuerte, diciendo:

-Es muy sencillo: el muchacho debe comer la gacela; el padre, al hijo; el león, al hombre, y yo –aquí sacó un vozarrón terrible- me comeré al león, y todos estaremos en paz.

El león creyó, al oír esta potente voz, que el que hablaba era un animal gigantesco y echó a correr.

De esta manera salvó el sapo valiente al padre y al hijo de las garras del león.


Brazzaville, República del Congo

Fuente
http://www.bibliotecasvirtuales.com

Imagen
arcoirisdelavida.blogspot.com

martes, 23 de noviembre de 2010

EL PÁJARO DE FUEGO




Tenía el zar Berendéi tres hijos. El menor se llamaba Iván.

Poseía el zar un hermoso jardín con un manzano que daba frutos de oro.

Alguien acudía al jardín a robar las manzanas de oro. El rey, que tenía mucha estima a su jardín, puso en él guardia. Pero nadie podía descubrir al ladrón. Triste, el zar dejó de comer y de beber. Sus hijos le decían, para consolarle:

—No te apenes, querido padre, nosotros mismos guardaremos el jardín.
El hijo mayor dijo:

—Hoy me toca a mí vigilar el jardín.

Al anochecer fue a cumplir su cometido, pero, por más vueltas que dio arriba y abajo, no descubrió a nadie y, cansado, se durmió sobre la blanda hierba.

A la mañana siguiente, el zar le preguntó:

— ¿Me traes una buena noticia? ¿Has descubierto al ladrón?

—No, querido padre; en toda la noche no he dormido, no he pegado ojo, pero no he visto a nadie.

A la noche siguiente fue el mediano a guardar el jardín y también se durmió. A la mañana dijo que no había descubierto al ladrón.

Le tocó al hermano menor hacer su guardia en el jardín. Por miedo a dormirse, ni se atrevía a sentarse. En cuanto el sueño le acometía, se lavaba con el rocío que bañaba la hierba y se desvelaba.

A eso de la medianoche le pareció que en el jardín había luz. Era cada vez más intensa, y, por fin, todo el jardín se iluminó. El zarevitz vio que el pájaro de fuego estaba posado en una rama y picoteaba las manzanas de oro.

El zarevitz Iván se acercó sigiloso al manzano y asió de la cola al ave.

El pájaro de fuego se estremeció y levantó el vuelo, dejando en la mano del zarevitz una pluma de su cola.

A la mañana siguiente, el zarevitz Iván se presentó ante su padre. El zar le preguntó:

—Di, querido Iván, ¿has visto al ladrón?

—No lo he atrapado, querido padre, pero sé ya quién comete fechorías en nuestro jardín. Aquí tienes un recuerdo del ladrón. Es el pájaro de fuego.

Tomó el zar la pluma y recobró el apetito y el buen humor. Pero he aquí que una buena mañana se levantó con el pensamiento puesto en el pájaro de fuego. Llamó a sus hijos y les dijo:

—Queridos hijos, no estaría de más que ensillarais briosos corceles y salierais por esos mundos en busca del pájaro de fuego.

Los hijos se inclinaron ante su padre, ensillaron briosos corceles y se pusieron en camino, cada uno en una dirección.

El zarevitz Iván, fatigado de tanto cabalgar en aquel largo día estival, echó pie a tierra, trabó al caballo y se tendió a descabezar un sueñecito.

No se sabe si durmió mucho o poco tiempo, lo que sí se sabe es que, al despertarse, no vio su caballo. Se puso a buscarlo y, después de mucho caminar, dio con los huesos del animal. Quedó el zarevitz Iván muy entristecido.

¿A dónde podría ir sin el caballo?

«En fin -se dijo-, puesto a ello, iré a pie».

Caminó el zarevitz Iván hasta que se sintió invadido de un cansancio mortal. Se sentó muy triste en la blanda hierba. De pronto vio que corría hacia él un lobo gris.

— ¿Por qué, zarevitz Iván, te veo tan triste, tan abatido? —preguntó el lobo.

— ¿Cómo no voy a estarlo, lobo gris? Me he quedado sin mi buen caballo.

—Tu caballo me lo comí yo, zarevitz Iván… Me da pena verte tan cabizbajo. Dime ¿qué te lleva tan lejos?, ¿a dónde vas?

—Mi padre me mandó recorrer el mundo en busca del pájaro de fuego.

— ¡Vaya! En tu buen caballo no hubieras encontrado en tres años el pájaro de fuego. El único que sabe dónde vive soy yo. En fin, ya que me he comido tu caballo, te serviré fielmente. Monta encima de mí y sujétate con fuerza.

Montó el zarevitz Iván a lomos del lobo, y éste salió disparado, cruzando como una exhalación los bosques y los lagos. Por fin llegaron a una fortaleza de altas murallas. El lobo dijo:

—Escúchame, zarevitz Iván, y recuerda bien lo que te digo. Salta la muralla, y no tengas miedo, que toda la guardia está durmiendo. En un palacete verás una ventana en la que hay una jaula de oro con el pájaro de fuego. Toma el pájaro y guárdalo en el seno, pero ten buen cuidado de no tocar la jaula.

Saltó el zarevitz Iván la muralla y vio el palacete en cuya ventana descansaba la jaula de oro con el pájaro de fuego. Tomó el ave y la ocultó en el seno, pero quedó encandilado mirando la jaula. En su corazón se encendió la codicia. “¿Acaso puedo dejar aquí una jaula tan preciosa?”, se dijo. Olvidó el zarevitz lo que le había dicho el lobo y tendió la mano hacia la jaula. Pero en cuanto sus dedos la rozaron, sonaron en toda la fortaleza clarines y tambores. La guardia se despertó, apresó al zarevitz Iván y lo llevó a presencia del zar Afrón.

El zar Afrón montó en cólera y preguntó al zarevitz Iván:

— ¿Quién eres? ¿De dónde has venido?

—Soy el zarevitz Iván, hijo del zar Berendéi.

— ¡Qué vergüenza! ¡El hijo de un zar metido a ladrón!

— ¿Por qué no se acuerda usted de que su pájaro venía a picotear las manzanas de oro de nuestro jardín?

—Si hubieras venido honestamente y me lo hubieras pedido, te lo habría dado, movido de mi aprecio a tu padre, el zar Berendéi.

Ahora haré que tengáis mala fama en todas las ciudades. Aunque, mira, si me prestas un servicio, te perdonaré. Tiene en su reino el zar Kusmán un caballo de crines de oro. Si me lo traes, te daré el pájaro de fuego.

Muy triste regresó el zarevitz Iván a dónde le estaba esperando el lobo gris. El lobo le reprochó:

— ¡No te dije que no tocaras la jaula! ¿Por qué no me hiciste caso?

—Perdona, perdóname, lobo gris.

— ¡Ea, monta! ¡Enganchado al carro, no te quejes de la carga!…

De nuevo corrió el lobo llevando encima al zarevitz Iván. Por fin llegaron a la fortaleza en que se hallaba el caballo de crines de oro.

—Salta el muro, zarevitz Iván. La guardia está durmiendo. Ve a la cuadra y saca de allí el caballo, pero ten buen cuidado de no tocar el bocado.
Saltó el zarevitz Iván el muro, aprovechando que la guardia estaba durmiendo, se introdujo en la cuadra y atrapó el caballo de crines de oro, pero no pudo resistir la tentación de llevarse también el bocado, que era de oro puro cuajado de piedras preciosas. ¡Qué hermoso estaría el caballo con él!

Tocó el zarevitz el bocado y al instante sonaron en la fortaleza clarines y tambores. La guardia se despertó, apresó al zarevitz y lo llevó a presencia del zar Kusmán.

— ¿Quien eres? ¿De dónde has venido?, preguntó el zar.

—Soy el zarevitz Iván.

— ¿Y no se te ha ocurrido nada mejor que robar un caballo? ¡Pero si eso no lo haría ni un simple mujik! En fin, zarevitz Iván, te perdonaré si me prestas un servicio. El zar Dalmat tiene una hija que se llama Elena la Hermosa. Ráptala, tráela aquí y te daré el caballo de crines de oro con su bocado.

Más triste todavía que antes regresó el zarevitz Iván a donde le estaba esperando el lobo.

— ¿No te dije, zarevitz Iván —le reprochó el lobo-, que no tocaras el bocado? Otra vez no me has hecho caso.

—Perdona, perdóname, lobo gris.

—En fin, ¡monta!

De nuevo corrió el lobo llevando encima al zarevitz Iván. Llegaron al reino del zar Dalmat. En el jardín de la fortaleza paseaba Elena la Hermosa, acompañada de sus ayas y criadas. El lobo gris dijo:
—Esta vez no te dejaré entrar, iré yo mismo. Tú emprende el regreso, que pronto te daré alcance.

Emprendió el zarevitz Iván el regreso, y el lobo gris salvó de un salto el muro y se introdujo en el jardín. Se agazapó al pie de un arbusto y vio que Elena la Hermosa salía al jardín acompañada de sus ayas y criadas. Elena estuvo un buen rato paseando, y, en cuanto quedó un poco a la zaga de sus ayas y sirvientas, el lobo la asió de sus ropas, se la echó al lomo y huyó con ella.

Iba el zarevitz Iván por el camino y de pronto vio que el lobo, llevando a Elena la Hermosa, le daba alcance. El zarevitz Iván se puso muy contento. El lobo le dijo:

—Monta sin pérdida de tiempo, no sea que nos persigan.

El lobo corría veloz, cruzando como una exhalación bosques, ríos y lagos. Por fin, llegó con Elena la Hermosa y el zarevitz Iván al reino del zar Kusmán. Preguntó el lobo:

— ¿Por qué te veo tan triste y abatido, zarevitz Iván?

— ¿Cómo quieres que no esté triste, lobo gris? ¿Acaso puedo separarme de tal beldad? ¿Acaso puedo cambiar a Elena la Hermosa por un caballo?

El lobo gris le respondió:

—No te separaré de Elena la Hermosa. La ocultaremos en algún escondrijo, yo adoptaré su imagen y tú me llevarás a presencia del zar.

Escondieron a Elena en una cabaña que había en medio del bosque. El lobo dio una voltereta y quedó convertido en Elena la Hermosa.
El zarevitz Iván lo llevó a presencia del zar Kusmán. El zar se alegró mucho y dio las gracias al zarevitz, diciéndole:

—Te agradezco mucho, zarevitz Iván, que me hayas traído la novia.

Toma el caballo de crines de oro con su bocado.

Montó el zarevitz Iván a lomos del caballo y fue en busca de Elena la Hermosa. La sentó a la grupa del corcel y se dirigió hacia el reino de su padre.

Mientras, el zar Kusmán se casaba. El festín se prolongó hasta las tantas de la noche. Cuando se hizo hora de dormir el zar llevó a Elena la Hermosa a su habitación, pero en cuanto se acostó al lado vio que el lugar de su joven esposa lo ocupaba un lobo. El zar, espantado, se cayó de la cama, y el lobo huyó. Dio el lobo gris alcance al zarevitz Iván y le preguntó:

— ¿Por qué te veo tan pensativo, zarevitz Iván?

— ¿Cómo quieres que no lo esté? Me da pena separarme de un tesoro como el caballo de crines de oro, me da pena cambiarlo por el pájaro de fuego.

—No te apenes, yo te ayudaré.

Llegaron al reino del zar Afrón, y el lobo dijo:

—Oculta a Elena la Hermosa y al caballo, yo me convertiré en el corcel de crines de oro y tú me llevarás a presencia del zar Afrón.

En fin, ocultaron a Elena la Hermosa y al bruto en el bosque. El lobo gris dio una voltereta y se convirtió en el caballo de crines de oro. El zarevitz Iván lo llevó a presencia del zar Afrón. El zar se puso muy contento y le dio el pájaro de fuego en su jaula de oro.

El zarevitz Iván regresó al bosque, montó a Elena la Hermosa en el caballo de crines de oro, tomó la preciosa jaula con el pájaro de fuego y se dirigió al reino de su padre.

Mientras, el zar Afrón hizo que le trajeran el caballo, y se disponía ya a montarlo, cuando el corcel se convirtió en un lobo gris. Asustado, el zar se desplomó sin poder dar siquiera un paso. El lobo huyó y, al poco, daba alcance al zarevitz Iván, a quien dijo:

— ¡Ea, despidámonos, yo no puedo ir más allá!

El zarevitz Iván echó pie a tierra, hizo tres profundas reverencias al lobo gris y le dio las gracias con mucho respeto. El lobo gris le dijo:

—No te despidas de mí para siempre, que todavía he de serte útil.
“¿Cuándo vas a serme útil, si ya se han cumplido todos mis deseos?”, pensó el zarevitz Iván. Luego, montó a lomos del caballo de crines de oro y prosiguió su camino, con Elena la Hermosa y el pájaro de fuego.

Habían llegado ya al reino del zar Berendéi cuando al zarevitz se le ocurrió descansar un rato. Llevaban consigo un poco de pan, lo comieron, bebieron agua de un manantial y se tendieron a descansar.

En cuanto el zarevitz Iván se quedó dormido, llegaron al paraje aquel sus hermanos. Habían cabalgado por tierras extrañas buscando el pájaro de fuego, pero regresaban con las manos vacías.

Vieron los hermanos que el zarevitz Iván lo había conseguido todo y se confabularon.

— Matemos a Iván y todo será nuestro.

Se hicieron el ánimo y mataron al zarevitz Iván. Montaron a lomos del caballo de crines de oro, tomaron consigo el pájaro de fuego, sentaron en la grupa del corcel a Elena la Hermosa y la amenazaron:
— ¡No se te ocurra decir una palabra!

El zarevitz Iván yacía muerto, y los cuervos revoloteaban ya sobre su cuerpo. De pronto llegó corriendo el lobo y apresó a un cuervo y a su corvato.
—Vuela, cuervo, en busca de agua de la vida y agua de la muerte. Si las traes, soltaré a tu corvato.

Viendo que no tenía otra salida, el cuervo levantó el vuelo, y el lobo quedó sujetando al corvato. No se sabe si fue mucho o poco el tiempo que estuvo volando el cuervo. Lo que sí se sabe es que trajo el agua de la vida y el agua de la muerte. El lobo gris roció de agua de la muerte las heridas del zarevitz Iván, que cicatrizaron al instante; luego roció el cuerpo muerto con agua de la vida, y el zarevitz resucitó.

— ¡Cuán profundamente dormía!

—Tan profundamente —le dijo el lobo gris—, que de no ser por mí no te hubieras despertado nunca. Tus hermanos te mataron y se llevaron todo lo que conseguiste. Monta encima de mí sin pérdida de tiempo.

Volaron en pos de los hermanos y no tardaron en darles alcance.
El lobo gris los mató a dentelladas y esparció sus restos por el campo.

El zarevitz Iván se inclinó profundamente ante el lobo gris y se despidió de él para siempre.

Regresó a casa el zarevitz Iván montado en el caballo de crines de oro llevando consigo el pájaro de fuego, para su padre, y acompañado de Elena la Hermosa, con quien había resuelto casarse.

El zar Berendéi se alegró mucho de ver a su hijo y le hizo mil preguntas. Iván le contó que el lobo gris le había ayudado a conseguirlo todo y luego le dijo que sus hermanos lo habían matado cuando estaba durmiendo y que el lobo los había hecho pedazos.

El zar Berendéi se apenó, pero no tardó en consolarse.

El zarevitz Iván se casó con Elena la Hermosa y fue muy feliz con ella.


Alexander Afanásiev, folclorista ruso del siglo XIX
http://www.tipete.com/userpost/libros-gratis/cuentos-rusos

Imagen sepiensa.org.mx

domingo, 21 de noviembre de 2010

EL JAYBANISMO


Bancos y platos ceremoniales del Jaibana.
Comunidad Embera y Waunana
Foto: Oscar Monsalve


El jaybanismo es la forma de chamanismo practicada por los chocóes que habitan el Darién panameño y el Chocó colombiano.

En el Istmo de Panamá habría unos 3.000 indios chocóes de dos ramas lingüísticas diferentes, los emberá-bedeá y los nonamás.

Ambos grupos aunque tienen características físicas y lingüísticas diferentes poseen rasgos culturales idénticos, uno de los cuales es la existencia de chamanes a los que llaman jaybanás o cantajays.

La enfermedad (pienbüá) es uno de los problemas diarios del indio chocó.

Ellos consideran que hay dos tipos de enfermedades: unas naturales que pueden ser curadas con plantas, hierbas, baños o pociones y otras sobrenaturales, producto de hechizos, mal de ojo, intervenciones diabólicas o producidas por espíritus de difuntos que andan sueltos y quieren hacer daño. Para curar estas últimas hay que recurrir a medios extraordinarios.

Muchos chocóes saben cómo usar ciertos remedios para curar pequeños problemas, sin necesidad de recurrir a otra persona de más categoría.

En ocasiones y en vista de su impotencia para curar o resolver la situación, consultará con algún experto curandero que sepa cómo curar con raíces (kurá-baná). Si aún éste no resuelve el problema, será preciso recurrir al Jaybaná, que es el mago, el adivino, el médico, sacerdote, cantor de tradiciones y conocedor de rituales mágico-curativos. Posee el poder necesario para conjurar el poder maligno o Antumiá y dominarlo o consultarlo.

Hoy, según dicen, el jaybaná no es lo que era antiguamente. Con la llegada de la civilización ha perdido muchos de sus antiguos poderes.

No viven de su profesión sino que tienen que cultivar la tierra como todos los demás y vender sus productos para poder subvenir a sus necesidades y de su familia.

Todos han llegado a ser jaybanás por medio de vocación o herencia paterna. Ninguno ha sido por nacimiento como entre los cunas.

Teodolindo Dohiramá, por ejemplo, uno de los más famosos chamanes chocóes del Darién, contaba que él comenzó a estudiar su profesión cuando tenía 20 años de edad. Decidido a prepararse en el arte de curar marchó al Río Atrato, donde se puso en manos de un famoso maestro de nombre Miguel Gogoná, cuya especialidad era curar las enfermedades extrayendo por succión la causa del mal, a veces una espina, un coleóptero o una piedrecita. Cuando aprendió con él sus técnicas, fué a buscar otro jaybaná de nombre Merín, cuya especialidad era curar a picados de culebra. Este le enseñó a buscar y utilizar una hierba llamada neanabariya tamá bajadá, pequeño arbusto cuyas hojas machacaba en el momento de usarlo y aplicaba sobre la herida producida por la picadura de la culebra. A todos estos maestros tenía que pagarles durante su permanencia con ellos. Otro de sus maestros fué “Enrique” de Río Sambú quien le enseñó a curar muchas enfermedades naturales y a cantar como cantan los cantajáys.

El jaybaná no tiene sin embargo ninguna fuerza curativa si no lleva consigo sus bastones, fabricados por él mismo bajo la dirección de su maestro con madera de cocobolo o corazón de “bársamo” o níspero que ellos llaman en su lengua tummá o barra. Estas maderas son durísimas y la elaboración de uno de estos bastones puede llevar mucho tiempo por lo difícil y laboriosa que resulta. Pero una vez terminado es una verdadera obra de arte. El extremo inferior del bastón o contera se reviste con una lámina de plata batida en frío y el extremo superior o empuñadura (chiporó) está rematado por una talla antropomorfa representando generalmente un hombre vestido a la usanza de un caballero del siglo XIX, con sombrero de copa y levita, las manos cruzadas sobre el abdomen o extendidas a lo largo del cuerpo.

Otros bastones representan con gran exactitud el cuerpo y la forma de una culebra. Los bastones son compañía inseparable del jaybaná mientras canta o celebra alguno de los ritos curativos ante un paciente. Mientras realiza éstos, toma de tiempo en tiempo chicha de maíz y jugo de caña sin fermentar al que llaman pemote.

Terminado el aprendizaje con varios maestros, el nuevo jaybaná está en disposición de comenzar su trabajo. Esto debe de juzgarlo su maestro. Si cree que ya está bien formado y preparado, se llevará a efecto una ceremonia muy complicada durante la cual quedará revestido del poder y la fuerza para curar.

Antiguamente el jaybaná era el ser más temido de la tribu, porque se sabía que eran capaces de hacer mucho daño si se lo proponían. Hoy se les teme por inercia pero ya “no hacen daño” como aseguran los propios chamanes chocóes.

Viven aislados en un lugar apartado de la montaña, junto a alguno de los ríos y cuando la gente necesita de sus remedios curativos, han de llevar el enfermo en una hamaca o en una canoa hasta su casa donde permanecerá varios días hasta conseguir la curación si ésta es posible.

La técnica utilizada generalmente por el jaybaná para curar puede variar pero la más corriente es la siguiente: El enfermo es llevado a su casa en la que coloca 8 o 16 mohó-uanga, o muñecos de madera tallada y figura antropomorfa atados con bejucos en los horcones que sostienen el techo de paja de la vivienda. La misión de estas tallas es capturar a los espíritus malignos para que la curación discurra sin tropiezos. Luego se coloca al paciente tendido sobre un petate o hamaca y a sus pies y a un lado se sitúa el chamán, sentado, llevando en su mano izquierda los bastones mágicos símbolo de su poder y en su mano derecha una gran hoja de palma de maquenque (parará) y así se dispone a comenzar su canto curativo. Se trata de ritmos extraños, bitonales, monótonos, como un rezo, lejano al principio, con altibajos agudos y graves y a veces como de falsete, sin letra, sólo la melodía. Al mismo tiempo agita la palma de maquenque como si estuviera abanicando, lo que produce un acompañamiento singular, ya que el roce de los fuelles que tiene esta hoja produce un sonido muy parecido al que produce la lluvia tropical al caer sobre los árboles o las techumbres de las casas, y a veces recuerda el galopar de un caballo.

De vez en cuando refresca su garganta que se seca con los altibajos del canto, con chicha, chucula o pemote. Canta infatigablemente hasta el amanecer, en cuyo momento parece vencerle el cansancio y se acuesta. Trata de acompañar y salmodiar al paciente durante las horas nocturnas que son las más peligrosas para su salud.

Los familiares del enfermo pueden presenciar la escena y permanecer en la casa donde se realiza esta curación, pero según van entrando en el recinto deben lavar sus pies en una batea llena de agua con hierbas aromáticas.

Además de los cantos chamánicos, el jaybaná administra al paciente diversas pócimas según el caso y la enfermedad de que se trate, seleccionadas de su extensa farmacopea generalmente obtenida de los árboles de la selva. Algunas las tienen sembradas junto a la casa, en un huerto que todo jaybaná tiene lleno de plantas medicinales.

Una de las cualidades o poderes que tiene el jaybaná es la de ser capaz de convocar o invocar al Antumiá, el demonio que se encuentra en los ríos en forma de gran culebra mayor que una anaconda.

Para esta ceremonia se debe preparar previamente por medio de ayuno, baños con substancias medicinales y aromáticas, frotaciones con resinas olorosas o sahumerios. El día más adecuado para realizar la invocación es el primer día de plenilunio durante las primeras horas de la noche hasta media noche.

El jaybaná provisto de un mojó-uanga hecho de madera de balso, sus bastones mágicos y una buena provisión de chicha fermentada bien fuerte (chinango), una escopeta (usan las de calibre 22 y son muy buenos tiradores) y un cuerno de caza a manera de trompeta, se dirige a un claro de la selva y traza un círculo o cuadrado mágico dentro del cual se sitúa sentado. Esta línea defensiva no puede ser atravesada por el Antumiá. Entonces, hace unos disparos al aire y sopla con fuerza en su cuerno de caza (a veces un fututo o cambombia, concha de un enorme caracol marino que produce un sonido ronco y penetrante).

A la llamada del jaybaná, se presenta al poco rato el Antumiá, en persona, obediente, pero no a su gusto, sino a regañadientes, interrogando malhumorado la razón de la llamada. El jaybaná, seguro de sí mismo y de su poder, gracias a cierta infusión de mahué (una de las varias plantas alucinógenas que conocen muy bien, tales como el huanto, la borrachera, el yagé o alguna Datura) que mezcla con la chicha y que previamente ha ingerido para que le dé valor, en lugar de contestar inmediatamente, agita delante de sí el mohó-uanga de madera de balso con el que traza un semicírculo atrapando al Antumiá y obligándolo a sentarse ante él, sin penetrar el círculo mágico. Entonces ofrece su chicha fuerte al demonio con la cual le embriaga pronto. Este suelta la lengua, momento que es aprovechado para interrogar al representante del mal sobre el origen de la enfermedad que aqueja a su cliente o la causa que la determina. Aprovecha entonces para preguntar qué medicina es buena para curarla. El Antumiá responde en medio de su borrachera y el jaybaná satisfecho le ordena retirarse.

Puede apreciarse en esta escena tan frecuente en el proceso curativo, cómo se combina en el jaybanismo chocó, lo mágico, en el corazón de la selva, con lo natural y realmente terapéutico, lo físico y lo sobrenatural.

El chocóe en general es muy aficionado a revestirse de adornos de plata, hechos con monedas o plata nativa batida en frío. Así llevan pulseras de plata muy anchas, pectorales hechos de monedas de plata que les llegan hasta por debajo del ombligo, o diademas de monedas de plata que les cuelgan por la espalda y pendientes también fabricados de monedas de plata muy hábilmente. En cambio las mujeres no se ponen ninguno de estos adornos. Sucede al revés de los cunas entre los cuales son las mujeres las que van sobrecargadas a veces de adornos de oro (grandes pendientes como platos, grandes pectorales, collares de monedas, anillos de oro colgados del septum nasal) mientras que los varones jamás se ponen un adorno de oro y sólo alguno de plumas de guacamaya en ciertos rituales como los que celebra el kantule o cantor de la tribu.

La mujer del jaybaná representa un papel importante en la ceremonia curativa, aunque no tan figurativo como el del esposo. Ella será la que va preparando las chichas que debe beber su esposo o las que éste dispone que beba el enfermo, machaca las hierbas que le da su marido y que serán parte de la medicación y está atenta en todo momento a cuanto le diga el jaybaná.


Fuente: www.ucm.es
Imagen: banrepcultural.org

LOS CHOCOES

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/06/antumia.html