sábado, 13 de junio de 2009

DOMO Y LITUCHE





Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más que un espíritu que habitaba en el cielo.
Solo él podía hacer la vida. Así decidió comenzar su obra cualquier día.

Aburrido un día de tanta quietud decidió crear a una criatura vivaz e imaginativa, la cual llamó "Hijo", porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento lo lanzó a la tierra.
Tan entusiasmado estaba que el impulso fue tan fuerte que se golpeó duramente al caer. Su madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana en el cielo.
Esa ventana es Kuyén, la luna, y desde entonces vigila el sueño de los hombres.

El gran espíritu quiso también seguir los primeros pasos de su hijo.
Para mirarlo abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el sol y su misión es desde entonces calentar a los hombres y alentar la vida cada día.
Así todo ser viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. También es llamado padre sol.
Pero en la tierra el hijo del gran espíritu se sentía terriblemente solo. Nada había, nadie con quién conversar.

Cada vez más triste miró al cielo y dijo: ¿Padre, porqué he de estar solo?


En realidad necesita una compañera -dijo Ngnechén, el espíritu progenitor.
Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de suave cuerpo y muy graciosa, la que cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre.
Ella estaba desnuda y tuvo mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca insectos y mariposas salían a raudales y pronto llegó a Lituche el armónico sonido de la fauna.

Cuando uno estuvo frente al otro, dijo ella: -Qué hermoso eres. ¿Cómo he de llamarte?
Yo soy Lituche el hombre del comienzo.

Yo soy Domo la mujer, estaremos juntos y haremos florecer la vida amándonos, dijo ella.
Así debe ser, juntos llenaremos el vacío de la tierra, dijo Lituche.

Mientras la primera mujer y el primer hombre construían su hogar, al cual llamaron ruka, el cielo se llenó de nuevos espíritus.

Estos traviesos Cherruves eran torbellinos muy temidos por la tribu.

Lituche pronto aprendió que los frutos del pewén eran su mejor alimento y con ellos hizo panes y esperó tranquilo el invierno.

Domo cortó la lana de una oveja, luego con las dos manos, frotando y moviéndolas una contra otra hizo un hilo grueso. Después en cuatro palos grandes enrolló la hebra y comenzó a cruzarlas.

Desde entonces hacen así sus tejidos en colores naturales, teñidos con raíces.

Cuando los hijos de Domo y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar a cordillera.

Luego hubo un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a subir guiadas por la serpiente Kai-Kai. La cordillera se elevó más y más porque en ella habitaba Tren-Tren la culebra de la tierra y así defendía a los hombres de la ira de Kai-Kai. Cuando las aguas se calmaron, comenzaron a bajar los sobrevivientes de los cerros.

Desde entonces se les conoce como "Hombres de la tierra" o Mapuches.

Siempre temerosos de nuevos desastres, los mapuches respetan la voluntad de

Ngnechén y tratan de no disgustarlo.

Trabajan la tierra y realizan hermosa artesanía con cortezas de árboles y con raíces tiñen lana. Con fibras vegetales tejen canastos y con lana, mantas y vestidos.
Aún hoy en el cielo Kuyén y Antú se turnan para mirarlos y acompañarlos.
Por eso la esperanza de un tiempo mejor nunca muere en el espíritu de los mapuches, los hombres de la tierra.

Fuente: Del libro Monitores Culturas Originarias. Área Culturas Originarias. División de Cultura. Mineduc.

viernes, 12 de junio de 2009

UN CHANEQUE




Una vieja y su nieto habitaban el rancho. En los alrededores, vivía un chaneque que les robaba la comida cuando salían de la casa.

Un día, la abuela fue a cortar hierbas y, cuando regresó, ya no encontró a su nieto. Le preguntó al chaneque si lo había visto, y éste contestó:

—Por ahí vi que se fue.

La abuela buscó y buscó al niño y no lo encontró.
"¿Qué le pasaría?" —se preguntó— "¿Se lo comería el chaneque?"

Fue al pueblo a avisarle al papá del niño y juntos regresaron al rancho. Todavía andaba por allí el chaneque.

—Ayúdanos a recoger leña —le dijo—, y la pones cerca de la casa.

Así lo hicieron. Al anochecer, todos se fueron a dormir. El chaneque se estiró las orejas, y se le hicieron tan largas, que una la dobló para utilizarla como almohada, y con la otra se tapó.

Cuando la abuela vio que el chaneque dormía, encendió la leña y huyó con su hijo.

— ¡Me estoy quemando, quemando, quemando —gritó el chaneque—, me quemo arriba, me quemo abajo, me estoy quemando, quemando, quemando!

La abuela y su hijo se escondieron en la copa de un árbol.

Cuando los otros chaneques oyeron las quejas de su compañero, acudieron corriendo, recogieron las cenizas del chaneque quemado, se las comieron y así revivió el chaneque.

La abuela y su hijo se fueron al pueblo y nunca regresaron al rancho.


Adaptación de cuentos Chinantecos: Elisa Ramírez
Ilustración: Maximino Javier
Recopilación y traducción: Alfonso Martínez Merced

http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/colibri/cuentos/oriflama/htm/sec_2.htm
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/04/los-chaneques.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/06/chaneques.html

jueves, 11 de junio de 2009

LAS FORTINERAS


LAS FORTINERAS


Hembras bravas Parte I


Pasó más de un siglo, pero la campaña del "desierto" todavía despierta polémicas. Para algunos fue una epopeya que permitió consolidar el territorio nacional; para otros, una matanza motivada por la codicia. En el calor de la discusión, todos olvidan que casi la mitad de las fuerzas de frontera fueron mujeres que dejaron todo para vivir, pelear y morir junto a sus hombres.

Por Amanda Paltrinieri

No figuran en los libros de Historia. No se recuerdan sus nombres, salvo el de un par, aunque por sus méritos muchas llegaron a cobrar sueldo del Ejército y a tener grado militar.

"Se las llamó despectivamente chinas, milicas, cuarteleras, fortineras o chusma, en la parte más benévola del vocabulario . - En más de una ocasión fueron agredidas con epítetos francamente degradantes."

Eran esposas, novias, madres o prostitutas, mujeres de un solo hombre o de un regimiento.

No fueron pocas: si en la Conquista del Desierto hubo seis mil soldados, las fortineras llegaron a cuatro mil.

No se entiende por qué las condenaron al olvido, pues sin ellas la campaña del Sur -para bien o para mal- no habría sido posible. No sólo cuidaron de los hombres, los vistieron, alimentaron, curaron y -llegado el caso combatieron a la par de ellos, sino que con su presencia les dieron motivo para quedarse en un ejército al que la mayoría fue enganchada de prepo, como cuenta el Martín Fierro.

"Las mujeres -dijo Domingo Faustino Sarmiento de ellas-, lejos de ser un embarazo en las campañas, eran, por el contrarío, el auxilio más poderoso para el mantenimiento, la disciplina y el servicio (...) Su inteligencia, su sufrimiento y su adhesión sirvieron para mantener fiel al soldado que, pudiendo desertar, no lo hacía porque tenía en el campo todo lo que amaba."

Contra los godos.

Las fortineras del Sur, sin embargo, no fueron las primeras: las guerras de la Independencia también las tuvieron como protagonistas, en retaguardia y en el campo de combate: "Aunque sea con agua y algún aliento a los hombres, algo se hace para ayudar a la patriada -dijo alguna vez Manuela Godoy, una santiagueña que estuvo en la batalla de Tucumán-. Y si tengo que agarrar una bayoneta y ensartar godos, no soy lerda ni me voy a quedar atrás".

Los textos escolares recuerdan a las mujeres de Vilcapugio y Ayohuma, que atendían a los heridos, pero no recogen la historia de la puntana Pancha Hernández, quien combatió vestida de uniforme en la campaña al Alto Perú y usaba pistola y sable.

El Ejército de los Andes también tuvo sus mujeres pues San Martín las autorizó para que acompañaran a sus maridos.

Fuente:
Vera Pichel en Las cuarteleras (Planeta, 1994), referencia obligada sobre el tema

Imagen
elbarcoceltibero.mundoforo.com

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miércoles, 10 de junio de 2009

THOT

Horus y Thot bendiciendo al faraón ptolemaico.
Templo de Kom Ombo.



Nombre egipcio: Dyehuty
Nombre griego: Thot
Divinidad griega: Hermes
Representación: Hombre con cabeza de ibis

"El de Dyehut", "El de Dyehut", nomo XV del Bajo Egipto.

Dios local y creador en Hermópolis.

Era un dios lunar medidor del tiempo, puesto por Ra en el cielo para dejar una luz tras su retirada; sus diferentes fases ofrecen a los hombres una medida inmediata del tiempo, por lo que Thot era el que medía el tiempo de los cielos; fue el que estableció el primer calendario y por eso se le dio su nombre al primer mes.

Fue también el que consiguió los cinco días epagómenos que permitieron el nacimiento de Osiris, Seth, Horus el Mayor, Isis y Neftis; asimismo, asimismo, el calendario lunar es el que se empleaba para marcar los acontecimientos religiosos.

Recibió el nombre de "Regulador de las crecidas de las aguas" y el de "Toro de las estrellas" por representar los poderes mentales de Ra; en la Baja Época Thot fue llamado "Atón de plata", como sol de la noche.

Bajo la advocación de "Señor del Tiempo" era el que se encargaba de anotar, con la ayuda de Seshat, los años de reinado de cada faraón en las hojas de una persea, el árbol sagrado de Heliópolis.

Es un dios que tiene capacidad para dirigir a los demás, sean cuales sean sus rangos; es el auténtico primer ministro, el dios de la sabiduría que exhorta al soberano a actuar o le empuja a tomar una decisión; procura que las decisiones del demiurgo sean cumplidas, funcionando así como mensajero; transcribe dichas decisiones convirtiéndolas en ordenanzas; vigila la distribución equitativa de los impuestos y la legitimidad de los títulos de propiedad; se encarga también de convocar asambleas de dioses cuando la importancia del asunto a tratar lo requiere.

También fue el inventor de la escritura; patrón de los escribas, de las artes y de las ciencias, del juego del senet.

Como dios de la escritura, era el inventor de todas las palabras, del lenguaje articulado; se decía que codificó las ceremonias que transforman a los muertos en espíritus, y sólo los sacerdotes podían tener acceso a este conocimiento.

Regía la Casa de la Vida en Hermópolis.

Era el arquitecto que conocía bien los trazados y trayectorias de todas las cosas; señor de los inventores y de la sabiduría, también estaba relacionado con la música como inventor de la lira.

En Menfis, según la teoría de la creación, se le considera como la lengua de Ptah, cuyo poder propaga la vida a través del mundo. Su poder sobre las palabras le hacía estar al corriente de las fórmulas mágicas y enseñaba las fórmulas capaces de liberar del mal a los que quería conservar con vida.

Con su palabra ayudó a revivir al desmembrado Osiris; hizo de juez en la disputa entre Horus y Seth, curando luego las heridas que se habían infligido mutuamente, por lo que lleva el epíteto de "El que separa a los combatientes"; fue por curar con su saliva el ojo dañado de Horus, identificado con la luna, por lo que recibió el control sobre este satélite; fue también quien repuso los genitales a Seth.

En la síntesis osiriaca es un fiel partidario de Horus e Isis, ayudando a ésta en el embarazo, nacimiento y posterior cuidado de su hijo. Sin embargo no siempre hace buen uso de su saber, no faltándole duplicidad y mala fe; puede llegar al engaño y la falsificación; él se asegura de repartir las ofrendas entre los suyos, manipula el curso de los astros y roba a los dioses una parte de lo que les corresponde.

Según el Canon Real de Turín sucedió a Horus cuando este abandonó su reinado.

Acompañó a Onuris y convenció a la diosa Tefnut para que volviera de Nubia.

Ayudante de Maat en el ejercicio de la justicia era el que anotaba el resultado del pesaje del corazón en la balanza del juicio y enumeraba los cargos ante los jueces.

En Hermópolis se creó a sí mismo.

En una estela menfita se le hace emanación de Ptah. En los Textos de las Pirámides es considerado como hermano de Osiris y conspirador junto con Seth.

Según el papiro Chester Beatty, nació del cráneo de Seth.

En un texto de Esna nació del corazón del creador en un momento de amargura.

Se le atribuyó como hermana y compañera la diosa Seshat, identificada con Nehemetauey, en Hermópolis Magna, y a Nehemetauey en Bahu, capital del nomo XV del Bajo Egipto.

En Hermópolis se le representaba en forma de babuino, tomada de Hedy-ur, o generalmente de ibis, o con cabeza de estos animales y con la luna creciente y el disco sobre su cabeza; en las manos llevaba los instrumentos de escriba.

Frecuentemente forma pareja con Horus de Letópolis.

Se le adoraba en la ciudad de Hermópolis (Hnmw, la de los ocho, la de la Ogdóada) en donde era dios principal desde tiempos muy remotos, aunque probablemente era originario del Delta.

En Egipto era conocido como Dyehuty o " Semsu", el grande e incluso el "dos veces grande" y los griegos lo identificaron con Hermes, añadiéndole el apelativo de Trimegisto ("Tres veces muy grande"); muy cerca de Hermópolis, en Tuna el-Guebel, se encuentra la necrópolis de los babuinos y de los ibis.

También se le adoró en Hermópolis Parva. Tuvo además culto en Serabit el-Jadim, especialmente en el Reino Nuevo, y en Nejeb tenía una capilla de tiempos de Ramsés II.

Sus fiestas se celebraba con higos y miel y sus adoradores se saludaban con la frase "dulce es la verdad"; los días de celebración era los días 1 y 19 del mes de Thot, de Thot, primer mes de la estación de Ajet. Su nombre lo llevaron los Faraones llamados Thutmes ("Nacido del dios Thot").


Imagen:
nocturnar.com

martes, 9 de junio de 2009

LA YACURMANA

Vista de la Yacurmana de Chuquis





Desde la altura
por la orilla del alba
echas a andar tu destino
en tu salto Yacurmana.
CASCA
(Diosa azogue)

Libres viñedos,
nogales, cultivos,
se te ofrecen,
para que tus aguas recorran
por los depeñaderos.

Como sierpe azogue
te ondeas en la montaña
y entre los riscos
vas dejando tu seña.

De los arbustos, las hojas,
desprendiéndose de sus ramas
se embarcan en tu correntada
como un bajel de cristal.

Recorres acequias y la música canta bordeando tu orilla,
la aves te surcan como si fueran las ninfas, diosas de tus aguas.

Para ver tu salto magnánimo,
hace balcón en las peñas
el arbustivo infinito,
los pájaros, las flores,
cuando vas amansando las piedras
con tus potros cristalinos.

Salto, a salto te despeñas,
como gimiendo tus aguas
y se transorma en espuma
tu sierpe de plata.

¡Yacurmana diosa del agua!
Como un suicidio blanco azogue
son tus aguas.


LUIS CASCA OLIVERA
de la (Vieja estación del alma)

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/la-yacurmana.html

lunes, 8 de junio de 2009

EL ZORRO MUTILADO



Fábula del místico árabe Sa'di

Un hombre que paseaba por el bosque vio un
zorro que había perdido sus patas, por
lo que el hombre se preguntaba cómo podría
sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre
que llevaba una presa en su boca. El tigre
ya se había hartado y dejó el resto
de la carne para el zorro.

Al día siguiente Dios volvió a alimentar
al zorro por medio del mismo tigre. El
comenzó a maravillarse de la inmensa
bondad de Dios y se dijo a si mismo:
"Voy también yo a quedarme en un rincón,
confiando plenamente en el Señor, y éste
me dará cuanto necesito".

Así lo hizo durante muchos días; pero no
sucedía nada y el pobre hombre estaba casi
a las puertas de la muerte cuando oyó una
Voz que le decía: "¡Oh tú, que te hallas
en la senda del error, abre tus ojos a la
Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja
ya de imitar al pobre zorro mutilado".

Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?".

Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti".


Anthony de Mello
Fuente
http://pensamientoliberado.blogspot.com/
Imagen
elsotanodelferchu.blogspot.com

domingo, 7 de junio de 2009

EL CENTAURO Y EL ESCORPIÓN




Autor: René Febronio Maestro.

Cuenta la leyenda que existió un centauro, que vivía en lo más alto de una montaña, cada atardecer disparaba una flecha hacía su padre Sol para acompañarlo en su peregrinar celestial. Pero sucedió que un día, después de haber lanzado una flecha, una voz femenina lo sorprendió.

-¡Que el sol te proteja, hijo del fuego!

-Igual para vos, seas quien seas, dulce dama.- Al tiempo que trataba de saber el origen de aquella voz tan hermosa y misteriosa.

-Gracias, más yo soy hija del agua.

-Esta bien hija del agua, sal para que pueda verte.

-¡No!, Querido centauro, no quiero que huyas al verme, muchos solo ven la apariencia externa, no lo inmortal y verdadero que se halla escondido en lo más profundo de cada ser.

-No soy como los otros, pues el ser mitad caballo, mitad hombre me hace diferente. Imagínate… ¿qué sería del universo sin la diversidad? Es en la diversidad donde se encuentra la belleza y armonía de este mundo.

-Lo se, amigo centauro, por eso decidí hablar contigo; al ser diferente se puede estar solo, a pesar de estar rodeados de seres y objetos.

-Entonces, ¿por qué te ocultas? Manifiéstate sin temor, ya que si te veo, te mirare con los ojos del espíritu con los cuales se ve la verdadera esencia.

-No, todavía no, no quiero romper con este mágico momento.

-Esta bien, pero al menos dime tu nombre para llamarte por el.

-Mi nombre lo sabrás al verme.

-Si así lo deseas, pero me has intrigado, ¿por qué temes que huya al verte?-

-Porque el Creador al darme vida, creyó conveniente poner en mi un veneno mortal, más no es un veneno cualquiera, sino uno que transmuta en algo mejor aquello que toca, siempre y cuando se hallan preparado para ello. Pero los seres comunes huyen al verme; también por hablar con la verdad creen algunos que es mi más poderoso veneno, ya que la verdad no es siempre bella, pero así es la verdad.

Para ese momento la oscuridad reinaba en lo alto de aquella montaña y la luna iluminaba con sus rayos plateados a la tierra.

El centauro se había sentado sobre sus cuatro extremidades equinas, a la vez que descansaba su carcaj, sus flechas y su arco, el clima comenzaba a ser frío, pues el invierno y la naturaleza empezaban a dormitar. Por lo que el centauro reflexionó.

-Sobre la verdad… te he de ser sincero, mi padre sol pronto se alejará y la oscuridad será mayor que la luz; en estos días oscuros y gélidos me invade también la soledad, es cuando más quisiera estar con mi padre permanentemente en el cielo, es por eso que cada atardecer vengo a esta montaña, tomo una flecha, tenso mi arco, en la flecha concentro mi cuerpo, alma y espíritu para que se una al sol y yo sea uno con él. Sin embargo también entristezco, pues algún día envejeceré y no podré tensar más mi arco, pues las fuerzas me abandonarán y temo ya no estar con mi padre. Pero sobre todo, me pesa dejar este plano sin haber encontrado a alguien que hiciera menos dura la soledad, alguien que motivara una sonrisa y una lagrima. He buscado incluso en las hijas de los hombres, algunas son muy bellas, pero solo eso son. No quiero llegar con mi padre y mostrarle un corazón estéril quiero llegar con un corazón radiante como si el propio sol habitara en el.

En ese momento, debajo de una piedra salió un escorpión, que a la luz de la luna se veía como el escorpión más bello que hubiera existido en la tierra. Bajo la luz de la luna su color negro brillaba intensamente; se acerco al centauro, su dulce voz se quebró por la emoción.

-Querido centauro, en verdad que tus palabras han penetrado la coraza que rodeaba a mi corazón, con un rayo de luz lo has iluminado; el calor de tus palabras lo ha descongelado. Gracias por no haber huido al verme.

-No tenía por qué, bello escorpión; he visto tu alma y no la envoltura. En cuanto a tu veneno no le temo, por el contrario.

-Yo también he visto en ti, no al centauro, sino aquello que se halla oculto en tu interior.

El silencio reinó y en lo más alto de una montaña un centauro y un escorpión se vieron a los ojos; en ellos contemplaron al universo.

El centauro tomó de su carcaj una flecha de oro que guardaba para su ultimo tiro, se levanto del suelo, tenso su arco, apunto al cielo al tiempo que miraba al escorpión.

-Por favor, amado escorpión, sube a mi espalda.-

-¿Qué te propones? ¿Qué piensas hacer?-

-No quiero que este Momento se olvide ya que has hecho que experimente como si un millón de escorpiones me hubieran picado e iluminaran con su veneno a mi corazón; como si el sol estuviera dentro de mi y sin temor a equivocarme diría que conocí el Amor pero como nunca hubiera podido concebirlo mortal alguno, más allá de mis expectativas, más allá del tiempo, del espacio. Quiero que subas a mi espalda y cuando lo hagas introduce tu veneno, así estaremos unidos para siempre y nuestros cuerpos ya no serán barrera para nosotros, pues nos liberaremos de ellos. ¡Escorpión, hazlo…! Ya nada me detiene en la tierra.

El escorpión se subió al centauro y en su lomo introdujo su veneno, guardando un poco para si misma.

- Está bien, amado centauro. Yo iré a donde tú vayas, tampoco tengo nada que hacer en este mundo.-

El centauro decidido tensó más su arco hasta que empezó a sentir un calor que lo inundaba; en ese momento soltó el arco y la flecha salió disparada al cielo, mientras en la cima de la montaña el centauro y el escorpión se desplomaban sin vida; sin embargo en el rostro del centauro se dibujaba una sonrisa y rodaba una lagrima. Sus vidas se habían ido en la flecha y a medida que subía dejaba una estela de fuego a su paso. Cuando llego más allá de las estrellas explotó y de las partículas se formo en el cielo la constelación del centauro y el escorpión.

Desde entonces aparecen en las noches dos seres que traspasaron el plano mortal al inmortal, acompañando al sol en su peregrinar celestial hasta el final de los tiempos.

Fin.

Imagen
luzdenekane.blogspot.com