Nalladigua es un árbol imaginario. Según la creencia de los mocovíes, las almas subían por sus ramas hasta el piguem —el cielo—, donde se encontraba su dios Cotaá. Esta leyenda cuenta cómo perdieron ese privilegio.
Dicen que, un día, una anciana iba caminando por el monte. Estaba cansada, débil, tenía hambre y sed. Caminó y caminó hasta que encontró la toldería mocoví, se acercó y les pidió ayuda.
El cacique de la tribu se la negó porque ella pertenecía a una tribu enemiga y, sin compasión, le dijo que se fuera.
La anciana volvió otra vez al monte, lamentándose.
El dios Cotaá observaba todo desde las alturas y no le gustó nada la cruel actitud del cacique. Entonces, decidió convertir a la anciana en un capibara, un carpincho con grandes y fuertes dientes. Luego, le dijo que volviera al monte cercano a la toldería, en donde había un nalladigua, un árbol muy alto y robusto, y royera su base.
Durante toda la noche, los dientes filosos del capibara royeron y gastaron el tronco, capa por capa, hasta quebrarlo. Por la mañana, los mocovíes encontraron el árbol caído.
Desde entonces, las almas de los mocovíes no pueden utilizar el árbol para llegar al cielo, al lado de su dios Cotaá.
Recopilación: Laura Roldán
Imagen: María Ximena Carreira
El relato pertenece al libro “El árbol de sal. Leyendas mocovíes”, en preparación.
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