Septiembre 1536
GÓMEZ DE ALVARADO AVANZA HASTA EL ITATA
Almagro interrogó afanosamente a los indios de Aconcagua. Por ellos se impuso que el país que había imaginado un segundo Perú, carecía de ciudades y de riquezas.
En el centro, sus habitantes eran pobres agricultores que vivían agrupados en caseríos de 10 a 15 ranchos, como los de los viñateros. Más al sur no había oro, y los pobladores eran tribus guerreras y feroces que habían derrotado a los ejércitos incaicos.
Hasta este momento, los expedicionarios no habían encontrado vestigios de los grandes tesoros que forjó su fantasía. Todo inducía a suponer que los indios no los engañaban.
Pero ya se había pasado la parte difícil del camino y lo prudente era cerciorarse por ellos mismos de lo que había más adelante.
Almagro dispuso una expedición que debía reconocer el país hasta el Estrecho de Magallanes, mientras él recorría la región que baña el Maipo.
Confió la expedición al sur a Gómez de Alvarado con setenta jinetes.
Este capitán avanzó resueltamente por las provincias y tierras de los picones y promaucaes sin encontrar resistencia. Sólo al llegar al río Maule divisó en la ribera sur algunos grupos de indios en actitud hostil.
Martín Monje seguido de otros soldados, atravesó el río y desbarató fácilmente a los grupos de indios. La expedición continuó avanzando por las provincias de los purranaucas o promaucaes (la región comprendía entre el Itata y el Maule), desbaratando fácilmente las sorpresas y ataques que los indios les prepararon en el camino. Mas, al llegar a la confluencia del Nuble con el Itata salió al encuentro de los españoles un cuerpo numeroso y bien organizado de guerreros.
Gómez de Alvarado dispuso sus tropas para el combate. Los españoles "se hincaron de rodillas haciendo oración a la majestad de Dios". Los indios avanzaron en orden y se desplegaron en línea de batalla en un campo descubierto. Acto continuo se trabó la batalla de Reinogüelen, en que mapuches y españoles se iban a medir por primera vez. La batalla estuvo largo tiempo indecisa. Los mapuches mostraron el coraje y el empuje que Valdivia iba a experimentar más tarde; pero el choque contra hombres de a caballo, revestidos de fierro y armados de lanza y de sables de acero, los tomó desprevenidos. Se precipitaron al ataque en grandes masas que las armas españolas clareaban. Después de un largo combate, se retiraron, dejando un centenar de prisioneros y un número crecido de muertos.
Gómez de Alvarado tuvo treinta caballos y muchos españoles heridos. Mariño de Lobera que oyó relatar la batalla de Reinogüelen a los soldados que pelearon en ella, habla de dos españoles muertos. Los documentos sólo mencionan la caída del caballo de Diego Alvarez, derribado por los indios, pero rescatado vivo por uno de sus compañeros. Gómez de Alvarado se intimidó ante la enérgica resistencia de los naturales la falta de recursos y la crudeza del clima. Dio la vuelta al norte, y en el camino encontró a los soldados que Almagro despachó en su alcance con la orden de que apresuraran su regreso.
La expedición se había realizado en pleno invierno (julio a septiembre de 1536), atravesando bosques, pantanos y ríos crecidos; por caminos a trechos casi intransitables soportando las lluvias y los fríos; combatiendo con los indios desde que pasó el Maule.
Según Oviedo, que tuvo a la vista una relación de Almagro, hoy perdida, en una sola jornada murieron cien indios de servicio. No es, pues, extraño que Alvarado regresara trayendo la peor impresión posible, sobre la comarca que había recorrido. No sólo no había en ella oro ni plata, sino que sus habitantes eran pobres agricultores dispersos en los campos o agrupados en caseríos de ranchos mezquinos. Más al sur habitaban indios salvajes y grandes guerreros.
"Como no le pareció bien la tierra por no ser cuajada de oro - dice el simplista autor de la 'Conquista y Población del Perú' - no se contentó de ella".
Imagen: educarchile.cl
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