Niño indio de los llanos,
conmigo ven a jugar,
todos los niños de América
siempre nos hemos de amar.
Niño de los bosques
conmigo ven a cantar
todos los niños de América
haremos un solo hogar
Niño indio, niño indio:
yo te enseñarÉ a leer
todos los niños de América
tenemos sed de aprender,
pues la ignorancia esclaviza,
y el saber nos da el poder.
Ollantay era un guerrero admirado y querido por todos. Llegó a conocer al Inca y a su familia, y al conocer a su hija Cusi-Coyllur (que significa "La Estrella" o Lucero Alegre), se enamoró profundamente de ella.
Pero estos amores fueron desgraciados, pues a pesar de ser un general importante, Ollantay era poca cosa para aspirar a desposar a la hija del Inca, quien podía aspirar a casarse solamente con alguien de su misma clase social, aunque la joven también correspondía a esos amores.
Los jóvenes decidieron consultar al sacerdote supremo, Willac-Uma, sobre cómo hacer ante los sentimientos que se profesaban.
El venerable anciano se espantó y les señaló que el Inca y su familia eran de origen divino, mientras que Ollantay era un simple mortal, por lo que no podían llevar adelante esos amores.
Los jóvenes decidieron no hacer oídos a los consejos del anciano sacerdote y desobedecer las leyes del Imperio, y se casaron en secreto.
Tiempo después, Cusi-Coyllur quiso ir a visitar a su padre, y prepararlo para la noticia de su matrimonio, creyendo que al verlos felices, aceptaría los hechos.
Cuando los jóvenes comenzaron a plantearle a Pachacutec que se querían, sólo de conocer que querían unirse, se enfadó sobremanera, recriminándoles que conocían las leyes incaicas. Dijo que enviaría a Cusi-Coyllur al Templo de Acllahuasi, la casa de la sacerdotisa suprema del Sol, y ordenó a Ollantay ir a su acuartelamiento.
Ninguno de los jóvenes se atrevió a enfrentarlo, ni le contaron de su matrimonio secreto y de que Cusi-Coyllur estaba esperando un hijo, pues sabían que se los condenaría a la muerte, de hacerlo en ese momento.
Partieron, pues, Ollantay hacia sus cuarteles, y Cusi-Coyllur hacia el Templo del Sol.
Pasados unos meses, Cusi-Coyllur, que era tratada bien por las otras mujeres, dio a luz a una niña, a la que llamó Ima-Sumac ("La más bella"). Se la quitaron inmediatamente, para llevarla a otra parte del Templo.
Ollantay, en sus cuarteles, estuvo preso de una gran melancolía, y razonando los hechos, llegó a la conclusión de que las leyes del Imperio Incaico eran injustas. Reunió a un grupo de guerreros y marchó hacia Ollantay-Tampu, en el Valle Sagrado de los Incas, decidido a rebelarse contra Pachacutec.
Los guerreros de Ollantay vencieron al ejército del Inca y ocuparon la fortaleza.
Pero un general del Inca, Ruminawi ("Ojo de piedra"), simulando ser desertor, se unió a los guerreros de Ollantay, y cuando éstos dormían, rendidos por las luchas, éste abrió las puertas a los soldados del Inca, que rápidamente redujeron a los durmientes.
El rebelde y su lugarteniente Urco-Warranca fueron enviados encadenados al Cuzco.
En el camino vieron llegar a un mensajero, que traía la noticia de la muerte del Inca Pachacutec, diciendo que al día siguiente asumiría su hijo Túpac Yupanqui, y que quería recibir a los prisioneros.
El prisionero Ollantay, preocupado por la situación en que se encontraba, la poco honorable muerte que le esperaba, y el ignorar qué había sido de su esposa y de su hija, fue llevado al mediodía ante el nuevo Inca, al que conocía desde chico.
Cuándo el Inca Túpac Yupanqui le increpó por su rebelión, Ollantay expuso sus ideas, diciendo que no se rebeló contra el Inca sino contra las injustas leyes del imperio, que un hombre puede ser Dios y otro simplemente humano, y que no se pueden unir ambos. Dijo también que esas leyes no sostenían el imperio, sino que el Imperio se mantenía a pesar de ellas.
El joven Inca lo miró, y dijo que esas palabras coincidían con lo que él siempre había pensado, por lo que lo perdonó y declaró un hombre libre con sus títulos y honores. Hizo traer a su hermana Cusi-Coyllur, declarando que era la esposa legítima de Ollantay, así como la hija, de su legítimo matrimonio.
Así, Ollantay y Cusi-Coyllur se radicaron en el Cuzco y vivieron allí, y formaron una familia que sirvió al imperio durante muchos años
Al comienzo del tiempo, una chispa de conciencia se encendió en el espacio infinito. Esta chispa era el espíritu del sol, llamado Tawa.
Y Tawa creó el primer mundo: una enorme caverna poblada únicamente por insectos. Tawa observó durante unos instantes cómo se movían y sacudiendo la cabeza pensó que aquella población hormigueante era más bien estúpida.
Entonces le envió a la Abuela Araña que dijo a los insectos:
-Tawa, el espíritu del sol que os ha creado, está descontento de vosotros porque no comprendéis en absoluto el sentido de la vida. Así que me ha ordenado que os conduzca al segundo mundo, que está por encima del techo de vuestra caverna.
Los insectos se pusieron a trepar hacia el segundo mundo. La ascensión era larga, tan larga y tan penosa que, antes de llegar al segundo mundo, muchos de ellos se habían transformado en animales poderosos.
Tawa los contempló y dijo:
-Estos nuevos vivientes son tan estúpidos como los del primer mundo. Tampoco parecen capaces de comprender el sentido de la vida.
Entonces pidió a la Abuela Araña que los condujera al tercer mundo. En el transcurso de este nuevo viaje algunos animales se transformaron en hombres.
La Abuela Araña enseñó a los hombres la alfarería y el arte del tejido. Los instruyó convenientemente y en la cabeza de hombres y mujeres comenzó a despuntar un destello, una vaga idea del sentido de la vida. Pero los brujos malvados, que sólo se sentían a gusto en las tinieblas, extinguieron aquel destello de luz y cegaron a los humanos. Los niños lloraban, los hombres peleaban y se lastimaban: habían olvidado el sentido de la vida.
Entonces la Abuela Araña volvió a ellos y les dijo:
-Tawa, el espíritu del sol, está muy descontento de vosotros. Habéis desperdiciado la luz que había brotado en vuestras cabezas. Por consiguiente, deberéis ascender al cuarto mundo. Pero esta vez, tendréis que encontrar por vosotros mismos el camino.
Los hombres, perplejos, se preguntaban cómo podrían subir al cuarto mundo.
Durante largo tiempo permanecieron en silencio. Al fin, un anciano tomó la palabra:
-Creo haber oído ruido de pasos en el cielo.
-Es cierto -asintieron los demás-. También nosotros hemos oído el caminar de alguien allá arriba.
Así pues, enviaron al «pájaro gato» a explorar el cuarto mundo que parecía habitado. EI pájaro gato se coló por un agujero del cielo y pasó al cuarto mundo, donde descubrió un país semejante al desierto de Arizona. Sobrevoló el país y divisó a lo lejos una cabaña de piedra.
Al aproximarse, vio delante de la cabaña a un hombre que parecía dormir, sentado contra la pared. El pájaro gato se posó junto a él y el hombre despertó. Su rostro era extraño, pavoroso; completamente rojo, cubierto de cicatrices, quemaduras y costras de sangre, con unos trazos negros pintados sobre los pómulos y sobre la nariz. Sus ojos estaban tan hundidos en las órbitas que eran casi invisibles, a pesar de lo cual el pájaro gato vio brillar en ellos un resplandor aterrador.
Reconoció a aquel personaje: era la Muerte. La Muerte miró detenidamente al pájaro gato y le dijo gesticulando:
-¿No tienes miedo de mí?
-No-respondió el pájaro-. Vengo de parte de los hombres que habitan el mundo que está debajo de éste. Quieren compartir contigo este país. ¿Es eso posible?
La Muerte reflexionó unos momentos.
-Si los hombres quieren venir -dijo finalmente con aire sombrío-, que vengan.
El pájaro gato volvió a bajar al tercer mundo y contó a los hombres lo que había visto.
-La Muerte acepta compartir con vosotros su país- les comunicó.
-¡Gracias le sean dadas! -respondieron los hombres-. ¿Pero cómo podremos subir hasta allá arriba?
Pidieron consejo a la Abuela Araña y ésta les dijo:
-Plantad un bambú en el centro de vuestro poblado y cantad para ayudarle a crecer.
Así hicieron los hombres y el bambú creció. Cada vez que los cantores tomaban aliento entre dos estrofas, se formaba un nudo en el tallo del bambú. Cantaban sin cesar y la abuela araña danzaba y danzaba para ayudar a que el bambú creciera bien derecho. Del alba hasta el crepúsculo cantaron sin tregua hasta que, por fin, la Abuela Araña exclamó:
-¡Mirad! ¡La punta del bambú ha pasado por el agujero del cielo!
Entonces los hombres empezaron a trepar por el bambú, alegres como niños. Nada llevaban consigo, estaban desnudos, tan desprovistos como el primer día de su vida.
-¡Sed prudentes! -les gritó la abuela-. ¡Sed prudentes!
Pero ya no le oían, estaban demasiado arriba. Alcanzaron el cuarto mundo y en él construyeron poblados, plantaron maíz, calabazas y melones, hicieron jardines y huertos. Y esta vez, para no olvidar el sentido de la vida, inventaron las leyendas. (*)
(*) Fuente:El árbol de los soles. Mitos y leyendas del mundo entero,
Henri Gougaud, Editorial Crítica, Barcelona.
Las celebraciones por el día de la madre se iniciaron en la Grecia antigua, en las festividades en honor a Rhea, la madre de Júpiter, Neptuno y Plutón.
Los cristianos modificaron la tradición para adorar a la Virgen María.
En México, los aztecas ya honraban la maternidad a la madre de Huitzilopochtli
Durante el siglo XVII en Inglaterra comienza una celebración llamada “Domingo de Servir a la Madre” en la cual se honraba a las madres de Inglaterra y ese día los criados tenían permiso y el día pagado para ir a visitar a sus madres.
Después se comenzó a preparar una torta especial, llamada “Servir a la Madre” y se llevaba para celebrar ese día como un acto festivo en honor de las madres.
En Estados Unidos el primer día fue sugerido en 1872 por Julia Ward Howe como un día dedicado a la paz.
Otros cuentan que el “Día de la Madre” vino dado por Ana Jarvis, (norteamericana) quien luego de la muerte de su madre en 1905, decidió escribir a maestros, religiosos, políticos, abogados y otras personalidades, para que la apoyaran en su proyecto de celebrar el “Día de la Madre” justo el día del aniversario de la muerte de su madre, el segundo domingo de mayo. Tuvo muchas respuestas, y en 1910 ya era celebrado en casi todos los estados de Estados Unidos.
Posteriormente otros países se fueron sumando a la celebración y Ana Jarvis pudo ver a más de 40 países de diferentes partes del mundo en este acontecimiento sentimental que no tenía otro fin que rendir homenaje y enaltecer a esa mujer que da parte de su ser para dar vidas, y aún su vida por el fruto de sus entrañas.
En Venezuela, se organizó el primer "día de las tres madres" el 24 de mayo de 1921 en Valencia (Edo. Carabobo) por el Dr. Jesús María Arcay Smith, presidente de una asociación llamada "Caridad y Concordia", quien logró que fuera oficializado por el Concejo Legislativo.
Al tiempo, 82 Concejos Municipales de Venezuela decretaron por igual esta celebración, hasta que en el año 1924 una ley del Congreso Nacional decretaba la celebración anual, en todo el territorio Nacional de "el día de las tres madres".
En Argentina se celebra el tercer domingo de octubre.
Esta celebración, poco a poco fue adaptándose a las festividades internacionales y perdió su nombre original...
Hoy la conocemos simplemente como el "Día De Las Madres".