UNIVERSO Y ORIGEN
CREENCIAS ABORÍGENES
En el sistema de creencias, donde la Tierra y la Naturaleza ocupaban un lugar privilegiado, el firmamento era poco atendido de manera que la mayor parte de su cosmología estaba basada en la mitología y en observaciones astronómicas muy generales.
La estructura del Universo varía poco de un pueblo aborigen a otro. En general para los nativos, en el Universo había tres planos: la Tierra, el cielo y el subsuelo.
La Tierra, cuya forma es circular, está cubierta por el cielo que se estrecha en el horizonte.
El cielo es el hogar de los héroes ancestrales y de los seres sobrenaturales. Además, el cielo era descrito como el lugar donde iba el alma de una persona cuando esta moría.
Como su Tierra (Australia) era un espacio bastante seco, donde el agua no era muy abundante, a los ojos del aborigen australiano, el cielo se imaginó como un espacio verde, donde el suministro de agua era mayor que en la tierra, resultando una morada digna de los dioses y de esas almas que abandonaban el cuerpo al morir.
La luz, el brillo de las estrellas era visto como las hogueras de los seres que residían en el cielo.
Algunos mitos explican que el cielo era sostenido por unos apoyos gigantescos situados en los extremos de la Tierra sujeto. Esta idea de grandes pilares o apoyos que sujetan el cielo.
Los aborígenes australianos sentían un gran respeto por la figura del chamán, de quien se decía era capaz de viajar del plano terrestre al plano celeste, mediante una serie de rituales y utilizando ciertas semillas de árboles que se hallaban entre el cielo y la tierra.
El plano subterráneo, era un plano inferior a la Tierra con la cual tenía un mayor parecido que el cielo. En este plano, situado por debajo del terrestre, estaba ocupado por gente que se parecía bastante a la que ocupaba la Tierra.
Otros relatos sostienen que el subsuelo es un plano más oscuro y que está vacío, deshabitado.
Una leyenda aborigen cuanta que el hombre luna y la mujer sol, atravesaban cada día este plano subterráneo para volver al horizonte este, desde el oeste. De este modo, explicaban la desaparición tanto del sol como de la luna en el horizonte oeste, y su aparición en el este cada día.
Para los aborígenes australianos, la luna era identificada con una figura masculina, mientras que el sol era considerado una figura femenina, justa al revés que en muchas otras culturas
Esto puede deberse a la importancia que los nativos australianos otorgaban a la figura femenina, sin la cual no era posible la vida. Del mismo modo, la vida en la Tierra no es posible sin el sol, con lo cual pudo establecerse una relación entre la feminidad y el astro rey.
El mito que narra el origen del sol, cuenta que éste surgió de la propia Tierra en un lugar concreto, señalado por una gran roca; cada día el sol se alza en el cielo y vuelve a la Tierra cada noche, justo al mismo lugar del que surgió por vez primera.
Existe otra narración, completamente distinta, que también explica la aparición del sol en el cielo cada día.
Según esta leyenda, una mujer dejó a su hijo en el interior de una cueva mientras buscaba comida; cuando anocheció, la mujer se perdió y entró en la región celeste, que comenzó a recorrer con una antorcha; la mujer aún sigue perdida y cada día cruza el cielo con su antorcha, iluminándolo mientras busca a su hijo perdido.
También es curioso el relato mitológico que explica el origen de la luna, que como ya hemos indicado era una entidad masculina.
Según el mito, un miembro del tótem de la zarigüeya tenía un fabuloso cuchillo con la luna dentro, de modo que podía cazar por la noche con la luz que proyectaba. En cierta ocasión, un miembro de otro tótem se lo arrebató y huyó. El dueño del cuchillo, corrió tras él, sin éxito. Como no pudo alcanzarlo, se dirigió a él vociferando y propuso al ladrón que dejase la luna en el cielo para que todos pudiesen sacar provecho de su luz y pudieran cazar de noche.
Existe otro mito distinto, pero igual de interesante, que explica las fases de la luna. El relato cuenta cómo un miembro del tótem de la zarigüeya murió y poco después se alzó de su tumba, volviendo a ser un hombre; nuevamente envejeció y murió otra vez; en determinados puntos, se vuelve a levantar como un hombre joven, para ir envejeciendo y volver a morir.
En la mitología de los aborígenes australianos, no solamente se recogen mitos sobre el sol y la luna, sino que otros cuerpos celestes también merecieron su atención. Entre ellos destaca el mito de las Pléyades y de Orión, que fueron importantes grupos de estrellas para los nativos de Australia.
Las Pléyades eran siete hermanas que iban siempre juntas a cualquier sitio y un día aterrizaron todas en su lugar favorito, donde encontraron a un grupo de hombres llamados Yayarr. Estos hombres acompañaron y ayudaron a las hermanas, hasta que se cansaron. Solamente uno se quedó con ellas. Cuando las estrellas se fueron al cielo, el hombre las siguió también hasta el firmamento y se convirtió en Orión.
Las estrellas de Escorpio también tienen su propio mito, según el cual un recién iniciado fue seducido por una mujer y mantuvo relaciones sexuales antes de haber sido purificado. Los maestros del joven querían castigarle por haber roto las normas, pero la pareja huyó al cielo. Los maestros les persiguieron arrojándoles bumeranes, pero fallaron. Entonces todos se transformaron en estrellas para mostrar que el iniciado jamás podría finalizar su formación.
Otros fenómenos celestes también fueron explicados mediante mitos que ayudaban a comprender hechos, que, de otra forma, eran inexplicables. Así sucedía con los eclipses de sol; para los nativos australianos los eclipses de sol, eran debidos a la intromisión de un demonio, Arungquilta, que quería introducirse en el sol para vivir en él. Cada vez que tenía lugar un eclipse, el chamán debía de realizar un ritual, para expulsar al demonio Arungquilta y expulsarle lejos del sol.
Publicado por José María Alfaro Roca
Fuente e imagen
http://autraliaysusaborigenes.blogspot.com