sábado, 21 de noviembre de 2009

ANTA


El Anta, es un magnífico animal (tapirus terestris), llamado Tapir o Gran Bestia, habita en la zona del litoral argentino y de los grandes ríos.

Según la leyenda que relata J.B. Ambrosetti, este animal se alimenta solamente de ramas y frutas porque cuando el Creador les dio vida a los animales, les preguntó que les gustaría comer. El Anta, por tener sus orejas muy pequeñas, no oyó; y fue presuroso a preguntarle a Kadjurukré que debía comer, entonces este le dijo, de mala gana: "vayan a comer hojas y ramas de los árboles".

Nos dice Félix Coluccio, que en la zona de Misiones, la gente afirma que las correas hechas con el cuero de este animal, transmiten su extraordinaria fuerza al que lo posee, además se usa su pezuña triturada o pulverizada para los males del corazón y para detener las hemorragias del parto.

El Tapirus americanus sólo se encuentra en Chaco, Formosa y Salta, en otros tiempos se encontraban en Santiago del Estero y Tucumán (en esta última provincia existe un sitio denominado Anta muerta).

Entre sus nombres vulgares tenemos anta, gran bestia, tapiro, danta, y en lengua autóctona ahuara, o sachahuajra (vaca silvestre), pinchacu (que anda en las acequias) en quichua; loligac (toba o mborevi (guaraní).

El Anta se encuentra casi exterminada en América, principalmente por la depredación humana.

Se dice también que la palabra Anta deriva del quichua, pero Vúletin nos indica que es una adulteración del árabe lambt, idioma en el que hace referencia a los cueros curtidos de gran espesor y resistencia.

En Europa se llamaba así a un gran ciervo, y tal vez esta fue la derivación que trajeron los españoles para el tapir

lunes, 16 de noviembre de 2009

CUANDO LLOVIÓ BUÑUELOS



En el campo santiagueño, cuenta el Dr. Oreste Di Lullo, vivían unos viejitos extremadamente pobres.

Tenían un ranchito perdido entre los montes de algarrobos, pero no muy lejos de una población donde había una escuelita.

Un día que andaban juntando leña encontraron una bolsa de dinero que había perdido un viajero.

La anciana la agarró y la escondió, y le dijo al viejo:

-¡Vos no digas nada!; acostate a dormir la siesta.

Ella se fue a la población y compró huevos y harina e hizo muchísimos buñuelos, que desparramó por entre el bosque y el campo.

Al terminar, volvió a la casa, hizo que se levantara al viejo y le dijo:

-¡Viejo!, tenés que ir a la escuela a ver si aprendés algo.

-¿Qué voy a aprender?, ¡si soy tan viejo! -decía él- ¡No, no!

-¡Andá nomás, que sí vas a aprender!

Y le hizo que fuera dos o tres días seguidos.

En esto, los dueños del dinero llegaron averiguando si lo habían encontrado.

La vieja dijo que no habían hallado nada, y el viejo decía:

-¡SÍ, sí, lo hallamos!

-¡Estás loco, viejo!

¿Cuándo hemos hallado nada?

Vos te debes callar porque estás bien loco.

-¡Pero no, vieja! ¿te acordás que sí lo hallamos?

-Pero, ¿cuándo? -decía la vieja.

-¿No te acordás? cuando llovió buñuelos, que había tantos por el bosque y el campo.

-¿Han visto que está loco?- Decía la vieja.

-Qué voy a estar loco! ¿Te acordás cuando yo iba a la escuela?

-Este viejo es loco -dijeron los dueños del dinero;- ¡qué años hará que iba a la escuela!... Y se fueron.


Oreste Di Lullo, "La Razón del Folklore"

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/09/dr-orestes-di-lullo.html