La Huenchula era hija única de un matrimonio que vivía en las cercanías del lago Cucao.
Era una muchacha muy admirada por todos los habitantes de la aldea vecina, por su hermosura y simpatía. Sus padres la adoraban. Era ella quien realizaba todas las actividades hogareñas ya que la madre, una famosa machi, dedicaba gran parte de su tiempo a labores propias de su profesión.
Un día, al regresar de su cotidiana faena de transportar agua desde el lago cercano, manifestó a su madre su desagrado por este trabajo; no por el esfuerzo que el mismo le demandaba, sino por el temor que le producía la presencia de un raro animal, con ciertas formas de lobo y de hombre, que desde las aguas la contemplaba, cada vez con mayor insistencia.
La madre, mujer acostumbrada a oír las ficciones y cuentos de sus clientes, no le dio importancia ni crédito. Pensó que se trataba de las propias fantasías de la muchacha, quien con su viva imaginación las hacía reflejar en el agua; así pues le indicó que siguiera cumpliendo sin temor sus tareas y desechara esas fantasías que podrían alterar su mente. Estos argumentos no convencieron a la Huenchula, quien temerosa continuó sus viajes al lago, y siguió contemplando la misma visión cuya realidad no le merecía duda y a la cual, poco a poco, fue perdiendo temor.
Una tarde, al agacharse para llenar su "chunga" (vasija) en las aguas del lago, el misterioso animal alargó una mano, tomando suavemente la suya. El contacto de esta mano fuerte y suave la sobrecogió de espanto y todo su cuerpo fue presa de un fuerte escalofrío. Esta impresión se esfumó rápidamente ante la mirada tierna, humilde y suplicante del raro animal y se transformó en una atracción irresistible hacia él. Y a pesar de que no hablaba, sólo emitía una especie de balido, ella comprendió claramente sus intenciones, se dejó atraer y ambos, siguiendo las aguas del lago que bajan por el río, se perdieron hasta llegar al fondo del Océano Pacífico.
En casa de la Huenchula todo era intranquilidad por la demora de la muchacha, siempre tan puntual en sus quehaceres.
Ante esta situación, resolvió la madre salir en busca de su hija, dirigiendo sus pasos hacia las orillas del lago, pero no encontró a la niña. En cambio, sus ojos espantados contemplaron que la "chunga" con la cual la Huenchula acostumbraba a transportar el agua estaba llena de un líquido rojo idéntico a la sangre. La hechicera regresó a su casa inundada de llanto y contó a su esposo el lamentable resultado de su búsqueda.
Pasaron largos meses y el consuelo no llegaba a la casa materna, en la que sólo reinaba un ambiente de intensa amargura. Pero cumplido un año justo de su misteriosa desaparición y en una tranquila noche de luna, la Huenchula se presentó ante sus padres quienes, estupefactos, contemplaron su imagen sin convencerse de lo que sus ojos veían; hasta que las palabras, los gestos y los brazos de su hija apretaron contra su corazón a sus queridos progenitores, que como salidos de un mal sueño, se mostraron dichosos y felices.
Sin facilitar detalles, la Huenchula les contó que venía desde remotos lugares y les traía muchos regalos de parte de su esposo, un poderoso rey, padre de la criatura que muy envuelta llevaba en los brazos y que depositó en una vasija de madera, donde -según les recalcó- debía permanecer ajena a las miradas de todos.
Un día, en ausencia de la Huenchula, los ancianos padres no pudieron ni supieron controlar por más tiempo su curiosidad y destaparon la vasija. Al instante, la criatura que allí estaba resguardada se transformó en agua.
A su regreso la Huenchula, angustiada por este suceso, huyó del hogar de sus padres, llevándose lo que quedaba de su hija para reunirse con su esposo, el Millalobo, en el fondo del mar.
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/09/la-huenchur.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/09/el-millalobo.htmlFuentes: Publicación del Dr. Bernardo Quintana Mansilla, “Chiloé Mitológico”
www.cuco.com.ar/
www.proturchiloe.co.cl/mitologi.htm.
www.puntoloslagos.cl
www.mitologiachilota.cl