El Inti (en quechua: Tayta Inti, Padre Sol) era el dios sol y siervo de Viracocha, el cual ejercía la soberanía de la actualidad en el plano divino (Hanan Pacha).
Asimismo era hijo del dios sol del mundo antiguo (Ñawpa Pacha) y reinaba sobre el ser humano en el mundo actual (Kay Pacha).
El Inti era la divinidad popular más importante del Imperio Incaico siendo adorado en varios santuarios. Se le entregaban ofrendas de oro, plata y ganado, así como las llamadas Vírgenes del Sol. También se le hacían ofrendas humanas en el mes de los Capac hucha, la cual muchas veces consistía en reos de muerte.
Viracocha (en quechua: Qun Tiksi Wiraqucha) era considerado como el esplendor originario o El Señor, Maestro del Mundo.
En realidad fue la primera divinidad de los antiguos peruanos, a saber, los habitantes de Caral, Chavín, Wari y especialmente los Tiahuanacos, que provenían del Lago Titicaca.
El culto al dios creador supuso un concepto de lo abstracto y de lo intelectual, y estaba destinado solo a la nobleza.
Viracocha al igual que otros dioses, fue un dios nómada.
Según los mitos, surgió de las aguas, y creó el cielo y la tierra.
Tenía un compañero alado, el Pájaro Inti, una especie de pájaro mago, sabedor de la actualidad y del futuro. Este pájaro mago, no es otro que el Corequenque de las tradiciones orales, el picaflor de oro, mensajero de los dioses, cuyas plumas servían para la mascaypacha o corona del emperador Inca.
Viracocha es representado con dos varas, que al parecer eran realmente estólicas (propulsalanzas) o warakas (hondas gigantes andinas)
Tanto los incas así como los antiguos peruanos desde la época de Caral, creían que el espacio horizontal estaba dividido en dos partes, y cada una de ellas subdividida en otras dos, el mundo aparecía compuesto por tres planos:
·Hanan Pacha: El mundo del ascenso dividido en: Hanan Pacha mundo de arriba y Ñaupa Pacha mundo antiguo o de los antepasados
· Kay Pacha: El mundo del centro. Sanka Pacha mundo del castigo o los condenados y Kay Pacha mundo de aquí,
·Uku Pacha o Urin Pacha: El mundo de abajo.
Pacha significa a la vez tiempo y espacio, es decir, plano de existencia.
Imagen del Cerro Chaltén; así llamado por los tehuelches. En su cumbre, se posó Elal, el gran héroe patagónico, con su cisne.
Luego, el hombre blanco rebautizó la montaña para llamarla Cerro Fitz Roy.
(Foto Matilde Gironelli).
Dicen los tehuelches que la Patagonia era solo hielo y nieve cuando el cisne la cruzó, volando por primera vez. Venía desde más allá del mar, de la isla divina donde Kóoch había creado la vida y donde había nacido Elal, a quién cargó en su blanco lomo para depositarlo sobre la cumbre del cerro Chaltén (ubicado en la zona cordillerana de Santa Cruz, conocido hoy como cerro Fitz Roy).
Dicen también que detrás del cisne volaron el resto de los pájaros, que los peces los siguieron por el agua y que los animales terrestres cruzaron el océano a bordo de unos y de otros. Así la nueva tierra se pobló de guanacos, de liebres y de zorros; los patos y los flamencos ocuparon las lagunas y surcaron por primera vez el desnudo cielo patagónico los chingolos, los chorlos y los cóndores.
Por eso Elal no estuvo solo en el Chaltén; los pájaros le trajeron alimento y lo cobijaron entre sus plumas suaves. Durante tres días y tres noches permaneció en la cumbre, contemplando el desierto helado que su estirpe de héroe transformaría para siempre.
Cuando Elal comenzó a bajar por la ladera de la montaña le salieron al encuentro Kókeshke (el frío) y Shie (la nieve).
Los dos hermanos que hasta entonces dominaban la Patagonia lo atacaron furiosos, ayudados por el hielo y por Máip (el viento asesino). Pero Elal ahuyentó a todos golpeando entre sí dos piedras que se agachó a recoger, y ese fue su primer invento: el fuego.
Cuentan que Elal siempre fue sabio, que desde muy chiquito supo cazar animales con el arco y la flecha que él mismo había inventado. Que ahuyentó al mar con sus flechazos para agrandar la tierra, que creó las estaciones, amansó las fieras y ordenó la vida. Y que un día modelando estatuitas de barro, creó los hombres y las mujeres: lostehuelches.
A ellos los Chónek les confió los secretos de la caza; les enseñó a diferenciar las huellas de los animales, a seguirles el rastro y a ponerles el señuelo; a fabricar las armas y a encender el fuego. También a fabricar abrigados quillangos, a preparar el cuero para los toldos, hasta dejarlo liso e impermeable... y tantas, tantas otras cosas que tan solo él sabía.
Cuentan que hasta la luna y el sol están donde están por obra de Elal, que los echó de la tierra porque no querían darle a su hija por esposa.
Que el mar crece con la luna nueva porque la muchacha, abandonada por el héroe en el océano, quiere acercarse al cielo, desde donde su madre la llama.
También que si no fuera porque una vez, hace muchísimo tiempo, cuando hombres y animales eran la misma cosa, Elal castigó una pareja de lobos de mar, no existirían el deseo ni la muerte.
Finalmente Elal, el sabio, protector de los Tehuelches, dio por terminados sus trabajos.
Dicen que un día poco antes del amanecer, reunió a los chónek para despedirse de ellos y darles las últimas instrucciones.
Les anunció que se iba, pidió que no le rindieran honores, pero sí que transmitieran sus enseñanzas a sus hijos, y éstos a los suyos, y aquellos a los propios, para que nunca murieran los secretos de los Tehuelches.
Y cuando el sol ya se asomaba en el horizonte Elal llamó al cisne, su viejo compañero. Se subió a su lomo y le indicó con un gesto el este ardiente. Entonces el cisne se alejó del acantilado, corrió un trecho y levantó vuelo por encima del mar.
Inclinándose sobre el ave que lo llevaba, y acariciando su cuello, Elal le pidió que le avisara cuando estuviera cansado.
Cuando el cisne se quejaba, Elal disparaba una flecha hacia abajo y con cada flechazo surgía en el agua una isla donde era posible posarse a descansar.
Dicen que varias islas se distinguen todavía desde la costa patagónica y que en alguna de ella muy lejos, donde ningún hombre vivo puede llegar, vive Elal. Sentado frente a hogueras que nunca se extinguen, escucha las historias que le cuentan los tehuelches que resucitados llegan cada tanto para quedarse con él, guiados por el magnánimo Wendéunk, espíritu tutelar que lleva la cuenta de las acciones de los tehuelches y los conduce, después de muertos, al encuentro de Elal.
Fuente: Libro Joiuen Tsoneka “Leyendas Tehuelches”, de Mario Echeverría Baleta
Una de las leyendas más conocidas de la provincia de Catamarca es la que hace referencia a una laguna que esta ubicada en el Distrito Aconquija -Departamento Andalgalá- y que recibe el nombre de Laguna del Tesoro. Cuenta que en épocas del Imperio Incaico llegó la noticia del apresamiento de Atahualpa, último Inca y que se reclamaba de todo el imperio, el aporte de riquezas para salvar la vida del Emperador incaico.
Los habitantes de la zona de Andalgalá, y más precisamente los establecidos en el "Pucará" redujeron el oro e hicieron una magnífica cadena de varios metros de largo. Cada eslabón del grosor del puño de un hombre.
Con esta preciosa carga, salieron rumbo al centro Imperial por uno de los caminos del inca, el que atravesaba la selva. La comitiva llegó hasta una laguna, donde se anoticiaron del ajusticiamiento de Atahualpa. Allí mismo decidieron arrojar a las aguas de la laguna, su presente, mas otras riquezas.
Y... desde ese momento quedó el nombre de "Laguna del Tesoro", como hoy se conoce a la paradisíaca laguna, situada al pie del Nevado de Aconquija, y en el límite de la provincia de Catamarca y Tucumán.
La Araucana - (1569), relato épico de Alonso de Ercilla y Zúñiga
La Guerra que duraría más de 300 años recién empezaba, cuando un niño, como miles, cayó prisionero del enemigo. Aprendió en la servidumbre las tácticas de sus captores y cuando huyó, retornó con su gente para guiarla a grandes victorias. Su nombre: Lautaro.
Hace 450 años atrás, la avanzada española capitaneada por Francisco de Villagra irrumpió sorpresivamente en el campamento de las fuerzas de Lautaro. Fue la última vez que el joven líder enfrentó a los conquistadores: la lanza que lo atravesó le causó la muerte.
Tenía 22 años, pero su leyenda lo sobreviviría.
Su historia comienza cuando la invasión española apenas había alcanzado las tierras que los indígenas llamaban Chili, para encontrarse con la fiera resistencia de un pueblo al que no conocían: mapuches, huilliches y picunches.
Pedro de Valdivia, como lo hizo antes Diego de Almagro, maniobró en este terreno hostil, fundando ciudades y empujando la frontera cada vez más hacia el sur. Pero no sospechaba que él mismo estaba acuñando la mano que lo haría caer.
Lautaro era un niño cuando, en las cercanías de la actual Concepción, fue tomado prisionero por los españoles.
Habían pasado 10 años de la batalla de Reinohuelén (1536) y su gente aún no disipaba la niebla supersticiosa de terror por estos monstruos parecidos a centauros y a sus armas ruidosas que parecían escupir fuego. Nada menos que el mismo Gobernador lo tomó como yanacona (indígena al servicio de los españoles), para que atendiera a su caballo y lo acompañara en las batallas, al estilo de los pajes.
Así pasó los siguientes 6 años, hasta que el adolescente Lautaro decidió escapar.
La próxima vez que se encontró con sus antiguos captores, el caudillo tenía autoridad sobre su gente y les había enseñado tácticas de guerra, a manejar armas, elegir el terreno, cómo emboscar y a montar los caballos a los que ya no temían.
La primera gran victoria que hizo su nombre temido entre los hidalgos fue la del 25 de diciembre de 1553, la batalla de Tucapel. También fue la derrota final del gobernador, pues su antiguo paje logró capturarlo y darle muerte.
Luego de la batalla de Marihueñu (23 de febrero, 1554) y el despueble de Concepción, pasaron dos años de absoluta ausencia española en el Sur de Chile. Lo que era un hito en la guerra, sin embargo, no pudo ser celebrado por los indígenas: las nuevas enfermedades y el hambre los debilitaron a extremos de horror.
Asombrosamente, Lautaro reemprendió el ataque con los hombres que pudo recolectar y sumando también a los picunches dentro de sus fuerzas. Luego de un exitoso enfrentamiento con Pedro de Villagra, en Peteroa, las fuerzas mapuches se reagruparon en el lugar y esperaron: se acercaba el invierno y estaban sin alimentos.
Yacurmana significa Madre del agua, pero también se lo conoce como agua que cae.
En La Rioja está muy difundida la Yacurmana de Chuquis, que es un accidente geográfico proveniente de la ladera del Velazco. Sin embargo también está también muy arraigado en Solca, Dpto. F. Quiroga, entre las serranías de Malanzán y Nacate, donde se la pinta como una viejecita vestida toda de blanco que aparece en el estanque de los Mota, entre los cañaverales, este espíritu -protector de día-, con las primeras sombras de la tarde cambia de personalidad, tornándose maléfica para cuidar que no se sequen las vertientes y se conserve cristalina el agua.
LA YACURMANA DE CHUQUIS:
Se le llama también hilo de plata o cabellera de plata, agua que cae en referencia a la diosa diaguita del agua y por su caudal, pero en época veraniega se convierte en una espectacular cascada por el importante aporte de las lluvias a su volumen de agua.
Qowakina era un hermoso lugar donde vivía la rana Paqua. Un día estaba sentada en una húmeda piedra cantando una plegaria para que se pusiera a llover, ya que hacía mucho calor y esa era la manera en que Paqua lograba que vinieran las lluvias -aquí la mujer hopi que contaba la historia se puso a cantar una corta canción, muy rítmica, similar a una canción de cuna-
No muy lejos de allí, Mahu, la langosta, estaba posada en un pequeño arbusto, y también estaba cantando. Se estaba poniendo muy caluroso y polvoriento el día; y también ella estaba rogando por que caiga la lluvia al fin. Tenía una bellísima canción para estas ocasiones y sonaba más o menos así...
-aquí nuevamente Guanyanum Sacknumptewase pone a tararear una bella canción en lenguaje hopi-
Poco a poco, la langosta comenzó a oír a la rana, entonces decidió averiguar de donde procedía tan bello sonido. Por fin encontró a la rana y le preguntó que estaba haciendo.
Paqua le dijo que tenía mucho calor y estaba cantando para que lloviera.
La langosta dijo: -“no te resulta extraño. Es exactamente lo mismo que yo hago para hacer llover”
Entonces ambas se pusieron a cantar.
Muy pronto comenzaron a observar que se acercaban nubes en el horizonte mientras ellas cantaban, y finalmente vino la lluvia lo que las puso muy felices.
Luego de ese día, se convirtieron en grandes amigas, ya que encontraron que ambas compartían las mismas ideas respecto a algo.