Había terminado dios de presenciar el diluvio que duró cuarenta días y cuarenta noches.
En el techo del mundo tenia reunidos a sus hijos predilectos, a quienes salvó de la inundación.
Para entretenerlos, y que no se aburrieran allá arriba, mientras se secaba la tierra, les contaba cuentos, bonitas mentiras.
Ameno, como es el creador para contar mentiras, tenia boquiabiertos a todos los animales de la creación a su alrededor.
Se acordó mientras les narraba el cuento del origen del universo, que estaba esperando a que bajaran las aguas y el sol secara la tierra; entonces mandó a uno de los animales que se encontraba más cerca de él para que se asomara a la tierra para que viera si el sol ya la había secado.
Tan bonita mentira contaba dios a sus hijos que el animal siguió prestando atención al cuento, y no hizo caso de la orden.
Por segunda vez dios ordenó, a aquel animal embebido en la narración, que se asomara desde el techo del mundo a ver si ya estaba seca la tierra.
Tampoco en esta ocasión obedeció el animal, que prefería no perder detalle de los cuentos del creador.
A la tercera vez dios interrumpió su narración, y con los ojos llenos de ira, se dirigió al interpelado y le grito:
¡Vete, Burro!
Un humilde animal se levanto de su la lado, pero en aquel momento sus atentas y bien hechas orejas crecieron enormemente, y desde entonces le quedó el nombre de burro, que dios le dio.
Leyenda Zapoteca
Fuente:
Oscar Encines
www.granate.com.mx
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Oscar Encines
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