Era un padre de familia.
Había conseguido unas buenas condiciones de vida y había enviudado, después de que sus hijos se hicieran mayores y encauzaran sus propias vidas.
Siempre había acariciado la idea de dedicarse a la búsqueda espiritual y poder llegar a sentir la unidad con la Conciencia Universal.
Ahora que ya no tenía obligaciones familiares, decidió ir a visitar a un yogui y ponerlo al corriente de sus inquietudes, pidiéndole también consejo espiritual.
El yogui vivía cerca de un río. Cubría su cuerpo con un taparrabos y se alimentaba de aquello que le daban algunos devotos.
Vivía en paz consigo mismo y con los demás.
Sonrió apaciblemente cuando el hombre de hogar llegó hasta él.
-¿En qué puedo ayudarte? -preguntó cortésmente.
-Venerable yogui, ¿cómo podría yo llegar a percibir la Mente Universal y hacerme uno con Ella?
El yogui ordenó:
-Acompáñame.
El yogui condujo al hombre de hogar hasta el río.
Le dijo: -Agáchate.
Así lo hizo el hombre de hogar y, al punto, el yogui lo agarró fuertemente por la cabeza y lo sumergió en el agua hasta llevarlo al borde del desmayo.
Por fin permitió que el hombre de hogar, en sus denodados forcejeos, sacara la cabeza.
Le preguntó: -¿Qué has sentido?
-Una extraordinaria necesidad y ansia de aire.
-Pues cuando tengas esa misma ansia de la Mente Universal, podrás aprender a percibirla y hacerte uno con ella.
Anónimo Hindú
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