martes, 4 de agosto de 2009

TUPAC AMARU Y LA EMANCIPACIÓN AMERICANA




Túpac Amaru y la Emancipación Americana.

Sólo una visión racista de la historiografía y sociología latino-americanas, basada en el racismo estructural de nuestras sociedades, y sustentadas en la supremacía racial blanca-criolla-europea, impuesta por la invasión europea y la derrota de las naciones indias -expresada sin ambages en las genocidas consignas de "civilización o barbarie" u "orden y progreso"- puede intentar ocultar lo evidente.

La Revolución Norteamericana estalló en 1774, la Revolución Francesa en 1789; en medio de ambas, la historiografía liberal o la católico-nacionalista, no ubican absolutamente nada, hasta llegar a la Revolución de Mayo de 1810, hecho en la que coinciden, con distintas miradas, ambas corrientes europeístas argentinas. Una, tributaria de la dominación británica y de la hispano-católica, la otra.

Este déficit se extiende a la mayoría de la historiografía occidental, con honrosas excepciones como las de Boleslao Lewin, Eduardo Astesano, Rodolfo Kusch, José Carlos Mariátegui, Alcira Argumedo, Ernesto Giúdici, Gabriela Mistral, César Vallejo, Pablo Neruda, Osvaldo Bayer, Felipe Pigna y Enrique Dussel, entre otros. Autores que han aportado una mirada diferente, abarcadora de la real dimensión de la rebelión Tupamara y del Incario fundante. El resto, ignora que en el período comprendido entre la Revolución Norteamericana y nueve años antes de la francesa, estalló una Revolución que conmovió el corazón estratégico del imperio español en América, y que a punto estuvo de liberar los inmensos territorios del Incario.

Es imposible negar su conexión con el estallido de la revolución en el Norte de América. Siendo además que, entre 1774 y 1789 se sucedieron en la América española decenas de rebeliones indias y criollas, siendo la Tupamara la principal y más profunda.

Ambas visiones dominantes ignoran –u ocultan- que los planteos de Túpac Amaru, proclamando la abolición de la esclavitud, la encomienda, y la servidumbre indias, y de toda dominación sobre otras personas, así como de todo poder colonial sobre los pueblos americanos, eran mucho más avanzados que los principios de supremacía blanca de las revoluciones norteamericana y francesa. Movimientos estos, que no abolieron ni la esclavitud ni el poder colonial sobre sus territorios sometidos, a excepción de los planteos revolucionarios de Maximilien Robespierre.

Es de tal magnitud el racismo de ambas corrientes historiográficas, que incluso al hablar de la Revolución de Mayo, dan por iniciado el proceso el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires. Sin embargo, el proceso emancipatorio realmente comienza como proceso histórico, el 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca y en junio del mismo año en La Paz. Ambas ciudades, de clara connotación india y Tupamara, están situadas en el corazón estratégico del Imperio español en América.
Claro que, iniciar la emancipación americana con los sucesos del Alto Perú, sería reconocer la herencia tupamara y el carácter mayoritariamente indio de la América del s XIX –y aun de la actual-.
Baste señalar que Buenos Aires contaba en 1810 con 42.000 habitantes, sin embargo en el Perú y el Alto Perú residían casi 2.500.000 personas, el 85% de ellos indios y mestizos.

Es imposible, como hacen Mitre, Vicente Fidel López y Sarmiento, o el Pepe Rosa, Ibarguren y Palacio, por ejemplo, centrar la emancipación americana en Buenos Aires. El puerto carecía de importancia real en el contexto americano, más allá de su importancia estratégica. Peor aun: centrar el movimiento o la mirada en Buenos Aires, llevaría a la destrucción de la unidad continental, tal como ocurrió.

Ni Moreno, ni Belgrano, ni Castelli, ni San Martín, ni Artigas, ni Güemes pensaron de tal modo. Tampoco Monteagudo, Murillo, O’Higgins, Miranda, Nariño, o Bolívar. Nadie que se propusiera una Revolución continental –nadie pensaba en los paisitos actuales por entonces-, ignoraría ese hecho fundamental: el corazón de la América española no era Buenos Aires, sino el Alto Perú y el Perú.

De allí la importancia de la revolución encabezada por Túpac Amaru y sus ecos en la generación que lo sucedió.

Por Alberto Lapolla
agrolapolla@yahoo.com.ar
Ingeniero Agrónomo Fitotecnista (UBA)
Experto en Genética Vegetal
Historiador
Docente de la Universidad de La Matanza
Ex – Docente de la UBA
Autor de artículos y trabajos sobre la Problemática Agropecuaria Ambienta

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ctera.org.ar

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