Cazando vicuñas anduve en los cerros
Heridas de balas se escaparon dos
—No caces vicuñas con armas de fuego
Coquena se enoja —me dijo un pastor.
—Por qué no pillarlas a la usanza vieja,
cercando la hoyada con hilo punzó?
Para qué matarlas, si sólo codicias
para tus vestidos el fino vellón?
—No caces vicuñas con armas de fuego,
Coquena las venga, te lo digo yo.
No viste en las mansas pupilas oscuras
brillar la serena mirada del dios?
—Tú viste a Coquena
—Yo nunca lo vide,
pero sí mi agüelo —repuso el pastor—;
una vez oíle silbar solamente,
y en unos tolares como a la oración.
Coquena es enano; de vicuña lleva
sombrero, escarpines, casaca y calzón;
gasta diminutas ojotas de duende,
y diz que es de cholo la cara del dios.
De todo ganado que pace en los cerros,
Coquena es oculto, celoso pastor.
Si ves a lo lejos moverse las tropas
es porque invisible las arrea el dios.
Y es él quien se roba de noche las llamas,
cuando con exceso las carga el patrón.
En unos sayales, encima del cerro,
guardando sus cabras andaba el pastor.
Zumbaba en los iros el gárrulo viento,
rajaba las piedras la fuerza del sol.
Juan Carlos Dávalos
No hay comentarios:
Publicar un comentario