El gualicho, el diablo, la salamanca, parecen todos términos sinónimos, sin embargo no lo son. Han sufrido transformaciones, readaptaciones y re-significaciones.
Gualicho es, según Casamiquela, un término que proviene de Walichum o Wasichem.
En lengua tehuelche representa un remolino (una deidad femenina que se roba a los niños y es identificada como una anciana) que se encuentra en los grandes bajos (depresiones entre pampas-mesetas) típicos del paisaje patagónico. Muchos de ellos, se hallan bajo nivel del mar y constituyen verdaderos espacios, ecosistemas auto integrados: ese es el caso en particular del Bajo del Gualicho en un amplio espacio en la provincia de Río Negro, con una entidad e identidad definida.
A partir de la intervención del catolicismo se produce una re-significación del complejo conceptual “gualicho” y se asimila a la idea del diablo, y la salamanca, antigua tradición criolla (heredada a su vez del imaginario árabe-español)
Entonces debemos hablar de la idea del gualicho asimilado a lugares (geográficos) que por determinadas características se consideran “especiales” esto es dotados de características mágicas o sobre naturales. Esto es así por lo menos en el caso del Bajo del Gualicho en Río Negro, las distintas cuevas de la Salamanca (la Salamanca de Anecón Grande o Renüpülli, por ejemplo) y las cuevas del Gualicho en Santa Cruz, donde encontramos también pinturas rupestres.
Para los aborígenes dentro del complejo gualicho se instalaba todo aquello sobrenatural que escapaba a la comprensión racional. Así lo vemos en el libro de Lucio V. Mansilla “Una excursión a los indios ranqueles” cuando le muestra al caciquejo Caiomuta de la tribu ranquel una brújula y él lo increpa diciendo: “¿qué hace midiendo tierra, gualicho redondo?”.
Uno de los efectos que dicen que provocan las depresiones bajo el nivel del mar es una especie de desorientación y/o mareo que hacía que los arrieros temieran atravesarlos, y para hacerlos se protegían con “propiciamientos” “mandas”; dejando paquetitos de yerba, ofrendas de comida, dinero y hasta trocitos de tela atados a los arbolitos, a los que se llama “solitos” y se los considera entidades protectoras de los bajos.
En la pronunciada depresión que separa Puerto Madryn y Trelew conocida como Bajo Simpson existe un arbolito llamado “el solito” al que los camioneros cuidan y riegan. También suelen encontrarse restos de tela de diferentes colores.
En el famoso Bajo del Gualicho de Río Negro (aclaro porque hay muchos bajos denominados así) existía una famosa rastrillada que llevaba ese nombre. Con el advenimiento de la población blanca estos sitios peligrosos, de largos trayectos donde falta el agua, pasan a denominarse “travesías” temidas por los viajeros por la reverberación de la blancura implacable de la salina, el aire denso y enrarecido ya que uno tiende a perder todo tipo de referencia estable.
Esto abona a la idea de esos bajos como los sitios donde el diablo espera a sus víctimas, eventuales, para darles esos dones sospechosamente “sobrenaturales” (el caso de Bernabé Lucero, el guitarrista famoso de la zona) a cambio del alma del salamanquero.
Bwugan: poeta, escritora, investigadora, coordinadora de talleres y critica literaria.
Vive en Puerto San Julián, e investiga Literatura Patagónica.
Vive en Puerto San Julián, e investiga Literatura Patagónica.
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/03/walichu.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/08/renupulli-salamanca-del-lago-lacar.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/09/el-cerro-volcan.html
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