Antiguamente el agua, que era el mar, estaba adentro de un palo borracho grande. Esto era muy al principio.
Ahí nació Lawo, el Arco iris, y un pez: el dorado.
Mucha gente pasaba por ahí, pero les estaba prohibido pescar el dorado.
Por esa época pasó Tokjuaj con sus flechas. Sacó una y flechó el pez.
El yuchán se partió y se inundó el mundo. Tokjuaj trató de escapar corriendo pero el agua lo seguía.
Dos meses corrió con el agua atrás. Quiso transformarse en pez pero los peces también lo perseguían. No había forma de escapar.
Entonces se transformó en chajá.
Voló muy arriba, hasta que se le cayeron las plumas y comenzó a caer.
En su caída gritaba: “me transformaré en mortero”. Y cayó adentro de un pozo.
Ese pozo era muy profundo. Tokjuaj se transformó en murciélago, y mientras estaba tratando de salir, vio una víbora muy grande que quería tragárselo.
Por fin escapó. Pero el viborón le pudo agarrar una punta del ala. Y se enredó en una tela de araña.
Tenía hambre y no sabía que hacer. Entonces se le ocurrió chupar sangre. Desde entonces el murciélago chupa la sangre. Le chupó al anta y a las corzuelas.
Hasta que el tucán empezó a perseguirlo.
Tokjuaj se asustó y se escondió en el gajo de un árbol grande. El tucán golpeó el árbol con su pico y se partió la cabeza de Tokjuaj.
Quedó muerto en el piso en forma de murciélago.
El agua que salió del yuchán formó el río Pilcomayo. Las vueltas que da el río Pilcomayo son el recorrido de Tokjuaj huyendo del agua.
Tokjuaj corrió durante dos meses.
Fuente: El ciclo de Tokjuaj y otros mitos de los wichis.
Biblioteca de Cultura Popular, Buenos Aires 1999.
Biblioteca de Cultura Popular, Buenos Aires 1999.
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