lunes, 5 de octubre de 2009

PIRINI Y LOS PIRINEOS


Barranco de Acherito, Pirineos.


La inventaron los griegos hace muchísimos siglos, cuando ellos confundían la creación del mundo con la lucha de los dioses.


En su imaginación suponían que el cielo estaba poblado de innumerables dioses que se disputaban unos a otros la posesión de la tierra.


Entre estos dioses había dos especialmente fuertes: Atlante, que tenia como misión sostener las columnas que separan el cielo de la tierra y llevar el universo a cuestas, cargado sobre su espalda. El otro dios fuerte era Hércules, valeroso como nadie pero violente y cruel como ninguno.


Parecía haber nacido maldito y una diosa le envió a las cuna dos serpientes para que lo matasen, pero él bebe las estrangulo.


Naturalmente, Atlante y Hércules eran enemigos: eran demasiado fuertes los dos para poder convivir. Atlante, además era de carácter dulce y pacifico y vivía feliz en su maravilloso reino de la Atlántida. Hércules no tenia patria y recorría todo el mundo sembrando el dolor por todas partes. Y además, Hércules había engañado a Atlante con sus malas tretas cuando fue a robar las manzanas de oro del jardín de las Hespéride.


Fue entonces cuando conoció a la más bonita diosa de las Pléyades, Pirine, hija de Atlante, y se prendió de ella. La pretendió como esposa y lo hubiera conseguido porque nada parecía imposible para él.


Pirine adoraba a su padre y se juro a sí misma que nunca consentiría al amor de Hércules.

Tal vez la destrucción de la Atlántida se debió a ese amor no correspondido.


Desairado por la negativa de Pirine, en un arrebato de cólera, partió con un golpe de su clava el monte dando lugar a lo que hoy llamamos el estrecho de Gibraltar.


n los dos extremos planto sus columnas, Calpe y Ávila y el agua del mar Mediterráneo se precipito sobre la Atlántida, anegándola. Entonces fue precisamente cuando aparecieron todas las islas del Mar Egeo, al vaciarse casi el mar.


Todo pereció en la idílica Atlántida quien prefiere pensar que, todo el continente continuó su vida debajo del océano protegido por una inmensa bóveda de cristal y que hoy es más hermoso que nunca.


Sobre la bóveda se cubrió de sargazos para ocultarlo con sus algas a la mirada de los curiosos y un día no muy lejano ya, volverá a imperar sobre la Tierra. La leyenda se da aquí la mano con la ciencia-ficción y con los extraños fenómenos del mar de los sargazos y el Triangulo de las Bermudas.


Sin embargo la bella Pirine consiguió escapar de la catástrofe. Huyo mas allá del jardín de las Hespéride y se refugio, acogida por los pastores, en las más hermosas montañas del mundo que recibieron su nombre.


Hércules, desorientado, empezó a recorrer el universo en busca suya. Jamás renunciaría al amor de Pirine. Al llegar la noticia a los oídos de la diosa, temerosa al mismo tiempo que llena de despecho, encendió los montes prefiriendo ver todo arrasado y aceptando su propia muerte antes que caer en los brazos del poderoso y dios.


Hay poetas que aseguran que la inmensa pira dio el nombre al Pirineo; y no les vamos a quitar la razón que su inspiración es hermosa y además la palabra PIR significa fuego.


Hércules llegaba de Italia, siempre buscándola y realizando sus doce famosos trabajos al servicio de Euristeo en penitencia por su violencia y locura que lo llevaba a matar a todos los que amaba aunque fueran sus hijos.


Desde lejos vio la terrible humareda del Pirineo que se elevaba hasta el cielo. Imaginando la tragedia en grandes zancadas se dirigió a nuestras montañas


Llego al atardecer cuando ya todo era una inmensa ascua: los bosques ennegrecidos y sus árboles retorcidos y convertidos en carbón. Empezó a rebuscar por todos los recónditos parajes, valles, grutas y colinas, orientándose por lo único que no ardía:


Las lágrimas de Pirine que salpicaban las montañas y se quedaban cristalizadas en los inmensos ibones de azul intenso que todavía hoy podemos contemplar.


Solo al llegar la madrugada pudo encontrar a la diosa de sus amores. Quiso rescatarla del incendio pero ya era tarde: estaba agonizando y en los estertores de la muerte se la veía sonreír con gesto de triunfo por haber podido burlar al hijo de Zeus. Jamás ni ella ni su monte se someterían a nada ni a nadie.

Hércules quedo desolado. Y dicen que entonces se le vio llorar. Era el primer, el único fracaso de su vida caprichosa. Y lloro de rabia y de dolor junto al cadáver de Pirine.


Se juro a sí mismo que la Hesperia tan amada por él, entre todas las naciones, quedaría para siempre marcada por la señal de del amor imposible: las columnas de Hércules mirando a África y a la Atlántica sumergida, al sur y el altivo Pirineo en el otro extremo.


Tomo con infinito cariño a Pirine y le enterró allí mismo. Y allí le preparo su colosal mausoleo. Llamo a gritos a los titanes y con ellos y con sus propias manos cogió las gigantescas rocas y montañas calcinadas y las fue apilando una a una hasta dejar acabada una inmensa cordillera que desafiaba hasta los cielos y que para siempre se llamaría Pirineos en memoria de la hija de Atlante y como símbolo de la tenacidad y del amor a la independencia.


De ese Pirineo, forjado en el fuego de la pasión, la fuerza y la libertad, nacería un pueblo heredero de dioses, fantasía y amor.



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