Relato Folclórico de Juan Carlos Dávalos
Es- dijo el indio viejo, de barbas de chivato,
Empezando la historia con su habitual recato-
Un hombre petiso, sombrerudo y lampiño,
Forzudo como un toro, travieso como un niño.
Oculta en los bolsillos de su calzón de pana,
una mano de plomo y otra mano de lana.
Pregunta a quien le halla cual es la que prefiere,
y si elegís de lana, con la de plomo hoz hiere.
El hace en la cocina que rebalse la olla;
Él aumenta en el tulpo la dosis de cebolla.
De acuerdo con el gato, su compadre y amigo,
echa en la leche pelos, se revuelca en el trigo,
a media noche muele maíz en el mortero,
encabrita la jaca y aventa el avispero.
A la hora de la siesta cuando el sol reverbera,
se aparece a los chicos debajo de la higuera.
A jugar les convida con palabras cordiales
Y en la frente les deja tremendos cardenales.
El sábado a la noche ronda la pulpería
y aporrea a los ebrios con pesada porfía.
Se enanca en el caballo, les hurta los pellones,
y el pan de las alforjas lo trueca por carbones.
El duende es el demonio del mal que muerde y pasa,
El que pudre los huevos, el que apedrea la casa.
Toda molestia viene de su maligna influencia
Y un solo medio existe para burlar su ciencia.
Se sabe –acabó el viejo de barbas de chivato-
Que el duende es un espíritu que tiene un gran olfato.
Para ahuyentarle es bueno, según decía mi abuela,
Cargar en los bolsillos algo que mucho huela.
Empezando la historia con su habitual recato-
Un hombre petiso, sombrerudo y lampiño,
Forzudo como un toro, travieso como un niño.
Oculta en los bolsillos de su calzón de pana,
una mano de plomo y otra mano de lana.
Pregunta a quien le halla cual es la que prefiere,
y si elegís de lana, con la de plomo hoz hiere.
El hace en la cocina que rebalse la olla;
Él aumenta en el tulpo la dosis de cebolla.
De acuerdo con el gato, su compadre y amigo,
echa en la leche pelos, se revuelca en el trigo,
a media noche muele maíz en el mortero,
encabrita la jaca y aventa el avispero.
A la hora de la siesta cuando el sol reverbera,
se aparece a los chicos debajo de la higuera.
A jugar les convida con palabras cordiales
Y en la frente les deja tremendos cardenales.
El sábado a la noche ronda la pulpería
y aporrea a los ebrios con pesada porfía.
Se enanca en el caballo, les hurta los pellones,
y el pan de las alforjas lo trueca por carbones.
El duende es el demonio del mal que muerde y pasa,
El que pudre los huevos, el que apedrea la casa.
Toda molestia viene de su maligna influencia
Y un solo medio existe para burlar su ciencia.
Se sabe –acabó el viejo de barbas de chivato-
Que el duende es un espíritu que tiene un gran olfato.
Para ahuyentarle es bueno, según decía mi abuela,
Cargar en los bolsillos algo que mucho huela.
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/06/el-duende-sombrerudo.html
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