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sábado, 26 de junio de 2010

EL TUNCHI MALIGNO


Vaga por las noches oscuras de la selva, como alma en pena, unos dicen que es un ave, otros, un brujo o un espíritu del mal, “diablo” que goza aterrorizando a la gente.

Pero nadie lo ha visto, y todos lo reconocen con temor cuando en plena oscuridad lanza al aire un silbido penetrante “fin... fin... fin...” que por instantes se pierde en el monte a lo lejos, pero vuelve a silbar ya sobre el techo de una casa o a la orilla del río.

Todo es tan rápido que la gente solo atina a persignarse o rezar, porque existe la creencia de que cuando silva con insistencia, por los alrededores de un pueblo, anuncia malos presagios y cuando lo hace sobre una casa, enfermedad o muerte.

Burlarse del tunchi o tunche, insultarlo, puede costarle caro al atrevido, ya que lo hará enfurecer y entonces atacará con mayor insistencia, silbando... silbando... lo perseguirá tanto, que hasta el más valiente terminará entrando en pánico, que puede llevarlo a la locura o muerte...

viernes, 25 de junio de 2010

LOS DOS SADHUS.


ACTITUD DE RENUNCIA.

Ésta es la historia de dos sadhus.

Uno de ellos había sido enormemente rico y, aun después de haber cortado con sus lazos familiares y sociales y renunciar a sus negocios, su familia cuidaba de él y disponía de varios criados para que le atendieran. El otro sadhu era muy pobre, vivía de la caridad pública y sólo era dueño de una escudilla y una piel de antílope sobre la que meditar.

Con frecuencia, el sadhu pobre se jactaba de su pobreza y criticaba y ridiculizaba al sadhu rico. Solía hacer el siguiente comentario: "Se ve que era demasiado viejo para seguir con los negocios de la familia y entonces se ha hecho renunciante, pero sin renunciar a todos sus lujos".

El sadhu pobre no perdía ocasión para importunar al sadhu rico y mofarse de él.

Se le acercaba y le decía: "Mi renuncia sí que es valiosa y no la tuya, que en realidad no representa renuncia de ningún tipo, porque sigues llevando una vida cómoda y fácil".

Un día, de repente, el sadhu rico, cuando el sadhu pobre le habló así, dijo tajantemente:

-Ahora mismo, tú y yo nos vamos de peregrinación a las fuentes del Ganges, como dos sadhus errantes.

El sadhu pobre se sorprendió, pero, a fin de poder mantener su imagen, tuvo que acceder a hacer una peregrinación que en verdad le apetecía muy poco. Ambos sadhus se pusieron en marcha.

Unos momentos después, súbitamente, el sadhu pobre se detuvo y, alarmado, exclamó:

-¡Dios mío!, tengo que regresar rápidamente.

En su rostro se reflejaba la ansiedad.

-¿Por qué? -preguntó el sadhu rico.

-Porque he olvidado coger mi escudilla y mi piel de antílope.

Y entonces el sadhu rico le dijo:

-Te has burlado durante mucho tiempo de mis bienes materiales y ahora resulta que tú dependes mucho más de tu escudilla y tu piel que yo de todas mis posesiones.

jueves, 24 de junio de 2010

LA SACHAMAMA O MADRE DE LA SELVA



En la selva amazónica de Perú, hay mucha fantasía de creencias ancestrales que cuentan de padres a hijos Y muchos pobladores afirman haber tenido contacto con descomunales serpientes de hasta sesenta metros de largo por tres metros de diámetro, tendidas sobre el bosque enmarañado de la selva. Estas serpientes antidiluvianas solamente cazan por un imán que tienen en la lengua bípeda que sale unos tres metros, blandiendo como espadas, pueden adormecer a sus presas y traerlos a la boca.

Cuentan que uno de ellas servía de puente de un pequeño río y cuando el bosque fue quemado para sembríos, después de varios días había una gran pestilencia que los gallinazos comían la carne maloliente.

Pobladores en diferentes lugares, y que nunca se conocen narran con lujos de detalles haber encontrado en selva virgen estas boas prehistóricas. Y sostienen que malezas y pequeños árboles crecen encima de su descomunal cuerpo. En la parte de la cabeza hay un espacio labrado que sirve de antesala para su comida.

Otros afirman que hay otra especie de agua que se llama Yacumama y se sumerge en espejos de caudales profundos y cuando crecen descomunalmente no dejan acercarse a cualquier intruso haciendo remecer las aguas. Entonces los nativos dicen que "la cocha tienen madre".

En la mayor parte de la amazonía encontramos cuentos y leyendas que atribuyen la existencia de estas boas.

Por: Lauro Borges Torres

miércoles, 23 de junio de 2010

SALILA


Una leyenda hindú habla de la joven viuda Salila. Este nombre significa “lágrima”.
Es una historia muy triste, pero también es una historia muy hermosa.

Salila había sido obligada a casarse cuando era casi una niña, con apenas quince años. Sus padres habían convenido su matrimonio con Rajidh, un comerciante de la aldea vecina. Durante la celebración de la boda, ella no dejó de llorar. La habían vestido con tres pesados saris, para disimular un poco su cuerpo de niña, estaba asustada, desorientada; miraba a los asistentes al festejo sin comprender nada. Ella se fijaba en aquellas manos grasientas de Rajidh y sus amigos que se lanzaban sobre los platos rebosantes de pruanas y de chamusas.
Ella oía la música estridente, las carcajadas de los comensales… sentía el olor insoportable de su sudoroso marido, sentado a su lado. Un olor que se mezclaba con los aromas del cardamomo y el garam masala. Y el humo que salía del tandoori.
Luego, cuando los asistentes se retiraban, Salila vio como llegaba la larga, interminable noche, precedida del comportamiento desconsiderado de su esposo.
Rajidh la desfloró con gesto apresurado y mecánico, sin siquiera mirarla a los ojos. Y tras la noche, la nada. Sólo las lágrimas.
Apenas transcurrieron dos años cuando Rajidh murió de una apoplejía.
Salila sabía que en la India, se espera que las viudas acompañen a sus maridos en la pira funeraria. Pero ella no quería morir. Por qué habría de hacerlo. La vida no podía ser tan sólo eso.
Ella aún soñaba con salir de la aldea, ver el mar algún día, visitar el templo de Khajuraho, con sus esculturas que según decían no se podían olvidar una vez vistas, y sobre todo, lo que ella ansiaba era sentir que alguien cogiese algún día su mano y la mirase a los ojos con amor.
Salila aún soñaba con comprobar que sus lágrimas podrían dejar de brotar.

Los vecinos nunca perdonaron a la joven viuda que se aferrase a la vida y que no aceptase participar en el “sati”, esto es, en la inmolación ritual de la viuda junto al esposo muerto.
Al negarse a subir a la pira ella aceptó convertirse en el más intocable de los intocables. Se veía obligada a vivir en una vieja choza alejada del pueblo. Hacía los trabajos más miserables, los que nadie quiere. Vivía como una mendiga. La gente volvía la cara cuando ella pasaba y a veces, los niños la tiraban piedras desde lejos, y la llamaban “shuha”, que significa puta, mientras ella se alejaba con pasos rápidos y lágrimas en los ojos.
Pasaron los años y Salila nunca dejó de soñar con una mirada de amor.
Ella intuía que bastaría esa mirada de amor para secar tal vez sus lágrimas inagotables.
Cierto día al volver del río, Salila se cruzó en el camino con un hombre de piel muy oscura. Salila creyó ver que la mirada de este hombre se había cruzado con la suya. Cosa rara, porque en la India nadie debe sostener la mirada de una viuda que hubiera rechazado el sati. Debía tratarse de un extranjero, sin duda.

En los días siguientes Salila fue cada mañana al río en busca de aquella mirada. Y en varias ocasiones volvió a cruzarse con el hombre que no había vuelto la cabeza cuando ella pasaba. Y volvió a sentir un extraño escalofrío.
No estaba acostumbrada a que nadie la mirase, salvo para insultarla o burlarse de ella.
Al séptimo día, Salila decidió saber quien era aquel hombre que parecía vivir junto al río y que no escondía la mirada cuando se cruzaba con ella.
-Quién eres-se atrevió a preguntar Salila-, ¿por qué me miras de ese modo y cómo has hecho que mis lágrimas se sequen?

Pero el extranjero no podía contestar. Sin duda no comprendía la lengua de Salila. Sólo hablaba con sus ojos. La miró con respeto. Y quizá con ternura. Hizo una pequeña reverencia con la cabeza y se marchó.

En los días siguientes, en las semanas siguientes, Salila no dejó de bajar cada día al río en busca de aquella mirada que había detenido el fluir de sus lágrimas.
Pero el extranjero ya no estaba.
Ella decidió, pese a todo, no dejar de bajar nunca al río en busca de aquel hombre, hasta el fin de sus días. Y así lo hizo.

Pasados varios meses, al amanecer, Salila vio un cuerpo tendido junto a un viejo tronco seco, cerca del lugar donde el río se puede cruzar caminando con cuidado sobre las grandes rocas. Era el cuerpo del extranjero de piel bruñida. Debía haber muerto la noche anterior, pues se podría decir que aún tenía algo del calor de la vida.
Salila no pudo evitar acariciar su pelo rizado, pasar la mano por su cara tiernamente, cerrar para siempre esos ojos que habían conseguido secar sus lagrimas.
Con el agua del río, lentamente, pacientemente, Salila lavó el cuerpo muerto del extranjero.
Luego, fue corriendo a la aldea para comprar, con las últimas monedas que había recibido de un compasivo brahman, un poco de aceite funerario, madera de sándalo y unos fósforos. Con todo ello, volvió al lugar donde estaba el cuerpo del extranjero. Le aplicó unas gotas del aceite sagrado en su frente y en su barbilla.

Luego, Salila, buscó muchas, muchas hojas secas y las dispuso cuidadosamente sobre la roca.
Hecho esto hizo rodar con delicadeza el cuerpo del extranjero sobre las hojas y luego se extendió ella misma junto a él.

No lloraba esta vez. Tenía en su rostro la expresión de felicidad de cualquier mujer enamorada cuando se tiende junto a su amado, en el lecho conyugal…Y se diría que mantuvo esa misma expresión hasta que las llamas se extinguieron.

La historia de Salila es una historia triste, pero también una historia hermosa.

Y bien mirado, nada que sea hermoso es del todo triste.

martes, 22 de junio de 2010

EL CITOC-RAYMI

La más pintoresca de las fiestas del Sol, era la de Citoc Raymi (incremento gradual del Sol), que se celebraba en junio, dedicándole 9 dias al ceremonial.

En los 3 días previos al evento se celebraba un riguroso fasto durante los cuales no se podía encender ningún fuego. El cuarto día, el Inca, acompañado por la masa del pueblo, se dirigía desde la gran plaza de Cuzco a aclamar al Sol naciente, al que esperaban en silencio.

Cuando aparecía, ellos le saludaban con un alegre tumulto, y en procesión se dirigían al Templo dorado del sol, donde sacrificaban llamas y se encendía un nuevo fuego.

lunes, 21 de junio de 2010

LA VIUDA

En La Rioja y Catamarca se cuenta que La Viuda es un fantasma que sale a medianoche, en el campo, en sitios oscuros y boscosos.

La corporizan como una mujer alta y flaca, vestida de negro y descalza, con la tez muy blanca.
Sale de improviso y se sienta en las ancas de la cabalgadura con un ruido de huesos, como si un saco de osamentas hubieran caído en las ancas del caballo, y desde allí tiende los brazos queriéndolo agarrar al jinete por el cuello. Y el abrazo casi siempre es mortal.

Aquellos que han podido zafarse de este cariño tan singular, dicen que es un fuego que quema la nuca y que al alejarse a todo correr del animal la viuda baja y se oye el llanto de una mujer que estremece la noche.

Félix Coluccio, en el "Diccionario folklórico argentino", dice que es un mito que se conoce en otras partes de América o por lo menos que puede considerarse su equivalente: en Chile se lo conoce con el mismo nombre de "viuda"; en Costa Rica, con el nombre de "cadejo" o "oegus", transformada en un enorme perro negro, de pelo largo que sale de noche para espantar las cabalgaduras y asustar a los viajeros con sus enormes ojos encendidos. En Salvador toma el nombre de "ciguanaba", en Honduras, de "sucia" o "cadejo", en Nueva Méjico, "La malora"...

Rafael Cano, en su libro "Allpamisqui" dice lo mismo y anota tres versiones recogidas en distintos lugares de la provincia de Catamarca.

Sin lugar a duda es un mito importado de Europa y que se ha extendido por muchas regiones de América.

domingo, 20 de junio de 2010

EL INTI-RAYMI


El Inti-Raymi


El Inti-Raymi o Gran Fiesta del Sol, lo celebraban los incas de Cuzco en el solsticio de invierno, hemisferio sur, 20-21 de junio.


Los adoradores viajaban hacia el Este para encontrarse en su camino con los funcionarios o sacrificadores incas.


En las principales cimas entre Cuzco y Huillcanuta, en la ruta hacia la roca de Titicaca, se ofrecían llamas, coca y maíz en la fiesta de bienvenida al joven Sol, procedente de su antiguo lugar de nacimiento.