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lunes, 30 de noviembre de 2009

DON CÓNDOR


Don Cóndor había bajado al valle en ocasión de unas chinganas que se celebraban con motivo de Semana Santa.

En uno de los bodegones cerca de una plaza, conoció a un compadrito charlatán y pendenciero, conocido con el apodo de Chusclín.

Se trataba nada menos que de un vulgar chingolo.

Luego de una entretenida charla, en la que don Cóndor y el Chusclín alardeaban de hazañas y chupaderas, como fin de la charla formularon entre sí una singular apuesta: el que chupara (bebiera) más sin curarse (embriagarse), ganaría la apuesta y el perdedor pagaría el vino consumido y la vuelta para todos.

Se inició la competencia: don Cóndor, de buena fe, trataba de agotar el vino de una sentada, sin advertir que Chusclín arrojaba al suelo cada sorbo.

Pronto don Cóndor comenzó a sentir dolor de cabeza y para atenuarlo se ató un pañuelo a modo de vincha.

Cuando advirtió el juego de Chusclín, lo apostrofó y se le fue encima.

Chusclín, veterano peleador, lo esperó sereno y confiado y con un certero golpe sangró la nariz de su oponente, que sólo atinaba a defenderse. En la pelea, el pañuelo que don Cóndor tenía atado a la cabeza se le cayó y desde entonces lo lleva allí: es la golilla que lleva en su cuello.



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