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domingo, 21 de marzo de 2010

PRAKASH QUERÍA VER A DIOS


PRAKASH era un hombre santo y estaba muy orgulloso de ser un hombre santo.

Como ansiaba ver a Dios, naturalmente se alegró muchísimo cuando Dios le habló en un sueño: "Prakash, ¿quieres verme y poseerme de veras?"

-"Por supuesto que quiero, replicó impaciente Prakash. Este es el momento que he estado esperando. Me contentaría incluso con un solo vislumbre vuestro"

-"Así será, Prakash. En la montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré".

Al día siguiente el hombre santo se despertó excitado después de una noche inquieta.

La vista de la montaña y la idea de ver a Dios cara a cara casi le obligaban a alzarse del suelo.

Entonces comenzó a pensar para sí mismo qué presente podría ofrecerle a Dios. Sin duda Dios esperaría un presente; pero, ¿qué podía encontrar digno de Dios?

-"Ya lo sé, pensó. Le llevaré mi hermoso jarrón nuevo. Es valioso y le encantará. Pero no puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo".

Estuvo pensando mucho y asiduamente en lo que metería en el precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata? ¿Diamantes u otras piedras preciosas? Después de todo, Dios mismo había hecho todas aquellas cosas, por lo que se merecía un presente mucho más valioso.

-"Sí, pensó al final; le daré a Dios mis oraciones. Esto es lo que esperará él de un hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios, buenas obras".

Prakash se sentía ahora contento de haber descubierto justamente lo que Dios esperaría, y decidió aumentar sus oraciones y buenas obras, consiguiendo un verdadero récord de ellas. Durante las pocas semanas siguientes anotó cada oración y buena obra colocando una piedrecita en su jarrón.

Cuando estuviera lleno a rebosar lo subiría a la montaña y se lo ofrecería a Dios.

Finalmente, con su precioso jarrón lleno hasta los bordes de piedrecitas, Prakash se puso en camino hacia la montaña. A cada paso del camino se repetía lo que debía decirle a Dios. "Mira, Señorr: ¿te gusta mi precioso jarrón? Espero que sí, estoy seguro de que te gustará y que estarás encantado con todas las oraciones y buenas obras que he ahorrado durante este tiempo para ofrecértelas. Por favor, abrázame ahora".

Prakash siguió subiendo deprisa la montaña, donde tenía su cita con Dios. Repitiéndose todavía su discurso y jadeante ahora de expectación, llegó trémulo de ilusión a la cumbre.

Pero, ¿dónde estaba Dios? No se le veía en ningún sitio. "Dios, ¿dónde estás? Me invitaste aquí y yo he mantenido mi palabra. Aquí estoy; pero, ¿dónde estás tú? No me decepciones.

“Por favor, muéstrate". Lleno de desesperación, el santo hombre se echó al suelo y rompió a llorar.

Entonces, de repente, oyó una voz que descendía retumbando de las nubes: "¿Quién está ahí abajo? ¿Por qué te escondes de mí? ¿Eres tú, Prakash? No te veo. ¿Por qué te escondes? ¿Qué has puesto entre nosotros?"

"Sí, Sr. Soy yo. Soy yo, Prakash. Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para ti".

"Pero no te veo, ¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón?. No nos veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista. Arrójalo lejos. “Vuélcalo".

Prakash apenas podía creer lo que estaba oyendo.

¿Romper su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?

"No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para ti. Lo he llenado con mis…

-Tíralo, Prakash. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él.

“Deseo abrazarte, Prakash. Te quiero a ti".

Pedro Ribes, Parábolas y fábulas para el hombre moderno, Ed. Paulinas, Madrid, 1992

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