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lunes, 20 de octubre de 2008

LOS GEMELOS




Pues esto era un matrimonio, tenía dos hijos. Una historia... Tenía dos hijos. Y eran los dos, los dos iguales. ¡Igual, igual, igual los dos eran! ¡Quien vio uno, vio a otro! Y, el padre era un labrador, y tenía una yegua, y le pare dos potritos. Dice:
- ¡Ojú, para mis niños!
¡Igual, igual los dos potros! Y tenía una perra y le parió cuatro perritos. Dice:
- ¡Ojú, dos perros y dos perras! -dice: ¡Para mis niños!
Crió los potros y los perros... Y los niños, ya que estaban grandes, dice:
- Niño -le dice un hermano a otro-, yo me voy a echar por ahí una vuelta.
Había salido en el periódico: había una serpiente y todos los días se comía una persona. Y aquel día le tocaba a la hija del rey.

Dice:

- ¡Yo voy a salir! Y sale con su caballo, el perro... -Sandra y Carino se llamaban los perros-. Y..., y... ¡ya está! Y salió con su caballo y fue al monte donde estaba puesta la muchacha. Estaba la muchacha para que se la comiera la serpiente, que venía todos los días a comerse una persona; si no había lo destrozaba. Y había la orden de que, el que la salvara, se casaba con ella. Entonces pilla el muchacho y llega, dice:

- ¿Qué pasa, muchacha?

Dice:

- ¡Márchate de aquí, que ya mismo viene la serpiente y nos come a los dos; márchate ligero!

Dice:

- ¡No, voy a aguantar! Y se queda allí. Aguanta, viene la serpiente...

¡ofú!..., a comerse a la muchacha. Y le dice: - ¡Sandra, Carino!, ¿vamos a por ella?

Y se lía con la lanza allí, ¡pom, pom, pom!, y los perros a bocados lo mataron. Tenía siete cabezas. Y, y la orden de que había, que el que presentara las siete cabezas, se casaba con ella. Entonces resulta de que mata, y agarra y quita las siete lenguas, y le coge las siete lenguas a la ésa. Y se va a la posada. El se va con su caballo a la posada. Entonces pasa un arriero, dice:

- ¡Ojú, mi felicidad! -y le quitó las siete cabezas-¡Como la orden que había, que el que presentaba las siete cabezas...!

Entonces se presenta un arriero chequetete, dice:

- ¡Mira, aquí está; yo he matado a la serpiente!

Dice la muchacha:

- Papá, ése no ha sido el que ha matado a la serpiente. Ha sido otro muchacho.

Bueno, nada...

- Pues ése ha sido el que ha presentado... -vieron los médicos la cabeza...

¡Nada! No había quien le sacara... ¡perfecta! Y fue a casarse. ¡Ya que estaba la boda pendiente...!

Estaba en la posada el muchacho, y le dice...:

- ¡Carino, ve a por tu parte! Y cuando se presentó en la boda el perro... Y cuando vio la muchacha, dice:

- ¡Ese, padre, ése es el que mató a la serpiente!

Cogió una batea de dulces el perro con la boca... ¡a la posada!, adonde estaba su amo. Le dice:

- ¡Sandra, tú, por la tuya!

Y cogió la mejor botella que tenían en la mesa los novios. Llega y le pegó un bocado en el cuello... ¡A la posada! Y, y dice:

- ¡Papá ésa es la perra que mató a la serpiente!

Dice:

- Esos son unos perros muy rateros.

Entonces los persigue la policía y llegan a la posada.

Estaban los tres perros y el caballo en la cuadra metidos. Dice:

- Esos perros son unos rateros, que se han llevado de allí la batea de dulces que estoy comiendo y la botella de vino bueno de ése.

Dice:

- Esos perros van por lo suyo.

-¿Por lo suyo?

Dice:

- Sí, señor, ésos son los perros que mataron a la serpiente. Y yo también.

Dice:
- Eso, ¿cómo se puede ver?

- Pues viendo -dice-. Ahora mismo registrad la cabeza a ver, a ver si tiene lengua.

Y ya ni una tenía lengua.

Dice:
- ¡Ofú, eso es un arriero de mala fe, ojú!

Entonces dijo:

- A ver si son ésas las lenguas.

Y presentó en un pañuelo las siete lenguas. ¡Ea! Cuando lo vio la muchacha, ¡se puso de contenta...! Y entonces se casó con él. ¡Ea! Pero estaban un día en casa, se montaron arriba en un castillo y dice el muchacho.

- ¡Niña!, aquello, ¿qué es?

Dice:

- Aquello es el castillo Tal, aquel es Tal... -y le dijo...

Dice:

- ¡Aquél que está allí!

Dice:

- Aquél, es el castillo de Ir no Volverás.

¡Bueno! Dice por la mañana:

- A ver si echo un paseo por allí.

Coge su caballo, su perro... Y se salió. Y llegó al castillo de Ir no Volverás. Salió una viejecita, una bruja. Sale, dice:

- ¡Huy! ¿Dónde vas que por aquí te envía?

Dice:

- Mire usted, mi buena suerte o mala.

Dice:

- ¿Quiere usted una poquita de agua?

Dice:

- ¡Dame usted una poquita de agua!

Y le dio una poquita de agua, y lo dejó hipnotizado ¡a todos igual!

Y entonces el hermano ya se entera que está el hermano en peligro. Y sale el hermano montado en su caballo -el otro hermano que se parecía todo lo mismo-, sale. Cuando entra por el castillo y lo ve, todas las campanas tocando, ¡ia!

- Ya apareció el yerno del rey, ya apareció el yerno del rey...

Dice: "Nada, yo quieto y callado. Yo me tengo que enterar por dónde está mi hermano".

¡Ea! Saludó la cuñada, como si fuera la mujer; pero no era la mujer -¿te enteras?-, era la mujer de su hermano. Y cuando fueron a acostarse, dice:

- He hecho la promesa, niña, que no me acuesto contigo -¡como no era su mujer!

Y puso una silla por medio. Por la mañana dice:

- Vamos a subirnos arriba, niña, vamos a ver esto. Vamos a ver aquel castillo...

- ¿No te dije el otro [día], el castillo que era? Aquél es Tal, aquél es tal: te lo dije el otro día -pero ella pensaba que era su marido-. Aquél es el castillo de Irás y no Volverás.

Dice:

- ¡Allí es donde está mi hermano! Y al otro día por la mañana, dice: - Yo voy a echar un paseo por ahí.

- ¡Niño, mira, hoy sale la escolta contigo! ¡Tú no sales solo! ¡Pues una escolta contigo va para echar el paseo!

Dice:

- No, no, yo voy solo.

Y llevó un perro, que eran iguales, y el caballo igual. Y llegó al castillo de Ir no Volverás, y le dice..., le dice a ella, a la vieja, dice:

- ¡Ay, ay! ¿Dónde vas que por aquí te envía?

Dice:

- ¡Mi buena suerte o mala! Y sacó la espada y dijo:

- ¡Como no diga usted ahora dónde está mi hermano la mato! Y entonces tuvo que darle un resorte que tenía la vieja. Y salió el hermano y se vinieron los dos. Llegaron al castillo y, cuando vio la mujer a los dos, no sabía a quién besar.

Y yo fui y vine y me dieron los botines para los pies, y en el camino los destrocé.

¡Chache!

Claudio Gallego del Río. Arahal, 1991.
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