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lunes, 9 de junio de 2008

LAS PIEDRAS DE TUNJA




Estas piedras están ubicadas a las orillas de un lago muy extenso que cubría la Sabana de Bogotá. Las leyendas o versiones históricas al respecto abundan. He aquí algunas. Se sabe que este parque arqueológico era el sitio de reunión de los jefes chibchas o zipas. Allí, con sus mujeres y demás súbditos de la corte se celebraban ceremonias religiosas.

En 1538, Gonzalo Jiménez de Quesada, al mando de sus soldados españoles, hirió gravemente a Tísquesusa, último jefe de los chibchas. Este fue llevado por sus súbditos indígenas hasta las piedras de Tunja, donde falleció. Más tarde, la tumba de Tisquesusa fue abierta por el conquistador Quesada, quien creyó que ella encerraba un valioso tesoro, pero únicamente halló una copa de oro.

La leyenda cuenta que los sacerdotes de la comunidad Franciscana en Quito estaban levantando una iglesia. La construcción avanzaba pero las piedras disminuían en las canteras vecinas hasta el punto de paralizar la obra.

Uno de los sacerdotes, después de pensarlo una y otra vez, tomo la fatal decisión de vender su alma al diablo a cambio de grandes piedras para poder continuar la construcción del templo.

El diablo, lleno de alegría por el negocio celebrado, se puso a buscar las piedras más enormes que pudiera encontrar; y efectivamente las halló cerca de la población de Tunja.

Organizó dos escuadrones de diablos, escogiendo a los fuertes y ágiles. Las enormes piedras serían llevadas por los aires en las noches de luna para no ser vistas en el día.

El primer trayecto lo hicieron hasta la población de Facatativa. Allí descansaron de su gran esfuerzo.

Estando el diablo en Facatativá, un mensajero le llevó la noticia de que el sacerdote franciscano había tenido un sueño relacionado con su iglesia y que, después de meditarlo varias veces, había resuelto deshacer el pacto celebrado con el diablo.

El sacerdote se había retirado de la comunidad franciscana para ser admitido en la comunidad de los cartujos.

El diablo, furioso y humillado, maldijo a gritos; luego ordenó a su ejército de diablos que abandonaran las piedras.

Dicen que los gritos y llantos del diablo eran tan fuertes, que hasta hoy se escucha el eco en las noches de tormenta.

Muchas personas piensan que las Piedras de Tunja se encuentran en la ciudad de Tunja, pero no es así. Esas enormes piedras están, desde hace miles de años, en la población de Facatativá, a unos 40 kilómetros de Bogotá.

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