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sábado, 12 de abril de 2008

EL CIELO


Un Hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…)

La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.

En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

Buenos días.

Buenos días - Respondió el guardián

¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

Esto es el cielo.

Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!

Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.

Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…

Lo siento mucho – Dijo el guardián – pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber sólo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.

Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

Buenos días – dijo el caminante.

El hombre respondió con un gesto de la cabeza.

Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo

Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar.

Podéis beber toda el agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.

El caminante volvió atrás para dar gracias al hombre

Podéis volver siempre que queráis – Le respondió éste.

A propósito ¿Cómo se llama este lugar? – preguntó el hombre.
CIELO.

¿El Cielo? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el ¡Cielo!

Aquello no era el Cielo. Era el Infierno – contestó el guardián.

El caminante quedó perplejo.

Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el caminante.

De ninguna manera! – increpó el hombre

En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…

Paulo Coelho.

viernes, 11 de abril de 2008

EL CHAÑAR


Familia: LEGUMINOSAS

Nombre científico: Geoggroea decorticans Burk

Descripción: Arbol cuando crece aislado, arbusto cuando crece en bosquecillos. De 3 a 10 m de altura con tronco de hasta 40 cm de diámetro, la corteza se desprende longitudinalmente en fajas irregulares por debajo de las cuales aparece la nueva corteza verde.

Distribución: N.O.A., Cuyo, Formosa, Chaco, Córdoba, La Pampa, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Buenos Aires, Río Negro. En Tucumán: Parque Chaqueño y Monte

Observaciones: Florece de septiembre a octubre y fructifica de noviembre a enero. Fruto dulce y comestible





En medio de un monte del norte de la provincia de Santa Fe vivía una india muy viejecita; su rostro mostraba innumerable arrugas pero sus ojitos negros y vivaces parecían los de una muchacha.

Hasta su rancho, que parecía una mota parda en medio del lugar montaraz, llegaban paisanos y paisanos para que la vieja india les curara las dolencias del cuerpo y del alma con hierbas y conjuros, convocara a la lluvia en épocas de sequía o bien les aconsejara sobre conflictos cotidianos.

Ella hablaba poco pero cuando lo hacía, sus palabras eran precisas y llenas de sabiduría.

Cierta vez unos gringos le llevaron a su pequeño hijo que ardía en fiebre; la mujer observó al niñito preparó prestamente un té con varias hierbas curativas y luego cucharita a cucharita se lo hizo beber, no permitiendo a la madre que lo hiciera ella.

Al poco rato el niño empezó a mejorar y cuando abrió los ojitos, sonrió a la anciana que lo acunaba amorosamente.

El tiempo siguió avanzando con su paso perpetuo y aquel gringuito creció sano y fuerte.

Iba siempre a visitar a su salvadora porque ambos se profesaban un cariño muy especial. Ella le enseñaba entre muchas cosas a hacer velas con la grasa de la riñonada, el poder curativo de las plantas, como así también la época y la hora del día en que era conveniente cosecharlas; le contaba historias de su pueblo mocoví, inspirándole constantemente amor y respeto por la naturaleza.

El niño prefería estar con la india a jugar con los chicos de su edad; su admiración por la anciana se acrecentaba a medida que iba creciendo.

Un día la mujer enfermó, él permaneció constantemente en el rancho; nadie pudo sacarlo de al lado del catre de la enferma.

Presintiendo que la muerte alargaba su mano para llevársela, la mujer, con esfuerzo tomó un amuleto que llevaba colgado al cuello y sonriendo se lo entregó al muchachito para que su mágica protección lo amparara en la vida.

A los pocos instantes murió, llevando en sus retinas y en su cansado corazón la imagen adorada del rubio vástago de la raza que sometiera a su pueblo y a quien amó tanto como a los hijos que había perdido.

Su muerte convocó a la paisanada y fue muy sentida por los lugareños; conforme al deseo que siempre había expresado fue enterrada en pleno monte.

Al colocar sobre su tumba un gran ramo de flores de samohú, el muchachito rompió en un llanto inconsolable y al inclinarse cayó el amuleto que pareció iluminarse misteriosamente: el chico lo levantó amorosamente, intuía que lo sucedido era un mensaje de la muerta.

Entonces en forma sorpresiva brotó de la tierra un tallo con hojas y creció en forma maravillosa, dando nacimiento a un árbol de gran altura con ramas espinescentes y frutos globosos; era muy raro y nadie había visto nada semejante.

Este es el origen del chañar, nacido del cuerpo de la india que amó de tal manera a un niño blanco, que quiso volver de la muerte, en forma arbórea, para darle consuelo.

En su nueva existencia, ella siguió prodigando el bien ya que el chañar es realmente útil: proporciona madera de buena calidad, ofrece frutos comestibles con los que se prepara arrope y una especie de aloja, sus hojas y corteza son medicinales, embellece el paisaje con sus flores de corolas amariposadas de color amarillo-anaranjado y brinda montes de abrigo para el ganado.


Fuente: Ceresole de Espinaco, Zunilda. 2006. “Santa Fe y sus Leyendas”.
Santa Fe: Ediciones Parque del Sur.

jueves, 10 de abril de 2008

EL SEÑOR DEL CERRO



Cuando no se llevan a cabo "las antiguas costumbres", para pedir permiso a Tzltak'a, para cazar animales, cortar árboles o utilizar las fuentes de agua, el Señor del Cerro castiga al transgresor.

Así, aseguran en Cahabón que un hombre llamado Juan Cajbón llegó al pueblo viniendo de otras tierras y se asentó en las tierras de la aldea Setacalcab; allí tenía buenas cosechas de maíz, frijol, chile, yuca y otras plantas, también le gustaba el lugar porque había muchos animales. Juan se puso a trabajar. Así hizo su ranchito, su roza, cosas del campo y empezó a prepararse para la caza. Entonces, un día, salió acompañado de Miguel, su hijo mayor que era el encargado de guiar a los perros por aquellos guatales donde vive el venado, los tepezcuintles y el armadillo. Pero no encontraron nada, fueron varias veces, pero no encontraron al venado, cada vez que Juan tiraba le fallaba la puntería. Sólo cazaba uno que otro armadillo.

Entonces un día se fueron a cazar el venado a como fuera; pero lo que pasaba era que Juan no quería cumplir con la costumbre de quemar candelas, copal, pom, velar una noche antes pidiendo ante el altar de Tzultak'a, el permiso para entrar en sus campos a tentar a sus animalitos, pues Tz¸ltaká que es el señor de los cerros y los valles de por aquí, los tenía bien cuidados. El tenía que hacer muchas cosas que mandaba el señor del cerro; tenía que desahumar a sus perros con copal, pom; desahumar su casa, sus armas, dormir en el suelo frente al altar y, en fin, no hizo todo lo que mandaban los antiguos, que eran mandados por el señor de los cerros.

Entonces Juan y su hijo Miguel salieron muy temprano para el cerro Julgix, allí se fueron seguidos de sus dos o tres "ezentzies" de los meros perros cazadores. Miguel que llevaba los perros se metió al guatal, mientras Juan se encargaba de atajar el paso del venado.

Empezó pues la carrera y los gritos de Miguel alentando a sus perros; pero todo se arruinó porque los perros no ladraron y el venado no pasó por donde Juan estaba.

Pasaron las horas y Juan no quería regresar a su casa sin su hijo, pero se cansó, y pensó que Miguel había regresado sin avisarle, cuando llegó y no lo encontró, regresó al monte a quien llamaba y silbaba, incluso la gente de la aldea lo ayudó, pero no lo encontraron.

Al tercer día apareció Miguel y no podía hablar. Lo entraron, lo desahumaron con copal, pom, se le rezó por último hasta que Miguel contó que cuando estaba a medio guatal llegó un patojito que no conocía y le dijo que su tata quería verlo.

Lo llevó al cerro Julgix y en la entrada de una cueva se le desapareció el mandadero, sólo entonces se fue por la vereda de la cueva hasta llegar junto a un viejo, que estaba en la cueva al fondo, ahí lo esperaba un señor en una hamaca de colores muy alegres; pero al verlos bien se dio cuenta que el trenzado de la hamaca era de culebras de colores, los muebles eran animales, como armadillos y venados. Había muchos animales como si aquello fuera un hospital.

Entonces el viejo le dijo: -decíle a tu tata que deje de estar molestando a mis animalitos, vos podés ver todos heridos por ustedes; mirá que me voy a vengar.

Se van a acordar de mí, les voy a mandar mis culebras si siguen molestando en mis lugares sin pedirme permiso.

Luego Miguel se enfermó y a los tres días se murió, pues resulta que ningún curandero quiso hacer nada, porque era venganza del señor del cerro de Tzultatká.

Fue en balde todo lo que hicieron. Por más que Juan ofreció riquezas a los curanderos, que en aquel lugar había famosos, no quisieron llegar por tratarse de un caso grave. En él estaban puestos el "Dios Guarde", las manos del señor de los cerros y valles, Tzultaká".

Tzultaká, señor dueño de la cosmovisión la literatura oral- q'eqchi', tiene como su alter ego (su otro yo) la leyenda del Negro Aj K'ek.

Cuentan en Senahú, que los peones q'eqchi'es, que trabajan en las haciendas de café, temen acercarse a los patios del beneficio, pues puede salirles el Aj K'ek, un hombre negro, muy grande, de aspecto feroz, que según los q'eqchi'es es hijo de las vacas con el sisimite, y que por las noches cuida, danzando y tocando tambores, que los indios no se roben los granos y los sacos de café.

miércoles, 9 de abril de 2008

EL CORAZÓN DEL CIELO




Cuentan los indígenas kekchíes de Cobán que el Tzultak’a es el Dios del Maíz, es el Dios de las alturas, de las profundidades, de la abundancia, de los animales.

También es el Señor del Cerro, el Dueño del Mundo. Los indígenas pocomchíes de la región también le llaman Kajal Yuk Quixcab, que tiene el mismo significado.

El Tzultak’a siempre ha vivido en una cueva y continúa viviendo en las cuevas y en los cerros de la Alta Verapaz. Tenía una hija llamada Cana Po que se dedicaba a los oficios domésticos y como una buena muchacha también le gustaba tejer y bordaba en sus tejidos todos los acontecimientos del día.

La hija del Tzultak’a era la Luna y todos los días pasaba cerca de su casa Xbalamk’e que era el Sol y quien trataba de impresionarla porque se había enamorado de ella. Para que se diera cuenta de que era un hombre muy importante, pasaba todos los días cerca de la casa llevando como presa un venado. Cada vez que la señorita Luna veía pasar a Xbalamk’e se sentía impresionada y comentaba que ese hombre era un buen cazador.

Un día le dijo a su papá, el Tzultak’a que para ella aquel hombre era muy atractivo y que estaba segura que él también le correspondía con el mismo atractivo que ella sentía por él.

El padre le respondió a su hija:

-“Hay que tener mucho cuidado con ese hombre, puede ser engañoso; pero debemos analizarlo en alguna forma, hasta que estemos seguros si su actitud es sincera.

En seguida dijo a su hija que el agua del nixtamal donde se cuece el maíz, tirara en el camino por donde acostumbraba pasar Xbalamk’e.

Así lo hizo y cuando aquel pasó muy entretenido viendo a la muchacha Luna, no se dio cuenta de que el terreno que iba pisando estaba muy resbaloso por el agua de nixtamal que había sido tirada, y se resbaló y cayó.

Al momento de caer llevaba nada más un cuero de venado que era el mismo que le había estado sirviendo para engañar a la señorita Luna, que por estar pensando en ella ya no cazaba nada.

Cuando cayó se descubrió que era simplemente un engañador y la Luna se rió mucho de él y su padre volvió a confirmarle que siempre debe tener cuidado con los hombres.

Desde ese momento Xbalamk’e tenía vergüenza de pasar por ahí, por haber fallado en sus intenciones. Desde entonces, siempre rondaba la casa de la luna, sin encontrar la oportunidad de volver a acercarse a ella para manifestarle su amor.

Cuando Xbalamk’e cayó al suelo también cayó una semilla de tabaco y esta semilla germinó, naciendo una planta que creció y a la que llegaban muchos colibríes para saborear el néctar de sus flores. Al ver esto Xbalamk’e aprovechó la oportunidad para hablar con el colibrí y le pidió le prestara su plumaje para utilizarlo y así poder acercarse hasta la casa de la señorita Luna.

El colibrí al principio no quiso acceder, pero después de tantos ruegos de Xbalamk’e lo convenció, ofreciéndole envolverse en unas hojas de ceiba y sólo así le prestó su plumaje. Xbalamk’e se puso el plumaje y se convirtió en un colibrí y se fue a parar sobre la planta de tabaco donde la señorita Luna lo vió. Lo estuvo viendo durante todo el día y ese día fue cuando apareció el Xakche’ en los tejidos que la Luna hacía, representando la planta del tabaco.

Cuando había pasado bastante tiempo, y ella había bordado ese motivo en su tejido, llamó a su padre y le dijo que le gustaba mucho ese pajarito que estaba sobre aquella planta y que lo quería.

El Tzultak’a dijo a su hija que lo iría a cazar con su cerbatana (llamada Pubche’) con la cual hizo un disparo al Tz’unum (colibrí) con suavidad y solamente se desmayó.

El pajarito cayó al suelo y él lo recogió y lo trajo a su hija, quien lo introdujo en la jícara donde guardaba los hilos que le servían para tejer.

Cuando el pajarito volvió en sí dentro de la jícara, se sentía muy incómodo y empezó a piar. Ella lo tomó entre sus manos y cuando terminó de tejer, se lo puso sobre su güipil.

Entró la noche y la Luna se fue a dormir. A la media noche el Tz’unum se convirtió nuevamente en Xbalamk’e, tomando su forma natural. Al ver esto la Luna se asustó, pero estaba muy contenta de ver nuevamente a Xbalamk’e.

Él le dijo a ella que llegaba a robársela, pero ella no estaba de acuerdo con eso porque su padre fácilmente los encontraría por medio de su espejo (lem). Xbalamk’e le dijo que esto lo había previsto y que trajera pom y copal, así como el espejo de su padre. Quemó las resinas y con el humo ahumó completamente el espejo para que el Tzultak’a no pudiera verlos a través del mismo y pudiera encontrarlos.

Entonces ella le dijo nuevamente:

-“También hay otro obstáculo que es su cerbatana (pubche’) y que es muy poderosa...-

El le pidió que fuera a traerla y que además trajera chile y lo moliera.

Después echó suficiente chile molido dentro de la cerbatana y la fueron a dejar al mismo lugar donde el Tzultak’a la guardaba.

Después de esto Xbalamk’e y la Luna huyeron a media noche.

Al amanecer del siguiente día el Tzultak’a llamó a su hija, pero ella no respondió porque ya se encontraba muy lejos, huyendo con su amado.

Dispuso cerciorarse del motivo por el cual no aparecía su hija y se dio cuenta que en casa no había nadie.

Se imaginó inmediatamente que Xbalamk’e se la había llevado y se enfureció tanto que inmediatamente fue a buscar su espejo (lem), pero se encontró con que estaba completamente ahumado por el humo del pom y del copal, por lo que no podía ver nada.

Pero Xbalamk’e cometió un error cuando sostenía el espejo ahumándolo, sus dedos quedaron marcados en el mismo, no permitiendo que esa parte se cubriera de humo y así fue como el Tzultak’a pudo observar por donde huían los jóvenes.

Muy enojado por la burla, el Tzultak’a dijo:

“Con mi poderosa arma yo les voy a dar alcance”

Y agarrando su cerbatana (pubche) aspiró primero bastante aire para soplar con más fuerza y en el momento que hizo esa aspiración, se tragó todo el polvo del chile y cayó al suelo desmayado, porque se estaba ahogando y tosía desesperadamente.

Desde entonces apareció la tos en las zonas kekchíes y pocomchíes.

Cuando el Tzultak’a se repuso y se dio cuenta que no podía alcanzar a los jóvenes con sus propias fuerzas, llamó a su amigo el Cagua Kak, que es el rayo y le explicó la razón de su llamado, pidiéndole que persiguiera a aquellos que se habían burlado de él. El Cagua Kak estuvo de acuerdo en colaborar con su amigo y fue así se apareció en los güipiles de Tactic, de Cobán y de Tamahú y todavía se le conoce como Palic.

Cuando el Tzultak’a pidió al Cagua Kuk que persiguiera a Xbalamk’e (el novio) y a Cana Po, que así se llamaba la hija que era la Luna, estos ya se encontraban cerca del gran lago de Izabal, huyendo de la persecución. Cagua Kak pudo controlarlos y fue en ese momento cuando precisamente encontraron donde esconderse, y la Luna se escondió en la caparazón de una tortura. En ese momento cayó con fuerza el hacha del rayo y partió en mil pedazos el caparazón de la tortuga donde se ocultaba la Cana Po, y con los fuertes vientos y la lluvia los pedazos fueron cayendo dentro del agua.

Entró la noche y al día siguiente, cuando Xbalamk’e se repuso y salió de la concha, se dio cuenta que su amada Luna estaba hecha pedazos, hecha trizas.

Entonces llamó a las libélulas y a los brujos, para que con sus guacales reunieran aquellas partículas y las fueran depositando hasta llenar trece tinajas (las trece tinajas también aparecen en los tejidos de Cobán, Tactic, Tamahú y San Pedro Carchá). Estas tinajas se llenaron con las partículas de la Caná Po y las cubrieron. Xbalamk’e pidió a una anciana que vivía cerca del lago que le guardara las 13 tinajas y que no fuera a abrirlas, porque él volvería dentro de 13 días.

Durante todo este tiempo la anciana estuvo muy inquieta, no podía dormir ni tenía tranquilidad a consecuencia de que se oía una serie de ruidos, chillidos y cosas muy raras que procedían de dentro de las tinajas, pero no se acercó a curiosear para ver lo que había adentro.

Cuando regresó Xbalamk’e, al décimo tercer día, la anciana se puso muy contenta y le dijo que se llevara inmediatamente aquellas cosas que le causaban mucho espanto.

Xbalamk’e empezó entonces a destapar una por una las tinajas.

Cuando levantó la tapa de la primera tinaja vio sólo serpientes de toda clase; en la segunda había solo animales repugnantes como lagartijas y otros reptiles, la tercera tenía solo animales ponzoñosos; en la cuarta, quinta y todas las demás había avispas, tábanos, alacranes, arañas, vampiros y otros diferentes animales.

Cuando llegó a la penúltima tinaja Xbalamk’e pidió a un hombre que se llevara las tinajas que faltaba revisar y su contenido lo echara dentro del agua del lago.

Pero este hombre tenía curiosidad por ver el contenido de las tinajas y en el camino abrió una de las tinajas de donde salió una nauyaca (serpiente grande, venenosa y con aspecto de tener cuatro fosas nasales) que lo asustó y del susto salió corriendo y el contenido de las tinajas se fue regando sobre la superficie de la tierra, hasta que se regaron todos los animales que iban a ser lanzados al gran lago.

Cuando la Luna retornó a la vida le faltaba su atributo de feminidad por lo que Xbalamk’e llamó a un cabro para que le diera la forma de una mujer y después a un venado, para que completara esta obra.

La Luna dio al venado la fragancia de las flores y esto molestó mucho a Xbalamk’e porque sentía celos de él y entonces tomó el almizcle (sustancia odorífera) del ratón para untárselo al venado.

Después, complacido por lo que había hecho, tomó de la mano a su amada Luna y se la llevó al cielo como esposa. Ahora, allá en el cielo vive Xbalamk’e que el mismo Sol que alumbra de día, con la Cana Po, que es la misma Luna que alumbra de noche.

martes, 8 de abril de 2008

LA DOMINGA




Se cree en Chahal y en Chisec, área q'eqchi', que Tz¸ltak'a se enamoró de una mujer, llamada Dominga, a quien regaló una flor en señal de compromiso para que le fuera entregada al padre de la muchacha.

Cuando "la niña dio al padre la flor del Tz¸ltak'a, se convirtió en monja blanca de plata".

De este modo, el padre de la Dominga se convence que es Tz¸ltak'a el que desea casarse con su hija.

La muchacha se va a vivir con el Tuztaká al interior del cerro, después de realizar las ceremonias rituales correspondientes.

lunes, 7 de abril de 2008

“EL SACHAYOJ”


El Sachayoj es el numen protector de los árboles, el dueño del bosque. Vive en las profundidades de la selva bajo la figura de un hombre, se alimenta de frutos y animales y su cuerpo está cubierto de “sagasta o barba del monte”, una especie de alga verdosa y blanquecina.

Su aparición es siempre insólita. Con sus gritos, que semejan el golpe del hacha en el bosque, atrae para perder al “hachero” o “melero” que se aleja de sus semejantes.

Y quien no conozca la existencia del Sachayoj le toma por un hombre y va hacia él.

Pero, ¡guay! de aquel que osa contestar sus gritos o seguirle en los recovecos de la selva, ¡su perdición es segura! Así lo afirman los que le oyeron, llenos de temor y angustia.

Semejante a esta leyenda existe una deidad indígena que se llama Sacha maman o Madre del bosque, y su origen sería el eco del ruido que las hachas producen en el monte.

Un día, -refiere don Gabino Ledesma, de Villa Matará- el Sachayoj le gritó a un melero que llevaba dos perros para hacer cazar. Atemorizado se quedó. Pero los perros se metieron al monte ladrando. Al poco tiempo, uno de ellos regresó aullando lastimeramente, como perseguido por alguien, a quien, sin embargo, su dueño no pudo ver. Del otro perro no supo nunca más. “Dejuro lo llevaría el Sachayoj”.

Esta figuración mítica del numen tutelar del bosque, es de una moral ejemplificadora.

Tiende seguramente, a evitar la destrucción del árbol y de los productos de la selva.

Dr. Orestes Di Lullo, El Folklore de Santiago del Estero. Pág. 159.

domingo, 6 de abril de 2008

EL MERCADO ARMONÍA




El actual edificio fue inaugurado el 15 de Febrero de 1936.
Fue construido en el mismo terreno que ocupara el viejo mercado fundado por el Gobernador Absalón Rojas.
Se desarrolla en sentido longitudinal, eje este-oeste, paralelo a la calle Pellegrini. Posee una bóveda paraboidal de 100 metros de largo por 28 metros de ancho y 17 metros de altura.
A los costados de la misma posee dos naves con techos planos que totalizan, incluida la bóveda, 45 metros de frente. Dos plantas integran sus espacios de uso.
Originariamente en planta baja constaba con 276 puestos más 32 locales de comercio hacia el exterior.
Su infraestructura de apoyo se compone de cámaras frigoríficas, depósitos, oficinas de administración, baños, montacargas, etc.
Fue diseñado por el ingeniero Jorge Kalnay, con asesoramiento de empresas alemanas.
Pese a remodelaciones e incorporaciones de elementos extraños, conserva su majestuosidad.
[1] Lunes 23- Abr- 2007. Año IV Ed EL LIBERAL S.R.L. 2003 Santiago del Estero. Argentina.