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sábado, 27 de noviembre de 2010

DE CÓMO EL OSO HORMIGUERO ENSEÑÓ A BAILAR A LOS INDIOS



Esta risueña leyenda de Misiones, al norte de Argentina, atribuye al oso hormiguero el mérito de haberles enseñado, involuntariamente, la danza a los hombres.


Según una leyenda de los indios que habitan la selva misionera, Kadjurukré no fue solamente el fundador de la tribu, sino que también brotaron de él todos los animales que viven en la espesura.

El dios hacía esta labor creativa durante la noche, a la luz de las lejanas estrellas. Pero un amanecer, la claridad lo encontró dándole todavía forma al oso hormiguero, que los indios llaman tamanduá.

Apurado por terminar esa criatura antes que el sol se elevara sobre el horizonte, tomó una ramita larga y delgada y la metió en su boca, diciendo: “Ya es tarde para hacerte dientes, así que usa esta larga lengua para capturar hormigas.”

Y fue gracias al tamanduá comedor de hormigas que los hombres aprendieron a bailar.

Ocurrió así.

Cierto día, un indio volvió a su aldea muy asombrado por una aventura que le había sucedido. Contó a sus amigos que, andando solo por la selva, se le apareció en sentido contrario un tamanduá, que venía con la cabeza gacha olisqueando la tierra.

Casi se atropellan. El oso hormiguero, al ver ocupado el camino, se paró sobre sus patas traseras y levantó el hocico amenazadoramente.

El indio, que estaba sin armas, temió que quisiera atacarlo con esas zarpas larguísimas y tomando un palo, se preparó para defenderse.

Ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder terreno.

El indio trató de asustarlo con unos golpes. Pero el oso hormiguero resultó ser muy rápido. Cuando lo vio venir, esquivó el golpe saltando a la derecha, y el palo azotó ruidosamente la tierra. El indio volvió a golpear allí donde estaba el animal, y el tamanduá lo esquivó de nuevo saltando rápidamente a la izquierda. Y así siguieron un rato, el indio golpeando a derecha e izquierda, y el tamanduá saltando a izquierda y derecha. Hasta que el oso hormiguero comenzó a cansarse de tanto salto y con un gruñido decidió perderse en la espesura.

El indio contaba la historia, y mientras contaba, trataba de imitar los movimientos del animal. Los amigos que lo escuchaban querían parecer serios, pero acabaron doblados de la risa. Uno de ellos se puso a imitarlo, y pronto se le unieron los demás. Descubrieron que era muy divertido dar aquellos saltos de tamanduá.

Así comenzaron a danzar los hombres en aquella tribu. Primero saltando como tamanduá, después imitando a otros animales y finalmente inventando sus propios pasos, acompañados del ritmo de los tambores y de otros instrumentos que crearon.


Recopilación: Graciela Repún
Imagen: Viviana Agosti

viernes, 26 de noviembre de 2010

KUZMA SKOROBOGATI

La Galería Tretiakov, Moscú, Rusia.
Obra de Alekséi Savrásov




Una vez vivía un matrimonio campesino que tenía un hijo, y éste, aunque buen chico, era tonto de capirote e inútil para los trabajos del campo.

- Marido mío -dijo un día la mujer,- no haremos nada bueno con este hijo y se nos comerá casa y hacienda; mándalo a paseo, que se gane la vida y se abra camino en el mundo.

Lo sacaron, pues, de casa, y le dieron un rocín, una cabaña destartalada del bosque y un gallo con cinco gallinas. Y el pequeño Kuzma vivía solo, completamente solo en medio del bosque.

La raposa olió las aves de corral que le ponían casi bajo las narices en el bosque y resolvió hacer una visita a la cabaña de Kuzma.

Un día el pequeño Kuzma salió a cazar y apenas se había alejado de la cabaña, la raposa (zorra) que estaba vigilando la ocasión, entró, mató una de las gallinas, la asó y se la comió.

Al volver el pequeño Kuzma quedó desagradablemente sorprendido al ver que faltaba una gallina, y pensó: "Se la habrá llevado un buitre".
Al día siguiente volvió a salir de caza, encontró por el camino a la raposa y ésta le preguntó:

- ¿Adónde se va, pequeño Kuzma?

- ¡Voy a ver que cazo, raposita!

- ¡Buena suerte!
E inmediatamente se deslizó hasta la cabaña, mató otra gallina, la coció y se la comió.

El pequeño Kuzma volvió a casa, contó las gallinas y vio que faltaba otra. Y se le ocurrió pensar: "¿No será la raposilla la que está probando mis gallinas?" Y al tercer día dejó bien cerradas la ventana y la puerta y salió como de costumbre. Se tropezó con la raposa, la cual le dijo:

- ¡Hola, pequeño Kuzma! ¿Dónde vamos?

- ¡A cazar, raposita!

- ¡Buena suerte!

Y corrió a la cabaña de Kuzma, pero éste se volvió tras ella. La reposa dio la vuelta a la casita y vio que la puerta y la ventana estaban, tan bien cerradas que no le era posible entrar. Entonces se encaramó hasta el tejado y entró dejándose caer por la chimenea.

Entonces entró Kuzma y cogió a la raposa.

- ¡Ah, ah! ¿Conque me honran las ladronas con sus visitas? Espera un poco, señorita, que no saldrás viva de mis manos.

Entonces la raposita empezó a rogar a Kuzma: - No me mates y te daré una novia muy rica en matrimonio. ¡Pero habrás de asarme otra gallinita, la más gorda, con unos chorritos del mejor aceite!

El pequeño Kuzma reflexionó y luego mató una gallina para la raposita.

- ¡Toma, raposita, come y que te aproveche!

La raposa comió, se lamió el hocico y dijo: - Detrás de este bosque se hallan los dominios del grande y terrible Zar Ogon (Fuego), su esposa es la Zarina Molnya (Relámpago), y tienen una hija, una bellísima Zarevna; con ella te casaré.

- ¿Quién va a querer a un pobre diablo como yo?

- Calla, eso no es cosa tuya.

La raposita fue a ver al Zar Ogon y la Zarina Molnya. Corrió sin parar hasta el palacio, entró, hizo una profunda reverencia y dijo:

- ¡Salud, poderoso Zar Ogon y terrible Zarina Molnya!

- ¡Salud, raposa! ¿Qué nuevas te traen por aquí?

- Vengo como agente de matrimonio. Vosotros tenéis la novia y yo tengo el novio, Kuzma Skorobogati.

- ¿Dónde está sepultado, que no viene él mismo?

- No puede abandonar su principado. Gobierna a los animales salvajes y se complace en vivir con ellos.

- ¿Y esa es la clase de novio que nos ofreces? Bueno, dile que nos mande cuarenta cuarentenas de lobos grises y lo aceptaremos como novio.

Entonces la raposita bajó corriendo a las praderas que se extienden por la falda del bosque y empezó a revolcarse por la hierba. Un lobo se le acercó corriendo y le dijo:

- Adivino que acabas de darte un gran atracón en alguna parte; de lo contrario no te revolcarías así.

- Ojalá no hubiera comido tanto. Me siento demasiado llena. He estado en un banquete con el Zar y la Zarina. ¿Quieres decir que no te han invitado a ti? ¡Imposible! Todos los animales salvajes estaban allí, y en cuanto a las martas y los armiños, eran incontables. ¡Los osos aun estaban sentados cuando me marché y comían como si tal cosa!

El lobo empezó a rogar a la raposa humildemente:

- Raposita, ¿podrías llevarme al banquete del Zar?

- ¿Por qué no? Escucha. Cuídate tú mismo de reunir para mañana a cuarenta cuarentenas de tus hermanos, los lobos grises, y yo os acompañaré a todos hasta allí.

Al día siguiente, los lobos se reunieron y la raposa los condujo al palacio de piedra blanca del Zar, los puso en filas, y anunció:

- Poderoso Zar Ogon y terrible Zarina Molnya, vuestro futuro yerno os envía un presente. Aquí tenéis toda una manada de lobos grises que vienen a rendiros homenaje, y su número es de cuarenta cuarentenas.

El Zar hizo pasar a todos los lobos a un encierro y dijo a la raposa:

- Si mi futuro yerno ha podido mandarme lobos como presente, que me traiga ahora otros tantos osos.

La raposa corrió al lado del pequeño Kuzma y le pidió que le asase otra gallina, la devoró en un instante y salió corriendo hacia las praderas del Zar. Junto al bosque empezó a revolcarse y no tardó en salir de la espesura un hirsuto oso, que, viendo a la raposa, se le acercó diciendo:

- ¡Hola, comadre! Bien se ve que te has hartado, de otra manera no te revolcarías tan contenta.

- ¡No lo sabes tú bien! Figúrate que vengo del banquete del Zar; había allí un sinfín de bestias y las martas y los armiños eran innumerables. Allí he dejado comiendo a los lobos, y que tienen una comida que hay para lamerse los dedos.

El oso empezó a rogar a la raposa que lo dejase ir allí:
- Raposita, ¿podrías llevarme al banquete del Zar?

- Con mucho gusto. Escucha. Reúne para mañana cuarenta cuarentenas de osos negros, y entonces os llevaré de mil amores; porque, de ti solo, el Zar no haría caso.

El oso recorrió todos los bosques pregonando la noticia y pronto pudo reunir el número de osos que la raposa exigía, y ésta los condujo al palacio de piedra blanca del Zar, los puso en filas y anunció:

- Poderoso Zar Ogon y terrible Zarina Molnya, vuestro futuro yerno os envía un presente de cuarenta cuarentenas de osos negros.

El Zar hizo pasar también a los osos al encierro y dijo a la raposa:

- Si mi futuro yerno puede mandarme tantos lobos y osos como presente, que me mande otras tantas martas y garduñas.

La raposa se apresuró a volver a lado de Kuzma, le mandó asar la última gallina y el gallo por añadidura, y cuando se los hubo comido en su honor, corrió a revolcarse por la hierba en las praderas del Zar.

Una marta y una garduña acertaron a pasar por allí y preguntaron:

- ¿Dónde has comido tan opíparamente, señora Raposa?

- ¿Cómo? ¿Vosotros vivís en el bosque y no sabéis que me veo honrada con la amistad del Zar? Hoy mismo le he llevado al banquete a los lobos y a los osos, y los muy tragones no saben cómo separarse de aquellos manjares tan exquisitos como en su vida habían probado.

Entonces la garduña y la marta empezaron también a suplicarle:

- ¡Queridita comadre! ¿Por qué no nos presentas también al Zar?

Nos contentaremos con mirar mientras los otros comen.

- Si queréis reunir cuarenta cuarentenas de garduñas y de martas, os prepararan un banquete para todas. Pero a un par sólo de vosotras os negarían la entrada en la corte.

Al día siguiente, las garduñas y las martas estaban reunidas sin faltar una, y la raposa las condujo a presencia del Zar Ogon; le ofreció los respetos en nombre de su futuro yerno y le hizo el presente de las cuarenta cuarentenas de garduñas y de martas.

El Zar aceptó el obsequio y dijo:

- ¡Gracias! Di a mi futuro yerno que venga en persona; deseamos verle y ya es hora de que conozca a su prometida.

Al día siguiente, la raposita se presentó de nuevo en la corte, y el Zar le preguntó:

- Y bien ¿dónde está nuestro futuro yerno?

A lo que contestó la raposa: - Me ha ordenado que os presente sus respetos y que os diga que hoy le será imposible de todo punto venir.

- ¿Cómo así?

- Está abrumado de trabajo, recogiendo todas sus cosas para venir, y ahora mismo acabo de dejarlo contando su tesoro. Precisamente os ruega que le prestéis un almud, porque ha de contar sus monedas de plata; sus almudes los tiene llenos de oro.

El Zar entregó a la raposa el almud sin comentario, pero dijo para sus adentros: "¡Magnífico, raposa! ¡Eso es caernos en suerte un buen yerno! ¡No todos pueden contar en almudes el oro y la plata, en estos tiempos que corremos!"

Al día siguiente, la raposa se presentó de nuevo en la corte y devolvió al Zar su almud (en cuyos ángulos había tenido la precaución de pegar unas moneditas de plata), y dijo:

- Vuestro futuro yerno, Kuzma Skorobogati, me ordena que os presente sus respetos y os diga que hoy estará entre vosotros con todas sus riquezas.
El Zar estaba encantado y ordenó que lo preparasen todo para la recepción de tan estimable huésped. Pero la raposa corrió a la cabaña de Kuzma, donde hacía dos días que el desgraciado estaba echado sobre la estufa, muerto de hambre y esperando. La raposa le dijo:

- ¿Por qué estás tan abatido? ¿No sabes que ya tengo para tu novia a la hija del Zar Ogon y de la Zarina Molnya? ¡Vamos a verlos en calidad de huéspedes y a celebrar la boda!

- Pero, raposa, ¿estás en tu sano juicio? ¿Cómo he de ir si no tengo ropa que ponerme?

- Haz lo que te digo. ¡Ensilla tu rocín y no te preocupes de nada!

Kuzma sacó el rocín del cobertizo, le echó encima una manta vieja, le puso las riendas, lo montó y siguió a la raposa a trote ligero. Ya llegaban cerca del castillo, cuando encontraron un puente que cruzaba un río.

- ¡Baja del caballo! -dijo la raposa a Kuzma.¬ ¡Sierra los pilares de este puente!

El pequeño Kuzma se puso a serrar con todas sus fuerzas los pilares, hasta que el puente se vino abajo con un crujido.

- ¡Ahora desnúdate, arroja el caballo y todas tus prendas al agua y revuélcate por la arena hasta que yo vuelva!

Dicho esto, la raposa echó a correr hacia el castillo donde esperaban el Zar y la Zarina, y se puso a gritar desde lejos:

- ¡Eh, padrecito! ¡Qué desgracia! ¡Socorro, socorro!

- ¿Qué sucede, raposita? -Preguntó el Zar.

- Que los puentes de vuestros dominios no son bastante fuertes.

¡Vuestro futuro yerno venía con todas sus riquezas y ese dichoso puente se hundió bajo el peso y toda la riqueza y toda la gente se ha ido al agua, y mi mismo amo yace junto al puente más muerto que vivo!

El Zar promovió un gran alboroto y chilló a los criados gritando:

- ¡Daos prisa, daos prisa, no perdáis tiempo; tomad de mi guardarropa lo necesario para Kuzma Skorobogati y preservadlo de todo mal!

Los criados del Zar corrieron cuanto les permitieron las piernas hacia el puente y vieron a Kuzma todo envuelto en arena. Lo levantaron, lo lavaron bien, lo vistieron con las ropas reales, le rizaron los cabellos, y lo condujeron con el mayor respeto a palacio. El Zar, lleno de gozo al ver a su futuro yerno libre de tan gran peligro, mandó tocar todas las campanas y disparar todos los cañones, y quiso que se celebrase la boda enseguida.

Coronaron a Kuzma como esposo de la Zarevna, y vivió en compañía de su suegro, cantando canciones todo el día. La raposa recibió los más altos honores de la corte y cuando la vida cortesana dejó de aburrirla, ya no sintió deseos de volver a los bosques.



http://jk-cuentos-populares.blogspot.com/

Imagen: foroxerbar.com

jueves, 25 de noviembre de 2010

Pronunciamiento de Mujeres Indígena

Foto: Miguel Garcia


Pronunciamiento de Mujeres Indígena:

“Mujeres indígenas construyendo derechos con la madre tierra”.


Paso del Águila, Lalana, Choapan, Oaxaca 19 y 20 de noviembre de 2010

Reunidas las mujeres indígenas mixes, zapotecas, chinantecas y nahuas en el Encuentro de mujeres indígenas por el derecho y acceso a la tierra con el lema

Mujeres indígenas construyendo derechos con la madre tierra”.

Reconocemos que:

Las mujeres indígenas tenemos derecho y acceso a la tierra pero se nos ha sido negado, que las normas comunitarias y leyes agrarias en determinado momento no nos han sido favorables y si migramos aún menos.

Como pueblos originarios tenemos la filosofía de que la tierra es nuestra madre, la base de nuestra existencia; es un espacio para convivir en familia y comunidad. Un espacio de relación de seres humanos.

Consideramos que el acceso a la tierra es fundamental para nuestra vida porque de ella depende nuestra sobrevivencia.

Las mujeres indígenas participamos de manera directa o indirecta en el cuidado y defensa de la tierra, así como de los recursos naturales. Hemos cuidado nuestro territorio a través del trabajo comunitario,defendiéndola de invasiones y despojos de los caciques y terratenientes. Así como reforestándola y cultivando semillas y plantas nativas importantes para mantener la soberanía alimentaria de nuestros pueblos.

Sabemos que es necesario reflexionar sobre los principios, normas y derechos comunitarios de las mujeres indígenas, así como los derechos y acceso a la tierra para caminar de manera equitativa e igualitaria en nuestras convivencias comunitarias. Puesto que las mujeres somos las que tenemos mayor sabiduría y conocimiento de nuestras comunidades, las que han conservado y trasmitido de generación en generación, por lo que debemos tener un reconocimiento y respeto de nuestros derechos.

Las mujeres indígenas demandamos información, asesoría, formación y capacitación sobre cuáles son nuestros derechos agrarios para acceder a las normas comunitarias y las leyes agrarias, así como a las normas nacionales e internacionales.

Reafirmamos que la sabiduría y filosofía de las mujeres indígenas es fundamental para la construcción del dialogo, convivencia, reconocimiento y respeto de nuestros derechos individuales y colectivos.

Exigimos ser tomadas en cuenta como sujetas de derechos participando en la toma de decisiones en todos los ámbitos sociales, político, económicos, medio ambientales y culturales.

“Mujeres indígenas construyendo derechos con la madre tierra”

Suscribimos:

Mujeres indígenas mixes, zapotecas y chinantecas, Sociedad Mexicana Pro Derechos Humanos de la Mujer A.C., CIARENA, A.C., IXMUCANE A.C., JAPEXUNK S.C.,Asamblea estatal de mujeres indígenas de Oaxaca, Alianza de mujeres indígenas de Centroamérica y México.

Timotazque teipa

Escrito por Los firmantes

Fuentes:

http://radioamlo.org/noticias/estados/2740-pronunciamiento-de-mujeres-indigena-mujeres-indigenas-construyendo-derechos-con-la-madre-tierra

http://www.apiavirtual.com/2010/11/25/pronunciamiento-de-mujeres-indigenas/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+apia-articulos+%28ApiaVirtual%29

http://www.mapuexpress.net/?act=publications&id=4462

Imagen cuadernosfem.blogspot.com


SARA CHOGLLO

Choclos frescos.


El choclo: Hijo de guerreros. Alimento del pueblo

Sara Chogllo, era una mujer de raza de la misma estirpe de Mama Huaco, guerreras por naturaleza y como todas las mujeres de su raza, apoyaba incondicionalmente a su compañero Wiro en el campo de batalla.

En el calor de la lucha, una lanza flecha de bambú, encontró fatalmente el corazón de la mujer y le robó el calor de su aliento, Wiro al mirar el cuerpo inerte de su amada, se arrodilló a su lado y dejó escapar los más dolorosos lamentos y suspiros que se había escuchado en todas las montañas andinas. Un incesante río de lágrimas escapó de los ojos de Wiro con el que bañó el rostro y la herida abierta de Sara Chogllo, purificando así el paso de su compañera al mundo de los espíritus.

La ceremonia duró muchos días y muchas noches, en los que, nada, ni nadie se atrevían a alterar el sagrado conjuro de Wiro a sus dioses.

La madre Quilla (Luna) y el padre Inti (Sol) acompañaron calladamente la pena del guerrero en su largo ritual.

Cuando el dolor de Wiro empezaba a mitigar, del corazón de Sara Chogllo, empezó a brotar una planta hermosa que gradualmente tomaba la forma de una guerrera altiva, al cuerpo que apenas germinaba, le crecieron los dientes fuertes y sanos, como la sonrisa luminosa de una mujer, el cabello largo y lustroso bañado por el sol se tornó en una dorada caricia que llenó de fragancias el vientre en el que se gestaba la nueva vida. Las faldas verdes y lozanas volvieron con maternal ternura el retoño florecido del amor y del dolor concertado en ese instante fértil. El naciente fruto, arrimó su cabeza al esbelto bambú, que seguía fuertemente abrazado a la Pachamama y fue tomando fuerza. Cuando, el nuevo fruto estaba lo suficiente maduro, Wiro, la arrancó de su corazón. Sentía latir en su pecho el fruto de su amor que su amada le había ofrendado como última muestra de cariño.

Los hombres y mujeres del pueblo, lo recibieron con cantos de pesadumbre, Wiro, fue directamente al templo a ofrecerle a Wiracocha el fruto recién nacido del corazón de su compañera. Su sacrificio no estaba completo. Wiro, aprendió por los consejos de los Amautas (maestros andinos), que para que su sacrificio tuviera recompensa, debería devolver el fruto a la Pachamama (Madre Tierra) de donde crecería y se multiplicaría, alimentaría a los hijos de su pueblo y a los hijos de sus hijos. Haría sanos sus cuerpos y fuertes sus brazos, y haría de ellos una raza de hombres invencibles. Así lo hizo Wiro, con sus propias manos abrió la tierra y enterró grano por grano el fruto de su amor y sacrificio.

Desde entonces, año tras año, los Incas siembran el maíz, en el mes de Cápac Raymi (Diciembre), cuando empiezan a caer las lluvias y cuando han cesado las lágrimas del cielo en el mes de Mayo y que en quechua es Atun Cusqui ó Aymoray Quilla- Bienvenida lluvia y que el Padre ha acariciado con su calor por varios meses a la Pachamama.

Esta entrega a los descendientes de Wiro, porciones generosas del noble Chogllo que tiene y siempre ha tenido el sabor amargo de las lágrimas de Wiro y el dulce aroma de su eterna compañera.

Así es amigos, en el Perú Tierra de los Incas, se consume el maíz tierno, al que llaman Choclo, que es de consumo obligado en sus más afamados y deliciosos platos como el cebiche y otros.

Carlos Velásquez Sánchez

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

SOBEK




Sobek o Sebek fue el dios cocodrilo, de carácter beneficioso, creador del Nilo que habría surgido de su sudor; dios de la fertilidad, la vegetación y la vida en la mitología egipcia.

Está relacionado con el punto cardinal Norte.

Los griegos le llamaron Suchos, que quiere decir "cocodrilo" y le identificaron con Helios.

Se le creía emergido de las aguas del caos en la creación del mundo.

Era "Señor de las aguas". En el aspecto maligno se le representa como un demonio del Duat; se le asoció a Seth porque generaba peligro y desorden; en alguna versión del mito de Osiris se dice que Seth se escondió en el cuerpo de un cocodrilo para escapar sin castigo por su crimen; sin embargo él colaboró en el nacimiento de Horus y ayudó a destruir a Seth; también rescató a los cuatro hijos de Horus de las aguas de Nun, por orden de Ra.

Su morada estaba al Este de la montaña de Baju, por lo que recibía el nombre de "Señor de Baju"; también tiene allí un templo.

En la localidad de Gebelein, Neith era su madre, aunque en Sais era su hijo.

Se le asoció con Amón, con Ra (como Sobek-Ra), Horus, Herishef y Seth; este último figuraba también como su padre.

Su culto se remonta a las primeras dinastías egipcias.

Su principal culto estaba en Shedet, Cocodrilópolis (El-Fayum), en el lago Moeris, luego en Nubt (Ombos) y Tebas.

Adorado en Shedet junto a Neith y Senuy, y en Kom Ombo, donde es esposo de Hathor o de Heket y padre de Jonsu.

Su fiesta se celebraba el día 4 del mes de Joiak.


Imagen absolutegipto.com

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martes, 23 de noviembre de 2010

EL PÁJARO DE FUEGO




Tenía el zar Berendéi tres hijos. El menor se llamaba Iván.

Poseía el zar un hermoso jardín con un manzano que daba frutos de oro.

Alguien acudía al jardín a robar las manzanas de oro. El rey, que tenía mucha estima a su jardín, puso en él guardia. Pero nadie podía descubrir al ladrón. Triste, el zar dejó de comer y de beber. Sus hijos le decían, para consolarle:

—No te apenes, querido padre, nosotros mismos guardaremos el jardín.
El hijo mayor dijo:

—Hoy me toca a mí vigilar el jardín.

Al anochecer fue a cumplir su cometido, pero, por más vueltas que dio arriba y abajo, no descubrió a nadie y, cansado, se durmió sobre la blanda hierba.

A la mañana siguiente, el zar le preguntó:

— ¿Me traes una buena noticia? ¿Has descubierto al ladrón?

—No, querido padre; en toda la noche no he dormido, no he pegado ojo, pero no he visto a nadie.

A la noche siguiente fue el mediano a guardar el jardín y también se durmió. A la mañana dijo que no había descubierto al ladrón.

Le tocó al hermano menor hacer su guardia en el jardín. Por miedo a dormirse, ni se atrevía a sentarse. En cuanto el sueño le acometía, se lavaba con el rocío que bañaba la hierba y se desvelaba.

A eso de la medianoche le pareció que en el jardín había luz. Era cada vez más intensa, y, por fin, todo el jardín se iluminó. El zarevitz vio que el pájaro de fuego estaba posado en una rama y picoteaba las manzanas de oro.

El zarevitz Iván se acercó sigiloso al manzano y asió de la cola al ave.

El pájaro de fuego se estremeció y levantó el vuelo, dejando en la mano del zarevitz una pluma de su cola.

A la mañana siguiente, el zarevitz Iván se presentó ante su padre. El zar le preguntó:

—Di, querido Iván, ¿has visto al ladrón?

—No lo he atrapado, querido padre, pero sé ya quién comete fechorías en nuestro jardín. Aquí tienes un recuerdo del ladrón. Es el pájaro de fuego.

Tomó el zar la pluma y recobró el apetito y el buen humor. Pero he aquí que una buena mañana se levantó con el pensamiento puesto en el pájaro de fuego. Llamó a sus hijos y les dijo:

—Queridos hijos, no estaría de más que ensillarais briosos corceles y salierais por esos mundos en busca del pájaro de fuego.

Los hijos se inclinaron ante su padre, ensillaron briosos corceles y se pusieron en camino, cada uno en una dirección.

El zarevitz Iván, fatigado de tanto cabalgar en aquel largo día estival, echó pie a tierra, trabó al caballo y se tendió a descabezar un sueñecito.

No se sabe si durmió mucho o poco tiempo, lo que sí se sabe es que, al despertarse, no vio su caballo. Se puso a buscarlo y, después de mucho caminar, dio con los huesos del animal. Quedó el zarevitz Iván muy entristecido.

¿A dónde podría ir sin el caballo?

«En fin -se dijo-, puesto a ello, iré a pie».

Caminó el zarevitz Iván hasta que se sintió invadido de un cansancio mortal. Se sentó muy triste en la blanda hierba. De pronto vio que corría hacia él un lobo gris.

— ¿Por qué, zarevitz Iván, te veo tan triste, tan abatido? —preguntó el lobo.

— ¿Cómo no voy a estarlo, lobo gris? Me he quedado sin mi buen caballo.

—Tu caballo me lo comí yo, zarevitz Iván… Me da pena verte tan cabizbajo. Dime ¿qué te lleva tan lejos?, ¿a dónde vas?

—Mi padre me mandó recorrer el mundo en busca del pájaro de fuego.

— ¡Vaya! En tu buen caballo no hubieras encontrado en tres años el pájaro de fuego. El único que sabe dónde vive soy yo. En fin, ya que me he comido tu caballo, te serviré fielmente. Monta encima de mí y sujétate con fuerza.

Montó el zarevitz Iván a lomos del lobo, y éste salió disparado, cruzando como una exhalación los bosques y los lagos. Por fin llegaron a una fortaleza de altas murallas. El lobo dijo:

—Escúchame, zarevitz Iván, y recuerda bien lo que te digo. Salta la muralla, y no tengas miedo, que toda la guardia está durmiendo. En un palacete verás una ventana en la que hay una jaula de oro con el pájaro de fuego. Toma el pájaro y guárdalo en el seno, pero ten buen cuidado de no tocar la jaula.

Saltó el zarevitz Iván la muralla y vio el palacete en cuya ventana descansaba la jaula de oro con el pájaro de fuego. Tomó el ave y la ocultó en el seno, pero quedó encandilado mirando la jaula. En su corazón se encendió la codicia. “¿Acaso puedo dejar aquí una jaula tan preciosa?”, se dijo. Olvidó el zarevitz lo que le había dicho el lobo y tendió la mano hacia la jaula. Pero en cuanto sus dedos la rozaron, sonaron en toda la fortaleza clarines y tambores. La guardia se despertó, apresó al zarevitz Iván y lo llevó a presencia del zar Afrón.

El zar Afrón montó en cólera y preguntó al zarevitz Iván:

— ¿Quién eres? ¿De dónde has venido?

—Soy el zarevitz Iván, hijo del zar Berendéi.

— ¡Qué vergüenza! ¡El hijo de un zar metido a ladrón!

— ¿Por qué no se acuerda usted de que su pájaro venía a picotear las manzanas de oro de nuestro jardín?

—Si hubieras venido honestamente y me lo hubieras pedido, te lo habría dado, movido de mi aprecio a tu padre, el zar Berendéi.

Ahora haré que tengáis mala fama en todas las ciudades. Aunque, mira, si me prestas un servicio, te perdonaré. Tiene en su reino el zar Kusmán un caballo de crines de oro. Si me lo traes, te daré el pájaro de fuego.

Muy triste regresó el zarevitz Iván a dónde le estaba esperando el lobo gris. El lobo le reprochó:

— ¡No te dije que no tocaras la jaula! ¿Por qué no me hiciste caso?

—Perdona, perdóname, lobo gris.

— ¡Ea, monta! ¡Enganchado al carro, no te quejes de la carga!…

De nuevo corrió el lobo llevando encima al zarevitz Iván. Por fin llegaron a la fortaleza en que se hallaba el caballo de crines de oro.

—Salta el muro, zarevitz Iván. La guardia está durmiendo. Ve a la cuadra y saca de allí el caballo, pero ten buen cuidado de no tocar el bocado.
Saltó el zarevitz Iván el muro, aprovechando que la guardia estaba durmiendo, se introdujo en la cuadra y atrapó el caballo de crines de oro, pero no pudo resistir la tentación de llevarse también el bocado, que era de oro puro cuajado de piedras preciosas. ¡Qué hermoso estaría el caballo con él!

Tocó el zarevitz el bocado y al instante sonaron en la fortaleza clarines y tambores. La guardia se despertó, apresó al zarevitz y lo llevó a presencia del zar Kusmán.

— ¿Quien eres? ¿De dónde has venido?, preguntó el zar.

—Soy el zarevitz Iván.

— ¿Y no se te ha ocurrido nada mejor que robar un caballo? ¡Pero si eso no lo haría ni un simple mujik! En fin, zarevitz Iván, te perdonaré si me prestas un servicio. El zar Dalmat tiene una hija que se llama Elena la Hermosa. Ráptala, tráela aquí y te daré el caballo de crines de oro con su bocado.

Más triste todavía que antes regresó el zarevitz Iván a donde le estaba esperando el lobo.

— ¿No te dije, zarevitz Iván —le reprochó el lobo-, que no tocaras el bocado? Otra vez no me has hecho caso.

—Perdona, perdóname, lobo gris.

—En fin, ¡monta!

De nuevo corrió el lobo llevando encima al zarevitz Iván. Llegaron al reino del zar Dalmat. En el jardín de la fortaleza paseaba Elena la Hermosa, acompañada de sus ayas y criadas. El lobo gris dijo:
—Esta vez no te dejaré entrar, iré yo mismo. Tú emprende el regreso, que pronto te daré alcance.

Emprendió el zarevitz Iván el regreso, y el lobo gris salvó de un salto el muro y se introdujo en el jardín. Se agazapó al pie de un arbusto y vio que Elena la Hermosa salía al jardín acompañada de sus ayas y criadas. Elena estuvo un buen rato paseando, y, en cuanto quedó un poco a la zaga de sus ayas y sirvientas, el lobo la asió de sus ropas, se la echó al lomo y huyó con ella.

Iba el zarevitz Iván por el camino y de pronto vio que el lobo, llevando a Elena la Hermosa, le daba alcance. El zarevitz Iván se puso muy contento. El lobo le dijo:

—Monta sin pérdida de tiempo, no sea que nos persigan.

El lobo corría veloz, cruzando como una exhalación bosques, ríos y lagos. Por fin, llegó con Elena la Hermosa y el zarevitz Iván al reino del zar Kusmán. Preguntó el lobo:

— ¿Por qué te veo tan triste y abatido, zarevitz Iván?

— ¿Cómo quieres que no esté triste, lobo gris? ¿Acaso puedo separarme de tal beldad? ¿Acaso puedo cambiar a Elena la Hermosa por un caballo?

El lobo gris le respondió:

—No te separaré de Elena la Hermosa. La ocultaremos en algún escondrijo, yo adoptaré su imagen y tú me llevarás a presencia del zar.

Escondieron a Elena en una cabaña que había en medio del bosque. El lobo dio una voltereta y quedó convertido en Elena la Hermosa.
El zarevitz Iván lo llevó a presencia del zar Kusmán. El zar se alegró mucho y dio las gracias al zarevitz, diciéndole:

—Te agradezco mucho, zarevitz Iván, que me hayas traído la novia.

Toma el caballo de crines de oro con su bocado.

Montó el zarevitz Iván a lomos del caballo y fue en busca de Elena la Hermosa. La sentó a la grupa del corcel y se dirigió hacia el reino de su padre.

Mientras, el zar Kusmán se casaba. El festín se prolongó hasta las tantas de la noche. Cuando se hizo hora de dormir el zar llevó a Elena la Hermosa a su habitación, pero en cuanto se acostó al lado vio que el lugar de su joven esposa lo ocupaba un lobo. El zar, espantado, se cayó de la cama, y el lobo huyó. Dio el lobo gris alcance al zarevitz Iván y le preguntó:

— ¿Por qué te veo tan pensativo, zarevitz Iván?

— ¿Cómo quieres que no lo esté? Me da pena separarme de un tesoro como el caballo de crines de oro, me da pena cambiarlo por el pájaro de fuego.

—No te apenes, yo te ayudaré.

Llegaron al reino del zar Afrón, y el lobo dijo:

—Oculta a Elena la Hermosa y al caballo, yo me convertiré en el corcel de crines de oro y tú me llevarás a presencia del zar Afrón.

En fin, ocultaron a Elena la Hermosa y al bruto en el bosque. El lobo gris dio una voltereta y se convirtió en el caballo de crines de oro. El zarevitz Iván lo llevó a presencia del zar Afrón. El zar se puso muy contento y le dio el pájaro de fuego en su jaula de oro.

El zarevitz Iván regresó al bosque, montó a Elena la Hermosa en el caballo de crines de oro, tomó la preciosa jaula con el pájaro de fuego y se dirigió al reino de su padre.

Mientras, el zar Afrón hizo que le trajeran el caballo, y se disponía ya a montarlo, cuando el corcel se convirtió en un lobo gris. Asustado, el zar se desplomó sin poder dar siquiera un paso. El lobo huyó y, al poco, daba alcance al zarevitz Iván, a quien dijo:

— ¡Ea, despidámonos, yo no puedo ir más allá!

El zarevitz Iván echó pie a tierra, hizo tres profundas reverencias al lobo gris y le dio las gracias con mucho respeto. El lobo gris le dijo:

—No te despidas de mí para siempre, que todavía he de serte útil.
“¿Cuándo vas a serme útil, si ya se han cumplido todos mis deseos?”, pensó el zarevitz Iván. Luego, montó a lomos del caballo de crines de oro y prosiguió su camino, con Elena la Hermosa y el pájaro de fuego.

Habían llegado ya al reino del zar Berendéi cuando al zarevitz se le ocurrió descansar un rato. Llevaban consigo un poco de pan, lo comieron, bebieron agua de un manantial y se tendieron a descansar.

En cuanto el zarevitz Iván se quedó dormido, llegaron al paraje aquel sus hermanos. Habían cabalgado por tierras extrañas buscando el pájaro de fuego, pero regresaban con las manos vacías.

Vieron los hermanos que el zarevitz Iván lo había conseguido todo y se confabularon.

— Matemos a Iván y todo será nuestro.

Se hicieron el ánimo y mataron al zarevitz Iván. Montaron a lomos del caballo de crines de oro, tomaron consigo el pájaro de fuego, sentaron en la grupa del corcel a Elena la Hermosa y la amenazaron:
— ¡No se te ocurra decir una palabra!

El zarevitz Iván yacía muerto, y los cuervos revoloteaban ya sobre su cuerpo. De pronto llegó corriendo el lobo y apresó a un cuervo y a su corvato.
—Vuela, cuervo, en busca de agua de la vida y agua de la muerte. Si las traes, soltaré a tu corvato.

Viendo que no tenía otra salida, el cuervo levantó el vuelo, y el lobo quedó sujetando al corvato. No se sabe si fue mucho o poco el tiempo que estuvo volando el cuervo. Lo que sí se sabe es que trajo el agua de la vida y el agua de la muerte. El lobo gris roció de agua de la muerte las heridas del zarevitz Iván, que cicatrizaron al instante; luego roció el cuerpo muerto con agua de la vida, y el zarevitz resucitó.

— ¡Cuán profundamente dormía!

—Tan profundamente —le dijo el lobo gris—, que de no ser por mí no te hubieras despertado nunca. Tus hermanos te mataron y se llevaron todo lo que conseguiste. Monta encima de mí sin pérdida de tiempo.

Volaron en pos de los hermanos y no tardaron en darles alcance.
El lobo gris los mató a dentelladas y esparció sus restos por el campo.

El zarevitz Iván se inclinó profundamente ante el lobo gris y se despidió de él para siempre.

Regresó a casa el zarevitz Iván montado en el caballo de crines de oro llevando consigo el pájaro de fuego, para su padre, y acompañado de Elena la Hermosa, con quien había resuelto casarse.

El zar Berendéi se alegró mucho de ver a su hijo y le hizo mil preguntas. Iván le contó que el lobo gris le había ayudado a conseguirlo todo y luego le dijo que sus hermanos lo habían matado cuando estaba durmiendo y que el lobo los había hecho pedazos.

El zar Berendéi se apenó, pero no tardó en consolarse.

El zarevitz Iván se casó con Elena la Hermosa y fue muy feliz con ella.


Alexander Afanásiev, folclorista ruso del siglo XIX
http://www.tipete.com/userpost/libros-gratis/cuentos-rusos

Imagen sepiensa.org.mx

lunes, 22 de noviembre de 2010

VIRGEN DE SUMAMPA



Los de sumampa homenajeando a la virgen de sumampa.

Patrona de Santiago del Estero, la milagrosa Virgen de Sumampa vino a la Argentina desde el Brasil, junto con la imagen de Nuestra Señora de Luján, a comienzos del siglo XVII.

En la primera mitad del siglo XVII, un poblador del sur de Santiago del Estero, el portugués Antonio Farías de Sáa, mandó traer desde el Brasil dos imágenes de Nuestra Señora, finamente talladas en arcilla cocida por artesanos de aquella región.

Una era la Inmaculada Concepción y otra la Virgen de la Consolación, las cuales, una vez desembarcadas en el puerto de Buenos Aires, fueron colocadas sobre dos carros tirados por bueyes y despachadas rumbo al norte, hacia las tierras de Sumampa.

Al llegar a Luján, uno de los carros, el que transportaba a Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, se detuvo y los bueyes se negaron a seguir viaje. En las cercanías de ese paraje, se alza imponente la Basílica de Luján.

El otro carro siguió su ruta y al llegar a Córdoba, la imagen fue montada en el lomo de una mula para ser llevada a Santiago del Estero.


La mula, que integraba una tropa de carga, se extravió al llegar a Sumampa Viejo y grande fue la sorpresa de su propietario al ver que, por sí sola, sin que nadie la guiase, se había encaminado a la estancia de don Antonio Farías de Sáa, que la esperaba ansiosamente.

El prodigio fue comentado en toda la comarca y pronto comenzaron a acudir sus moradores para rezar frente a la Virgen. No tardaron en levantarle un tosco oratorio de adobe y techos de paja –construido por abipones– consistente en una pequeña nave de 40 metros de largo por 10 de ancho, con paredes de 1 metro y techo a dos aguas. Allí fue entronizada la imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús en brazos, de 23 cms. de altura y ante ella se inclinaron españoles e indios quienes mantendrían encendida su veneración pese a la escasez de medios y a las grandes distancias.

Don Antonio, su propietario, donó a la Virgen, una legua de tierra para erigir en ella un templo de magnitud, pero toda vez que se lo empezó a construir, algo lo impidió: la obra se derrumbó por sí sola, cayó abatida por los vientos o algún incendio la consumió. Lo cierto es que la gente del lugar atribuyó esas señales a un deseo de Nuestra Señora y la dejaron en su rústico santuario.

Desde 1984 la Virgen de Sumampa es patrona de la provincia de Santiago del Estero. A partir de ese año, el collar y su imagen fueron instituidos como distinción honorífica para ser utilizada por los gobernadores constitucionales, otorgada por el Excelentísimo Obispo Diocesano en la ceremonia de asunción.

Es también protectora de los transportistas, de los estancieros, de las escuelas y los cadetes de policía.

El santuario de Nuestra Señora de la Consolación, construido por los jesuitas en 1684, fue declarado monumento histórico Provincial por decreto acuerdo "A Nº11" del 18-VIII-1972 y declarado monumento histórico Nacional por decreto Ley Nº 1180 del 12-XI-1973, como un testimonio de alta valoración histórica, arquitectónica, religiosa y cultural.

La novena patronal comienza el día 11 de noviembre y concluye el día 19; los días 20, 21 y 22 se realiza un triduo solemne preparatorio y el día de la fiesta patronal en honor a nuestra Señora de la Consolación de Sumampa es el 23 de noviembre.

Nota:

Abipones, etnia de los antiguos pobladores de estas tierras.

En Sumampa, escribe Luis Bravo y Taboada, se imponen la raíz quichua sumaj, que significa hermoso, lindo, bueno; y el sufijo mampa, muy frecuente en la zona, que significa ojo de agua o manantial.

También hay tres interpretaciones; pero lo de manantial hermoso es muy delicado y poético y es muy conveniente para una aplicación a la Virgen María, la que es Madre del Amor hermoso y manantial de toda gracia.

Los orígenes de Sumampa se hunden anteriores a los inicios de la conquista.

Con todo, hacia el año 1566 ya debía tener su importancia, ya que don Juan Matienzo la destaca en su informe.


http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/05/la-virgen-de-lujan.html
Alineación al centro

domingo, 21 de noviembre de 2010

EL JAYBANISMO


Bancos y platos ceremoniales del Jaibana.
Comunidad Embera y Waunana
Foto: Oscar Monsalve


El jaybanismo es la forma de chamanismo practicada por los chocóes que habitan el Darién panameño y el Chocó colombiano.

En el Istmo de Panamá habría unos 3.000 indios chocóes de dos ramas lingüísticas diferentes, los emberá-bedeá y los nonamás.

Ambos grupos aunque tienen características físicas y lingüísticas diferentes poseen rasgos culturales idénticos, uno de los cuales es la existencia de chamanes a los que llaman jaybanás o cantajays.

La enfermedad (pienbüá) es uno de los problemas diarios del indio chocó.

Ellos consideran que hay dos tipos de enfermedades: unas naturales que pueden ser curadas con plantas, hierbas, baños o pociones y otras sobrenaturales, producto de hechizos, mal de ojo, intervenciones diabólicas o producidas por espíritus de difuntos que andan sueltos y quieren hacer daño. Para curar estas últimas hay que recurrir a medios extraordinarios.

Muchos chocóes saben cómo usar ciertos remedios para curar pequeños problemas, sin necesidad de recurrir a otra persona de más categoría.

En ocasiones y en vista de su impotencia para curar o resolver la situación, consultará con algún experto curandero que sepa cómo curar con raíces (kurá-baná). Si aún éste no resuelve el problema, será preciso recurrir al Jaybaná, que es el mago, el adivino, el médico, sacerdote, cantor de tradiciones y conocedor de rituales mágico-curativos. Posee el poder necesario para conjurar el poder maligno o Antumiá y dominarlo o consultarlo.

Hoy, según dicen, el jaybaná no es lo que era antiguamente. Con la llegada de la civilización ha perdido muchos de sus antiguos poderes.

No viven de su profesión sino que tienen que cultivar la tierra como todos los demás y vender sus productos para poder subvenir a sus necesidades y de su familia.

Todos han llegado a ser jaybanás por medio de vocación o herencia paterna. Ninguno ha sido por nacimiento como entre los cunas.

Teodolindo Dohiramá, por ejemplo, uno de los más famosos chamanes chocóes del Darién, contaba que él comenzó a estudiar su profesión cuando tenía 20 años de edad. Decidido a prepararse en el arte de curar marchó al Río Atrato, donde se puso en manos de un famoso maestro de nombre Miguel Gogoná, cuya especialidad era curar las enfermedades extrayendo por succión la causa del mal, a veces una espina, un coleóptero o una piedrecita. Cuando aprendió con él sus técnicas, fué a buscar otro jaybaná de nombre Merín, cuya especialidad era curar a picados de culebra. Este le enseñó a buscar y utilizar una hierba llamada neanabariya tamá bajadá, pequeño arbusto cuyas hojas machacaba en el momento de usarlo y aplicaba sobre la herida producida por la picadura de la culebra. A todos estos maestros tenía que pagarles durante su permanencia con ellos. Otro de sus maestros fué “Enrique” de Río Sambú quien le enseñó a curar muchas enfermedades naturales y a cantar como cantan los cantajáys.

El jaybaná no tiene sin embargo ninguna fuerza curativa si no lleva consigo sus bastones, fabricados por él mismo bajo la dirección de su maestro con madera de cocobolo o corazón de “bársamo” o níspero que ellos llaman en su lengua tummá o barra. Estas maderas son durísimas y la elaboración de uno de estos bastones puede llevar mucho tiempo por lo difícil y laboriosa que resulta. Pero una vez terminado es una verdadera obra de arte. El extremo inferior del bastón o contera se reviste con una lámina de plata batida en frío y el extremo superior o empuñadura (chiporó) está rematado por una talla antropomorfa representando generalmente un hombre vestido a la usanza de un caballero del siglo XIX, con sombrero de copa y levita, las manos cruzadas sobre el abdomen o extendidas a lo largo del cuerpo.

Otros bastones representan con gran exactitud el cuerpo y la forma de una culebra. Los bastones son compañía inseparable del jaybaná mientras canta o celebra alguno de los ritos curativos ante un paciente. Mientras realiza éstos, toma de tiempo en tiempo chicha de maíz y jugo de caña sin fermentar al que llaman pemote.

Terminado el aprendizaje con varios maestros, el nuevo jaybaná está en disposición de comenzar su trabajo. Esto debe de juzgarlo su maestro. Si cree que ya está bien formado y preparado, se llevará a efecto una ceremonia muy complicada durante la cual quedará revestido del poder y la fuerza para curar.

Antiguamente el jaybaná era el ser más temido de la tribu, porque se sabía que eran capaces de hacer mucho daño si se lo proponían. Hoy se les teme por inercia pero ya “no hacen daño” como aseguran los propios chamanes chocóes.

Viven aislados en un lugar apartado de la montaña, junto a alguno de los ríos y cuando la gente necesita de sus remedios curativos, han de llevar el enfermo en una hamaca o en una canoa hasta su casa donde permanecerá varios días hasta conseguir la curación si ésta es posible.

La técnica utilizada generalmente por el jaybaná para curar puede variar pero la más corriente es la siguiente: El enfermo es llevado a su casa en la que coloca 8 o 16 mohó-uanga, o muñecos de madera tallada y figura antropomorfa atados con bejucos en los horcones que sostienen el techo de paja de la vivienda. La misión de estas tallas es capturar a los espíritus malignos para que la curación discurra sin tropiezos. Luego se coloca al paciente tendido sobre un petate o hamaca y a sus pies y a un lado se sitúa el chamán, sentado, llevando en su mano izquierda los bastones mágicos símbolo de su poder y en su mano derecha una gran hoja de palma de maquenque (parará) y así se dispone a comenzar su canto curativo. Se trata de ritmos extraños, bitonales, monótonos, como un rezo, lejano al principio, con altibajos agudos y graves y a veces como de falsete, sin letra, sólo la melodía. Al mismo tiempo agita la palma de maquenque como si estuviera abanicando, lo que produce un acompañamiento singular, ya que el roce de los fuelles que tiene esta hoja produce un sonido muy parecido al que produce la lluvia tropical al caer sobre los árboles o las techumbres de las casas, y a veces recuerda el galopar de un caballo.

De vez en cuando refresca su garganta que se seca con los altibajos del canto, con chicha, chucula o pemote. Canta infatigablemente hasta el amanecer, en cuyo momento parece vencerle el cansancio y se acuesta. Trata de acompañar y salmodiar al paciente durante las horas nocturnas que son las más peligrosas para su salud.

Los familiares del enfermo pueden presenciar la escena y permanecer en la casa donde se realiza esta curación, pero según van entrando en el recinto deben lavar sus pies en una batea llena de agua con hierbas aromáticas.

Además de los cantos chamánicos, el jaybaná administra al paciente diversas pócimas según el caso y la enfermedad de que se trate, seleccionadas de su extensa farmacopea generalmente obtenida de los árboles de la selva. Algunas las tienen sembradas junto a la casa, en un huerto que todo jaybaná tiene lleno de plantas medicinales.

Una de las cualidades o poderes que tiene el jaybaná es la de ser capaz de convocar o invocar al Antumiá, el demonio que se encuentra en los ríos en forma de gran culebra mayor que una anaconda.

Para esta ceremonia se debe preparar previamente por medio de ayuno, baños con substancias medicinales y aromáticas, frotaciones con resinas olorosas o sahumerios. El día más adecuado para realizar la invocación es el primer día de plenilunio durante las primeras horas de la noche hasta media noche.

El jaybaná provisto de un mojó-uanga hecho de madera de balso, sus bastones mágicos y una buena provisión de chicha fermentada bien fuerte (chinango), una escopeta (usan las de calibre 22 y son muy buenos tiradores) y un cuerno de caza a manera de trompeta, se dirige a un claro de la selva y traza un círculo o cuadrado mágico dentro del cual se sitúa sentado. Esta línea defensiva no puede ser atravesada por el Antumiá. Entonces, hace unos disparos al aire y sopla con fuerza en su cuerno de caza (a veces un fututo o cambombia, concha de un enorme caracol marino que produce un sonido ronco y penetrante).

A la llamada del jaybaná, se presenta al poco rato el Antumiá, en persona, obediente, pero no a su gusto, sino a regañadientes, interrogando malhumorado la razón de la llamada. El jaybaná, seguro de sí mismo y de su poder, gracias a cierta infusión de mahué (una de las varias plantas alucinógenas que conocen muy bien, tales como el huanto, la borrachera, el yagé o alguna Datura) que mezcla con la chicha y que previamente ha ingerido para que le dé valor, en lugar de contestar inmediatamente, agita delante de sí el mohó-uanga de madera de balso con el que traza un semicírculo atrapando al Antumiá y obligándolo a sentarse ante él, sin penetrar el círculo mágico. Entonces ofrece su chicha fuerte al demonio con la cual le embriaga pronto. Este suelta la lengua, momento que es aprovechado para interrogar al representante del mal sobre el origen de la enfermedad que aqueja a su cliente o la causa que la determina. Aprovecha entonces para preguntar qué medicina es buena para curarla. El Antumiá responde en medio de su borrachera y el jaybaná satisfecho le ordena retirarse.

Puede apreciarse en esta escena tan frecuente en el proceso curativo, cómo se combina en el jaybanismo chocó, lo mágico, en el corazón de la selva, con lo natural y realmente terapéutico, lo físico y lo sobrenatural.

El chocóe en general es muy aficionado a revestirse de adornos de plata, hechos con monedas o plata nativa batida en frío. Así llevan pulseras de plata muy anchas, pectorales hechos de monedas de plata que les llegan hasta por debajo del ombligo, o diademas de monedas de plata que les cuelgan por la espalda y pendientes también fabricados de monedas de plata muy hábilmente. En cambio las mujeres no se ponen ninguno de estos adornos. Sucede al revés de los cunas entre los cuales son las mujeres las que van sobrecargadas a veces de adornos de oro (grandes pendientes como platos, grandes pectorales, collares de monedas, anillos de oro colgados del septum nasal) mientras que los varones jamás se ponen un adorno de oro y sólo alguno de plumas de guacamaya en ciertos rituales como los que celebra el kantule o cantor de la tribu.

La mujer del jaybaná representa un papel importante en la ceremonia curativa, aunque no tan figurativo como el del esposo. Ella será la que va preparando las chichas que debe beber su esposo o las que éste dispone que beba el enfermo, machaca las hierbas que le da su marido y que serán parte de la medicación y está atenta en todo momento a cuanto le diga el jaybaná.


Fuente: www.ucm.es
Imagen: banrepcultural.org

LOS CHOCOES

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/06/antumia.html