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sábado, 9 de agosto de 2008

RUMIÑAHUI



LA RESISTENCIA DE EN QUITO


Rumiñahui había nacido en Quito por el año 1486.

Descendía directamente de los Atis Puruhaes, y muchos historiadores aseguran que fue hijo del Inca Huayna Cápac y de la princesa Nary Ati, hija de Pillahuaso, cacique de Panzaleo, Mulalillo, San Miguel y Píllaro, siendo por lo tanto medio hermano de Atahualpa.

Sebastián de Benalcázar, quien había fundado Guayaquil, fue el encargado de marchar con su ejército en busca del líder indígena.

Antes envió un mensajero con una cruz y la oferta de amistad.

Los rebeldes devolvieron su cadáver. En Cajamarca habían visto un símbolo de madera igual, en las manos de un tenebroso fraile que secundaba a Pizarro.

Después Rumiñahui se preparó para recibir a Benalcázar. Reunió a su gente y le dijo: "Es preferible morir que aceptar la esclavitud de estos hombres que robarán tesoros, mujeres y tierras".

Al hablar, un volcán parece salirle desde adentro, arde su voz, sonríe su corazón y vibran sus guerreros. Benalcázar consigue una alianza con los indios cañaris para combatir a los rebeldes.

El jefe indígena se adelanta y le sale al encuentro en las llanuras de Tiocajas. El lugar, favorable para el andar de los caballos españoles, no impide que los rebeldes anulen el poder del enemigo. Cada vez que matan un caballo le cortan la cabeza para mostrar que no son inmortales. La batalla va desde el mediodía hasta que la noche oscura obliga a suspenderla y continúa al día siguiente con la salida del sol.

Las llanuras de Tiocajas estaban llenas de trampas para que los europeos y sus potros quedaran ensartados.

Un traidor avisa a Benalcázar el lugar y muestra un camino seguro para retirarse a Riobamba. Rumiñahui no se desanima y decide atacar la ciudad. En la hora del ataque el volcán Tungurahua entra en erupción.

Muchos indígenas, aterrados, creyendo que se trataba de un mal augurio, huyeron bajo la lluvia ardiente.

Los españoles no se cansaron de matar gente que corría indefensa.

Rumiñahui se retira con sus soldados más fieles hacia Ambato. Luego se va a Quito, envía a lugar seguro a los más débiles y esconde los tesoros de Atahualpa en la zona sureña de Sigsig, en las estribaciones de la Cordillera Oriental o de los Llanganates.


Nota

Rumiñahui significa Cara de Piedra

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/04/r-u-m-i-n-w-i.html

viernes, 8 de agosto de 2008

HUMAHUACA



Hace mucho, mucho tiempo los indios humahuacas vivían sin privaciones en las tierras de su quebrada.

Dicen que éstas eran tan verdes y fértiles como lo es hoy la pampa, y que en sus terrazas crecía el maíz como crece la hiedra a la sombra de los árboles.

Como no era tan duro el trabajo, y su fruto abundante, los dueños de esa tierra podían compartir la paz y la alegría que les enviaba la Pachamama en fiestas interminables.

Y dicen también que las cosas habrían seguido así para siempre si no hubiera sido por la envidia de los calchaquíes, la codicia de los diaguitas y la belleza de Zumac.

Calchaquíes y diaguitas se aliaron un día y decidieron conquistar la tierra humahuaca.

Hubo largas reuniones secretas, planes y contra planes, espías que se asomaron a la quebrada e informantes que volvieron a contar que los humahuacas no sospechaban nada, demasiado satisfechos como para pensar en la guerra.

Y que el único obstáculo para sus planes era el jefe, que sabía cómo convertir de golpe en un ejército a las familias campesinas.

Las dos tribus aliadas prepararon sus arcos, y sus flechas, sus hondas y sus piedras y, sobre todo, prepararon a Zumac.

La más linda entre los calchaquíes y las diaguitas, Zumac Huayna, no sólo era joven y hermosa. Ante todo, estaba convencida de sus encantos. Sabía cuando bajar la vista con una media sonrisa. Sabía acercarse silenciosa a sus interlocutores hasta casi rozarlos con su cuerpo firme y, al alejarse, caminar por la aldea con la seguridad de una reina.

Así llegó Zumac, hasta las casas humahuaqueñas, en el atardecer del día señalado. Ella contó su historia de india perdida y las mujeres la llevaron a descansar y la convidaron con un vaso de alhoja.

Más tarde, a la hora de la fiesta y el baile, conoció al jefe. Se miraron muchas veces a través del aire frío de la noche y el humo de la fogata, y ella lo fue enredando con su collar de cuentas invisibles.

Más tarde se cruzaron en el momento que, acallados los pinkullos y las ocarinas todos iban a recogerse; y más tarde todavía él dormía junto a ella, envuelto en su olor recién descubierto.

La noche, de luna nueva, era oscurísima sobre la quebrada, y nadie estaba despierto para escuchar el silencio enorme que cubría el valle como una manta.

El sorpresivo ataque de las tribus aliadas no dio lugar a la defensa de los humahuacas.

Ni los que huían de sus casas, ni los que intentaron buscar sus armas, ni los que se ocultaron en los maizales, ni los que corrían desesperados hacia las montañas, ni uno solo pudo escapar de la masacre.

El mismo jefe murió como uno más, pero antes maldijo a sus enemigos y les auguró que no les serviría de nada la victoria.

Y así fue.

Al día siguiente, cuando el sol iluminó la quebrada, el paisaje era otro. El pueblo y los cultivos habían desaparecido. La tierra se había secado, se había vuelto arenosa y estéril, y estaba extrañamente teñida de rojo, de morado, de rosa...

¿Dónde estaban los muertos, la sangre, los despojos? En vez de cadáveres, sobre las laderas, de a trechos, entre las piedras y el polvo, había brotado una planta desconocida.

Miles de cardones, con sus verdes brazos espinosos, poblaron las cuestas, los pasos y las cimas. Se levantaban desafiantes, únicos pobladores del desierto que es ahora lo que fue la tierra que les pertenecía.

Y en primavera, bajo el cielo más azul que se conozca, dejan salir de entre sus espinas increíbles flores amarillas, blancas y rojas que, según dicen, son las almas de los desaparecidos indios humahuaqueñas.

jueves, 7 de agosto de 2008

CÓMO HACER UN BARCO



Cómo hacer un barco


Arranque sus costillas
y esternón,
construya las cuadernas,
ponga su alma
de mascarón de proa,
extienda sus ganas
como velas,
gane el viento
que le deben
y llore, luche, ame,
mate, llore, luche,
hasta hacer el mar.

Julio Leite, poeta nacido en Ushuaia.

miércoles, 6 de agosto de 2008

EL CHULENGO





“Había una vez", era un chulenguito guacho que encontré detrás de una mata cerca de la aguada.

Por qué lo había dejado su madre... no lo sé; pero creo yo - que como recién nacido no pudo seguirla cuando los cazadores de guanaco cayeron sobre la tropilla y ella se alejó galopando para despistarlos de su cría y... no volvió. Si una madre no vuelve, es porque no puede, no porque no quiere. La guanaca perseguida, seguramente cayó bajo las alas de los cazadores.

El estaba solo, guacho y yo lo adopté a mi chulenguito. Había una vez.

Era precioso, su piel era una seda roji-marrón, con un rombito gris suave, bordeado de blanco, entre enormes ojos almendrados de largas pestañas y mirada triste; el cuello largo y flexible; la colita corta y movediza; las patas ágiles y graciosas.

Habia una vez, me seguía a todas partes; era mi compañero de interminables caminatas por cerros y cañadones.

Mi chulenguito no hablaba pero entendía todo lo que yo le contaba; sus orejas giraban de aquí para allí y cualquier ruido extraño lo sobresaltaba, lo hacía correr; sin embargo, si yo no lo seguía, se paraba a esperarme. Así pasamos juntos todo un verano.

En Marzo, lo dejé, yo debía volver al norte, al colegio.

En esos años, en la Patagonia, no había colegios - solo una que otra escuelita -. Un instituto en Río Gallegos, otro en Trelew, por lo tanto la mayoría de nosotros debíamos ir de pupilos al norte.

Teníamos que dejar nuestros hogares, a nuestros padres y nuestros chulenguitos. No podíamos volver para las vacaciones de invierno pues los barcos tardaban varios días; como también los pequeños aviones que debían hacer el trayecto en etapas; por tierra: ni que hablar; queda lejos de la Capital nuestra Patagonia!

“Habia una vez” quedó solo, durante nueve interminables meses; solo todo ese tiempo. Cuando finalmente volví al campo, ni bien bajé del coche para abrir la tranquera, escuche un galope; me di vuelta y ...

Había una vez estaba allí, erguido, inquieto, anhelante. Lo miré largo rato, cómo había crecido - quise acariciarlo - retrocedió comprendí entonces que deseaba su libertad: abrí de par en par la alta tranquera del potrero... el miró, se acerco, vio el campo y al galope tendido se alejó.

Nunca más volvió mi chulenguito Había una vez.

Nota
Chulengo: se llama a la cría del guanaco
Guacho: huérfano, pobre, desprotegido.

No conozco al autor de este hermoso relato

Imagen
tipete.com

martes, 5 de agosto de 2008

ELAL Y TELUJ



Elal se enamoró de Teluj, el lucero del amanecer, hija del sol y de la luna. Su madrina convertida en cisne lo alza sobre el lomo y emprende el vuelo el Este, sobre el mar. Al llegar la noche, ya cansados, Elal arroja una flecha sobre el agua formando un grupo de Islas, (¿Malvinas?) donde descansan para proseguir viaje rumbo al sol.

Cuando llegaron, su madrina, que como ya sabemos, era bruja, convertida en mosca se ubica en la oreja de Elal para indicarle paso a paso lo que debía hacer.

Nuestro héroe le pide al Astro Rey el permiso para casarse con su hija y este no contento con el pretendiente, le impone una serie de pruebas en las que tendría que poner de manifiesto: ingenio, inteligencia y valentía. En caso de salir airoso en todas, le otorgaría el permiso.

La primera consistía en rescatar un anillo que estaba dentro de un huevo envenenado al fondo de una caverna custodiada por un guanaco que mataba con la mirada.

Mientras la mosca distraía al animal posándose en sus ojos y orejas, Elal lo mata con un certero golpe de shome (boleadora de dos bolas), luego le quita la piel y cubierto con ella penetra en la caverna.

Allí utiliza el arco y la flecha para romper el huevo que estalla desparramando veneno, pero Elal se despoja de la piel salpicada y recupera el anillo.

Teluj, hecha mujer, lo aguardaba en un palacio al fondo de un frondoso jardín.

Cuando Elal pretendió avanzar, a cada paso el suelo se convertía en pantano. Camina hacia atrás, le dijo la mosca, y no arranques flores, pués se convertirán en víboras.

Así lo hizo hasta llegar a la puerta del palacio de donde asomaron dos mujeres; una joven hermosa luciendo “kai eorrenk” y la otra vieja, deforme y harapienta. En realidad la vieja no era otra que Teluj disfrazada por orden de su progenitor para despistar a Elal.

Advertido por su madrina eligió la verdadera.

-Has acertado nuevamente, dijo contrariado el sol, pero tendrás que superar todas las pruebas que te dé. Y le fue dando tantas para dilatar el tiempo, a la espera que el pretendiente desistiera de sus intenciones, que no le alcanzaría la vida para cumplirlas.

-Escapa con ella, el padre no te dará jamás el consentimiento, le aconsejó la madrina.

Y huyeron juntos para siempre.

Pero Teluj, temerosa de la furia de su padre, cuando éste sale, se esconde.

NOTAS

Elal: nombre propio del héroe de los Tsonekas.

Joiuen: Leyenda

Tsonekas: nombre verdadero de los llamados: Tehuelches, Aónikenk o Chonkes.

Kai: quillango – capa

Eorrenk : color blanco

Shome : boleadora de dos bolas

Teluj: lucero del amanecer

Leyenda mitológica “Elal y Teluj” del libro Joiuen Tsoneka de Mario Echeverría Baleta

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/08/leyenda-de-malvinas.html

lunes, 4 de agosto de 2008

CREACIÓN DE LA LUNA

Alugrafía y Monocopia / 60 x 80 cm
Serie Origenes / Creación de la luna II (Leyenda Tehuelche)
Mabel Berzano
Artista PLástica (Artist)
http://berzano.blogspot.com/2008/06/nativos_06.html


Kooch ya había creado al sol para iluminar el día y dar calor a la existencia, pero durante el descanso de éste, Tons, la oscuridad daba libertad a sus hijos, los malos espíritus que prodigaban los males por doquier y los gigantes Hol-Gok asomados por los ojos de las maderas viejas, por los huecos de las rocas y desde lo profundo de las cavernas, acechaban a los indios para prodigarles sus males, enfermedades y desgracias, entonces Kooch crea a la luna, llamándola Keenyenkon para que ilumine a la tierra y aleje con su lumbre a los malos espíritus.

Las nubes que divagaban por el cielo, fueron presurosas a contarle al sol la buena nueva y tanto le hablaron de la pálida dama nocturna que decidió conocerla y una mañana quebró con sus rayos el horizonte antes de lo acostumbrado, por su parte Keenyenkon tampoco pudo resistir el embrujo del rubio madrugador y lo acompañó a través del azul del cielo hasta perderse en el horizonte quebrado de los Andes en un rojo atardecer.

NOTAS

Tsonekas: nombre verdadero de los llamados: Tehuelches, Aónikenk o Chonkes

Joiuen: leyenda

Kooch: ser supremo, creador

Tons: la noche oscura, Madre de los malos espíritus

Hol – Gok: nombre del conjunto de los dos gigantes

Keenyenkon: luna llena

Leyenda mitológica “Creación de la luna” del libro Joiuen Tsoneka de Mario Echeverría Baleta

domingo, 3 de agosto de 2008

LEYENDA DE MALVINAS

Vista aérea de las Islas Malvinas


Dicen, en sus Karlem-shenik (cuentos viejos), que el mar se formó por el llanto de un todopoderoso y bueno.

Ese ser que para los tehuelches era el cielo (en algunas leyendas figura también como Kooch), vivió mucho tiempo en soledad y en tinieblas

Hasta que un buen día decidió crear también la luz, el sol y una isla.

Una isla donde tuvo origen la vida.

Allí aparecieron unos moradores gigantes y monstruoso que eran hijos de las montañas.

Esta leyenda de labios de un aborigen patagón llego a oídos de Pigafetta cronista de la expedición de Magallanes.

Y al parecer, el relato lo inspiró para dibujar, con la ayuda de su imaginación un sencillo mapa de una o dos islas.

Es probable que los tehuelches no hayan visto nunca las islas

Pero presentían su existencia. Ellos observaban que ciertas aves, como los cisnes y flamencos, llegaban desde el confín del mar hasta la costa.

Y que tres meses después se lanzaban resueltamente hacia el brumoso horizonte marino.

Este, comportamiento convenció a los aborígenes de que las ves iban y venían de la legendaria isla de sus mitos.

Sansón

En España a las islas que Pigafetta dibujó en su croquis le asignaron el nombre de Sansón.

Los que trabajaron en las cartas geográficas consideraron que a un lugar habitado por gigantes correspondía aplicarle el nombre del forzudo personaje bíblico.

Así Sansón fue la primitiva denominación de las Malvinas